Pedro Y El Lobo, más que una disquera o un estudio, una familia

Por Iván Gutiérrez

Cuando uno se mueve por el mundo de la música, descubre que los autores impresionantes existen en todos lados. Están los que vemos por todas partes gracias al presupuesto millonario tras de sí, y hay otros que siguen un camino independiente que, por lo general, no logran la misma exposición que los primeros. Que va, en ocasiones los segundos ni siquiera consiguen grabar sus canciones, a pesar de ser joyas exquisitas que merecen llegar a nuevos oyentes.

Por fortuna, en la historia de la música siempre ha habido disqueras que se aventuran a amplificar los mensajes de estos compositores, padrinos musicales que deciden apostar por el arte, ¡y qué regalos tan bellos nacen de esas corazonadas!

Hoy venimos a contarles la historia de una disquera que si bien ya no lo es más, sigue manteniendo ese espíritu de comunidad que muchos músicos le agradecen. Se trata un lugar en la Colonia Condesa que lleva por nombre Pedro y El Lobo, a quienes les debemos la publicación de álbumes magníficos por autores como Lázaro Cristobal Comalá o The Go Rounds.

Para adentrarnos en la historia, trayectoria y futuro de esta casa creativa tenemos para ustedes la siguiente conversación a fondo con Diego Morales, cofundador de esta disquera que por 13 años se dedicó al lanzamiento de discos y creación de grandes conciertos. Sin más, buen provecho.

Vayamos al pasado, ¿cómo inicia Pedro y El Lobo?

Como muchos de estos proyectos, empezamos como una plataforma para darle salida a nuestra propia creatividad, y en el camino el proyecto ha ido tomando diferentes formas. Al inicio, en 2010, el Estudio de Grabación era un departamento abandonado lleno de polvo y muebles viejos, donde empezamos a producir con una laptop y un micrófono, era una época bastante distinta de la industria, no se usaba Spotify ni Instagram, nos dedicábamos a subir los discos a Bandcamp y sacarlo en físico.  

El Estudio de Pedro y el Lobo en 2010

Entre quienes lo echamos a andar están Fernando Esteban (músico de Moonatic), Pablo Carvallo (ingeniero en audio y productor) y Joaquín García (artista de la disquera). Claro, hay otros socios que han ido incorporándose, pero en ese momento éramos nosotros. Pablo venía de estudiar producción de audio, yo estaba como colaborador de 90.9 y escribía mucho de música, y Fernando es un gran músico.

La combinación dio como resultado el estudio de grabación, que se fue transformando en esta plataforma para grabar a quienes nos rodeaban, uno de ellos Joaquín García, a quien invitamos a tocar en el primer concierto que dimos. En paralelo los conciertos eran algo muy importante para nosotros, que redondeaba el proyecto a través de la música en vivo.

Nosotros decidimos inventarnos nuestra propia definición de disquera, porque por aquellos años las grandes disqueras tenían muy poca credibilidad. De inicio siempre fuimos independientes, y decidimos apostarle a la comunidad, a convivir en los mismos espacios, al crecimiento colectivo, a ir caminando juntos.

En 2013 conseguimos una serie de conciertos en el Lunario, trayendo a artistas internacionales que nos gustaban un chingo. Entonces por un lado empezamos a crear redes con artistas de fuera, mientras le dábamos oportunidades y exposición a las bandas de la comunidad.  

Concierto de Patrick Watson en el Lunario, organizado por PYL

¿Esa fue la visión desde el inicio, hacer comunidad?

Se fue dando por sí sola, pero sí, desde el principio tenemos esta idea de crear una comunidad alrededor de la música y los músicos que amamos, con la intención de apoyar a los artistas en los que creemos.

También tuvimos que pensar en la forma de hacer el proyecto sustentable, ahí es donde entra el estudio. Nos dimos cuenta de que no queríamos que “el business” fuera el rector de nuestra visión de la música. La solución fue separar el negocio del arte, dándole al estudio otras entradas de proyectos como audiolibros, voces para videojuegos, publicidad, documentales en audio. Nos convertimos entonces en una Casa Creativa de Audio, y con eso pudimos subsidiar la disquera, invirtiendo la fórmula para realmente “hacerlo por el arte” y no al revés, haciendo música para ganar dinero.

Esto nos dio libertad para hacer lo que quisiéramos en la música: lanzamos discos de ambient, de música experimental, de música instrumental, y fue apostarle muchísimo al Folk —parte fundamental del espíritu con el que arranca el proyecto. En los mismos conciertos empezamos a hacer este concepto de Silent Concert, con el statement y la intención de que la gente fuera realmente a escuchar la música.

Hemos hecho conciertos en todo tipo de foros, siempre buscando generar un espacio de escucha atenta, que al final para mí eso son los conciertos, un espacio colectivo que todos son responsables de cuidarlo y crear la atmósfera perfecta en la que suene la música.

Patrcik Watson dando concierto en Departamento, organizado por PYL

Realmente ha sido un trayecto largo el que han recorrido, a pesar de ser una plataforma bastante joven…

Lo interesante es que, si te adelantas 13 años, terminamos justo aquí. Es decir, empezamos con conciertos para 1000 personas en el Lunario, y terminamos con conciertos para 25 personas en nuestro Estudio, lo cual se me hace muy bello, porque todos los aprendizajes nos fueron llevando a reflexionar que lo que más disfrutamos, son estos shows íntimos donde todos los presentes se conectan realmente con el artista.

Es importante mencionar que a través de los conciertos logramos crear la comunidad internacional de la disquera. Por ejemplo, invitamos a tocar a Low Roar, porque nos gustaba mucho, se generaba una amistad de forma orgánica, y de ahí se creaban formas de producción o promoción de su música a través de nosotros en Ciudad de México y Latinoamérica. Nosotros nunca firmamos a un artista sin antes haber sido amigos.

Low Roar secret show (foto por Mauricio Schroeder)

Cuando cumplimos 10 años, en 2020, lanzamos una compilación con grabaciones en vivo con artistas que han sido parte de la historia de Pedro y El Lobo, grabaciones en el Lunario, en Departamento, en distintos foros y conciertos, y fue algo muy chido porque es eso, creo que son como círculos de la comunidad que van expandiéndose.

Me imagino que parte de lo emocionante de Pedro y El Lobo ha sido lograr crear este sentimiento de pertenencia, como de familia, entre los dos (músico y disquera/estudio) se ven crecer a la par…

Sí, y sobre todo dejar que se fuera desenvolviendo en la manera en que cada relación se tenía que desarrollar. Lázaro es un ejemplo perfecto, pues con él se dio esta afinidad, este sentir de “creo que ellos entienden por donde quiero ir”, y él mismo tiene una frase que me gusta mucho: “no te busques una disquera que le quiera ganar, búscate una que esté dispuesta a perder”.

En PYL siempre hubo eso: la música y lo que quieras hacer es lo más importante, si solo quieres grabar y subirlo a plataformas, va; si quieres enfocarte en conseguir shows en vivo, podemos hacer una estrategia para ayudarte con eso. Es decir, el éxito nunca era un requerimiento, y de esa manera se crean relaciones muy reales, porque nadie está tratando de ganarle nada a nadie, sino que ambos nos estamos apoyando.

Ahora se encuentran en una etapa de transición, ¿cierto?

Sí, en enero anunciamos el cierre de la parte de la disquera. Como te mencionaba hace un momento, la idea original de PYL era “crear una comunidad alrededor de la música que amamos y apoyar artistas en los que creemos”, y nos dimos cuenta de que podemos seguir haciendo eso, pero desde otro lado.

Durante muchos años hacía sentido la onda de la disquera, pero la realidad es que dejamos de disfrutarlo. Fue un momento de voltear hacia dentro y nos dimos cuenta de que realmente estábamos hartos de las estadísticas digitales, de los números en plataformas, y pensamos “bueno, qué es lo opuesto a todo esto”, ¡pues la acción física de crear música! Entonces volvimos a enfocarnos de nuevo en este espacio que hemos ido construyendo a través de los años.

En los años de la disquera estuve liderando toda esa área, y la verdad me drenó mucho de energía. Ahora estamos haciendo un cambio de estafeta a Santiago (Parra), que es el Jefe de Producción del estudio, adaptando el proyecto para que la energía de Santiago pueda florecer y revitalizarnos en esta nueva etapa. Ya no vamos a lanzar discos, no vamos a estar activamente trayendo bandas a la ciudad, pero tenemos este espacio donde se han producido y se producirán obras increíbles, donde tenemos discos en venta, donde podemos organizar conciertos. La comunidad ya está creada y sigue teniendo aquí su casa, y si hay forma de apoyarnos lo seguiremos haciendo.

Creemos que es muy importante volver a entender la música como algo no inmediato, como algo que está vivo, y ver que el hecho de que la música esté allá afuera, publicada, ya es una victoria en sí misma ¿Cuántos de nuestros artistas o discos favoritos los conocemos años después de que se publicaron, o de que se murió el artista? La música ya está ahí, y se puede defender por sí sola. A mí se me hace bien chido que después de años, digamos ahora que ya no somos una disquera, por igual alguien pueda descubrir un álbum de Joaquín o de Lázaro y conectar con eso por un esfuerzo que hicimos hace años.

Sabemos que hemos logrado lanzar discos que son infinitamente valiosos y que merecen la pena ser escuchados. Creo que vale madres si lo que tú estás sacando de repente no conecta con lo que la cultura actual quiere, simplemente a veces no hace clic, pero eso no quiere decir que no tenga valor, el valor está ahí, en el disco, en la canción, y hay que confiar en eso.

Y se siente muy chido que la reacción de los músicos al cambio ha sido muy bella, de mucha gratitud por parte de todos. Lo Go Rounds, por ejemplo, que son de mis favoritos, nos dijeron “sin ustedes ya nos hubiéramos rendido hace rato”, y eso se siente bien chido, porque podemos ver cómo el hecho de que creyéramos tanto en su proyecto los ha motivado a seguirle dando.

Creo que lo más chingón que salió de la disquera son las amistades. Claro, puede generar un impacto en la vida de los escuchas y por un rato logramos generar una escena bonita, pero al final, la experiencia invaluable fue disfrutar el camino en colectivo y que fuera trascendente y real en colectivo, para todos.

¿Qué está pasando ahora en el Estudio de Pedro y El Lobo?

Estamos viendo cómo, al darle mayor espacio y energía al estudio, empiezan a suceder muchas cosas aquí. Hay artistas que vienen a grabar, otros a dar shows. En el último mes hemos tenido conciertos con Belafonte Sensacional, con Maya Burns, y vienen otros. Santi ha grabado música de Jazz con Daniel Vadillo —el pianista que colabora con Lázaro en el Belmont—, cuando hace un año ni siquiera estábamos tan conectados con esa comunidad, y ahora más gente del género empieza a decir “a qué chido se siente ir a grabar ahí, vamos a colaborar más”.

En general es una etapa en la que muchos artistas están viniendo a grabar, tenemos las puertas abiertas para que el estudio se pueda rentar a quien guste grabar. Claro que cuando conocemos a alguien como Daniel Vadillo, que nos vuela la cabeza, por igual nosotros lo invitamos a grabar acá, él trae a otros cuatro músicos y así se va generando más comunidad.

No quisiera quedarme con la duda, ¿por qué se llaman Pedro y El Lobo? ¿Es por la fábula?

No, para nada es por la fábula, es una historia medio divertida. Cuando llegamos a este espacio, estaba abandonado y lleno de muebles viejos. Entre ellos había una tornamesa, un reproductor de LPs con varios discos empolvados, y uno de ellos era la obra de Serguéi Prokófiev, un compositor ruso, en el que cada instrumento es un personaje: la flauta es el pájaro, el oboe es el lobo, hay un niño y su abuelo. Es un cuento ruso hecho composición. Entonces al principio sólo fue por diversión, por este vinil empezamos a decir “ah te veo en Pedro y el Lobo a tal hora”, como broma, y se le quedó.

Ya luego le encontramos el otro significado, el de la obra en el que cada instrumento es un personaje, y eso nos hizo sentido con lo que hacemos: un músico, un ingeniero, un escritor, todos generan una armonía. Además de que tiene esta connotación justo como de folk, como algo campestre, te remite a una estética de cuentos, de historias. Y funcionó, y ahora no me imagino que se hubiera llamado de otra manera.

Tengo una última pregunta para ti. ¿Qué es lo que más le agradeces a la decisión de que la música sea parte fundamental de tu vida?

Mis amigos, en definitiva. Para mí yo adolescente la música era algo muy intenso, muy personal, esa época de la vida en la que te explicas todo el mundo en canciones. Desde entonces no me deja de sorprender la capacidad que la música tiene para generar conexiones y ser el puente a partir del cual se generan amistades profundas y significativas que pueden durar toda la vida.

Hay una entrevista de Orson Welles en la que le preguntan si alguna vez le dio el papel de una película a un amigo, en vez de dárselo a un actor que estuviera más calificado para el papel, y él dice “todo el tiempo, absolutamente”, y le preguntan si se arrepiente y él responde “para nada, porque para mí la amistad tiene infinitamente más valor que cualquier proceso artístico o estético”, y creo que eso lo comparto muy cabrón. No cambiaría haber trabajado con estos amigos por haber sido la disquera de la banda más famosa del mundo, se me hace chingonsísimo haber generado esta comunidad de la mano de mis amigos.

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