Entre el Dolor y la Nada, elegí a Nacho Vegas
Por Iván Gutiérrez
Esto ocurre un sábado 19 de marzo entre las sombras y luces rojizas del Black Box. Nacho Vegas canta con los ojos cerrados, se va dentro de sí para darle vida a la canción. Su traje brilla impecable ante el mar de luces que se balancean sobre el escenario, donde se mueve con la solemnidad de un mago. “Volverás cuando estés limpia y yo, no te haga falta, gritaré lleno de orgullo, tu nombre en el andén…”, corean los seguidores del compositor español en cada esquina del lugar.
El cabello le tapa la cara con ese aire de misterio tan de él, mientras que su voz gruesa nos pone a temblar hasta los huesos: la música es increíble, pero todo fan de Nacho sabe que la fuerza está en la lírica, y cuando te sabes la letra, no hay vuelta atrás.
Hoy Nacho nos conecta, nos hacer sentir el éxtasis que casi olvidamos con la llegada de la pandemia. Nacho observa la frontera, ve que la mayoría del público se aglutina al fondo del área general, y sin previo aviso se baja del escenario, atraviesa la zona VIP y se sumerge en el mar de gente para dar inicio a Big Crunch, haciéndose uno con el público.
Durante el resto del concierto habrá otras obras maestras en escena como La Gran Broma Final, La pena o la nada, El Ángel Simón y para un cierre épico, El hombre que casi conoció a Michi Panero. De esa experiencia no quedan muchas letras para compartir, cualquier seguidor de este músico podrá imaginar que escuchar y cantar en vivo los temas favoritos de Nacho fue como salir un rato del infierno de la precariedad tercermundista y visitar por unos minutos el paraíso. Y si a la ecuación le agregamos cerveza y amigos, la perfección llega a niveles indescriptibles.
Lo que sí es que al concluir el show no perdimos la oportunidad de conversar con Nacho aunque fuera por cinco minutos, elaborando preguntas con el mayor profesionalismo posible tras tantos litros de cerveza y la sangra galopando a mil por hora. De eso salió la siguiente aproximación a uno de los cantautores vivos más impresionantes del Siglo XXI.
¿Cómo te sientes? Fue un gran concierto, creo que todos terminamos muy emocionados
Fue muy especial, es la primera vez que vengo a Tijuana, y la verdad el público me sorprendió, por alguna razón pensé que iba a ser un poquito más frío, y todo lo contrario. A los que venimos del oeste de Europa, donde todo está rancio, traemos eso en la cabeza.
¿Cómo ves la cuestión de la frontera en Tijuana? Y a la par la frontera aquí, en el concierto. Siento que de alguna manera intentaste trascender esta división público-espectador cuando empezó Big Crunch y te acercaste con todos los que no estaban en la zona VIP…
La frontera del muro aquí en Tijuana me recuerda a las fronteras que establecemos en Europa, los migrantes que son detenidos y enviados a instituciones que en realidad son cárceles encubiertas, donde la gente tiene todavía menos derechos, donde hay violaciones sistemáticas de derechos por parte de policías, funcionarios… hay un rasgo muy institucional que es un problema estructural, sistémico, y que está normalizado. Que haya una ciudad como Tijuana, que vive al lado de un muro, de una forma normal, se me hace increíble. Tenemos que cambiar esas ideas que tienen que ver con el odio, que es de donde viene la exclusión, todos esos asteroides fascistoides que promueven un discurso de odio que tiene que ver con el racismo; normalizarlo es el gran problema.
Y bueno en la vida están presentes todo tipo de divisiones, existe la lucha de clases, y en un concierto yo sé que se pone la cosa de las zonas VIP, pero a mí nunca me ha gustado eso, ahora me lo han vendido aquí que por el lado de la visibilidad, pero no era así, a la hora he visto que no era la idea, tendría que haber estado toda la gente adelante, y pues me he inclinado por hacer aunque fuera este contacto con la gente que estuvo coreando fuerte cada una de las canciones.
¿Piensas volver a Tijuana, después de esta experiencia?
Si me quieren sí. Ojalá no fuera tan caro, porque hacer gira pues ya ves es viajar, traer la gente, los sueldos. Cuando venimos aquí se disfruta mucho más pero también se trabaja mucho más, pero esperamos volver a venir por acá seguro.
¿Cuál ha sido la canción que más trabajo te ha costado componer?
Oh bueno, hay muchas canciones que me han costado mucho trabajo componer. En este último álbum podría ser El Don de la Ternura, precisamente la primera canción que empecé a componer en 2019. No la tenía clara, no pensaba que fuera a ser parte del nuevo álbum, pero luego me atrasé un poco con ella y hasta 2021 la acabé y no me di cuenta de que podía tener un peso específico como la tiene ahora en este nuevo material.
¿Crees que hay destruirse para construir grandes relatos?
No, no, no, no necesariamente, ¡hay que vivir, hay que vivir! Vivir es en cierto modo destruirse un poco, a la par que vivimos nos destruimos un poco, porque al final todos tenemos nuestros dramas, nuestras montañas rusas, y esa es la materia prima, pero no hay una premisa autodestructiva para escribir canciones, hay que vivir, observar la vida. En los dramas más pequeños, o en apariencia más nimios, hay una canción escondida que tienes que saber ver. Alguna vez me encuentro con cosas, observo esos momentos, pequeñas discusiones o dramas que tiene la gente, situaciones de repente, y ahí pienso “esto me está explicando un fragmento de la realidad” y veo cómo convertirlo en una canción.
Muchos no sabemos qué hacer en este mundo, a veces el capitalismo es tan opresivo que perdemos mucho la esperanza, “está cabrón” decimos por acá, pero luego escuchamos canciones como las tuyas que nos hacen conectar con una emoción, y esos momentos nos llenan, aunque sea por un momento, con un poco de luz, ¿vale la pena vivir, a pesar de estar tan limitados, tan deprimidos?
No es fácil la respuesta. Yo creo que sí vale la pena, porque… las pequeñas cosas que hagamos, pequeños actos, pueden ser pequeñas revoluciones íntimas o bien movimientos más grandes, pero todo aporta… ahora mismo el sistema hegemónico está muy afianzado y si queremos ver un cambio en el mundo seguro que tardaremos muchos años en hacerlo, pero creo que vale la pena, porque lo contrario es la resignación, es la postura nihilista que le conviene mucho al sistema, que la gente diga “es que las cosas están tan jodidas que yo no puedo hacer nada por ello y mejor ni lo intento”. Es necesario resistirse en la mayor medida que se pueda.
Nos puedes recomendar algún libro, para que quienes te seguimos podamos conectar de alguna manera contigo. Cualquier obra que te guste, o algo que estés leyendo ahora.
Hay una novela de Tom Span Bauer que se llama “El hombre que se enamoró de la luna”, es una novela maravillosa, esa les recomendaría.
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