Muerdo y el Canto que siembra la tierra
Redacción y fotos por Iván Gutiérrez
Una alfombra roja aterciopelada es la base de una bóveda en lo alto llena de pinturas donde truenan las cuerdas de una guitarra, a la par que la cerveza nos sumerge en la marea del paisaje acústico. Esta noche es para llenarse de poesía y baile, de letras que siembran semillas en los poros de la piel, “semillas que muy pronto brotarán…”.
El concierto ha dado inicio con Juanito Ayala, uno de esos músicos que con guitarra, carisma y voz de tonos altos hipnotiza con facilidad a quienes gustan de moverse: “cuando te veo bailando, sé que eres igual a mí”. Este músico chileno con más de 15 años de trayectoria acompaña en la noche de este 30 de noviembre la presentación de Muerdo en el Salón Casino del Riviera en Ensenada. “A lo que le canto yo”, dice Juanito al público, desarrollando un performance para hacer partícipe a los asistentes, quienes también ofrecen el ritmo de sus palmas.
De origen sudamericano, con barba a medio crecer, gorra roja y camisa cuadrada de franela, Juanito denuncia a los tiranos de una dictadura chilena que hoy parece resurgir. “¿Quién tiró la bala para Victor Jara? Nadie nos dio la cara”, canta con un estilo muy parecido al del cantautor franco-español Manu Chao. “La revolución está en todos lados, ¡vamos por ella”, grita el músico.
Destaca la variedad de géneros que logra Ayala con su guitarra, pues pasa de ritmos de folk a cumbia, ska, balada, reggae y rock, creando armonías que permiten hacer un gran show con lo mínimo: “Oye las balas como van pegando”.
Tras la conclusión de Juanito entra Muerdo a escena con una versión a capela de Luna menguante. “Luna… luna llena…”, canta mientras se pasea entre el público, deslizando su voz de tierra por la energía que palpita en este presente. El músico sube al escenario y comienza con Sendero de paso lento, cantando “no tengo prisa en llegar, voy persiguiendo mi sueño”, demostrando desde un inicio que canta con el corazón, que la sinceridad es lo que le da la fuerza para tocar nuestras fibras suspendidas en el aire, heridas extendidas que flotan arrulladas por el beso del tiempo.
Paskual Kantero es el nombre (¿o el alter-ego?) de Muerdo, poeta y compositor español que publicó su primer trabajo “Flores entre el acero” en 2011. Para 2013 publicó su segundo álbum “Tocando tierra”, donde comenzó a posicionar su estilo urbano-mestizo al colaborar con artistas como Lichis (La Cabra Mecánica), Pedro Guerra o las argentinas Perotá Chingó, empezando a recorrer España y América Latina con su música. En 2016 se publica “Viento Sur”, tercer trabajo de estudio que lo catapulta entre miles de escuchas por toda Latinoamérica.
“Oye… tengo que decirte algo, ponme toda tu atención”, prosigue el artista al inaugurar que “canto pal que está despierto”, una canción para nadar por la sensación de paz y serenidad que los ríos del reggae saben procurar.
A muerdo lo descubrí hace dos meses, cuando Jorge, un buen amigo y colega, me recomendó escuchar su música, precisamente para establecer conexión con él ahora que vendría al puerto. Ahora que lo tengo de frente me agrada descubrir que mantiene ese espíritu musical de quien ofrece todo de sí en el escenario, ya sea en un café, en un estadio o en un concierto íntimo como éste. Su música respeta las estructuras de los géneros latinos y folcloristas, y sus letras tratan todo tipo de temas con una suavidad y profundidad que seduce.
“Levántate y camina, porque en cualquier esquina… Vas a encontrarte”, interpreta ahora Muerdo, una balada linda y placentera. Si tuviera que sintetizar lo que pienso de la música de este amigo diría que suena como si Juan Cirerol hubiera nacido en España y jamás hubiera conocido el cristal, sólo el amor a la vida y la terapia.
“Me encanta este lugar, ese mestizaje, esa mezcla de gente que hay aquí, como hoy que mucha gente vino de Estados Unidos, es increíble esta frontera”, recuerdo que comentó Muerdo hace unas horas en entrevista.
Prosigue la Claridad, una tremenda canción con mucha poesía en su letra y una progresión intensa en su melodía: “Tantas cosas… que no vemos… Si no enciendes la luz, que va… alumbrando, siempre adentro”. El público se mece con las olas sónicas del mago que ha viajado kilómetros para compartirnos su mensaje. Lo curioso, muchos de los asistentes también han viajado desde otras ciudades para presenciar su show en Ensenada.
“Lo gané, lo perdí, lo gocé, lo sufrí, a veces sí, a veces ni lo vi, se escapó o no llegué, lo rompí, lo pegué, y volver a volver a volver a cometer cada error, aprender del dolor y doler, dolerle a quien me amó”, canta (¿o rapea?) un hombre que ha puesto todo su ser en la música que interpreta a Cada paso; cosa curiosa, pareciera que los españoles siempre saben de amor y dolor.
A continuación vibra una historia de amplios tonos folklóricos que cuenta que “se encontraron en la arena, los dos gallos frente a frente. El gallo negro era grande, pero el rojo era valiente”, verso representado en la portada psicodélica del último álbum de Muerdo.
Prosiguiendo con los cantos urbano-mestizos, Muerdo comenta que “en Chiapas se está peleando con valor e inteligencia para darle al pueblo la segunda independencia”. Inicia entonces una de las canciones guardadas en la memoria vivencial, un himno a la vida que proviene del campo, la montaña y el río, de la naturaleza que confrontan la muerte del «progreso» humano: “Vengo de un surco en la tierra, de sangre para sembrar, del sudor con que se riega la flor de la libertad”. Así reza una oda a la resistencia y la fuerza que representan los pueblos indígenas en México. “Lejos de la ciudad”, corean las decenas reunidas esta noche.
Para la siguiente pieza Juanito vuelve al escenario para compartir un dueto con Muerdo, un jamm improvisado, un ritual de limpia espiritual para depurar la contaminación del ser: “Quítate lo malo pa fuera, pa fuera, lo que no te deja respirar”. El éxtasis fluye por los asistentes, y alcanza nuevas proporciones cuando ambos músicos declaman uno de los poemas fronterizos por excelencia: “Bienvenida a Tijuana… bienvenida mi amor”. El show ya no lo hacen ellos, sino nosotros, quienes cantamos mientras levantamos nuestro vaso de cerveza hacia el infinito.
Muerdo dice entonces que “si lo cantas lo haces real”. Nos pide sentarnos y así lo hacemos para escuchar una última canción, una pieza que no compuso, pero sí renovó: Tan joven y tan viejo, de Joaquín Sabina. “Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna, lo que sé del pecado lo tuve que buscar… como un ladrón debajo de las faldas de algunas, de cuyo nombre ahora no me quiero acordar. Así que de momento, nada de adiós muchachos. Me duermo en los entierros de mi generación. Cada noche me invento. Todavía me emborracho. Tan joven y tan viejo… like a Rolling Stone”. Termina el canto, y la vida retoma ese ritmo extraño, sincero e inusitado, el mismo que canta la noche cuando se acuerda de lo mucho que quiere a la mañana.