Enjambre y los Imperfectos Extraños

Redacción por Iván Gutiérrez
Fotos por Humberto Rosales

Noche hipster en el Abels. Hoy una tribu urbana peculiar ha inundado cada rincón de la casa del rock alternativo de Ensenada, con el objetivo de disfrutar una noche de indie-rock con Hermann Haze y Enjambre.

Sube la primera banda al escenario, integrada por Rey Camacho (Guitarra), Eugenio Patiño- (Voz y Guitarra), Alfonso Cota (Teclados) y David Sánchez (Batería), para iniciar a tocar canciones que mezclan ritmos de blues, bases de baladas que escuchaban mis padres y uno que otro acento cósmico.

La influencia del indie está clara en composiciones aderezadas con toques psicodélicos, y me atrevería a decir que entre sus influencias seguro están Los Beatles, Tame Impala, quizás Siddartha y The Strokes.  El sintentizador ayuda mucho en la creación de atmósferas que se van volcando una sobre otra; toques de rock progresivo parecen querer asomar por los sonidos bluseros del bajo.

Me da la impresión de que tienen potencial y no tocan mal para el tiempo que llevan, pero me parece que no han logrado salirse de lo básico, de una receta ya muy digerida y desgastada; darle más presencia a sus formas agresivas y progresivas podrían cambiar eso, en vez de quedarse en las bases del confort.

“La siguiente canción se llama Low Life, una canción de mujeres y drogas, esas cosas de las que te prendes bien cabrón y luego ya no las puedes dejar”, comenta Eugenio por el micrófono. Un amigo se ríe y me comenta: “No mames, como ninguna canción habla de eso…”.

Gracias a los que han ido a los tokines pasados y a los que nos escuchan por primera vez”, comentan los Hermann Haze; debo reconocer que el nombre está chido. La última canción me convence de que los sintez son una evocación a Tame Impala, mismos que se funden en una armonía de guitarras que me recuerda a Weird Fishes/Arpeggi; son señales de que el grupo tiene posibilidades de convertirse en una banda chingona; así lo reafirman los aplausos del público. 

Mientras sube la banda estelar, cotorreo con una colega de Smith Wills sobre lo que acabamos de escuchar: “Me late el proyecto, sobre todo porque casi no hay bandas del género en la ciudad”. En la conversación hablamos de la escena local y llegamos a dar con el proyecto experimental de Entre Desiertos: “Están muy perros esos weyes, tocamos con ellos el año pasado en Tijuana y no manches, tienen un chingo de apoyo, me quedé sorprendida, era como si fueran famosos”, agrega la baterista. Al fondo suena Money, de Pink Floyd.

Una ovación recibe a la banda principal junto con un ejército de teléfonos celulares. “¡Órale, sí vinieron!”, comenta Luis Humberto Navejas, vocalista del grupo. “Buenas noches, nosotros somos Enjambre, de Zacatecas, muchas gracias”, comenta para iniciar el concierto con el zumbido ascendente de Celeste; al concluir esta primera pieza se alza el coro que se escuchará el resto de la noche: “¡Enjambre, Enjambre!”.

Prosigue el concierto con los teclados trágicos que dan inicio a la explosión que hunde la serenidad en el caos de Hematófago: “El zumbido en mi oído no me deja dormir, todo en mi interior me hace sufrir”. Los fans al frente de los músicos cantan la locura insectoide como todo aquel que siente la música de una banda como suya.

La diferencia entre la música de los zacatecanos y el proyecto local se hace presente. Si bien no se puede comparar la experiencia y los años de trayectoria de ambos proyectos, una pregunta surge: ¿Qué se necesitará para que Ensenada haga música de este nivel? ¿Más preparación de los músicos? ¿Más apoyo a las bandas? De una u otra manera, Enjambre también inició como un proyecto independiente en un rincón de una ciudad. 

Suena En Tu Día, canción de teclados alienígenas. Al llegar el coro los jóvenes reunidos esta noche gritan con éxtasis “¡No dejes de sonreír!” mientras levantan las manos hacia los músicos.

Inicia Dulce Soledad y la raza enloquece con el clásico melancólico de la banda, canción icónica que marcó el estilo del que, en mi opinión, fue su mejor disco: Daltónico. Alrededor, todo el mundo canta como si no importase quedarse sin voz por el resto de su vida: “Y observo a gente que está acompañada, que intercambian sonrisas, palabras y miradas…”, dice la canción dedicada a la más fiel enamorada.

Pero en cambio a ti te tengo, mi fiel enamorada”, se grita al unísono mientras el vocal estira el stand del micrófono para hacer parte del acto a los imperfectos extraños congregados esta noche.

Queremos decirles que hoy, aquí, cerramos la gira de nuestro nuevo disco, ¡muchas gracias!, comparten los músicos.

“Nueve años pasan volando y estos pasaron también”, canta Humberto, quien se entrega a cada palabra, gesticulando con cada centímetro de su rostro el sentimiento que canta.

Empieza un clásico para los fans de antaño, cuyo coro inconfundible grita: “¡Corazón te vi, ya no me engañas!”. La voz combinada del público le gana al estruendo de las bocinas, abriendo un rato la llaga con el bisturí para dejar fluir el dolor.

Suena un teclado que teje un escenario cálido y comienza Eliza, Mi Hortaliza: “Ella es de un color que nadie conoce, y en la hora 25 aparece”, dice la canción que abraza a la madre mexicana como aquel último refugio. Mientras escucho la rola pienso en qué sería de Enjambre sin esa voz capaz de romper límites e igualarnos a todos con esas letras que nacen del interior: “Dios, me habla por su voz”.

Las potentes guitarras de Julián Navejas y Javier Mejia me callan la boca al momento, tocando un excelente estribillo con esa distorsión tan propia de ellos. “…en el día entre el primero y último del año, ahí estaaaaá”.

Más adelante la presencia de una costumbre nos sorprende: “Estas soooon, las mañaniiiitas…”, cantan los ensenadenses al vocalista que hoy festeja su natalicio.

Sigue a continuación un buen coro para la nostalgia de un romance que era buen tiempo perdido. La canción le da vida a viejos recuerdos de sábados perpetuos que hoy se desvanecen con la neblina del pasado.

Llega más adelante Tulipán, con el coro de voces que esta noche interpreta sus rolas con la misma sincronía, fuerza, potencia y emoción que uno percibe al escuchar sus discos.

Entre rostros color fuego los zacatecanos interpretan la rola del rescate (y aparente desastre): “Mi carga quitaste cuando me encontraste”. La Ciencia de la Lluvia, rola emblemática que marcó a toda una generación, cae sobre los rostros mojados de presente. 

Pienso entonces en la trascendencia de Enjambre, banda significativa para todos los que estamos aquí esta noche. Sus letras han formado parte de nuestra historia, de un relato personal que se ha mezclado con su música, música que ya es nuestra, de nuestros amores y desamores, su poesía, escrita en nuestras páginas: “¡Todo lo hago por ti, y esto no es un lamento!”. ´

Seguimos con el Daltónico y llega la Visita, una canción para alimentar la ilusión de extender el tiempo para que los minutos con el ser amado no se acaben y llegue de nuevo la rutina: “¡Quiero que te vengas a vivir todos los días conmigo!”. Se alza el puño al retumbar los golpes de la batería. ¿Cómo no sentirse identificado con esas letras? Alrededor las parejas se aferran, se mezclan, se balancean en el estanque de la adicción más longeva de la humanidad.

Inicia Elemento y me inundan los recuerdos de una época universitaria, cuando estar enamorado era legal y la poesía y la fotografía hacían la combinación perfecta para sentirse vivo: cuando había libertad para vagar por la ciudad y dialogar del porvenir con ella.

Un segundo de su tiempo es una eternidad”, comienza uno de los éxitos del último disco de la banda, mismo que ya no escuché con la misma pasión que los dos anteriores. Caigo en cuenta de una verdad: la música nos acompaña en diferentes momentos, etapas, épocas, a cada persona según su ritmo. Para mí, Tercer Tipo podrá ser un refrito de lo mejor que hizo Enjambre, pero para otros miles, esta rola es parte de un instante que refleja un recuerdo hermoso que apenas comienza a alejarse.

Este es, en definitiva, uno de esos conciertos en los que me siento sobrepasado, ¿cómo hacerle justicia a la riqueza del momento? ¿Cómo capturar con legitimidad las texturas, colores, matices y emociones de esta vibra que nos atraviesa todos?

La Cámara de Faltas, aquel jamm que cantara con una persona especial en la carretera a todo volumen; qué tiempos para perder el tiempo. Era un bello escape de días que se animaban juntos, cuando creíamos que sólo si nos teníamos nosotros no necesitábamos a nadie más.

Los gritos de Humberto no dejan lugar para dudar de la virtud de un gran músico. “¡Ensenada, haz ruido!”, grita el vocal antes de iniciar el coro final de la Cámara.

“No hay una mejor manera de pasar mi cumpleaños que arriba del escenario, ¡gracias!”, comparte el zacatecano, para deslizar Vida en el Espejo y con ello darle un desenlace a esta velada.

La primera vez que vi al grupo fue en El Foro de Tijuana, por allá del 2013. Han pasado los años, y si bien es verdad que el éxito ha llevado el estilo de los músicos a una propuesta más comercial, siguen dando un excelente show y tocando fibras profundas.

Cierra una noche chingona, y los imperfectos extraños comienza a dispersarse, al menos hasta que la música nos vuelva a juntar para reconocernos de nuevo y, por último, por piedad nos perdonemos.

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