Valgur y su Apocalipsis en concierto
Redacción y fotos por Polo Bautista
“Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”
Apocalipsis 21: 8
Mar de Torres, dueto de pop-rock electrónico integrado por el cantante y guitarrista Mario Torres y la bajista Scarlet, recién había concluido su intervención de veinte minutos sobre el diminuto y colorido escenario del canta bar tlaxcalteca Elvis, cuando la vocalista Elizabeth Valdivieso, cruzó las estrechas puertas de cristal. En un principio nadie pareció reparar en su presencia, pues las holgadas y oscuras ropas que la vestían la mimetizaron con el resto de los presentes, pero el voluminoso bulto que portaba entre sus manos, repleto de mercancías variadas relacionadas al proyecto oaxaqueño de pop electrónico, que ella junto a su hermano Hugo (drum machine) emprendieron una década atrás bajo el título Valgur, captó progresivamente la atención de sus admiradores.
Antes de que se formara una pequeña aglomeración alrededor de los productos y mientras el cuarteto local The Brujas terminaba de instalar sus enseres arriba del proscenio, rápidamente me acerqué a la esbelta y pálida joven para que me autografiara unas copias de los LP’s Zapandú (2019) y Armaggedon (2023). Ya trazadas las rúbricas, alguien me comentó que Hugo estaba sentado afuera del establecimiento, aguardando pacientemente y en solitario el momento de su ingreso estelar. Por tanto, salí a su encuentro y de igual forma complació amablemente mi ruego de coleccionista.
Resultaba difícil imaginar que apenas la noche anterior, los carnales Valdivieso Gurrión (de ahí el nombre del grupo: Val – Gur) se encontraban a casi cuatro mil kilómetros de distancia, más específicamente en el Fonda Theatre, de California, para abrir por segunda ocasión el espectáculo del dúo estadounidense de synthpop Magdalena Bay. Aunque ni el cansancio, las correrías por los aeropuertos o estaciones de autobuses y los imponderables pudieron detener su largamente pactado compromiso.
En ese y otros tantos asuntos me encontraba divagando, cuando el conjunto conformado por Leo (voz), Rob (guitarra), Eidan (bajo) y Pachi (batería) principiaron su acto mediante las canciones “Escape” y “Scarlet”. Al instante, quedó claro que la mixtura sonora procedente de las bocinas evocaba fuertemente el estilo roquero de los años sesenta y setenta: acordes y solos de guitarra vigorosos, redobles de batería brillantes, líneas de bajo sólidas y una voz juvenil expresiva. Parecía como si alguien hubiera puesto en la consola alguna melodía olvidada a medio camino entre Creedence Clearwater Revival y The Doors, pero con letras al castellano.
Luego de aquellas composiciones introductorias, prosiguió el que hasta ahora es su mayor éxito y carta de presentación preferida: “La banda del Jar” (“Vámonos a viajar, con la banda del Jar / Tienen juegos & secretos que te gustarán / Adentro en la oscuridad, tu mente cambiará, luces & colores te alucinarán / Pero no, no lo quieres mi amor / No quieres conocer los secretos de la banda del Jar”). Según palabras del cantante, estas y otras piezas como “Caníbal”, constituirán parte de su producción discográfica debut.
Posteriormente, The Brujas cedió su lugar al tándem principal de la noche. Hugo se abrió paso entre los asistentes hasta el escenario y con él venía una pesada maleta de viaje, de la cual extrajo artículos diversos como una cogulla oscura, varios cables, una Macbook, una interfaz y su inseparable drum machine. Luego de algunos minutos de ajuste, su hermana apareció con micrófono en mano e igualmente se disfrazó a la usanza religiosa. El músico oaxaqueño pronunció cálidos agradecimientos, un pasaje del libro del Apocalipsis y finalmente de sus manos brotaron los temas “Hijos del caos” y “Desbarajuste”.
Entonces la esencia performática de los Valdivieso se manifestó y enseguida tanto ropajes, como música y líricas se alinearon en un contexto sacro, dramático y anárquico. Trazos de aflicción, creatividad, traumas del pasado, excesos y demás vicisitudes tomaron forma en eso que los hermanos bautizaron en su último disco como Armaggedon. Los dedos rápidos y precisos de Hugo se movían entre botones y perillas, mientras que su hermana entonaba con aterciopelada, aunque pesarosa voz las estrofas de “Vanidad” y “Bola de Oro”. Esta última melodía versa así: “Trifulca en la sala / La cena está puesta / Personas que tragan / Lamentos y quejas / No culpo a mi madre / Entiendo su histeria / Pálidos rostros que se enfrentan, mmh-mmh / Bola oro / Bola oro / El tren gruñó marcha atrás / Pasó por mi ventana / En un vagón niñas van / Con la cabeza gacha”.
Entre ese alud musical inorgánico conjurado por aquellos dos chicos me cuestioné sobre la naturaleza de su arte, pues ¿dónde encaja? ¿cómo describirlo? Verdaderamente hay en sus composiciones elementos de synthpop, vaporwave, pop experimental e inclusive city pop, pero ninguna de esas etiquetas satisfizo mi curiosidad y entonces terminé por asumir que son dueños de un estilo muy particular; es decir, además del sonido electrónico y el performance que exhiben, también abordan temáticas vinculadas al folclor mexicano, la familia, los conflictos sociales y como ya se refirió varias veces, la fe.
Con profusas gotas de sudor en la frente y el cabello enmarañado, Elizabeth sacó de entre sus implementos un sucio oso afelpado, el cual sostuvo fuertemente entre sus brazos al tiempo que con muecas infantiles les dirigía a sus oyentes “Muñeca mecánica” y “Máscara de niña”. No obstante, la pareja también optó por ejecutar algunas piezas de Zapandú, por ejemplo “Infancias trágicas”, “Desnudx” y la muy aplaudida y coreada “Vampiro”: “Pobre de mí / Pobre de mi suerte / Desdichadamente tengo mala vida / Pobre de mí / Pobre de mi cuerpo / Ya se muestra enfermo, yo no me arrepiento / Por las calles salgo a madrugar / Toda la ciudad es mi hogar / Por la esquina veo pasar / Desventuras de horror, taloneando por ahí / ¿Tú qué harás cuando Dios se muera?”.
En el tramo final de la velada, los Valdivieso retomaron las piezas de su más reciente placa y de forma histriónica interpretaron “El castillo de la pureza” y “Armaggedon”. Para la segunda canción, Elizabeth dispuso sobre el suelo una biblia de buen tamaño y sin empacho la apuñaló varias veces con una resplandeciente espada de utilería. El sacrílego acto causó entre sus seguidores la respuesta esperada, puesto que aullaron y aplaudieron estruendosamente. Aunque en contraposición, el semblante de sus preciados artistas ya exudaba agotamiento a causa de la extenuante y dilatada jornada.
Finalmente y a solicitud del público, la dupla cerró el evento con otro de sus controvertidos éxitos: “El pozo” (“Cuando los demonios me soltaron en el pozo / Salto, salto mortal / Desolador / Tragedia negra / Matiné de terror / Todos callan, qué mal / No aparezco en los diarios / Todos callan, qué mal / No aparezco en la radio”).
El reloj aún no marcaba la media noche y para muchos quizá era el momento de buscar otras aventuras de parranda, mas en el caso de los carnales Valdivieso eso solo indicaba dos cosas, una cena frugal y una corta noche de descanso en algún hotel local, pues Valgur tenía otra fecha por cumplir al siguiente día, esta vez para el Festival Sinergia, de la bulliciosa Ciudad de México.