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Tecate Península: la alternativa de tu generación… ¿y la de tu papá? – PerRAlternativx
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Tecate Península: la alternativa de tu generación… ¿y la de tu papá?

perraalternativa 

Redacción y fotos por Iván Gutiérrez
Foto de portada por Armando Ruiz

El Tecate Península visto como un evento icónico de la escena musical alternativa actual, simbolizando un puente que conecta generaciones. A través de una narrativa periodística se proyecta el mosaico de propuestas musicales alternativas (legendarias y emergentes) en la escena del rock alternativo latino, así como una reflexión personal del cronista, quien comparte y mezcla sus experiencias personales con el concierto y su opinión de lo que considera que es la música alternativa.

CONTENIDO

10:20am, Pase de abordar
1:30pm, Ed Maverick pa la intro
2pm, El vicio y la fama
2:30pm, Siluetas indie y una tormenta llamada Allison
4:30pm, Entrevistas con los ídolos
5:30pm, Los Cafres entre la confusión
6:30pm, el túnel melancólico del avispero
7:45pm, Munchies break
8:30pm, la follación babasónica
9:40pm, la palabra auténtica y decadente
10:25pm, hacer el amor bailando
11:30pm, ¿decadencia? Cinco para llevar, por favor
1am, lenguaje universal para decir good bye

10:20AM, PASE DE ABORDAR
Ensenada, Baja California, sábado 26 de octubre, 2019. Seis camiones aguardan en el estacionamiento de Cearte. Mi amigo y yo no sabemos cuál nos toca. En lo que descubrimos cuál es nuestro transporte mordemos unos sandwiches mientras observamos al resto de los asistentes, listos para ir a la 3era edición del Tecate Península en el Parque Morelos de Tijuana. Los aquí reunidos bien podrían considerarse como parte de la “comunidad alternativa ensenadense”, esa raza heterogénea que va desde la banda indie-fresona-hipster hasta los rockeros que tienen como segundo hogar bares “alternativos” aficionados al “rock en español”, dígase Abels Bar o cualquier lugar con un poster de Gustavo Cerati o los Héroes del Silencio en la pared; esto es lógico si recordamos que parte de la música headliner que hoy vamos a escuchar es de los principios de los 90s, cuando muchos todavía no nacíamos.

Terminamos los sándwiches, nos orientan a nuestro transporte y arrancamos. Tras un par de minutos aparece la escénica y la sábana marina desvaneciéndose en las líneas del horizonte; al otro extremo, las montañas secas nos cierran el paso. Mientras reviso el line-up que presenciaremos más tarde pienso en como este tipo de eventos nos llenan de emoción por la fractura que representa en la rutina, justo como pasa con las bodas: todo se llena de luces, comida y baile, das un parpadeo y regresas al trabajo con aire renovado para seguir con la productividad; un paliativo, al fin y al cabo, o quizás una tregua, un respiro para vaciar y llenar el alma con música antes de continuar trabajando bajo “el yugo” del capitalismo tardío.

Éste es el 2do festival con una playlist tan amplia al que asisto. El primero fue el Music Wins (Buenos Aires, 2014) donde tocaron bandas como Tame Impala, Yann Tiersen, Beirut, Él Mató a un Policía Motorizado, Mogwai y otra decena de agrupaciones en más de 12 horas continuas de música. Me gustan mucho los conciertos. Creo que a mis 27 años me he adentrado en más de 50, quizás más, quizás menos. La frontera ha ayudado mucho, pues en Tijuana y San Diego he visto a bandas como Café Tacvba, Zoé, Cultura Profética, Motorama, Vetusta Morla, Enjambre, U2, Panteón Rococó, Alt-J, Cage the Elephant, Muse, Arctic Monkeys, Queens of the Stone Age, Vampire Weekend… Recuerdo una vez que unos amigos y yo nos comimos un baguette y fuimos a ver a Porter en el Blackbox; esa vez la música parió un nuevo estado de la materia. Al salir nos arrastró el golpe caótico de Tijuana en la avenida Revolución, “la prueba de que podemos sobrevivir al apocalipsis”, escribiría Heriberto Yépez al referirse a esta frontera marginal y violenta.

Ahora se aproximan doce horas continuas de música alternativa (¿o alterlatina?), en un line-up conformado por bandas “icónicas” de dicha escena como son Café Tacvba, Enjambre, Allison, Babasónicos, los Auténticos Decadentes, Allison, Los Aterciopelados y Los Cafres, así como otros proyectos en vías de posicionamiento nacional como Costera, Ed Maverick y Gera MX. Podría decirse que vamos en camino hacia las entrañas de un bombardeo sonoro que sabe mezclar los géneros para hacer estallar nuestras cabezas.

1:30PM, ED MAVERICK PA LA INTRO
Las chicas terminan de maquillarse mientras el camión busca el estacionamiento, dando dos vueltas gigantes e innecesarias alrededor de la cuadra. En la parte trasera del bus unos morros de casi veinte años beben alcohol mientras manifiestan su desesperación por bajar ya del transporte, pues al parecer el show de Ed Maverick está por iniciar y no se lo quieren perder.

Veinte minutos de caminata y llegamos a la entrada del parque; al fondo alcanzamos a escuchar la voz que ha seducido a la última generación de adolescentes. El calor es fuerte. Estos días Baja California ha sido víctima de los vientos de Santa Ana, esas ventiscas de polvo y fuego que han provocado decenas de incendios en los diferentes municipios de la entidad, dejando sin hogar a cientos. Ayer corrió el rumor de que el festival se cancelaría por las condiciones climáticas terribles.

Frente a la entrada se alza una torre grande con escaleras de espiral. Partiendo de este punto se encuentran ambos escenarios en sus respectivas direcciones: a la izquierda el escenario Viva Aerobús, a la derecha el Tecate. Al centro de ambos una estructura colorida de Tecate Península, erigida como punto clave para la selfie instagramera. El terreno es de tierra y en las próximas horas sus partículas levitarán en repetidas ocasiones.

El gancho de Maverick se ve que ha sido efectivo, pues muchos de los asistentes más jóvenes han llegado desde temprano para corear “Fuentes de Ortiz” con él. Hace unos meses pude ver su show en La Carreta de Ensenada, y mi veredicto sobre su música sigue siendo el mismo: un Juan Cirerol adaptado para los chavos, o en palabras de un buen amigo, “un Juan Cirerol deslactosado”, bajo en grasa para las new generations. Accedo a la valla de fotógrafos y alcanzo a sacar una captura desenfocada del chihuahuense de 18 años, antes de que los guardias indiquen que tenemos que retirarnos; al parecer sólo tenemos las tres primeras canciones para hacer disparos, y he llegado en la última de ellas; vaya desperdicio de rollo tomarle fotos a un músico que va calentando escena…


Ed Maverick. Foto por Armando Ruiz.

2PM, EL VICIO Y LA FAMA
En el escenario Viva Aerobús toca Gera MX, también conocido como el Cachorro de la Mexamafia, compositor de San Luis Potosí que a sus 25 años ya cuenta con una discografía de 5 álbumes: El Precipicio (2013), No Veo, No Siento (2014), No Me Maten Antes de Hoy (2015), Los Niños Grandes No Juegan (2017) y El Vicio Y La Fama (2019). No soy mucho de rap, pero su música se oye auténtica, como que sus rimas todavía tienen más sentido callejero que comercial.

Llego al área de prensa tras un rápido y desorientado escaneo del parque y sus diferentes áreas. Me sorprendo al ver a un viejo amigo, a quien conociera hace una década en los tokines metaleros de Ensenada: el buen Jesber, uno de esos guitarristas virtuosos y ágiles para crear armonías y escalas perfectas al estilo Yngwie Malmsteen. Parece que el compa por fin alcanzó su sueño de tener algo de fama y pertenecer a la escena nacional, pues ahora toca en la banda tijuanense Trevolts, teloneros del festival de esta tarde; en este momento lo maquillan para una entrevista en el stand de Spotify. Al igual que hace años sigue portando su chaqueta negra y su cabellera china: el calor de hoy no le hace nada. Parece ser que la única diferencia es que ha cambiado el género del metal por el del rock alternativo…

“Quiero un aplauso para esa gente bonita que está trabajando hoy bajo el sol, sin ustedes esto no sería posible, ¡miles de gracias!”, grita Gera antes de seguir tirando barras sobre los desamores y la vida en la miseria. Por ahora calculo un aproximado de 1500 personas en todo el parque, pero se esperan más de 15,000 para las presentaciones estelares. Imagínate, ¡cuánto alcohol no vamos a bebernos entre todos!

Gera MX. Foto por Armando Ruiz

2:30PM, SILUETAS INDIE Y UNA TORMENTA LLAMADA ALLISON
Empieza Costera y a la par la ingesta de cerveza. Una Tecate roja para combatir la marea cálida. La música de la banda originaria de Ciudad de México no es nada fuera de lo común, una propuesta de indie-rock alternativo “a la mexicana” con claras influencias de León Larregui, quien produjo su primer álbum, Aliados (2017). Me sorprenden al percibir que el estilo de su canción “Viajemos al Sol” tiene guiños a esa vibra alterlatina tipo Ahí Vamos (2006) de Gustavo Cerati.

“¿Cómo están los aliados?”, pregunta Mau García, vocalista y principal compositor de la banda, haciendo referencia al nombre del primer álbum de larga duración de la banda, y también el término que el músico utiliza para nombrar a los “seres aliados en sus batallas”, quienes “lo cuidan” por donde se mueva.

Mau García, vocalista de Costera. Foto por Armando Ruiz

El escenario, los vasos de cerveza y varias estructuras del parque están revestidas por los colores institucionales del evento: verde aqua, azul marino, amarillo opaco y blanco, así como íconos de soles y estrellas felices, ballenas, cerros, liebres y figuras abstractas que sirven para deconstruir locuras en el imaginario de la mainstream culture del indie-alternativo. En una franja de los vasos se lee “Hechos con cebada, como tu cerveza”.

Tras terminar la primera bebida nos dirigimos al escenario donde toca Kakkmaddafakka, una banda con fibras de indie surf-rock provenientes de Noruega. El resultado será uno de los descubrimientos más interesantes del festival: “Hello Tijuana, can everybody say yeaaaaaah!”, grita con furia y alegría el vocalista del grupo, siendo respaldado por el público.

El sol quema la piel como el cigarro evapora los minutos. Muchos buscan el abrigo de la sombra con los árboles, si bien a muchos otros no les importa soportar los rayos dorados junto con los músicos noruegos: el concierto les da energía y gozo en medio del fuego asqueroso que arroja el astro despiadado a las tres de la tarde.
Algunos de los espectadores comienzan a bailar con genuina libertad al ritmo de “Runaway Girl”, respaldados por el anonimato que les ofrecen sus lentes oscuros. El nivel de la fiesta comienza a subir. En la última rola el vocalista se quita la camiseta y dice con humor “Its important to be naked sometimes”. Las canciones de los noruegos cuentan historias de amor, de la fuga, de los recuerdos del barrio, de aquello que nos hace humanos. Ambos guitarristas hacen coros de voces, si bien el timbre del vocal principal le pone el sello de identidad juvenil a la música.

Axel Vindenes, vocalista de Kakkmaddafakka. Foto por Armando Ruiz.

Termina Kakkmaddafakka y tras un segundo de silencio truena una guitarra eléctrica en el escenario Tecate. Hay un éxtasis inexplicable en el aire. Por todos lados la gente comienza a correr hacia el inicio del show de Allison, una banda de power pop muy representativa de la escena alternativa de los dos miles. En menos de dos minutos la multitud millennial se ha trasladado para revivir los sonidos de su juventud. “Quiero ver sus palmas arriba”, ordena con notable autoridad Erick Canales, vocalista de la agrupación, y de inmediato se alzan las manos hacia el cielo.

Nunca he sido fan de Allison. En su momento solo escuché “Frágil” y “Baby please” por MTV. Sin embargo, la potencia que transmite su música en este presente se gana mi respeto. La distorsión pesada de las guitarras, el doble pedal, los gritos furiosos en el rencor de una generación con muchas frustraciones.

Erick Canales, vocalista y guitarrista de Allison. Foto por Armando Ruiz

“Vamos a tocar una rola para que se acuerden dónde estaban hace 13 años”, comenta el ídolo antes de iniciar la melodía de “Aquí”. A estas alturas ya hay chicas arriba de los hombros de sus parejas para ver a los músicos desde las alturas, extasiadas por las canciones, el calor, el tacto a través del sonido.

“Quiero verlos brincando al ritmo de esta rola”, invoca el mago en el escenario, antes de que cientos comiencen a saltar y entregarse al frenesí. Los músicos headbangean moviendo sus melenas como lo haría un metalero, crean una erupción en el escenario y también debajo, donde ha iniciado un slam que irradia el poder de la música, generando tal conexión con el público que Erik decide bajar del escenario con micrófono en mano y entregarse a sus seguidores.

Erik Canales, vocalista y guitarrista de Allison. Foto por Iván Gutiérrez

4:30PM, 1ER BREAK Y ENTREVISTAS CON LOS ÍDOLOS
De vuelta al área de prensa a recargar pilas mientras toca Dorian, una banda de indie pop española de la que nunca había escuchado hablar (y a la que sinceramente no me interesa conocer). Frente a los medios transcurre una rueda de prensa con Coco Cecé (de las artistas que inauguraron las primeras horas del festival), mientras los de la estación de Exa conquistan a los colegas entregando paletas de hielo color naranja; tienen buen marketing los hijos de la chingada. Coco nos cuenta entonces como, siendo mujer en la industria musical, el mayor reto al que se ha enfrentado es a no dejarse intimidar por la gente oportunista, entiéndase managers que amenazan con cerrarle puertas si no “coopera” y les da algo más que su música.

Cinco minutos y es el turno de preguntas para Allison, quienes recién terminaron de reventar el escenario tras una pausa de tres años fuera de los reflectores. “A la gente le gusta conectar con la nostalgia; teníamos años sin un show como éste. Somos una banda que inició muy joven… a los 21 años ya estábamos de gira por Latinoamérica… después de tantos años necesitábamos un tiempo de descanso para recuperar otras áreas de nuestra vida”, responde Erik.

Coco Cecé. Foto por Armando Ruiz

Otro de sus compañeros agrega: “Nos encanta tocar en lugares pequeños, pero también en espacios grandes como éste. Pronto viene un nuevo disco de Allison. Le agradecemos a la gente por apoyar a las bandas emergentes, a los medios por hacer posible que siga creciendo la escena y a los músicos independientes por seguir creando con mucha sinceridad”.

Dan las cinco de la tarde y al fondo comienzan a tocar Los Aterciopelados, banda colombiana de la que me parece sólo he escuchado Bolero Falaz y Maligno (¿ups?). Decido esperar para la rueda de prensa con Enjambre, programada para las cinco de la tarde. Los efectos del sándwich matutino han disminuido, por lo que llega la hora de chingarse algo más poderoso: un buen baguette.

ndrea Echeverri, vocalista de Los Aterciopelados. Foto por Armando Ruiz

Se escucha un tributo a “He venido a pedirte perdón”, de Juan Gabriel, mientras los cinco músicos que conforman el “avispero” pasan al área de prensa. Las preguntas de los reporteros son en su mayoría bastante genéricas: “¿Cómo ha sido su experiencia al irse posicionando en la escena?”, “¿Qué les viene a la mente cuando escuchan Tijuana?” (pregunta que el chico Toño hará a cada banda entrevistada), “¿De dónde les viene la inspiración?”.

Los músicos platican sobre un álbum en puerta que no logran definir en concepto, pues según dicen, “cada canción es diferente en lírica y con un mensaje de lo cotidiano […] A veces lo que falta es tiempo para sacar música, entre las giras y los ensayos…”. Me da la impresión de que las relaciones entre los músicos no se encuentran del todo bien.

Enjambre. Foto por Iván Gutiérrez

Termina la entrevista y la coordinadora pregunta “¿Nos podrían dar unas fotografías?”, a lo que Luis Humberto responde “Traigo como tres”, desatando risas entre los medios. Tras algunos disparos me acerco al buen Humberto para disipar una duda genérica que pensaba hace algunos minutos.
—¿Por qué se llaman Enjambre?
—Cuando iniciamos a tocar, el nombre de la mayoría de los integrantes incluía el apellido de Navejas, entonces era como un montón de abejas volando: un Enjambre en el garaje.

5:30PM, LOS CAFRES… ENTRE LA CONFUSIÓN
El último rayo de luz se esconde tras las ramas. El clima está por cambiar, el día por despedirse, la noche por llegar, la música por morir y volver a renacer. Jóvenes de look alternativo se toman fotos en la estructura en medio de ambos escenarios. Los observo y asoman las paradojas de la identidad posmoderna: ¿en nuestro afán por distinguirnos desde la trinchera alternativa, llegamos a ser otra moda más para el consumo infinito? ¿La ola contracultural que en su momento naciera de una “alternativa” musical se ha mezclado con el establishment, como ocurre con todo lo que toca el capitalismo? Así pareciera ser… pero la música es lo que nos mantiene vivos, lo que nos da forma y contenido, lo que nos ayuda a sentir… ¿cómo resistirse a ella? ¿Cómo no ser cómplice?

Suben Los Cafres al escenario Viva Aerobús y en menos de cinco minutos estoy rodeado por metros de cuerpos y cannabis. “Me han tendido una emboscada”, pienso con buen humor. Alrededor se elevan las mordidas a decenas de emparedados junto con los arrullos de reggae que mecen al cuerpo como una marea, transmitiendo ese confort que sólo la playa puede crear; no ha terminado la primera canción cuando me pasan un sándwich ensamblado con Dead Head OG, al que le pego un buen mordisco.

Guillermo Bonetto, vocalista de Los Cafres. Foto por Armando Ruiz

Al principio la sensación de estar encerrado por la multitud es relajada y da buena vibra, pero de repente la náusea me invade y todo se siente como un laberinto opresivo. “¡Estoy rodeado por ovejas!”, pienso mientras la oscuridad se apodera de la atmósfera y todo se llena de jóvenes disfrazados con el mismo atuendo, la misma camiseta polo blanca que te entregan en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) cuando recién inicias tus estudios superiores y tienes que escuchar los discursos demagógicos de las autoridades, portando el vestuario por excelencia para no decir nada, para no exigir nada, para aplaudir sin dejar de guardar silencio como todo buen borrego cimarrón, porque solo en este tipo de espacios alternativos está permitido gritar. “¡Eres parte del rebaño!”, afirma la voz siniestra del rector mientras mi cabeza es suplantada por la de una oveja y luego aplastada por un puño.

Regreso al concierto, pero los temblores no se disipan. El vacío que siento desde hace algunos días en el centro del estómago se hace más profundo. Sigo sin saber su origen, pero sospecho algunas causas existenciales; la aglomeración no ayuda a disipar la incertidumbre, sino que provoca mayor confusión.

Salgo desorientado de la masa y decido pasear un rato por el parque tratando de evitar que persista el ataque de ansiedad. Los anuncios neón brillan en la penumbra invitándome a consumirlo todo: el mundo entero para mi consumo. En su mayoría los asistentes hablan un idioma que no entiendo. Algunos se ven como animales antropomorfos a lo BoJack Horseman. Una luz me llama. Es un puesto de cerveza. Me acerco y como puedo compro una, y ya más seguro de donde estoy me dirijo al costado izquierdo del escenario Tecate, donde fumo un cigarro mientras aprecio el carnaval exótico que desfila en esta frontera de la realidad.

6:30PM, EL TÚNEL MELANCÓLICO DEL AVISPERO


Enjambre arriba al escenario Tecate frente a un público que ha saturado el espacio desde hace media hora. Los músicos están listos para darnos (casi) lo mejor de su repertorio, iniciando con la historia de “Nueve años” que pasan volando, “y estos nueve volaron también…”. Siento como la música me absorbe a la par que la melancolía fluye por mis venas, una sensación que disipa todo lo demás; comienzo a cantar con la consciencia de que muero con el presente: “Seguramente de estos nueve años te vas a olvidar… Pero no te olvides que aquí estaré siempre cuando me llegues a odiar…. Voy a procurar los siguientes nueve años pasarla algo mal… Para prolongarlos antes que te lleve lejos de mí… tu andar”.

El paso del tiempo… siempre tan irrefrenable. Volteo al pasado, más allá de una década, y miro cuando recién conocí a Enjambre, siendo un adolescente que pensaba que su romance duraría para siempre. Por aquellos años se abrían paso en mi discman y mi iPod bandas como The Strokes, Franz Ferdinand, Porter, Arctic Monkeys, Interpol, The Killers, Tame Impala… y fue en medio de todas ellas que apareció el Daltónico, un álbum ideal para dedicarse, todo un set de canciones auténticas que dejarían su huella en miles de aficionados a la nueva ola mexicana de música indie-alternativa. Claro que nunca compré el disco, ¿para qué hacerlo, si tenía Internet?

Javier Mejía, guitarrista de Enjambre. Foto por Iván Gutiérrez

El avispero prosigue con dos clásicos: “Enemigo” y después “Manía Cardiaca”. Las luces destellan oscilando entre vibras moradas, naranjas y lilas. La multitud canta y se mece al ritmo de esa balada rockera que en sus moléculas lleva tatuada la herencia de Los Ángeles Negros. “Corazón te vi ya no me engaaaaañas”, grita la raza con explícita identificación; algunos transmiten en vivo el concierto a través de Instagram, otros más envían pedazos de la canción a alguien.

Pienso entonces que de no haber sido por programas legendarios para descargar música (Ares, Napster, Limewire, Megaupload y muchos otros) quizás el festival de hoy nunca hubiera existido. Hay que recordar que el Internet jugó un papel fundamental en la difusión y masificación de muchas de estas propuestas, al permitir que tanto bandas como aficionados dejaran de depender de los medios de comunicación masivos convencionales (MTV) para vincularse: artistas y audiencias tenían por fin un canal independiente para reconocerse sin la mediación de las grandes corporaciones. Claro que al principio las industrias de la música y el entretenimiento se opusieron, pues sus ganancias millonarias se veían mermadas, pero la revolución había iniciado y ni la caída de las torres gemelas ni las demandas de Britney Spears la iban a detener. La música había entrado a una nueva época sí o sí, tanto en la creación como en el consumo: la era digital.

Humberto Navajes. Foto por Armando Ruiz

Humberto hace lo suyo y se mueve con el porte galante que lo caracteriza: baila, nos seduce, nos hace sentir que, aunque todo ya pasó, valió la pena cada maldito momento, cada pena y sufrimiento. Inicia el recordatorio de que “Somos Ajenos” y la sangre empieza a hervir con el fuego perfecto que surge de una buena receta musical: “Mientras unos caen, otros se levantan. Mientras unos atraen, otros espantan. A todos nos va a devorar esta tierra ya herida, de nuestra visita tan corta es la única salida…”.

Estalla de inmediato la “Dulce Soledad”. Los miles cantan a todo pulmón ese lamento que se ha convertido en un himno de los corazones desgarrados, el consuelo que trae la tristeza de los domingos. El trance se apodera de mi percepción y me siento fuera de todo: canto con profunda gloria el mismo poema que los demás a mi alrededor, en cuya pena me siento cómodo percibiéndome como un igual. A partir de este momento no recuerdo muchos detalles de la presentación. Sé que la viví como quise.

“Alguien me ha dicho que el tiempo vuela cuando uno la pasa bien”


Enjambre. Foto por Armando Ruiz.

7:45PM, MUNCHIES “BREAK”
Morat, banda de pop latino originaria de Colombia, lleva unos minutos compartiendo sus canciones en el escenario Viva Aerobús. En el área de medios es hora de la “cena”: una bolsa de papel café con una tortita de jamón, una manzana y unas papitas en su interior; también dan refrescos de la marca Pepsi. Hay que mantener los carbohidratos fluyendo para terminar el resto de la jornada, y estos bastardos lo saben muy bien.
Sentados sobre pequeños bancos de colores —los mismos desde los que hemos entrevistado a los músicos— recibimos con alegría nuestra “bolsita de dulces” mientras dejamos cargando nuestros equipos de trabajo (pilas de cámaras réflex y estabilizadores, celulares, entre otros artefactos). Algunos reciben en automático su bolsita y mantienen toda su atención en la laptop tratando de mandar o publicar los archivos que acaban de producir.

Así es esto: para la mayoría de los colegas la palabra descanso rara vez forma parte del vocabulario. Sería más apropiado describir la experiencia periodística del “descanso” con el término traducido al inglés, break, que en una de sus acepciones significa romper, quebrarse, porque eso es lo que recibimos tras el burnout que demanda el oficio, un oficio en el que te rompes el lomo, te partes la madre, te metes una chinga my friend, y la noticia tiene que seguir porque así lo demanda la audiencia, los anunciantes, la compañía, la fábrica de información. Aquí descansar es una utopía que llegará cuando estés en la tumba.

8:30PM, LA FOLLACIÓN BABASÓNICA
Babasónicos está en lo alto. Al fondo, oculto bajo las sombras, Jesús engendrado en Adrián «Dárgelos» Rodríguez empieza a cantar desde las profundidades con su coqueta y argentina voz. Se encienden las luces y vibran los colores rojizos mientras se inaugura la seducción con “Vampi”, que dice algo así: “cada dolor tiene un nombre, y yo quiero conocer el tuyo…”.

Adrián «Dárgelos» Rodríguez, vocalista de Babasónicos. Foto por Iván Gutiérrez

El concierto me transporta a mi adolescencia, cuando escuché por primera vez algunas de las canciones de estos pibes. Atravesaba una etapa rockero-metalera en mi formación musical, y por supuesto la etiqueta “marica” era la ideal para los babas. Tiempo después, ya en la universidad y habiendo dejado atrás muchos prejuicios, el reencuentro pareció darse por sí solo: sus letras y melodías expresaban todos aquellas tragedias y dramas alrededor de cualquier romance ridículo que se me atravesaba. Descubrí entonces que estos músicos argentinos eran especialistas en sacar a flote las pasiones en toda su amplitud.

La psicodelia fluye desde el escenario. Las chicas bailan y brincan sobre la cama que destiende Dárgelos: “Algunas noches, soy fácil, uooo uooo ¡no acato límites!”. Esta propuesta de rock argentino es una invitación para dejar correr el corazón y entrar a la pista de baile en medio de una ciudad que eyacula sin límites.

Foto por Armando Ruiz.

Recibimos “El Colmo”, una leyenda que todos los seguidores de los Babas se han tatuado en el corazón: “quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa… quien soy…”. Y siguiendo el inicio de su disco en vivo, Desde Adentro, interpretan Irresponsables, transcribiendo esa historia de cómo “poco a poco… fuimos volviéndonos locos…”.

En el centro del concierto hay una orgía simbólica, un paraíso de perfumes, fragancias, labios y aromas que se conectan gracias a la música. La música de Babasónicos tiene una gran carga erótica, parece decir “folla, folla como si no hubiera mañana, como si sólo existiéramos hoy, en este instante, en este momento, y después no más, ya nunca más…”. Es el #YOLO transformado en ninfomanía. “La pregunta es…”

9:40PM, LA PALABRA AUTÉNTICA Y DECADENTE
De regreso a la sala de medios, ahora para entrevistar a los Auténticos Decadentes. Al fondo suena la música de Neighborhood. La atmósfera en el área de medios es extraña, quizás porque no reconozco a ningún colega, o porque el cansancio comienza a ganar terreno. Ser reportero suele ser agotador. Aparte del extenuante ritmo de trabajo, en muchas ocasiones hay que aguantar situaciones degradantes para hacer tu chamba, como ahora, que por algún motivo el lugar huele ligeramente a heces; parece que alguien dejó la puerta de un baño tapado abierta…

Entran los Auténticos al lugar. Recuerdo que la última vez que los vi en carne y hueso fue en el 2014, en el teatro de Buenos Aires, cuando celebraban sus 28 años. Ahora la mayoría viene de negro. Solo las rastas de Gastón “Francés” Bernardo van acompañadas de un pants de colores animados y una camiseta de la selección mexicana. Inicia el interrogatorio y los músicos responden tal y cual pregunta. Comparten que aquí en Tijuana fue su primera presentación fuera de Argentina, y agregan que recién visitaron a los amigos de Tijuana No. Hablan además de estar emocionados por tocar por primera vez en un festival tan grande en este punto de la frontera.

Suelto una pregunta que tenía medianamente preparada: “¿Creen que, en estos momentos de tensión sociopolítica en toda Latinoamérica, la música puede ser un puente que conecte pueblos y traspase fronteras?”. Varios de los músicos muestran una actitud afirmativa, como que es una pregunta sobre la que tienen algo que decir. Gustavo Parisi, vocalista principal, toma la palabra:

“Yo creo que sí. Los artistas vamos reflejando la actualidad, tratando de que las cosas vayan para mejor, mostrando un apoyo en las diferentes situaciones. Creo que podemos apoyar con nuestra música. Estamos por tocar en Chile dentro de poco, donde las cosas no están muy bien. Nosotros lo pasamos mágico con nuestro MTV Unplugged en Chile, que nuestro primer sencillo de corta difusión tiene un estribillo que dice Amor a los gritos, con Mon Laferte, y además en ritmo de cumbia. Me parece que el hecho de que esté sonando fuerte en Latinoamérica tiene mucho que ver con lo que decís, no directamente con los kilombos, sino con algo que nos une, que es la cumbia y el estar cantando amor a los cuatro vientos: esa es nuestra forma de transmitir amor y tranquilidad a todo Latinoamérica.

“Por ahí la gente se siente más identificada con el arte y con los músicos que con los políticos… lamentablemente los más sacudidos siempre somos Latinoamérica, y bueno, esto es de México hasta Argentina, por eso estamos unidos siempre, esperando algo mejor algún día, pero cuando hay revueltas hay revueltas; no estamos de acuerdo con la violencia, pero también hay que expresarse. Chile viene de regímenes militares, por eso los estudiantes se ponen fuertes, y lo mismo debe pasar en la Argentina, y en cada país va sucediendo; si pasa en un país sucede en otro”.

Foto por Iván Gutiérrez

La siguiente pregunta, elaborada por el Toño, gira en torno a cómo han percibido durante tantas décadas la transformación de los géneros musicales:

“Nosotros estamos muy contentos porque vemos que hay nuevos movimientos, por ejemplo, el trap, que viene de un movimiento urbano, ahora en Argentina está muy fuerte. Nosotros sabemos tocar con bandas mainstream y bandas emergentes, porque a música tiene que seguir. De los chicos que nos vienen a ver es una cosa hermosa. Creo que una gran diferencia entre épocas es que los pibes son recontra piolas. Nosotros en nuestra época, en los 80s, o era cumbia, o era rock, y así, y no convivían los diferentes géneros ni las diferentes bandas en los festivales. Eso es algo que cambió la gente joven, que se aquí en este concierto. Ahora se puede convivir en diferentes escenarios con diferentes generaciones. La música cambia todo el tiempo, los géneros que están establecidos son mezclas de sonidos que se escuchaban antes: todo se revoluciona y cambia, a la vez que permanece”.

Los Auténticos se despiden, mientras sus últimos comentarios hacen eco en mis intentos por entender lo alternativo.

10:25PM, HACER EL AMOR BAILANDO
Estoy en medio de la gente esperando a que salga Café Tacvba. La idea es disfrutar el baile entre la multitud, con quien ya me he reconciliado. La hora se acerca, y con ello las personas comienzan a mecerse hacia el escenario como algas en el puerto, moviéndose lento, como de forma encubierta pero segura. Ya saben lo que se avecina, y como no van a saberlo, si miles de ellos llevan más de 28 años escuchando a esta banda de rock alternativo mexicano.

Mientras espero vuelvo a reflexionar sobre el sentido que puede tener el término “alternativo” en la música de ahora. Desde un inicio es complicado definir qué es música alternativa, si bien la mayoría coincide en que, más allá del estilo musical (que puede ser muy variado), las propuestas musicales alternativas se diferencian por tener un matiz que se aleja de la música comercial, y es contraria a los estilos comunes y populares, apegándose más a lo underground y lo independiente.

Si volteamos a ver los 80s y 90s, cuando mis padres todavía rebosaban juventud, aún hacía sentido hablar de propuestas alternativas como sinónimo de música anti-establishment. En aquellos años, cuando el muro de Berlín caía, la globalización y el Internet se expandían y la posmodernidad comenzaba a agudizar las contradicciones identitarias, el grito de bandas alterlatinas como Los Fabulosos Cadillacs, La Maldita Vecindad y Café Tacvba era tremendo, no sólo por atreverse a mezclar géneros antes irreconciliables —por ejemplo, rock con música autóctona latinoamericana y otros estilos como el reggae, el ska, el funk o el punk—, sino por ponerle una voz al derrumbe de estructuras e instituciones socioculturales consideradas intocables.

Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba. Foto por Iván Gutiérrez

Un susurro atraviesa el aire junto con el eco de un piano, listo para lanzar una ráfaga de versos: “Así estoy mejor, ese sin renombre. Sólo soy este hombre, que se espera a que empiece la función… para ser alguien más que yo… sin nada que perder… un día lo perdí todo y lo recuperé… Podría volver a hacerlo… Una y otra vez… Con tal de seguir siendo… Con tal de seguir siendo…”.

Rubén empieza el ritual y siento una especie de reencuentro con música que viaja por mi ADN, sonidos que alguna vez fueron significativos para mi presente, un presente que ahora resurge y se apodera del ahora. La energía es de fiesta, de alegría que flota al adentrarse por las células: “Para poder llegar… para llegar a tus oídos…”. Café Tacvba siempre ha sabido cómo tumbar las barreras del ego y apoderarse de las almas para obligarlas a brincar, gritar, conectar, gozar: ser.

En el escenario el chamán vuela, se instala en tu yo más profundo apoderándose de tus sentidos: “Para poder llegar… para llegar hasta tu tacto…”. El hombre-símbolo parece encarnar a un brujo mexicano; porta un vestido guinda que parece un kimono, demostrando nuevamente ser un especialista en combinar culturas.

Las luces moradas, verdes y blancas hacen temblar el lugar mientras una melódica pone la sazón de las notas inconfundibles de “Labios Jaguar”: “yo tenía una novia… muy refinada… de buenos modales… y afrancesada”. El tiempo en el ritmo y lo híbrido de la canción resulta increíble, los géneros saltan del ska al jazz, pasando por el folclor, la cumbia y el rock-punk. La fiesta se desata en un sueño infinito que no tiene principio ni final.

Café Tacvba es una banda histórica dentro del alterlatino, en el sentido de que se han distinguido por hacer híbridos musicales virtuosos, teniendo el talento para mezclar una guitarra acústica limpia que rasga como huapango con un bajeo tronador, para luego introducir un piano limpio en acordes que llegan hasta las memorias de la infancia. Y luego está Rubén, ese personaje que parece sacado de una caricatura animada, ese hombre águila que a pesar de todas las adversidades y heridas sigue sobrevolando hacia lo desconocido con una voz que transmite una mexicanidad inconfudible: “Pachucos, cholos y chundos, chichifos y malafachas, acá los chómpiras rifan, y bailan tíbiri tábara…”

Quince mil personas están aquí y ahora cruzando sus historias e identidades a través de la música, poniéndole pausa al mundo y a sí mismos para dejar sólo espacio al sonido alternativo. A la rola de Jaime López le sigue un “culeeeero” a la clase política mexicana, junto con una crítica como la siguiente: “¡Que se jodan los empresarios y los políticos que les encanta chingarse todo, estamos hartos y por eso que chinguen a su madre!”.

Foto por Armando Ruiz

Truena la “Chica Banda”, el baile irresistible para todo mexicano sin importar raza, clase ni frontera. Mientras bailo una amiga se aproxima para compartir una declaración que parece una metáfora de cierta circunstancia socio-política en Baja California: “Es más fácil encontrar drogas que agua en el Tecate Península”.

Llega el turno de esa canción corta venas que no a pocos transporta a otra época. “Eres… lo que más quiero en este mundo, eso eres…”, comienza el lamento expresado a mil voces. Todos nos ponemos de acuerdo con este sentimiento, y nos dejamos llevar por él, nos entregamos a la canción. Porque esa es la decisión: ¿qué tanto dejarse poseer? ¿qué tanto sentir? ¿qué tanto sufrir? ¿qué tanto gozar? ¿qué tanto recordar? Hoy hemos viajado hasta acá para traer al presente los días de otra vida, días fundidos en mensajes que, como nos demuestran los músicos en el escenario, siguen más vigentes que nunca.

“¿Saben hacer el amor cantando?”, nos reta Rubén, antes de iniciar a tararear un canto al amor: “papa papa eou ueo…” A mi derecha uno de los chicos fresas del camión que venían a ver Ed Maverick baila como si acabara de nacer, y es que en realidad lo acaba de hacer. El amor, como la música, trasciende, atraviesa: recrea. “El amor… es bailar”.

Foto por Armando Ruiz

11:30PM, ¿DECADENCIA? CINCO PARA LLEVAR, POR FAVOR

Escenario Viva Aerobus. Auténticos a escena. “Somos como somos, ¡decadentes!”, anuncian los argentinos antes de iniciar el temblor carnavalesco. La energía de esta banda sudamericana es de respeto, son de esos músicos que sobreviven el tiempo. Quien más parece reflejar este espíritu de euforia es Gastón “Francés” Bernardou, quien abraza a México adentro de sus ojos entrecerrados mientras baila, baila, baila.

Gastón “Francés” Bernardou, percusionista de los Auténticos Decadentes. Foto por Armando Ruiz

“Yo no soy tu prisionero y no tengo alma de robot”, cantamos con decadencia a las ilusiones que nos creamos. Es uno de esos momentos en que la cumbia se apodera de las caderas y las parejas comienzan a dar vueltas; por donde uno voltee se observa a los “padres de familia” (fans pertenecientes a la generación X) recordando sus buenos tiempos, cuando podían bailar y beber toda la noche sin que los músculos dolieran ni la cruda fuera el mismísimo infierno. “En ese entonces sí había buena música”, ha de pensar más de una estas almas alterlatinas y decadentes. O quizás no, quizás vinieron hoy porque también les gusta Enjambre y Allison.

El siguiente éxito en el repertorio de los bonaerenses pone un ritmo que se entrega nuevamente a los encantos “femeninos”, aunque según se dice, el encanto era más varonil que otra cosa: “Vení Raquel, vení con los muchachos, Vení Raquel, te vas a divertir”. La canción me trae recuerdos de otro tiempo y otro país, y como toda escena del pasado viene cargada y embellecida por la nostalgia. Me pregunto a continuación por qué será tan placentero dejarse abrazar por el pasado, dejarse engañar por el cliché de que “antes todo fue mejor”. Semanas después encontraré la respuesta: por la certidumbre que ofrece aquello que ya pasó, un refugio de confort ante lo impredecible del futuro. Por eso seguimos escuchando la misma música, buscando la misma alternativa en ese sonido que ha persistido y sobrevivido por más 30 años.

Gustavo Parisi, vocalista principal de los Auténticos Decadentes. Foto por Armando Ruiz

La marea de gritos recorre al público cuando inician las inconfundibles guitarras de “Un osito de peluche de Taiwán”, arrullo que encierra en su letra esa fuerza de la música que evoluciona sin perder su base, siempre dispuesta a plasmar el amor en toda su contradicción. “Que te alejes por un tiempo y me dejes en paz…”.

El tiempo y el espacio se parte en dos y del centro de la tierra aparece un músico de otro planeta, alguien que ya nos ha hipnotizado esta noche pero que no está dispuesto a irse sin antes combinar su voz con una de las bandas favoritas de La Argentina. Rubén Albarrán regresa a escena con una sonrisa gigante, listo para compartir la poesía de una canción que dice “a mí me volvió loco tu forma de ser, a mí me volvió loco tu forma de ser…”. La coalición entre Rubén y Gustavo “Cucho” representa la magia de la convergencia (precisamente un aspecto medular del rock alterlatino), el clímax que se puede crear cuando dos cometas de diferentes universos deciden colisionar y destruirse una a la otra en un acto tan bello como decadente.


1AM, LENGUAJE UNIVERSAL PARA DECIR GOOD BYE
El cuerpo no puede más, pero la voluntad y la música permiten mantenerse de pie. Por todas partes se ven ya los restos del festival: vasos vacíos tirados creando una nueva capa de polvo, morros en la tierra recargados contra los árboles, jóvenes mareadas tratando de seguir el baile, hombres cansados y casados esperando a que sus esposas quieran volver a casa, ¡todo un popurrí transgeneracional del agotamiento post-concierto!

Tokyo Ska Paradise Orchestra. Foto por Armando Ruiz

La locura japonesa de Tokyo Ska Paradise Orchestra se ha apoderado del escenario Tecate. El 99% de los asistentes no comprende lo que cantan, pero la música alternativa se habla igual en Tijuana como en Osaka, pues su creación es legión, fraternidad global-transplanetaria, fin y principio, excusa y destino, ayer y mañana. Así lo demuestran las decenas de orientales al interpretar sus canciones valiéndose de géneros tan diversos como el ska, el jazz, el reggae, y, por supuesto, el rock, en una potencia musical tan poderosa como auténtica.

Foto por Iván Gutiérrez

En el texto “En fin, ¿cuál es la música alternativa?”, un escritor de nombre Roberto Reyes menciona que “a la música comercial (dominante en el mundo de hoy) se opone la llamada «música alternativa», que no se trata de un género musical, sino más bien de una actitud al asumir la creación. Y esta actitud, inevitablemente, se refleja en la obra […] De ahí que en el universo de la «música alternativa» las piezas musicales se perciben auténticas. No importa que pertenezcan a géneros tan disímiles como el rap, la rumba, la trova o el rock. Siempre se distingue una actitud inequívocamente honesta por parte del creador”.

Pienso entonces que la búsqueda que ha guiado mi curiosidad en esta odisea musical está lejos de ser respondida, y, por el contrario, ahora tengo más dudas que respuestas, y, sobre todo, tengo más música, más alternativas, más vías para seguir explorando este camino incierto y contradictorio que tanto a la Generación X como a la Generación Millennial nos ha tocado atravesar, esa vorágine posmoderna e indomable llamada Siglo XXI.

Las notas perfectas de un piano viajan por miles de oídos y se adhieren a mi piel, a mi historia, y floto, me elevo, estoy flotando arriba de todo el Parque Morelos, al interior de cada sonido, alcoholizado por el dinamismo que la disciplina japonesa permite alcanzar cuando se funde con la diversidad musical. La aventura del ska-jazz rompe el cielo y me absorbe, me invade hasta que desaparezco en límites que no entiendo ni mi interesa entender. Todo es fin, todo es fiesta, todo es energía.

De repente ya no estoy aquí.

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