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Mario Méndez: una década (y algo más) de vertiginoso rocanrol poblano desde la batería
Redacción Polo Bautista. Fotos cortesía de Mario Méndez
La inquietud por hacer rocanrol nació del amor que le tengo a mi esposa, pero que por aquellos años era tan solo una jovencita. Yo quería conquistarla, llamar su atención. Así me empezó a interesar la música. Entonces decidí entrar a un grupo llamado Los Black Birds.
Sentado en la acogedora sala del octogenario Mario Méndez (ex baterista de Los Demonios del Rock, Los Flyders del Rock, Los Proms, Face IV y Los Sabios), observo con atención la fotografía que sobresale de entre un pequeño montón de documentos. En el avejentado y amarillento registro de principios de los años sesenta, identifico a los personajes que la componen: con un cigarrillo en la mano izquierda se halla Arturo Álvarez (guitarrista de Los Gypsies) y al extremo derecho de la mesa mi anfitrión, todavía en su mocedad. “Andaba bien enamorado de mi señora, pero no me hacía caso. Aquí platicaba con Arturo sobre ella, mientras echábamos unas chelas en un bar de la 12 poniente y 5 de mayo”, cuenta Méndez.
Sin embargo, los germinales acercamientos del percusionista angelino con el rocanrol también sucedieron por otras vías además del amor, cuando este conoció en el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec a otros jóvenes músicos como Juan Guerra (guitarra, bajo y voz), Othón García (piano), Eugenio Pérez-Mayesffer (guitarra), Jesús Díaz (batería) y Francisco de Alba (bajo). Todos miembros fundadores de Los Demonios del Rock (1960). De igual forma, fraternizó con el cantante Alberto Rentería, quien formó parte de Los Bad Boys y Los Flyders del Rock. Aunque, sus auténticos pasos musicales ocurrieron como bajista de Los Black Birds, al lado de los guitarristas José Luis González y Jesús Solís, al interior de un amasijo cemitero del mercado la Acocota, donde ensayaban con cubetas, un platillo y escobas que empleaban a manera de guitarras.
En 1963, sus ex compañeros de colegio García, Díaz y de Alba, abandonaron al conjunto endemoniado y sus puestos fueron ocupados por Méndez y el guitarrista Rodolfo Apango, pero no sin antes probarse ante el director del conjunto: “A la casa de Juan Guerra, fuimos Alberto Reyes (baterista de Los Gypsies), Javier Ávila (baterista de Los Spiders) y yo. Realizamos la audición, Guerra salió luego de un rato y dijo que yo me quedaría con el puesto. Ensayé con ellos como seis meses y al cabo de ese tiempo grabamos el LP Tijuana(1964), en los estudios de Discos Orfeón, del entonces Distrito Federal (D. F.). Me aprendí la canción ‘A volar’, por si pedían regrabarla, aunque cuando llegamos nos dijeron que no hacía falta y la pasaron tal como salió en el primer sencillo (1962) de Los Demonios del Rock, pero todas las demás sí las grabé”.
Pese al gran triunfo del bando, la extensa promoción del disco (Chiapas, Veracruz, Tabasco, etcétera) y su breve estancia en el reconocido Café Mileti, ubicado en la Zona Rosa del D. F., para 1966 el proyecto endemoniado se había malogrado y Mario no tuvo más opción que ocuparse en una imprenta, aunque solo por breve tiempo.
Cierto día se apersonó en su puesto laboral otro de sus antiguos conocidos, esta vez para ofrecerle un jugoso trato: “Llegó Rentería, comentó que el baterista de Los Flyders del Rock (Ramón Gómez) se había marchado y quería que yo me uniera a ellos. Preguntó que cuanto ganaba, le contesté que cincuenta pesos a la semana. Entonces dijo que me daría cincuenta pesos diarios, más comidas y hospedaje. Por lo que me fui con Los Flyders del Rock a Veracruz, donde tenían un contrato por seis meses en el prestigioso Hotel Prendes”. Los rocanroleros restantes que partieron junto al baterista y el vocalista fueron Julio Gómez (requinto), Enrique Rosas (bajo) y el antedicho González (acompañamiento).
Al término del contrato dentro del hotel veracruzano y por intermediación de un promotor apellidado Alfeirán, Los Flyders del Rock continuaron su labor rocanrolera dentro del circuito de caravanas cerveceras, donde encaminaron sus pasos por otras regiones del sureste nacional como Coatzacoalcos, Minatitlán, Acayucan, Jáltipan, Villahermosa, Cárdenas, Campeche, Catazajá y demás.
En 1967 o 1968, Los Flyders del Rock se desbandaron debido a conflictos entre sus titulares (Rentería y González) por el equipo y los instrumentos, de manera que el baterista y sus compañeros reformaron la agrupación bajo un nuevo apelativo. Así surgió el bando de Los Proms, conformado por Óscar Torija (ex guitarrista de El 2 + 2), Sergio Espinosa (voz y saxofón) y los varias veces mencionados Méndez, Rosas y Julio Gómez. Aunque, por un fugaz lapso también se les unió el cantante y bailarín meridano Vidal Aranda, quien se hizo popular gracias a sus exóticos bailes tahitianos y de El Venado.
Lamentablemente, Los Proms tampoco perduraron y a su extinción, ya al cierre de la década sesentera, le continuó otra propuesta bautizada como Face IV. En ella se encontraban Los Proms originales, a excepción de Torija, pero con la anexión de un tecladista de nombre Salomón. Al respecto, Mario dice: “Cuando volvimos a Puebla, ya nos llamábamos Face IV. Nos instalamos por varios años en el céntrico Café Rococó. Sonará ególatra, pero la verdad éramos muy buenos. No teníamos información de nada, como hoy con los videos de YouTube. Solo contábamos con nuestro oído y sentimiento. Eso era lo que tocábamos. Julio Gómez sacaba las canciones de Carlos Santana sin problemas. Igualmente, Sergio Espinosa cantaba en inglés canciones de The Doors, Creedence Clearwater Revival, Iron Butterfly, etc.”.
En 1972, Méndez se sumó al último proyecto musical de su vida: Los Sabios. Dicha agrupación, con múltiples años de trayectoria dentro de las caravanas itinerantes, estuvo constituida por José Luis Herrera Cortés (teclado), Jesús Mireles (requinto), Asunción Cóyotl (trompeta), Rubén Uribe (bajo) y los hermanos Ismael (trompeta) y Andrés (saxofón) Calvario.
Juntos recorrieron por dos años el extenso territorio nacional, hasta que el baterista tuvo que abandonar su puesto debido a motivos familiares: “Me fui con ellos, pero ya estaba casado. Después vine a Puebla y mi mujer me dijo: ‘¿tu conjunto o nosotras?’. Porque ya teníamos una hija y cuando la cargaba lloraba de que no me reconocía por estar de pata de perro. Empecé a buscar trabajo y por fortuna, Jorge Duarte (hermano del guitarrista de Los Santos, Enrique Duarte) me comentó que estaban solicitando bomberos en la armadora Volkswagen. El dos de febrero de 1974, me hablaron para que me presentara a hacer mi prueba en la empresa. Los Sabios estábamos en Tamazula, Jalisco, y le dije al director del grupo que me tenía que ir. En el examen hicieron que cargara una manguera y me metieron una friega. Nunca había cargado antes. Terminé golpeado y dañado. Finalmente, me presenté a trabajar el seis de febrero y permanecí en ese cargo por dieciocho años”, concluye el percusionista.
Mario (o “Méme” como prefiere que lo llamen sus amigos), se alejó del ambiente musical por completo y pese al gran sacrificio que eso conllevó, no se arrepiente. Su legado como pionero rocanrolero y tremendo baterista perdura a la par del ejemplo que ostenta como abuelo y padre de una extensa familia. Aunque relativamente fugaz -de poco más de una década-, su carrera musical fue sin duda trepidante, variada y emocionante, por lo que resulta un testimonio valioso dentro de los anales del rocanrol angelino.
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Antimateria y la renovada crudeza sonora de su álbum Profanity
Redacción Polo Bautista. Fotos cortesía de Alberto González y Antimateria
Nuestra intención fue dar un paso hacia adelante. Hacer que el sonido fuera más sólido y definido, y decir que esto somos nosotros.
Durante el transcurso del año pasado, la banda poblana Antimateria atravesó por importantes adhesiones en su alineación que desembocaron en la renovación y el fortalecimiento de su impronta musical, la cual entrevera géneros estrepitosos propios de los años ochenta y noventa (grunge, metal y hard core) con paisajes dancísticos e hipnóticos de influencia caribeña (drum and bass, dub y reggae). La consecuencia de aquella reestructuración interna es el lanzamiento de su tercera y hasta ahora más lograda producción discográfica titulada Profanity (2024, Hyper Records, disponible en plataformas y en formato CD).
A lo largo de sus trece años de existencia, el proyecto originalmente instrumental que fundaron el bajista Isaac Rivera (también baterista en la agrupación Los Guanábana) y el guitarrista Juan Pablo Flores, sorteó infinidad de inconvenientes y dilaciones; sin embargo, tales circunstancias parecen haberse revertido con la integración de Salvador Gómez (percusión y sintetizador), Beto Drummer Duck (batería) y particularmente Gabriel Oveja Project (producción y voz), quien con la implementación de sus líricas controversiales, atronadoras y rabiosas ha transformado sustancialmente la faz del grupo.
“Llevábamos tiempo conceptualizando la idea de introducir una voz y evolucionar nuestro discurso y sonido” dice Rivera, quien agrega: “Ahí fue que se incorporó acertadamente Gabriel. Por otra parte, Beto y yo nos conocemos desde hace más de veinte años y siempre me gustó mucho su estilo poderoso de hard core y rock. Por último, Salvador ya había participado en los discos anteriores (Megaterium y Prehumano), pero hasta ahora se encuentra oficialmente con nosotros y se encarga de sondear lo orgánico y lo electrónico”.
Si bien, Profanity rescata composiciones surgidas en anteriores producciones como es el caso de “Jihad”, “H24 (unborn)” y “Crash (insectoid)”, estas no se ajustan solamente a reversiones fáciles y artificiales, ya que además de alcanzar sus respectivos cúlmenes sonoros sustentados en motivos de medio oriente y vehementes riffs de guitarra, igualmente se acompañan de letras que abordan la guerra, el aborto y el terrorismo.
No obstante, la pieza inaugural del álbum, “Krakatoa”, es la que consigue perfilar gran parte del objetivo actual de sus autores, al intercalar en proporciones equilibradas sus destrezas y mensajes. Al respecto, Flores dice: “Esa canción resume de alguna forma el álbum, porque contiene la fuerza y el groove que quisimos imprimirle. Además, la letra aborda temas como la violencia, las drogas, el consumismo o la política. La realidad de hoy en día”.
En contraste, se hallan aquellas piezas que principian de manera sosegada y escalan progresivamente en intensidad. Tal es el caso de “Mistake Hill”, “Cum & Bloom” o “Goodbye after death”, que mediante lentos arpegios, riffs contenidos o efectos de sintetizador evocan la pesada sapidez, intranquilidad y melancolía de numerosas bandas norteamericanas de la década noventera. Finalmente, para “Reincarnation in Mozambique”, los matices tribales y de ascendencia africana se encuentran con mayor claridad y firmeza, aunque estos realmente están diseminados variablemente a lo largo de la obra.
“Para este año tenemos muchos pendientes, entre ellos la presentación formal de Profanity y el lanzamiento del videoclip correspondiente al tema ‘White trash dog’, por lo que estaremos muy activos y de promoción”, concluye Flores.
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Johnny Saico y La Malilla Vol. 1, canciones reales pa´ los reales
Entrevista por Iván Gutiérrez
Fotos por VerebrujaEn los tiempos contemporáneos, donde el exceso de entretenimiento (música, películas, series) es abrumador, siempre es reconfortante encontrar y escuchar proyectos artísticos que, a la par de su naturaleza independiente, siguen manteniendo un espíritu “real” y una propuesta auténtica que no obedece a intereses mercantiles o de “industria”. Tal es el caso del compositor Jonathan Aguilar, mejor conocido en el mundo “under” de Tijuana como Johnny Saico, cantautor de líricas críticas que aborda en sus canciones los problemas internos y externos que le presenta el día a día en esta controvertida frontera.
“No busco abordar ciertos temas directamente, sino reflejar lo que me rodea”, nos comparte el músico al conversar con él vía Zoom, en una entrevista realizada para conocer más a fondo el origen de su proyecto musical y profundizar en los detalles de su nueva producción, “Johnny Saico y La Malilla Vol. 1”, un total de 4 canciones que tocan desde temas románticos hasta problemáticas sociales como los desaparecidos en México. A continuación el diálogo que desarrollamos con el autor.
Iván: Tengo entendido que eres de Culiacán, ¿cuándo y por qué llegas a Baja California?
Johnny Saico: En realidad soy nacido en San Diego California, pero criado en Culiacán Sinaloa. Hace unos años venía a una corta misión a San Diego, ésta falló y me tuve que mudar a Tijuana, llegando a establecerme en el 2020 sin la intención de fundar un proyecto ni nada, pero estando en el encierro de la pandemia, en una ciudad que no conocía, sin amigos, sin parientes, ahí poco a poco me brotó la necesidad de crear música. El proyecto empezó a sonar en vivo en el 2023 y de ahí pal real.
I: Platícanos sobre las canciones que integran este EP, ¿son de un periodo en específico?
JS: Fueron escritas en el 2020, 2023 y 2024, en un principio quise meter las primeras canciones compuestas pero después dije que no era necesario, lo acomodé como mejor me gustó. Sale con 4 canciones principalmente por motivos económicos, tengo muchísima música para exponer, regalar, vender, compartir, pero no quiero cometer el error que había cometido en el pasado, que fui a grabar a lugares y me daban un resultado con la música que no me encantaba la producción.
Además del EP tengo otras 3 canciones grabadas medio producidas, siguen en plataformas porque a pesar de que a mí no me gustan del todo, ya que a la gente les gustó y están ahí para su deleite.
I: ¿Dónde se realizó la producción de este álbum y quiénes participaron?
JS: Este álbum se grabó en un estudio independiente que manejan los integrantes de la banda Entre Desiertos (Tijuana), el encargado fue Mauricio Ruiz (bajista de Entre Desiertos), él se encargó del tracking y el mixing, además del bajo en una de las producciones. En grabación estuvo su servidor en voz y requinto, Edgar del Rosario (alias el Tribi) grabó la guitarra eléctrica y en el bajo nos acompañó Mario Villegas —él no tocaba el bajo, pero decidió darse un aventón y lo hizo muy bien, grabó 3 de los 4 temas del bajo. Además también se involucró un muchacho muy talentoso en percusiones, Gad Robles, él toca la batería y nos apoyó con todo los ritmos. Empezamos a grabar en septiembre del 2024 y terminamos en enero del 2025.
I: Me parece que el sonido de este EP es increíble porque trae como una fusión de diferentes géneros… he escuchado en tus presentaciones en vivo que lo tuyo es “regional mexicano”, ¿podemos ahondar sobre eso?
JS: Lo que toco siempre me causa conflicto delimitarlo, porque se me hace más fácil decir que es una suma de todos mis gustos musicales, es una suma de todo el jazz, el funk, el afrolatino, el regional, el rock, etc., todo está ahí aglomerado. En los arreglos y secciones de las canciones hay de repente Fleetwood Mack o de repente Ska-P, pero le digo regional mexicano porque una vez me dijeron que los instrumentos hacen el género, entonces como abarcan muchos géneros que se tocan en México usando instrumentos de música mexicana (como la Docerola), pues regional mexicano.
I: ¿Tienes algún tema que sea tu preferido de este EP?
JS: Creo que sí, es difícil, pero si me apuntan con una pistola y tengo que elegir, diría que Selectivo, porque es un tema que ya lancé en el pasado, pero la producción no cumplió mis expectativas, no le hacía justicia, y esta segunda versión, ya con los músicos en su lugar y una producción más firme, me hace sentir satisfecho y me da mucho gusto ponerla donde se merece.
I: El tema de “En Dónde Están” hace referencia a los desaparecidos, ¿cierto?
JS: Es una canción que me urge internamente que no tenga sentido, quisiera que la gente al escucharla no supiera de qué se trata, pero actualmente, con la problemática de desaparecidos en el país, es algo muy vigente, si bien la escribí en el 2020. La compuse una mañana que estaba navegando en redes sociales y vi alguien que compartió una fotografía de una madre buscadora que decía “Feliz cumpleaños mi niño, donde quiera que estés”, y con ese dolor me fui a trabajar, y a lo largo del día las palabras y la tonada empezaron a llegar.
Es una canción que no dice ninguna verdad específica, pero dice la mera verdad al mismo tiempo. Trato de ser muy sincero con mi música, en este caso hablo de una tal Leila y Victor, éstas no son personas reales que conozca o estén desaparecidas, pero ejemplifican uno de los miles de casos existentes en nuestro país.
I: ¿Cómo te ha ido en Tijuana, alguna opinión sobre la escena musical de la frontera que quieras compartir? Qué está chilo, qué le falta, etc…
JS: En Tijuana siento que me ha ido bien, es una ciudad a la que se viene a chambear, la gente no viene a tirar weba. En cuanto a la escena, siento que es lo mismo en todo el país, todo el mundo tiene el síndrome de “no me merecen”, la gente solo apoya a los amigos cercanos… he tocado en Ciudad de México en un foro grande pero vacío, pero también en Zihuatanejo en un lugar a reventar. La ciudad no importa, si tienes la oportunidad de exponer tu música, tómala, sea una o mil personas y da lo mejor de ti, esa es mi filosofía.
I: ¿Qué presentaciones tienes en camino?
JS: La más próxima es este domingo 13 de abril en Ediciones Caradura, compartiendo escenario con varios talentos que son grandes amigos y conocidos, será una tardeada, empieza a las 3:30pm en la zona centro de Tijuana, ahí estaremos junto con Ay Gregorio! (Ensenada), El Juan de Tijuana, La Realidad Alterada (Tijuana) y Héctor el de Arriba (Mexicali).
I: ¿Algún comentario final para nuestros lectores?
JS: Sean fieles a sus sentimientos y a su arte, no se dejen menospreciar por nadie, si ustedes aman lo que hacen, sigan adelante y el camino se forjará.
PLATAFORMAS DE JOHNNY SAICO
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El fragante aroma britpop de Jardín Verneú
Redacción Polo Bautista. Fotos cortesía de Jardín Verneú y Polo Bautista
Los compositores, productores y multi instrumentistas oaxaqueños Robért y Danny Van, son unos apasionados de la música desde su tierna infancia. Con The Beatles, la poesía beat y el jazz como sus máximas referencias, los hermanos emprendieron el arduo sendero de la autogestión y la independencia para cristalizar sus respectivas propuestas personales en diferentes sencillos y LP’s. No obstante, actualmente sus esfuerzos confluyen en Jardín Verneú, un flamante proyecto que revive el aroma y la frescura del britpop con el halito clásico del rock. Su EP debut está próximo a lanzarse y en esta extensa entrevista algo se habló de eso, aunque también hubo ocasión de profundizar en otros asuntos como sus primeros pasos, sus trabajos personales, el estudio que manejan, las vicisitudes que enfrentan diariamente y la fragancia de su sonido.
¿Cómo fueron sus inicios en la música?
Robért Van: Ese tema es justamente todo un rollo, porque no tenemos familiares directos que sean músicos o se dediquen a cualquier otro arte. Sin embargo, nuestro compromiso es con la música. Nos gusta decir que fue algo con lo que conectamos, algo propio, una búsqueda y principalmente un gusto personal, el cual desarrollamos sobre el camino sin mucha influencia de otras personas. Claro que a nuestros padres les gusta la música, pero generalmente en casa escuchábamos tríos, rondallas, música romántica; aunque el rock lo descubrimos por nosotros mismos. Realmente empezamos oyendo a The Beatles. Cuando tenía cinco años encontré la película Help! (1965), y cambió todo. De pronto quise ser como John Lennon sobre el escenario. El cuarteto de Liverpool nos condujo más tarde a The Rolling Stones y de ahí tiramos del hilo con el cual conocimos a todas esas bandas de los años setenta, ochenta, noventa, etcétera. Por otra parte, nuestros comienzos también fueron un poco raros, porque arrancamos muy chicos en los coros de la iglesia, después participamos en tunas españolas a los siete u ocho años, hasta que a los trece formamos nuestras primeras bandas de rock, que en ese entonces la mayoría eran afines al happy punk. Eso era lo que nos gustaba: beats ágiles, guitarras con overdrive y demás. Años más tarde principiamos un grupo llamado Yesterday, el cual le rinde tributo a The Beatles y justo acaba de cumplir dieciséis años este 2025. En la ciudad de Oaxaca fue el primer grupo tributo beatle y continúa hasta hoy como el único. Hemos tocado en Ciudad de México (CDMX), para distintos festivales y nos ha ido bien con ese proyecto.
Danny Van: Como empezamos muy chicos nuestros papás pensaron que pronto se nos pasaría la inquietud, pero fuimos creciendo y seguíamos en lo mismo, incluso más adentrados. Queríamos hacer nuestra propia música, así que buscamos la forma de grabar ideas y materializarlas, escribir letras y también enfocarnos en todo lo visual. No tuvimos una guía o alguien que nos orientara para que fuéramos a un estudio o siguiéramos los pasos indicados. Por lo que fue una búsqueda y progresivamente descubrimos lo que se tenía que hacer. Nuestros papás vieron que la cosa iba en serio y nosotros les decíamos que queríamos estudiar música, aprender, hacerlo bien. Desde la ejecución, la creación y la esencia. Leímos mucho acerca de las bandas que nos influyeron y todo eso queríamos para nuestros proyectos. Creo que lo hemos ido logrando poco a poco. Yo soy más chico que Robért y tenía siete u ocho años cuando formamos la primera banda. En ese entonces era el baterista. Mi hermano fue quien me incitó a escribir mis propias canciones. Componer, crear y experimentar en el estudio es lo que más disfruto. Además, desde chicos ambos coincidimos mucho y pasa que la gente a veces piensa que somos gemelos. Entonces en el estudio es muy fácil la comunicación que tenemos. Lo que pensó Robért, seguramente yo también ya lo pensé. Considero que desde que iniciamos Jardín Verneú como un grupo de rock, hemos sentado bien las bases y sobre eso intentamos brindarle a la gente sensaciones, colores, experiencias y una identidad muy auténtica.
Robért tengo entendido que cursaste tus estudios musicales en Xalapa, mientras que tu hermano Danny permaneció en Oaxaca y se adentró en la producción musical. ¿Cómo fue que decidiste dejar tu hogar? ¿Y de qué manera construyeron sus proyectos estando alejados?
RV: Nuestros papás han tenido que aguantar algunas cosas y otras los han puesto de cabeza, pero hemos ido descubriendo juntos este camino. A mí me tocó abandonar el bachillerato y como te imaginas, a mis padres eso no les cayó en gracia, pero lo hice para estudiar lo que quería. Dejé mi casa con rumbo a Xalapa e ingresé al Centro de Estudios de Jazz (Jazzuv). Permanecí allá unos años, pero para eso tuve prácticamente que escaparme. Cuando se dieron cuenta yo ya estaba en Xalapa y les avisé desde un teléfono público. Un año antes mi mamá me acompañó a la CDMX, porque yo estaba buscando escuelas. A comparación de Oaxaca, que era y continúa siendo una escena algo chica, allá conocí muchas bandas y músicos. Entonces ir a la capital fue como una cachetada de realidad y posteriormente en Xalapa, gracias al Festival Internacional Jazzuv que convocaba a músicos de la escena neoyorquina y de otros países, fue que descubrí infinidad de géneros e influencias como la música latina, africana, por supuesto el swing o el cool jazz. Este último nos inspiró para trasladarlo al rock, en eso que llamamos “cool rock”. Admiramos el jazz de los años cincuenta, a Miles Davis e igualmente la literatura beat.
DV: Mientras Robért estaba en Xalapa, yo aún estudiaba la secundaria. Quise salir también, conocer nuevos lugares y descubrir otras músicas, pero era muy difícil para mí y tuve que quedarme en Oaxaca. No obstante, me enfoqué en la producción musical y empecé a grabarme. Probé lo que podía hacer con la computadora y los sonidos nuevos o raros que le extraía. Así compuse mi primer álbum solista y cada que Robért venía de Xalapa por vacaciones o lo que fuera, le enseñaba mi trabajo. A su vez, yo notaba sus progresos como músico y eso me alentaba a mejorar mis habilidades y conocimientos. Cuando Robért regresó definitivamente a Oaxaca, hablamos más en forma de lo que sería Jardín Verneú. Para entonces ya teníamos las condiciones establecidas: experiencia en el estudio, idea clara de cómo hacer sonar eso que teníamos en la cabeza, el mensaje que queríamos transmitir, los colores, los visuales, etcétera. Salíamos a caminar por la calle o los parques y conversábamos. Llegado el momento grabamos y armamos el espectáculo. Hasta la fecha todo ha ido bien, porque creo que la gente conecta y se adhiere a la propuesta de Jardín Verneú. Creemos que nuestra música es real y denota quienes somos. Cada presentación es especial y así hemos conocido a muchas personas.
Robért, Paisaje y geometría (2020) es tu disco debut el cual se decanta por un estilo más acústico, con letras intimistas y matices de bossa nova. ¿En qué te inspiraste para hacerlo?
RV: Antes de ese disco compuse muchos temas, pero ese periodo fue más bien una búsqueda identitaria y un proceso. Ir a Xalapa me mostró que había gente con cosas qué decir u ofrecer y que me nutrieron para crear mi música. En el jazz solía manejar compases compuestos, armonías y demás, pero inevitablemente llegué a un punto de saturación. Entre eso y otros asuntos de mi vida personal como el dejar mi casa, la ciudad donde crecí, terminar con relaciones que no me habían hecho bien, más mi búsqueda por saber quién era, me originaron una depresión bastante fuerte y ese disco es prácticamente una crónica de mi sanación. Hubo un tiempo durante mi estancia en la Jazzuv, que mis asuntos escolares marchaban bien, tocaba estándares de jazz y música académica, pero caí en cuenta de que el camino original que me había llevado a la música era tocar, grabar y presentar mi propia música, la cual se estaba desviando con otras cosas. El punto de quiebre vino y decidí regresar a Oaxaca, supuestamente solo por dos meses para después irme a CDMX e integrarme a algún grupo y conocer más, pero terminé por quedarme nuevamente en mi ciudad natal. Durante ese lapso compuse las canciones de Paisaje y geometría y las grabé con Danny. En lugar de meterle compases compuestos o armonías complejas, opté por algo más simple y que estuviera conectado al origen. Entonces decidí hacerlo acústico. Experimenté con grabaciones de sonidos corporales, agua de los ríos, hojas, etcétera. Me metí en un viaje medio hippie, empecé a sanar mi depresión y cuando lo terminé era completamente otra persona. Había cambiado y aprendido.
Los últimos sencillos que publicaste son “Abril” (2022), “Zenit” (2023) y “Canción de invierno” (2025). ¿Tienes planeado lanzar un nuevo disco o algún otro sencillo este año?
RV: Tengo compuestos varios discos que me gustaría lanzar, pero sufrimos mucho por los tiempos. Ahora estamos enfocados exclusivamente a la producción de Jardín Verneú, entonces dejamos de lado momentáneamente mi proyecto. De hecho, Danny también tiene preparado su disco para lanzarlo en cuanto sea posible. Como tenemos que trabajar en la mezcla y las producciones de todo nos cuesta trabajo administrarnos. Quisiéramos dividir el trabajo entre diez personas diferentes y poder centrarnos apropiadamente en cada proyecto. Mis discos ya están compuestos, pero obviamente falta grabarlos, producirlos, instrumentarlos y demás. A lo mejor este año lanzo algunas canciones sueltas.
Danny, por tu parte debutaste con los sencillos “Portal simulapsis” (2020), “Retro romance” (2021) y el LP con matices electrónicos “Encuentros inusuales” (2021). ¿Qué me puedes decir de estos trabajos?
DV: Mi proyecto es totalmente distinto al de Robért. Justo lo que dices, está más tendido hacia lo electrónico, el pop, el rock y el indie. Yo lo catalogo como música retro futurista. Desde un principio quise darle esa esencia al álbum y a mi proyecto. Tomé referencias de música ochentera que me gusta, pero al mismo tiempo quise darle un toque del porvenir, con sintetizadores y guitarras que remitieran al sonido de esa época, pero trayéndolo a la actualidad. En ese tiempo escuchaba proyectos que tenían álbumes conceptuales: The Beatles con Sgt. Peper’s Lonely Hearts Club Band (1967), Pink Floyd con The Dark Side of the Moon (1973)o The Wall (1979). Entonces, desde niño siempre quise hacer un álbum conceptual. Así concebí mi disco que trata sobre los viajes en el tiempo. Al lanzarlo investigamos si en Oaxaca existía algún trabajo previo de este tipo y nos llevamos la sorpresa de que el mío era el primero. Si bien, las canciones no están estrictamente entrelazadas musicalmente hablando, sí guardan una idéntica esencia y van sobre lo mismo. Por otra parte, en los shows en vivo implemento aspectos teatrales en tres dimensiones que resultan muy atractivos para el público. Hicimos unos vinilos de Encuentros inusuales, con código descargable, portada y todo el arte en colores y efectos RGB-3D, para que pueda apreciarse en plenitud con ayuda de unos lentes 3D, como los que uso al tocar esas canciones. Posteriormente saqué “Nicteria” (2023), que funciona como el puente de mi siguiente álbum Hologramatic, del cual solo he lanzado la primera canción con el mismo nombre. Tengo boceteado todo el álbum, pero como comentó mi hermano, estamos actualmente avocados en Jardín Verneú. Ambos discos LP’s forman parte de una trilogía musical que estoy preparando, pero que debo darme espacio y tiempo para terminarla y publicarla.
Supongo que este año tienes pensado lanzar algunos sencillos más.
DV: Esa es la idea. Después de sacar el EP de Jardín Verneú, lanzaré temas de mi proyecto personal. Asimismo, voy a programar algunas fechas, tal como hice en 2023, cuando llevamos mi espectáculo a CDMX, Monterrey, Estado de México (Edomex) y por supuesto aquí en Oaxaca. Observamos una muy buena respuesta hacia ese tipo de música. Ocurre que la gente que se adhiere a alguno de nuestros proyectos generalmente termina escuchando el resto de nuestros discos. Hay mucha música y aunque todo es distinto, nos complace ver cómo las personas se vinculan con cada parte.
¿Cómo y cuándo nació Jardín Verneú? ¿A qué se refiere su lema: “El nuevo aroma del rock”?
RV: No tenemos una fecha precisa, pero creo que la idea comenzó aproximadamente desde el dos mil quince o dieciséis, cuando todavía estaba en Xalapa. Desde entonces pensábamos en algo con las características que ahora ostenta Jardín Verneú, pero sentíamos que todavía necesitábamos crecer en muchos sentidos para transmitir o plasmar lo que realmente deseábamos. Nos fuimos preparando, trabajamos, generamos conceptos y poco a poco se nutrió el proyecto. Revisamos demos y canciones que ya teníamos. Después empezamos a montarlo y la primera vez que tocamos fue en el 2023, al lado de una banda que vino de CDMX. A partir de ahí, empezamos a presentarnos en vivo y salieron oportunidades de tocar fuera de Oaxaca. Con respecto al lema de la banda, resulta que colaboramos con gente que se dedica a lo visual, el diseño gráfico, el cine y todas las artes en general. Pero algo importante que queríamos infundirle a Jardín Verneú era una esencia aromática u olfativa. De esa forma llegamos a la conclusión de que queríamos hacer un grupo de rock que fuera similar a una fragancia.
DV: Que oliera a éxtasis de rock.
RV: Me gusta plantearlo como la experiencia de atravesar el pasillo departamental de una perfumería y enseguida percibir ese aroma fresco, el cual incita a la libertad, el momento, el querer comerse al mundo, el sentirse bien con uno mismo y darle sentido a la vida. Que pese a lo que dicten las tendencias uno pueda hallar su propio ritmo y ruido.
¿El nombre de la banda encierra alguna connotación especial?
RV: El nombre nació sin un significado y se lo añadimos posteriormente. Verdaderamente queríamos un título que fuera auténtico y propio. Sin embargo, la palabra “jardín”, más que su acepción concreta, lo que visualmente nos gustó fue su grafía, la cual encierra el aura de una banda de rock y de los rockstars.
DV: Es lo que la palabra te provoca. Despierta mucho la imaginación y las percepciones.
RV: Ya teníamos “jardín”, pero quisimos complementarla con algo más. Como siempre nos ha gustado la poesía existencialista, la literatura beat y los poetas malditos, optamos por otra palabra que de solo verla u oírla le añadiera un cariz francés o inglés. “Verneú” salió de un juego de palabras. En ese sentido, también la estética que manejamos en el grupo proviene o se inspira en esta onda beatnik.
¿Quiénes más los acompañan en este proyecto?
RV: Danny y yo siempre nos hemos sentido bien trabajando como dupla, pero queríamos que esto fuera una banda de rock, ya que consideramos que se ha perdido gran parte de esa esencia. Por eso está con nosotros nuestro amigo David Tormenta en el bajo y Alfonso Lobera en la batería. Este último es originario de la CDMX y anteriormente tocaba con Los Dee-pers. Alfonso fue un hallazgo, porque nosotros lo conocimos con su banda en la primera presentación de Jardín Verneú y posteriormente coincidimos en otro compromiso dentro del Edomex. En ese entonces realmente no teníamos músicos, por lo que platicamos con él y primero entró como tecladista, para luego pasarse a la batería. David, Danny y yo vivimos en Oaxaca, pero a Alfonso lo vemos cuando tenemos compromisos fuera, como al que acudimos recientemente a Guadalajara.
¿Qué dinámica de composición utilizan?
RV: Solemos vernos como una sola persona, porque nos complementamos. Anteriormente mencioné que nos fascina The Beatles y nos gusta pensar que somos una especie de Lennon-Mccartney. Es decir, somos un dueto donde a veces no se sabe quién compuso más que el otro, pero que a fin de cuentas tenemos el mismo producto. En mi disco acústico, Danny grabó varias guitarras y percusiones. Igualmente, yo en su disco grabé guitarras, bajos y aporté ideas. Por lo general, cada quien lleva toda la pieza hecha, pero los riffs, la batería y el resto lo vemos en el proceso. Sucede también que a veces yo tengo una melodía y Danny le pone la letra.
DV: Si Robért tiene una idea empezamos a trabajar sobre ella. Lo mismo en mi caso, si yo tengo una canción que considero podría funcionar para Jardín Verneú la abordamos. A veces uno aporta más que el otro, pero sin duda ambos cooperamos para el mismo resultado. Entonces no vemos este asunto como si alguno fuera el compositor principal. Eso sí, Robert canta las canciones que propone y yo las mías, pero siempre intentamos elaborarlas entre los dos. Ahora nos dividimos el trabajo a causa del poco tiempo, ya que no nos abastecemos para hacer todo lo que quisiéramos. Yo me encargo de la mezcla, el audio y las grabaciones. En tanto Robért se ocupa más de los aspectos visuales, las portadas de los sencillos y los videos.
Veo el gran esfuerzo y la completa dedicación que le imprimen a sus proyectos. Lanzar y promover todo lo que implica Jardín Verneú desde la independencia o la autogestión es muy complicado. ¿Además de la falta de tiempo qué otros obstáculos tienen que sortear?
RV: Creo que mencionas una parte muy interesante, porque desde el principio y por nuestras circunstancias familiares hemos tenido varias bardas que saltar. Abrazamos la cultura del “hazlo por ti mismo”, ya que no tuvimos otra opción. Si queríamos producir nuestras ideas no había otra manera más que ir echando a perder algunas cosas y aprender en el camino. Todavía tratamos de observar y crecer junto a otros proyectos que tienen más experiencia. Pese a que requiere bastante dedicación hacer esto, no nos vemos en otra cosa y realmente lo disfrutamos. No contamos con un “Plan B”. Efectivamente, nosotros también tenemos grupos de covers y tocamos todos los fines de semana. Vivimos de la música desde hace años. Lo desconocido a veces supone equivocarse, pero lo importante es hallar nuevamente el camino y no quedarse estancado. No obstante y volvemos al punto, por el momento el inconveniente más grande es el tratar de darnos el tiempo para todos los proyectos que queremos hacer. Otra complicación relativa es el vivir en la ciudad de Oaxaca, pues indudablemente es un estado culturalmente rico y aporta mucho a las tradiciones como la música regional, la Guelaguetza, etcétera. Sin embargo el rock está un poco en el subterráneo. El público y la gente que goza con este ámbito está totalmente ajena de las cuestiones gubernamentales. Las oportunidades que hemos tenido de viajar a otras entidades las recibimos de apoyos diferentes o externos, más que de aquí. Es saltar la barrera de lo tradicional. No quiero decir que se quite, sino que se enriquezca con otras tendencias que se hacen desde la electrónica, el rap, el rock, el indie, etcétera. Tenemos suerte de tocar en otros lados y expandirnos.
¿Alguna vez han considerado instalarse en CDMX para posicionar mejor su música?
RV: Estamos dispuestos a dirigirnos hacia donde nos lleve el proyecto. Aquí en Oaxaca tenemos nuestro estudio. Yo ya estuve algunas temporadas en CDMX y Xalapa, pero si debemos movernos lo haremos en algún momento.
DV: Otra posibilidad es hacer temporadas fuera de Oaxaca. Ahora estamos ocupados en los nuevos sencillos y en cuanto terminemos queremos seguir girando. Es complicado ya que tenemos aquí las herramientas, los instrumentos y todo. Afuera nos sentimos un poco desarmados, porque solo podemos llevar nuestras mochilas y las guitarras. Por eso queremos terminar este EP y después lo que venga, trasladarnos a donde sea.
¿Cuál es el nombre de su estudio y cómo lo armaron?
DV: Cuando comenzamos a registrar los primeros demos hace más de diez años, por ahí de dos mil diez, fue Robért quien descubrió un programa para grabar en multipista.
RV: Al iniciar nuestras composiciones nos tocó esa etapa de cuando las disqueras estaban cuesta abajo. En algún momento yo dude si invertir mi dinero en comprar equipo para grabarme o ir a un estudio. Recuerdo que en un cumpleaños mi mamá me regaló una grabadora de reportero. Grababa alguna cosa, cantaba y tocaba el bajo encima. Entonces, buscando por internet me topé con un programa súper básico de edición de audio. Lo descargué y grabé la batería, el bajo, las guitarras y la voz. Admito que quedó todo feo, pero me sentí muy contento al escucharlo, porque era la primera vez que estaba todo en una pista. Fue como si hubiéramos descubierto el fuego. De hecho, quemé el puerto de mi computadora, porque no sabía que necesitaba una interfaz de audio y conecté directamente los instrumentos.
DV: No conocíamos nada de ese mundo y así iniciamos. Como dije antes, yo me involucré un poco más y en mi cuarto monté un home studio, que en realidad solo era mi computadora, un micro y una interfaz. Pasaron varios años y fuimos aprendiendo a grabarnos mejor. Después pensamos que ya era hora de formalizar el estudio e infundirle un sello propio que identificara todos nuestros proyectos. Invertimos en equipo y logramos formalizarlo hace tres años. Finalmente teníamos un espacio dedicado especialmente a nuestra música. Se llama Van Records Studios.
RV: Una temporada tocamos bastante con muchas bandas de los años sesenta y setenta (La Resurrección, El Gruhpo y Los Beethoven’s), acá en Oaxaca. Nos empezaron a jalar como bajistas o guitarristas y nos fue bien. Tocábamos toda la semana y nuestra paga la invertimos en el equipo. Nos gusta mucho las sonoridades de los instrumentos sesenteros y setenteros. Prácticamente eso es lo que grabamos en Jardín Verneú, lo que le da parte de su identidad sonora.
Jardín Verneú tiene tres sencillos lanzados: “Mañana”, “Error” y “Cada día”. ¿Cuál es su próximo sencillo en publicarse?
RV: Desde el año pasado ya casi lo teníamos listo, pero por estar de gira lo aplazamos. En este momento nos encontramos trabajando dos nuevos tracks, más el próximo sencillo y con eso completamos el EP. Adicionalmente en unas semanas estrenaremos el videoclip de “Cada día”. Es una propuesta visual que abraza un redescubrimiento de nuestra mexicanidad y lo divino. Lo vamos a presentar con un show acústico aquí en Oaxaca. Antes de que acabara el año pasado lamentablemente nos quedamos roncos, se nos fue la voz y eso retrasó los planes, pero sirvió para aprovechar el tiempo en el estudio. Lo único que nos falta del siguiente sencillo es grabar unas partes de la voz, pero estamos esperando a que Dany se componga para que pueda cantar. En un mes o mes y medio estará listo e inmediatamente después lanzaremos el EP.
¿Qué detalles pueden adelantar sobre el EP debut de Jardín Verneú? ¿Planean una edición en formato físico?
RV: Sigue la línea de lo que se ha escuchado hasta ahora, la misma esencia, guitarras con overdrive, sintetizadores y también cierta influencia de música francesa. Nos recuerda al cine galo de los setenta, en blanco y negro y al género noir. Las letras están inspiradas en la poesía beat, con alusiones celestiales o divinas. Solo podemos adelantar eso, el nombre está encaminado hacia tales temas y una vibra britpop.
DV: Las pocas personas que ya escucharon el próximo sencillo dicen que les ha gustado mucho. Que de todas las canciones de Jardín Verneú, es su favorita y en vivo seguramente irradiará abundante energía. En efecto, estamos considerando lanzarlo también en formato físico, ya que apreciamos el arte que contienen los discos. Escucharlos mientras uno observa el contenido.
¿Además del EP qué otros planes tienen para este año?
RV: Con el lanzamiento del videoclip vamos a estrenar nueva mercancía: playeras, posters, etcétera. Durante las giras a veces no podemos llevar mucho, pero vamos a preparar nuevos souvenirs centrados en los lanzamientos. También planeamos salir de gira y presentarnos en donde haya espacio para la nueva música. Igualmente quisiéramos participar en algunos festivales. Buscamos ampliar los escenarios, que la gente conozca nuestra música y lo que pasa en la escena oaxaqueña.
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Madre Andrómeda y su Nube de Azophi
Redacción Polo Bautista. Imágenes cortesía de Madre Andrómeda
Inspirado en los confines del espacio sideral, las misteriosas galaxias y la energía que nos une al todo, el proyecto nacido hace un lustro por iniciativa del baterista y artista visual Abraham Espinoza, bajo el nombre Madre Andrómeda, comenzó y sigue siendo hasta hoy en día una extensa familia que reúne y cobija a muchos de los valores más destacados de la escena subterránea poblana reciente. Entre sus filas se cuentan músicos provenientes de estilos tan diversos como el afrobeat, la house music, el acid jazz, el hip hop, el reggae-dub, etcétera, quienes le han insuflado paulatinamente a la esencia sonora del grupo rasgos eclécticos, mutables, dinámicos y orgánicos.
“La mayoría de los músicos somos poblanos, en este colectivo que ha visto pasar y retornar infinidad de instrumentistas. Sin embargo, desde el principio me llevé a muchos compañeros rumbo a las costas oaxaqueñas, donde tengo amigos y observé que había turismo, jazz, electrónica y demás. Pasábamos buenas temporadas y luego volvíamos a Puebla, aunque hubo una vez que me quedé casi dos años y por eso solíamos presentar la propuesta como originaria de Oaxaca, porque allá encontramos refugio y aceptación. Prácticamente Madre Andrómeda se hizo allá, aunque realmente pertenecemos a la Angelópolis”, cuenta Espinoza.
Efectivamente, el listado de participantes dentro de Madre Andrómeda es extenso y seguramente seguirá aumentando con el transcurrir del tiempo; no obstante, para el disco debut del grupo, La nube de Azophi (nombre que remite a la descripción de la galaxia de Andrómeda que hiciera el astrónomo persa Abd Al-Rahman Al Sufi o también llamado Azophi), solo un puñado de instrumentistas junto con algunos colaboradores pueden jactarse de su creación. Entre ellos están Javan Avilés (teclado y sintetizador), Rodrigo Alí (teclado y bajo), Ángel Hernández (teclado), Julio Arcos (sintetizador y bajo), el ya mencionado Espinoza y los norteamericanos Johnny Sue (guitarra, sax y voz) y Anne Moon (voz), más la intervención puntual del grupo afroamericano The Narcotix, el percusionista angelino Chango Lindo y el misterioso Serval Eyes en el tema “Keep moving with it”.
Este LP que orbita los linderos libres del jazz y otros tantos géneros afrocaribeños, electrónicos y psicodélicos consta de cinco cortes mayormente instrumentales, enérgicos y extensos en cuanto a duración, los cuales se grabaron en las instalaciones del Bar Neon, de Zipolite, y posteriormente se mezclaron y masterizaron con ayuda del DJ, MC, productor y músico Mr. Jungle.
“Hicimos un home studio entre todos y grabamos. Fue un trabajo de meses, pues esas tomas las elaboramos con tiempo y muchos ensayos”, dice el baterista quien agrega: “Las canciones que ahora están en el disco son las que para nosotros ya quedaron asentadas, pero antes improvisamos mucho y fuimos bastante libres. Cada composición se registró varias veces, pero a nuestra consideración la primera toma fue la mejor debido a la espontaneidad y el lenguaje musical que alcanzamos”.
“Amanecer púrpura”, lleva por título el track inaugural de la placa, el cual principia de forma acompasada y relajada, con un acompañamiento base conformado por la batería, el bajo y el teclado, a los que se le suman posteriormente las vocalizaciones de Moon, el sintetizador y el sax. Esta parte introductoria contiene elementos jazzísticos, que al mismo tiempo se entreveran con matices de reggae y demás géneros jamaiquinos. Las aterciopeladas entonaciones conducen hasta la siguiente sección del corte, en donde la base rítmica se acelera y fortalece, pero sin perder el desenfado, la frescura y el brillo. Rumbo al cierre los instrumentistas hacen gala de sus habilidades y establecen un diálogo fluido, circular y apasionado, que oscila principalmente entre el sintetizador y el sax, y transforman a la pieza en un llamado directo al baile.
En “Keep moving with it”, única composición con letra de la placa, el bajo se manifiesta con claridad y presteza, aunque es secundado muy de cerca por los teclados y la batería. Enseguida se manifiestan los punteos de la guitarra, hasta que el mismo Johnny inicia una parsimoniosa y seductora lírica que remata repitiendo el título de la canción. El ritmo se acelera y la pieza crece en vigor e intensidad, pero cuando pareciera volverse una estampida melódica, vira y recompone la cadencia con las notas rítmicas provenientes del sintetizador y abre paso a los versos femeninos de The Narcotix. Después el sax irrumpe y reanuda los bríos sonoros de sus compañeros por un breve lapso, hasta que las afro cantantes vuelven y cierran tranquilamente mediante sus suaves entonaciones.
Con casi diez minutos de duración, le prosigue “Lunar”, en la que nuevamente Moon hace acto de presencia mediante un breve monólogo en francés, el cual es acompañado sutilmente por las maniobras del teclado y la batería. Las palabras cesan y una robusta, pero sugestiva línea de bajo se yergue y sostiene momentáneamente al resto de sus compañeros, quienes juguetean y deambulan grácilmente, para luego retomar el protagonismo y acoplarse a las vociferaciones hipnóticas de la cantante. El subsecuente segmento es un encuentro tendido entre sonidos que se acompañan y retroalimentan, hasta que Sue acomete y dirige velozmente con su sax el torrente musical que por momentos fluctúa de intensidad hasta que desaparece lánguidamente.
A diferencia del resto de tracks, “La nube de Azophi” se caracteriza por su corta duración (tres minutos con cuarenta segundos) y las dinámicas intervenciones introductorias coordinadas al unísono por parte de los instrumentistas. Nuevamente la energía circula entre las notas. Los tintes jazzísticos regresan en parte gracias a las ejecuciones inquietas del sax y el bajo, pero a mitad de la composición la batería se vuelve fluida y ágil, lo que provoca nuevamente un frenesí armónico que concluye muy similar al inicio del tema.
Por último, en “Barrio mosquito” los integrantes del grupo arrancan a un tiempo su vehemente preludio, el cual se disipa prontamente. La batería se ralentiza y recupera un tono más cadencioso, a la vez que el resto de los músicos dan principio a sus habituales maniobras conjuntas que apuntalan ese entorno sedante, imaginativo y ligero. Posteriormente se suscitan periodos de arrebato y otros de calma, donde la guitarra, la flauta o el sintetizador cobran cierta preponderancia, hasta que acontece un largo y tenso silencio, para luego reemprender al unísono el preludio. En la recta final del corte los instrumentistas recrean varias veces dicha introducción, a la que jocosamente le intercalan bases rítmicas más cercanas o similares a los bailes populares.
“Al principio teníamos una dinámica muy diferente que fue cambiando poco a poco. Ahora la banda es muy colaborativa y pueden pasar muchas cosas entre todos. Últimamente hemos tenido demasiada conexión. Llevamos tres meses con esta alineación y andamos sonando bien, todas son canciones nuevas, las cuales vamos a grabar en los siguientes meses. Pronto lanzaremos un nuevo disco. Tuvo que pasar este largo proceso para que surgiera la actual familia y su forma especial de producir música”, concluye Espinoza.
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Tres generaciones de rock pesado en concierto
Redacción y fotos Polo Bautista.
Varios meses han transcurrido desde que el Foro Alicia reabrió las puertas en su actual sede, domiciliada en la colonia Santa María la Ribera, de la alcaldía Cuauhtémoc, y como si el tiempo o los vaivenes de la vida no ocurrieran, nuevamente me hallaba ante ese umbral que divide al más ordinario bullicio citadino de la escena underground nacional.
Desde luego, el nuevo inmueble dista mucho del anterior y arrastra ligeramente los aires de la modesta parroquia que alguna vez fue, con sus níveos muros elevados y tejado a dos aguas. Sin embargo, la estridencia que de allí emanaba permanecía inalterada e inclusive más vehemente que en épocas anteriores, gracias al atractivo cartel programado para esa noche el cual anunciaba tanto a bandas provenientes de la “vieja escuela” vinculadas al rock progresivo, el stoner y la psicodelia, como a otras similares o cercanas, aunque de reciente cuño.
Una vez adentro, el novel proyecto de spacerock Escarabajo, interpretaba con vigor algunas composiciones que formarán parte de su placa debut Scarabeus I, más específicamente los temas “Supernova explosión”y “Perdido en el silencio”. Las vestimentas de Alejandro Delgadillo (guitarra y voz), Jorge Avilés (guitarra), Iván Chávez (batería) y Miguel Vázquez (bajo) resaltaban por su estilo netamente setentero, con camisas coloridas, gruesas hebillas, pantalones acampanados y largas cabelleras. Aunque por sobre todo destacaron las firmes vocalizaciones de Delgadillo, junto a las diestras y dilatadas ejecuciones de sus compañeros.
Al ensamble del insecto, las sonoridades se decantaron por el rock progresivo, el blues, la psicodelia y el jazz en la laureada y también joven propuesta llamada Rostro del Sol. Este sexteto conformado por Mitch García (guitarra), Alejandro Díaz (percusiones), Jorge Trejo (bajo), Cassiel Chacón (batería), Miguel Martell (teclado) y Joel Franco (sax), en todo momento le imprimió a su set instrumental matices de epicidad y grandilocuencia.
Los preludios extensos, ricos y coloridos, se enlazaban con vívidos paisajes trepidantes y otros más calmos que se antojaban interminables y propios de mundos fantasiosos u oníricos. “Argonne” fue la pieza abridora de aquel acto, perteneciente a su todavía inédita tercera producción discográfica Universo 25. En tanto que del resto de composiciones ninguna pude reconocer a bote pronto y posiblemente también estén inscritas dentro de su álbum pendiente, el cual desde ahora da muestras alentadoras de creatividad y preciosidad.
Luego de los conjuntos más lozanos, el veterano guitarrista y cantante Carlos Matta, al frente de la banda Nuevo México, ocupó su respectivo sitio sobre el amplio proscenio. Los blancos y largos cabellos que se asomaban bajo su sombrero, al igual que la crecida barba que le pendía del rostro, denotaban inequívocamente los cuantiosos años transitados por la azarosa senda del rock nacional. En 1975, Nuevo México lanzó su primer LP titulado Hecho en casa y desde entonces se ha mantenido sobre la palestra musical, con una seguidilla de discos y conciertos inmersos en el rock progresivo y el hard rock, volviéndose así un referente viviente.
De sus robustas manos y entonaciones se despacharon una decena de canciones que recorrieron parte de su discografía. Entre las primeras se contaron “Los tiempos cambian”, “Violencia en las calles”, “Siempre lo mismo” y “Cerámica”. Pero fue con “El talón de Aquiles”, que Matta provocó el aullar frenético de los presentes, al intercalar los riffs de su guitarra Fender con las largas cadencias provenientes de la flauta transversal sujetada a sus hombros (“Una leyenda, relataré / De un personaje, de Aquiles del talón / Aún no puedo comprender / Sin dinero él tener / Cómo lo pudo obtener, Aquiles”).
Transcurrido el culmen, las últimas composiciones de su intervención (“La radio comercial”, “Escritor” y “En la ciudad”) retumbaron por las acolchadas paredes del auditorio y el cantante se retiró definitivamente del tablado, no sin antes agradecer a sus leales seguidores por las tantas satisfacciones cosechadas durante todo este tiempo.
Cerca de la media noche, el curtido y fecundo proyecto nuevoleonés bautizado como HUMUS, fundado y liderado por el guitarrista Jorge Beltrán, hace casi cuatro décadas, emprendió con renovados bríos las estridencias emparentadas al stoner y la psicodelia.
El trío completado por José Luis González en la batería y Arturo García al bajo, cimbró primeramente el foro con una adaptación del tema “Jolene”, interpretada originalmente por la cantante norteamericana Dolly Parton. Posterior a ese denso y estimulante ejercicio de crisopeya musical, le continuaron tres piezas de novedosa manufactura: “Fountain dolls parkour”, “Reflect something” y “Stone core”, las cuales despertaron entre los asistentes encendidas ovaciones que complacieron grandemente a los músicos.
Al contrario de sus más sosegados y refrenados acompañantes, la figura corpulenta de Beltrán se contraía continuamente en correspondencia a las maniobras que sus dedos ejercían sobre la guitarra escarlata; mientras que su faz, habitualmente sonriente y bonachona, mutaba por instantes en gesticulaciones colmadas de éxtasis, a causa de las potentes vibraciones que emanaban de los parlantes.
La música de por sí ya imbuida bajo fuertes dosis de acidez, pareció incrementar su concentración y alcance mediante “More animated level lof bad” y “Un tiempo después”. Esta última melodía incluida inicialmente en el álbum “Siéntate y escucha”, de 1988.
Una vez cubierto gran parte del repertorio preparado para esa velada, la terceta perfiló el cierre de su participación en medio de vítores y agradecimientos con las piezas “Shark ballet” y “Come to your senses”, para posteriormente acercarse a sus seguidores y convivir brevemente con ellos. Así concluyó el grato concierto que logró congregar a varias generaciones amantes del rock pesado, el progresivo y la psicodelia creada en este país.
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“Hacia la Camanchaca”: un viaje de nostalgia Indie con Simón Lara
Por más que queramos, el tiempo nunca se detiene, al contrario, la vida sigue pasando frente a nuestros ojos con experiencias nuevas e irrepetibles cada día. En ese fluir de los días, de vez en cuando dan ganas de sumergirse un rato en el pasado y envolverse en la triste alegría de la nostalgia. Para esos momentos neblinosos el nuevo álbum del compositor chileno Simón Lara es el compañero ideal.
Artista chileno recién radicado en México, Simón Lara posee una propuesta marcada por sonoridades del rock-folk latino y setenteras, con letras directas que recuerdan a clásicos cancionistas sudamericanos. De texturas indie cálidas, armonías instrumentales fascinantes, melodías deleitables y líricas poéticas para reflexionar, “Hacia la Camanchaca” es un álbum que de principio a fin nos invita a un emotivo viaje nostálgico. Para profundizar más en los detalles de esta producción musical conversamos con su autor, ¡dale play a este discazo y explora con nosotros los datos curiosos detrás de su creación!
I: Nos puedes compartir una breve semblanza tuya, cuántos años tienes haciendo música, si haz publicado material antes, giras, etc.
S: Llevo ya bastantes años en la música. Mi primera banda la formamos en el 2010, se llamaba San McKenzie y la fundamos en Coquimbo, eventualmente nos mudamos a Santiago; con esa banda logramos publicar 2 álbumes. En 2020 inicié mi proyecto solista, Simón Lara, publicando un total de 7 singles y ahora mi primer disco “Hacia La Camanchaca”.
I: ¿Cómo nace la idea de hacer este álbum?
S: En lo personal siempre estoy escuchando discos, si voy a escuchar algo, pongo un álbum, soy de la vieja escuela en ese sentido. Es lo que hago y lo que me gusta. Estuve sacando singles un rato, porque es lo que hay que hacer ahora, pero si puedo elegir prefiero un álbum. Para esta primera entrega quise sacar algo más conceptual, pensando en que funcionara completo, de principio a fin. Un amigo productor me dijo “tu música es para personas que escucha discos”, y me motivó justo a hacerlo en ese formato.I: ¿En qué años salieron estas composiciones? ¿Comparten un mismo tema o periodo histórico?
S: Son canciones compuestas de finales del 2022 hasta 2023, lo que tienen en común es que identifican ese periodo en mi vida. Para este álbum intenté hacer canciones que no fueran puros temas de amor, que siempre ha sido un tópico que abordo con mucha constancia; en este caso solo incluí 2 canciones de amor, buscando diversificar la temática.
I: Platícanos detalles de la producción, ¿dónde lo grabaron? ¿Cuántos músicos e instrumentos participaron?
S: El proceso fue entre 2023 y mitad del 2024, entre grabación, mezcla, máster. Los productores Coco Godas y Seba Casanova colaboraron conmigo para la producción del álbum, en lo que fue un proyecto suyo llamado Estudio Par, en la Colonia Anzures de Ciudad de México. En lo particular tenía la idea de cómo quería que sonara, pero por igual ellos participaron completamente en el álbum; fue algo que hicimos entre los tres, desde los arreglos hasta ciertas melodías, manteniendo la base compositiva y las letras.
Los músicos participantes fueron:
Sebastián Casanova en edición, grabación, producción y percusiones.
Coco Godas en grabación, producción, mezcla y bajos.
Vicente Sanfuentes en masterización.
María Alejandra Granados Medina en la Viola.
Mariana Cervantes en el Violín.
Sofía Escaramilla en el Cello.
Hortensia Fuentes en el Cello.
Hanny Cortés en el Corno francés.
Jorge Bolaños en la Trompeta.
María Natalia en la voz.
Isamary García en la voz.
Adilson Da Silva en la Batería.
Nano Padua en la Batería.
Giancarlo Bonfanti en el Piano.I: Si tuvieras que asociar el sonido de tu álbum con el de otros músicos, ¿quiénes serían? Algo así como “si a las personas les gustan estas bandas, les va a gustar este álbum”
S: Creo que Coles Corner y Richard Howley, que tienen un sonido cálido y muy agradable de escuchar, además de Los Tres de Chile, que me gustan harto y tengo mucha influencia de ellos. Y los Ases Falsos también son parte de mis influencias, no sé si suene así mi álbum pero me parece que tenemos sonidos en común.
I: Cuáles serían tus 3 canciones preferidas de este álbum que te gustaría recomendarle a alguien que no te ha escuchado
S: Diría que los 3 singles, que son canciones representativas del álbum, con buenos arreglos. Me gusta mucho una que se llama “La Pajarera”, y ahora que la estoy tocando en vivo es la que más levanta la emoción.
Diría también “Me Dejo Doler”, fue una canción que desde el inicio les gustó a los productores y que está muy bien estructurada, fue la primera a la que le hicimos arreglos y a partir de ahí estaba la mano de los tres confluyendo.
También “La Tregua” siento que es muy importante para mí, es una canción distinta a las demás, es la única con arreglos de piano y cuerdas, con una letra que habla de detenidos-desaparecidos, un tema sobre el hay que ser muy responsables al abordarlo.
I: ¿Nos puedes explicar el nombre del álbum, “Hacia la Camanchaca”?
S: Camanchaca es una niebla que hay acá en mi ciudad, es una niebla que nace del mar, todas las mañanas aparece nublado. Pasa por el lado de los cerros, es una niebla muy de mi infancia, es el hogar. Tiene cierta tristeza, pero lo homologué con el sentido de volver al hogar, volver a la casa, mirar hacia atrás con cierta melancolía.
I: ¿Si tuvieras que describir tu álbum en 5 adjetivos cuáles serían?
S: Cálido, Chileno, Introspectivo, Acogedor, Nostálgico
I: Algún artista o álbum que quieras recomendar
S: Aire al Verso, es un disco de un compositor chileno llamado Trostrigo, que ahora se llama Verdor, lo conocí en el 2015, y de ahí me nacieron ganas de componer canciones, pues se nota que crea con pasión. Lo recomiendo muchísimo.
¡No olvides seguir a Simón Lara en sus redes sociales para que no te pierdas sus próximos lanzamientos!
