Relatos y Siluetas: crónica de una ofrenda con Shamán Bombay
Redacción por Iván Gutiérrez & Jhoselinn Figueroa
Fotos por Paulina Lazcano
Es la noche del 22 de noviembre del 2018. Las estrellas centellean en la recta final del día del músico a la par que intensas luces iluminan la explanada del Centro Estatal de las Artes (Ceart), en este momento vacío; lo único que se escucha son mis pasos acelerados mientras corro al Foro Experimental. Al llegar a la entrada, del edificio sale un chavo de cabello largo y dice “¡Corre, todavía alcanzas!”. Subo agitada las pequeñas escaleras y empiezo a sentir una penumbra rockera. Sigo mi camino y todo se vuelve oscuro en el pasillo. El show revienta. Shamán Bombay está en escena.
Dos mujeres lloran frente a una ofrenda que se encuentra en el escenario. Costillas, cráneo, manos y pies como piezas están junto a un par de girasoles amarillos y alcatraces blancos. “Me muero todos los días sin darme cuenta…”, canta una de las voces angustiadas mientras dos velas encendidas y acomodadas en unas pachitas de tequila le suman calidez a la ofrenda.
Al fondo se proyecta un lienzo blanco. “¿Qué van a pintar?”, se preguntan algunos espectadores. Mariana, mejor conocida como la Federación Intergaláctica de las Hadas (o “La Fede”), empuña un pincel en su mano diestra vestida con guante negro, y lo que antes era totalmente blanco empieza a teñirse de rojo.
En la escena la joven Melissa sigue declamando con su potente voz. Vestida de negro observa estática la entrada del baterista que inicia un terremoto que distorsiona el aire. Acto seguido salen al escenario los demás integrantes de Shaman Bombay. Se oye al fondo unos chiflidos que denotan emoción de parte de los seguidores de esta banda nacida en el puerto de Ensenada, conformada por Alfredo Fragoso como vocal y teclado, Salvador Aldrete en el bajo, Benjamín Yañez en la guitarra y Oscar Romo a cargo de la batería. Esta noche, los cuatro músicos presentan su primer álbum de larga duración, Siluetas.
Suena “Trémula” reventando un foro experimental repleto y conquistado por una nueva generación de músicos ensenadenses. Los sonidos progresivos y psicodélicos comienzan a galopar por la estancia. “Yo no sé, ni me interesa, mientras no sea yo el que desaparezca”, canta Alfredo Fragoso (alias “El Fofo”), en referencia a la indiferencia que persiste entre la mayoría de la población apática de México. Una embestida al alma es lo que representa la tormenta desatada esta noche. Las letras del material musical de Shaman Bombay son una crítica abierta a la violencia que se vive todos los días en las calles del país. Culmina Trémula y un jam en vivo da inicio. Chava con su bajo y Benja con su guitarra combinan escalas que transitan por senderos psicodélicos, mientras detrás se exhibe el lienzo de emociones pintado por “La Fede”.
Por unos momentos Alfredo es la voz de los 30, 000 desaparecidos: “en cada vela una plegaria, cada ofrenda un penar”. Es entonces cuando el público entiende que la ofrenda en escena va más allá de simple utilería: en las velas la plegaria, la luz que trata de mantenerse en medio de la desesperación que muchas familias viven ante el desconocimiento del paradero de un ser querido.
El llanto y el sudor se expresan con furia a través de la piel y las ondas sonoras: “¡Y hoy te juro en este infierno… que estoy buscándote!”, canta la madre, el padre, el hermano, los hijos del desaparecido o desaparecida. La energía entre los músicos es impresionante, miradas profundas se cruzan entre músicos y espectadores, no están creando cuentos de ficción, son relatos que se escuchan a diario en las noticias y que quizás más de uno ha vivido de cerca porque, queramos o no, es la realidad de un México hundido en la muerte y la violencia. Un país convertido en fosa clandestina.
Se siente en el ambiente, es algo intenso, fluido, no puedes dejar de mover los dedos, la cabeza o pies. La música mueve también el pensamiento. Blanco, amarillo, rojo, azul y anaranjado transforman la música en relatos, es un apunte musical lo que poco tiempo antes era un simple lienzo.
“Muchas gracias por estar aquí, y por no ir con Los Románticos de Zacatecas”, bromea Fofo por el micrófono, pues en otro punto de la ciudad se presenta al mismo tiempo dicha banda zacatecana. “Se pueden parar por acá enfrente, esto es un concierto donde se vale bailar”, agrega. La gente responde a la invitación y se pone en primera fila para presenciar, vibrar, explorar lo intrincado de una narrativa como la mexicana, donde estar vivo ya es una suerte, donde el puro existir ya representa un desafío contra la muerte, ¿quién dijo que los metaleros y rockeros no bailaban?
Sube la pintura color sangre y comienza la “Danza de Buitres” con una dedicatoria a todos los buscadores de la verdad que son asesinados al tratar de develar lo que ocultan los corruptos. Los asistentes bailan, truenan y se ven absorbidos por los ritmos shamánicos.
No hay mejor manera de festejar el día del músico que con un evento como éste. Aprovechando el calor del momento, Fofo felicita a los músicos presentes, da las gracias a sus compañeros de banda y a las personas que apoyaron de alguna manera a la realización del evento. Invita además a apoyar a las bandas locales, y expone que, hoy en día, el músico también tiene que auto-producirse, por lo que hay que aprender a valorar el esfuerzo que se hace por sacar material original. Haciendo uso de su ya característico humor anuncia que la siguiente y última canción dura como 15 minutos, “así que si quieren salir al baño, pueden hacerlo ahora”, comenta haciendo sonreír a más de uno.
Empieza la obra maestra del álbum, El Último Blues, con tarolazos y riffs progresivos que no dan tregua y hacen vivir el presente con la potencia de influencias como King Crimson. Detrás de las ondas sonoras la complejidad de un cuento borgiano hecho música, la misma que esconde toda guerra, todo olvido, todo abismo.
Comienza la transición hacia el más allá, explota la realidad con un viaje entre senderos de niebla por donde naufragan las almas hacia la nada. El viaje se extiende, se prolonga como los momentos que valen la pena, y en el futuro se asoman gritos y aplausos. La experiencia es intensa, y la conclusión es una: esta noche, los Relatos y Siluetas han marcado el espíritu de las almas visitantes.
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