¡Préndanle fuego a Lázaro Cristobal! Diseccionando el Belmont, mezcal a mezcal

Por Iván Gutiérrez

Lázaro Cristóbal Comala, compositor de contradicciones, desdichas y presagios. Hace unas semanas fuimos a buscarlo a Durango, para documentar la presentación de su álbum Belmont en el Teatro Victoria. Días antes de tocar en su ciudad natal tras casi cuatro años de ausencia, nos encontramos en el Belmont, cantina bohemia de gente triste donde los mezcales se disfrutan mejor en soledad. Entre sorbo y sorbo fuimos explorando las aristas de este complejo músico, en una entrevista marcada por tres grandes temas: el Belmont, su más reciente (¿y último?) álbum; parte de su biografía (eventos y etapas de su vida) y persona (escritores favoritos, angustias, esperanzas); y de paso, su perspectiva sobre Durango (escena cultural y su alarmante cantidad de suicidios).

Si bien intentamos ordenar por tópicos el resultado, Lázaro nos demostró que cada una de estas aristas retroalimenta a la otra, dando como resultado un texto que refleja cómo se interrelaciona la cosmovisión lazariana. En fin, aquí el lector encontrará datos sobre algunos de los versos e instrumentos más poderosos del Belmont, su opinión sobre la escena musical de Durango, su perspectiva sobre la existencia (o inexistencia) de Dios, su vínculo con Nacho Vegas, su visión a contracorriente sobre la industria musical contemporánea, sus procesos de composición y claro, abundantes datos sobre este músico duranguense. Sin más, dele play y sea bienvenido a este grandioso paseo de la mano de Lázaro Cristóbal Comala.

DISECCIONANDO EL BELMONT, MEZCAL A MEZCAL

Estás por dar un concierto en la ciudad que te ha visto crecer. Sin embargo, en Belmont, tu último álbum, dices que “te quieren más afuera que en tu propia ciudad”, ¿sigues pensando eso?

Bueno, es el primer concierto que doy en Durango tras casi cuatro años. El último que di acá fue también en el Teatro Victoria, cuando presenté Samuel, en marzo de 2019. Este concierto es muy importante para mí, además del tiempo, porque siempre es más difícil jalar gente en tu propia ciudad, al menos así ha sido para mí…

Lo que pasa es que a mí me tocó… un tiempo muy difícil para empezar, no por falta de espacios, sino por ataques que tuve hacia mi persona. Lázaro salió en un tiempo en que todo era punk y todo mundo escribía en inglés: toda la escena andaba en modo anglosajón. Y pues de repente un wey empieza a hacer canciones con guitarra y cantar en español… yo era el extraño, el raro.

Además de eso era un tiempo en el que había mucha competencia, mucha mala vibra, y tocaba un género que no le gustaba a las bandas; a la gente le empezó a gustar, pero a las bandas no… entonces llegó un momento en el que llegué a recibir amenazas de muerte; de hecho la canción de Préndanle Fuego viene de eso.

¿En qué sentido?

A mitad del paseo Constitución (una calle peatonal) hay una placa que le dedicaron a un payaso de camiones, muy popular en la ciudad. Se llamaba Bogar, se subía a los camiones y contaba chistes. Se volvió noticia porque se metía sus drogas, y en una madrugada tuvo un pedo con uno de sus amigos, creo por pedos de droga, entonces le arrojó gasolina y le prendió fuego (ambos eran escupe-fuegos).

Entonces, en una de esas que los músicos de bandas locales me andaban tirando mierda en una publicación de Facebook, alguien comentó “deberían prenderle fuego, como a Bogar”; por el estado emocional y mental en el que yo estaba, me afectó mucho que me dijeran eso, y me llevó a querer cerrar mis redes y dejar ya todo el proyecto musical. Por suerte, en ese momento el manager de Nacho Vegas me contactó, dijo que había escuchado mis canciones y que quería que le abriera un concierto en Guadalajara. Y eso me salvó. Entonces “Préndale Fuego” viene de eso, de que no me querían en la escena musical de Durango, no tanto de la gente.

Todos los inicios de Lázaro fueron eso: mucha crítica, mucha mierda, y una persona como yo, sensible a ese pedo, pues te llega más. Siempre me he sentido como un exiliado, soy una persona a la que le cuesta mucho tocar aquí, porque de estar, estoy: aquí vivo y trabajo. Siento que este concierto va a ser para sanar. Lo que pasa es que cuando uno lidia con estas depresiones, angustias y ansiedades, es el estado natural el enfocarse en todo lo malo. El mejor ejemplo es que si hay diez personas, y ocho te quieren, pero dos te tiran mierda, tú te enfocas en esas dos, en lugar de escuchar a las que te quieren.

Y ese ha sido mi error en todos estos años en Durango, que siempre me he enfocado en esos que me tiran mierda, en vez de los que me quieren y les gusta mi música. Es una lucha con tu mente, porque tu mente se enfoca siempre en lo malo. No significa que nadie me quiera o me sienta perseguido, sino que es mi cabeza. Pero ahora, después de cuatro años, va a estar precioso, porque el Teatro Victorio es increíble, o sea, no es un bar donde la gente anda cotorreando, sino que ahí van al silencio y a escucharte.

Hay dos canciones en el Belmont que hablan de otros creadores, Reynaldo Arenas y Pablo Perro, y pareciera que con estas canciones buscaras restituirles un poco de… ¿reconocimiento? ¿Cómo nacen estos dos temas?

Reynaldo Arenas es de las primeras canciones que compuse, iba a entrar en el primer disco, pero no quedó. El sample que viene en esa rola es de un documental de cubanos exiliados. Compuse ese tema en ukulele, pero finalmente se terminó grabando con Daniel Vadillo, uno de los mejores pianistas de México, con quien también grabé Fin de Año y Líbano.

Lo que pasa con escritores como Reynaldo Arenas o Roberto Bolaño es que admiro mucho su trabajo, pero admiro mucho más su vida, me llama mucho más lo tortuoso, lo perseguido, lo exiliado. Y bueno, Pablo Perro es un amigo de hace muchos años, ya tenía esa canción por ahí, y se la debía.

¿Pablo Perra está muerto?

No… está vivo. No me gusta mucho hablar de su vida actual, por respeto a la persona, pero puedo comentar que renunció totalmente a la música y anda dedicada a otras cosas.

Pusiste un pedazo de una canción de Nacho Vegas, Monomanía, al inicio de Faisanes, en lo que pareciera un homenaje a este compositor español…

Sí, extendí algo que ya había hecho Nacho Vegas. Monomanía es una canción en la que Nacho agarró la melodía de otra parte, que es básicamente lo que yo hice. Entonces mi forma de hacer Faisanes fue extender ese ejercicio. Le escribí a Nacho y le dije “oye, hice una canción robándome la melodía de Monomanía y es ésta, quisiera meter un sample de ahí”, y me dijo “sí, para eso son las canciones, yo también me las robo”. Y hasta cierto punto el tema de la canción es el mismo: es una extensión. Por lo mismo siempre que canto Faisanes le pego Monomanía.

Un ejemplo de lo que te comentó es que Nacho hizo lo mismo en Ciudad Vampira: tomó prestada la melodía de Devil Town, de Daniel Johnston. De hecho, en la versión del álbum, cuando empieza Ciudad Vampira, tiene al principio a una mujer cantando la canción de Johnston en catalán.

¿Qué dirías que es lo que más te conecta con compositores como Nacho?

La necesidad de hacer canciones. Es una necesidad, no hacemos discos para publicarlos, vender o que nos escuchen. Hacemos canciones por la necesidad de hacer canciones. En Nacho encontré un alma afín. Es un sueño haberlo conocido y tener este vínculo con él.

¿Por qué la frase de “este andar masturbando el ano de Dios” en Te Dije Cilantro?

No sé (se ríe), no tiene sentido. Santiago, el productor de Pedro y El Lobo, fue el que le sacó el significado, dijo que él lo entendía como que adoramos una especie de canal por donde sale caca, como que Dios hace mierda el mundo, no hace las cosas bien, y nosotros le tenemos un culto a eso, bueno él lo interpretó así, y creo que es válido.

De esa canción me gusta mucho el verso de “esta lyrica me va a divorciar”…

Sí, le menciono por el medicamento. De hecho Nacho Vegas también tiene una canción que se llama Lírica. Cuando le abrí el concierto, canté una que se llama Canción al Bupropion, y le gustó a Nacho, y ya cuando terminó el concierto, que estábamos en los camerinos, me dijo (ya Nacho bien pedo y marihuano) “me gustó la canción del Bupropion, yo tengo una canción que le compuse a la Lyrica”, y bueno dio la coincidencia de que coincidimos mucho en medicamentos, y justo lyrica es la que tomaba mucho en la pandemia. Se toma como antidepresivo y como analgésico.

El instrumento de viento que se escucha en Líbano, ¿qué es, un clarinete? ¿Quién lo toca?

No, es un saxofón tenor, que toca Adrián Terrazas, el saxofonista de Mars Volta, que ha grabado un chingo de álbumes con ellos y con Omar Rodríguez; cumplí otro sueño al grabar con él. Toca en Líbano y en La Inundación de 1905.

En la canción de tu hijo, Cristóbal, le llamas Meteorito, ¿por qué? Además, recitas al final como un poema, ¿de quién es?

Porque su llegada fue como un Meteorito, una fuerza de cambio, de impacto. El poema es de Roberto Bolaño, que le compuso a su hijo. Son dos poemas en uno solo, que se llaman “Dos poemas para Lautaro” (ese es el nombre de su hijo); el que recito es uno, que habla sobre los libros como compañeros de vida.

¿Por qué lanzar un álbum de tantas rolas, siendo que ahora la tendencia es publicar sencillo por sencillo?

Un disco se hace… a merced del proceso que llevas, como se hace un libro. Lo que pasa ahora es que Spotify y las redes hacen que todos se vayan por lo inmediato y rápido.

Pero yo prefiero los álbumes, son un pretexto genial para compilar… y un disco tiene el mismo argumento que un libro, unes las canciones y tienes un libro. Belmont se hizo no para publicarse, sino como parte de una necesidad y un proceso personal de composición. Belmont es una crónica de parte mi vida: tiene un hilo conductor.

Lo que pasa es que ahora con las plataformas digitales quieren que saques un sencillo y luego otro. Muchos caen en esto de sacar diez sencillos que no tienen nada que ver entre sí y compilarlos en un álbum, pero no, los álbumes son otra cosa, son un proceso de principio a fin, al menos para mí.

Yo no soy mucho de podcast o de audios, pero, por ejemplo, a los que les dicen YouTubers, tú le dices así porque se encierran en la plataforma de YouTube, pero hay personas que hacen contenido de historia, de literatura, de filosofía —ya vez, dicen que YouTube es la nueva escuela, te enseñan hasta atarte la corbata, a cocinar, historia para tontos y todo eso—. Pero un historiador, que te presenta contenido de la Segunda Guerra, no es un “YouTuber”, es un historiador que hace contenido para YouTube, utiliza la plataforma como medio, mientras que lo que pasa con los YouTubers es que quedan encerrados en eso.

Entonces es como si nos dijeran “Spotifyers” en vez de compositores, cuando Spotify es el medio, no el fin. Yo hago un sencillo que se va a meter en una playlist o algo, pero quien hace canciones, quien hace discos, no los hace para Spotify. Hay gente que saca discos que ni siquiera están publicados. Lo que pasa es que estamos malacostumbrándonos: ya el fin es Spotify.

Platícanos de Fin de Año. Es una canción muy fuerte, que cala bastante, y además dura 10 minutos… ¿Qué te motivó a sacar un tema tan extenso, pensando que la tendencia es publicar temas de tres o cuatro minutos?

Hice Fin de Año en mi casa, divorciándome, con mi hijo llorando arriba y yo abajo. Esta canción se basó en varias canciones de Tom Waits, es otro ejercicio. Como yo vengo de la literatura, en ese arte se prestan mucho esos ejercicios, los epígrafes, un cuento inspirado en la literatura de alguien más. En la canción no se hace mucho, pero Tom Waits tiene varias canciones basadas mucho en ese ejercicio, una de ellas es Christmas Card From a Hooker From Minneapolis, donde la letra es un “fake”, en el sentido de que el narrador miente.

Christmas Card habla de una prostituta que le manda una tarjeta a un conocido, donde le dice que le está yendo muy bien, que tiene un negocio, que se casó con un wey, que está embarazada y le está yendo muy bien. Al final de la canción le dice “estoy mintiéndote, la verdad es que necesito dinero, me está yendo muy mal, no sé quién es el papá y quería ver si me podías mandar algo de dinero”. Entonces es un fake en ese sentido: empieza contando algo al principio y al final revela que está mintiendo. Y la letra empieza como un “Chary estoy embarazada”, y así empieza también Fin de Año, además también tiene una melodía del dominio popular, viene de una canción irlandesa de navidad que se llama No es más que hasta un hasta luego.

Fin de Año es totalmente ese ejercicio fake, es de una persona que descubre que va a ser papá, pero es un patán que ni siquiera se aparece a los estudios ni a nada, ni siquiera al funeral. Cuando publiqué esa canción, empecé a recibir muchos comentarios de preocupación, como si yo fuera el de la historia. Yo me divertí mucho, me dio risa, pero al mismo tiempo me di cuenta de cómo las personas piensan que solo escribes de ti.

¿Cuál es la mayor lección (musical o existencial) que te ha dejado Belmont?

Hay muchos niveles. A nivel personal fueron muchos sueños cumplidos, por ejemplo, el que Nacho Vegas escuchara mi canción y me dejara samplearlo. También el hacer canciones con gente que admiro desde hace mucho, desde adolescente, como Adrián Terrazas, los discos de Mars Volta son de los primeros que compré. Igual con Aarón Cruz, que participó como bajista en el Belmont, que está entre los dos mejores bajistas de México (por no decir el primero), y luego el hecho de que se haya grabado el disco (las maquetas) en dos días, es algo monumental.

También a los niveles familiares, no sólo por el hecho de que mi hijo sea un tema, sino porque mi hijo también participa: cuando se acaba el tema de Cristobal se escucha un pianito como al fondo, es él tocando.

Igual, creo que Belmont es quizás el último disco…

¿Cómo? ¿El último álbum de Lázaro?

Sí… porque ya no estoy componiendo, ni tengo intenciones de componer. Vendí mi guitarra por ahí de abril, y ya solo agarro una guitarra cuando voy a tocar. La última canción que compuse fue He visto demasiadas casas vacías en mi vida, y fue por una mentira, porque… Iba a ir en abril al estudio en Ciudad de México para grabar, y faltaba una canción para completar las veinte.

Entonces le dije a Santiago, el productor, que una había quedado fuera pero que acababa de componer una nueva, que esa es la que íbamos a grabar a guitarra solamente. Yo me iba al otro día, pero era mentira, no había compuesto nada. El avión salía a las doce de la tarde, y la compuse como de tres a cinco de la mañana, y la grabé en el celular, y llegué a grabarla. Es una canción que le compuse a mi hermano. Fueron dos horas de composición, pero ya estaba todo cargado, ya la tenía como dándome vueltas. Y pues fue mentira, en el sentido de decir que ya tenía la canción, cuando en realidad la compuse esa noche.

¿Por qué decidiste dejar esa canción totalmente acústica?

Pues así tenía que ser.

Hay ciertos elementos en la portada del Belmont, algunos de ellos muy católicos, algo que ya se había visto previamente en otros de tus álbumes, ¿de dónde nace esa afición por los íconos religiosos?

Es muy curioso, porque todo ha sido coincidencia. Lo que pasa es que Belmont es un disco muy hermano de Canciones del Ancla, pero sin planearlo, simplemente así salió. Ambos son discos dobles y las portadas llevan aspectos religiosos, y son los únicos discos donde salgo yo en la portada. Esos elementos son coincidencia, nada estaba planeado, ni yo en la portada, ni el crucifijo del Ancla, ni la virgen ni nada… ahora pienso que tenía que ser así, discos que son como muy hermanos, también coincidieron en la portada. Y bueno, la portada del Belmont la sacamos en una hora, al día siguiente de que grabamos el video de Te Dije Cilantro, en la misma casa. Sí tiene elementos religiosos, una casa, una pared y yo, pero fue sin planearlo, sólo así salió.

En Un Manhattan dices que estás hecho de cristianos pendejos, en Líbano hablas del Dios de tus padres, y desde el arranque del álbum mencionas “El diablo ha hecho más por mí que Dios”, ¿de dónde nace este interés por el tema religioso?

Viene de que crecí en una familia cristiana, de cristianos protestantes. Lo de “el diablo ha hecho más por mí que Dios” es una metáfora, lo que pasa es que el cristianismo protestante de Durango está muy basado en el cristianismo gringo, que es muy capitalista, basado en algo que se conoce como el “Evangelio de la Prosperidad”, que te enseña que Dios te quiere con dinero, Dios te quiere sano, Dios te quiere con estudios, una casa, una familia, es el “American Dream”.

Cuando me separé de la iglesia, lo hice porque yo era toda la antítesis de eso: Dios me quería con una familia y mis padres estaban divorciados; Dios me quería sano y yo estaba enfermo; Dios me quería con trabajo y yo estaba desempleado. Era todo lo que no debería haber sido. Eso implicaba que yo estaba haciendo algo mal, que yo era lo que estaba mal. Y por eso me alejé.

Entonces El Diablo ha hecho más por mí que Dios es una metáfora de que… ya en recapitulación, no tener trabajo, en lugar de tener trabajo, te da más, porque te hace crecer; tener papás divorciados en lugar de una buena familia, te hace más maduro; de ahí va que todo lo malo te da más, que uno aprende más de los malos ratos que de los buenos: uno no aprende nada de estar feliz, uno no aprende nada de estar sano.

Y bueno, Líbano tampoco es religiosa, es más bien familiar, por eso dice “el Dios de mis padres”, porque una cosa es Dios y otra lo que te enseñan a ti. Líbano y Manhattan son canciones familiares, de antepasados. Y de cristianos pendejos pues sí, porque toda mi vida estuve rodeado de ellos.

¿A qué edad dejaste de ser cristiano?

A los 15 años me salí de la iglesia. Mis papás eran cristianos, mi papá trabajaba con Marcos Witt, un músico gringo que vivió mucho tiempo en Durango, un Luis Miguel de la música cristiana que tiene muchos discos y fundó una disquera. Mi papá trabajaba en esa disquera, y mis hermanos trabajaban en estudios musicales. Entonces yo crecí en un ambiente musical, de música cristiana. Mi papá manejaba una camioneta de sonido, se iba de gira con Marcos Witt, era el que llevaba el sonido a muchas ciudades de México.

En varias de tus canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso tienes una canción titulada Ciorán…

Sí, es necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú… y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de suicidarse…”.

El hecho de yo escribir esta clase de cosas, no es ni siquiera por una cuestión pasajera, sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que hablan sobre lo que pasa en sus entidades, el narco… una persona como Nacho Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo expulsan a la gente de sus casas.

Entonces ya el pedo de No me da la gana ser feliz, no viene tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado en el que vive el Estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de infancia.

Este tema de No me da la gana ser feliz era una burla al lema de cierto alcalde, que decía “Durango Te Quiero Feliz”, siendo que es de los estados con más suicidios.

Entonces esta canción ya no es un tema emo, es un tema social. Por eso reniego tanto de la escena en Durango y de los temas a los que las demás personas de rock les interesan, porque pareciera que les da igual.

Una de las razones por la que más me deprimí fue cuando saqué Niños tristes de Durango, que salió cuando un amigo se suicidó: se quitó la vida y era parte de la estadística. Publiqué la composición, no como canción, sino como video, y fue muy criticado, muy atacado, porque era la crónica de una fiesta en Durango equis, de adolescentes que toman 4 loko y se meten cristal, y para las bandas de Durango se les hizo algo de burla, y me sorprendió, no porque se burlaran, sino porque la escena musical, que se supone que son resistencia, se estuvieran riendo de gente que estaba literalmente luchando por sobrevivir. Por eso para mí la escena de Durango no tiene sentido, no es contracultura. Los que hacen punk o rock y que se creen la gran verga pegándole a una batería o rasgando una guitarra, pero se están burlando de eso, se me hace pura mierda, no porque no haya talento, sino en el sentido del discurso que manejan.

¿Qué es para ti Dios?

No sé… la mayor parte de mi vida creí que era real, pero desde hace una década pienso que no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que si no es intervencionista, no es nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe, pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él. Por eso mi Dios es el de Líbano, no es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.

¿Hay alguna canción que sea tu favorita en el Belmont, en lo que a tocar en vivo se refiere?

Sí… me gustó mucho haber compuesto La Inundación de 1905, cantarla y escucharla, se me hace una bonita letra, y Faisanes… lo que pasa es que la toco y me duele mucho, me pasó como a Sixto Rodríguez con “Causa”, una canción que se volvió premonición, en ella canta “perdí mi trabajo dos semanas antes de Navidad”, luego Sixto publica el disco en noviembre, y fue un fracaso absoluto, nadie lo compró, y la disquera lo corrió dos semanas antes de navidad; entonces la canción se volvió premonitoria.

Lo mismo pasó con Faisanes, en el coro dice “aunque me tarde y ya no estés…”, y pues eso, me tardé y ya no está. Por eso las canciones son muy lindas, porque están vivas, no sabes qué va a pasar con ellas: las compones por algo y luego se vuelven otra cosa.

En las canciones del Belmont se llega a sentir mucha soledad; sin embargo, es un álbum lleno de colaboraciones con otros músicos. ¿Cómo ves tú esta contradicción? ¿Qué es para ti la soledad?

Lo que pasa es que Belmont no se pudo haber hecho solo, eso lo tenía muy claro desde el principio. Belmont es el único disco, de todos, que tiene un rango de tiempo de producción de tres años; todos los demás tienen un rango de un año. Y es porque La Inundación no es una canción que se pudo haber hecho a pura guitarra, o El Diablo tampoco. Así nacieron, pero las canciones no terminan como nacen: el proceso es escribirlas y luego arreglarlas y producirlas, porque el disco no se hace con la maqueta.

Por ejemplo, en Te Dije Cilantro agregué unas letras, por lo que estaba pasando en el estudio, por eso es que termina con “este coro que me ha dado apoyo y me hace sentir menos solo”, eso se compuso cuando ya estábamos grabando. Las canciones no terminan en el cuarto, sino en el estudio.

¿Cómo y cuándo descubriste el Belmont?

No tiene mucho, yo creo que fue en el 2017 o 2018, por mi hermano Toño, él iba, no mucho, pero me empezó a invitar, y me gustó. Es un ambiente muy tranquilo. No me gusta tanto ir en la noche, porque hay mucho ruido, mucho relajo, mucho borracho, a mí me gusta más ir por la mañana o la tarde, más calmado. Es muy distinto el Belmont de la mañana y el de la noche.

¿Por qué decidiste ponerle así al álbum?

Lo que pasa es que en el Belmont se vive mucha camaradería, empatizas mucho con la gente que va. Ahí pareciera que va más que nada gente solitaria, va más gente sola que acompañada. Muchos llegan solos y se quedan bebiendo solos, otros llegan solos y ahí se encuentran. Ponle que el 80% de los que van se conocen, pero no es como que queden para verse, solo se encuentran. Y muchos de ellos son personas muy solitarias, entonces creo que por eso empatizas, se vuelve una especie de complicidad: ahí me siento en casa. Yo siento que al Belmont van a tristear, no tanto a convivir ni a divertirse. No hay diversión ahí, es gente solitaria, mucho señor solo, mucho wey bronqueado: se les ve en los ojos, que están lidiando con algo.

YO NUNCA ME QUISE QUEDAR, SIN ANTES HALLARME A MÍ

¿Dirías que eres una persona ambiciosa? Tantos álbumes y tantas canciones no es algo que se consigue fácil, menos siendo solista…

No… digo, para mí, sí. Lo que pasa es que ambicioso es un término dañado. Pareciera que es para los demás, o el fruto de lo que quieres lograr. Entonces no en ese sentido, en el sentido personal, quizás sí, porque he cambiado veintes veces una canción, pero para mí. La canción más larga que he escrito es No es cierto que nadie va a Durango, me tomó cuatro o cinco meses hacerla, y la letra estaba constantemente en cambio; pudo haber sido una canción de dos minutos con dos estrofas y un coro, y se volvió algo mucho más grande, eso lo veo como ambición para uno, no para los demás. La ambición es un término personal, de mis propios límites.

¿Te consideras una persona disciplinada?

Ahora sí, antes no. En eso tuvo que ver mucho Yoshi, Adolfo Solis, el baterista de Canciones del Ancla; ese álbum lo grabé sin metrónomo, muy mal de mi parte, y este wey se aventó toda la tarea de adaptarla, entonces eso me obligó y me enseñó a trabajar. A partir de Samuel ya todo ha sido con clic. Entonces en ese sentido sí, creo que he agarrado más disciplina.

Recomiéndanos un par de escritores que te gusten, populares o desconocidos…

Siempre hay que leer a Rosario Castellanos, es de ley, sus poemas, sobre todo. El primer libro que leí en mi vida fue una novela de ella, Balún Canán, que trata la vida de una niña en la época de la esclavitud, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, con las haciendas y los indigenistas. También recomiendo a Ciorán, con él nunca fallan los aforismos, yo siento que te cambian mucho la vida.

Y por último a Fernando Pessoa, sus poemas son increíbles. Él trabaja mucho heterónomos. Conocemos el término de pseudónimo, como que soy escritor y me pongo otro nombre. Pero los heterónimos son autores independientes, es decir, yo Pessoa tengo un heterónimo, y éste escribe totalmente distinto a mí, son personalidades distintas. Esa es la gran aportación de Pessoa a la literatura, que tuvo como cuatro o cinco heterónimos, entonces fue cuatro o cinco escritores distintos. Y bueno Lázaro es eso, porque Daniel y Lázaro somos muy distintos.

¿Has pensado cómo te gustaría morir?

No… no pienso en eso porque… no me quiero morir, pero… sí, colgado, eso… o un balazo, pero ahorita no tenemos acceso a pistolas, aunque sería lo más rápido.

Medicamentos no, sí lo he intentado, pero con ellos me da ansiedad… o sea, si me aviento veinte pastillas, primero me aviento a un carro antes de que hagan efecto, por la ansiedad de la espera. Entonces colgado, algo más seguro y definitivo.

¿Qué piensas del suicidio?

Es parte de… desde Canciones del Ancla lo traigo… lo he intentado algunas veces. Pero ahora tengo un hijo, si no lo tuviera seguramente ya no estaría vivo. Pero ahora no puedo. Admiro a la gente que se suicida con hijos; yo no puedo, no lo puedo dejar.

También he pensado que ahora es cuando, ya que mi hijo no tiene conciencia… quizás tendría alguna especie de memoria de su padre, pero… no, no puedo, ya lo hubiera hecho pero con mi hijo no, porque no soy irresponsable. Mi hijo me ha cambiado, y creo que es para bien.

¿Actualmente cómo te llevas con las drogas?

Todo el día estoy… drogado, sí. Es la única forma en la que se puede estar, creo. Ya no fumo mota porque me dispara la ansiedad, al grado de pre-infartos, me da mucha taquicardia. Lo que hago ahora es más bien beber alcohol. Pero es por temporadas. Hace unos cuatro-cinco meses no pisteaba nada, solo fumaba, y ahora es a la inversa; siempre es unas por otras.

Pero generalmente todo el día alcoholizado, porque ese es el estado en el que me siento tranquilo. Si no pisteo no duermo en la noche… o me lleva la verga. No busco inspiración en ello, porque en realidad no busco crear nada. No es de que “ah me voy a poner pedo para componer”, conmigo el alcohol y las drogas es más bien para aguantarla.

¿Cómo lidias con la ansiedad?

Con el alcohol… que no debería, porque hace daño a la larga. Lo que pasa es que es muy caro medicarse. Yo me medicaba, pero ahora que renuncié a mi trabajo y que tengo un hijo, llegó un punto en el que… la terapia y el medicamento, me costaban más que lo que pagaba de renta, entonces el alcohol… te baja. Yo no tomo para estar pedo, lo hago más bien para llegar a estos niveles de alcohol en la sangre, en los que sigo siendo muy funcional, pero estoy más relajado. Me tomo una media y dos o tres mezcales y es como chocomilk, te da para seguirle, incluso me siento mejor persona. No para huir de problemas o terminar pedo y caerte, sino como una especie de apoyo.

¿Tus libros de cabecera, a los que vuelves sin necesidad de releerlos?

Balún Calán, de Rosario. Ficciones, de Borges. Los Detectives Salvajes, de Bolaño. Antes que Anochezca, de Reynaldo Arenas. Los Crímenes, de Jorge Ibargüengoitia

La poesía/el acto poético, ¿dónde está?

En el cotidiano. Para mí el acto poético no es crear. Como tengo toda mi vida trabajando, desde los 14 años me relacioné más con la costumbre que con la ideología. Siempre estuve cerca de albañiles, guardaespaldas, reporteros, conserjes, pastores. Me siento más cómodo con la raza chambeadora que con artistas. No estoy diciendo que la poesía esté más en la cotidianidad de un empleado, más que en un pintor o un poeta, pero yo me rodeé de otro tipo de gente, entonces me siento más cercano y cómodo con ellos: siempre me han interesado más los trabajadores, como que entre ellos la poesía ocurre por sí sola.

¿Qué te da esperanza?

Mi hijo, nada más, con todo lo que implica: platicar con él, acompañarlo y verlo crecer, un paso a la vez.

NO ES CIERTO QUE HAY MEJORES QUE DE SANTIAGO

¿Qué opinas de Durango, en qué momento se encuentra la ciudad?

Creo que es una ciudad muy manejada por el narco, por su proximidad con Sinaloa. El crecimiento de Durango depende en mucho de las finanzas del narco, ellos han financiado malls, plazas, todo, los gobiernos reciben dinero del narco; han financiado calles turísticas, el centro histórico. Durango siempre va a ser una ciudad y un estado muy ajeno a la república, donde pareciera que su movimiento fuera estar pausado, detenido, y también hay belleza en eso.

Pregunto porque siento que tú, con tu música, de alguna manera estás posicionando al Estado a nivel nacional, por ejemplo, con la canción de No es cierto que Nadie va a Durango

Sí bueno, yo no siento que haya descubierto el hilo negro con esa canción. Más bien, mi sorpresa fue por qué en 20 años nadie le contestó a Jaime López. En todos estos años la gente se quejaba de los músicos que venían a festivales, como Yuri, Edith Márquez, que siempre eran los mismos, y había una queja de que nunca traían a buenos músicos, a buenos artistas, cuando la idea no era esa, sino que saliera de aquí algo bueno.

También siento que en la escena musical había mucha pereza, es decir, cuando yo empecé, había muchas bandas, que tocaban desde hace años y que son instituciones aquí, pero no sé si tenían pereza de grabar, porque eran bandas que tocaban y ya; ahora siento que eso ha cambiado. A lo mejor no somos más talentosos, pero creo que ahora hay una necesidad de grabar, cosa que te da más presencia y duración.

Sí siento muy bonito, esto de cómo las canciones generan algo, en este caso escribir No es cierto que nadie va a Durango, contestarle a Jaime López, y que la gente venga a escuchar la música que se hace aquí, creo que ese es el valor, la reacción que hacen las canciones, van más allá de lo que uno piensa. Al componerla solo era un ejercicio de contestarle a Jaime López, y solo la mitad, ya después la canción se va por otro lado.

Y bueno, Jaime López es una persona que viene mucho a Durango. Enfrente del Belmont está el Teatro Ricardo, y al lado estaba La Peña, una cantina que ahora está cerrada. La Peña era un bar donde Jaime López iba seguido, yo llegué a tocar ahí. De hecho, Jaime no solo tiene Nadie va a Durango, tiene muchas canciones de aquí; él tiene muchos amigos aquí.

¿Lo conoces?

No, no lo conozco en persona, hemos intercambiado mensajes, e hicimos una entrevista juntos hace unos meses, sobre eso, de contestarle su canción con la mía, de Durango.

¿Dos cosas que te gusten de Durango?

Las cantinas y las calles. Yo soy mucho de caminar, me gusta caminar la ciudad. Si voy por mi hijo o a un mandado, en vez de tomar un taxi o algo, prefiero ir caminando.

¿Dos cosas que no te gusten de aquí?

La concepción que los artistas tienen del arte, bueno, el arte es una palabra que nunca me ha gustado, pero como la visión de los artistas. Y su índice tan alto de suicidios, es una enfermedad que existe en Durango.

¿Dirías que es un Estado triste?

Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.

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