
Antimateria y la renovada crudeza sonora de su álbum Profanity
Redacción Polo Bautista. Fotos cortesía de Alberto González y Antimateria
Nuestra intención fue dar un paso hacia adelante. Hacer que el sonido fuera más sólido y definido, y decir que esto somos nosotros.
Durante el transcurso del año pasado, la banda poblana Antimateria atravesó por importantes adhesiones en su alineación que desembocaron en la renovación y el fortalecimiento de su impronta musical, la cual entrevera géneros estrepitosos propios de los años ochenta y noventa (grunge, metal y hard core) con paisajes dancísticos e hipnóticos de influencia caribeña (drum and bass, dub y reggae). La consecuencia de aquella reestructuración interna es el lanzamiento de su tercera y hasta ahora más lograda producción discográfica titulada Profanity (2024, Hyper Records, disponible en plataformas y en formato CD).

A lo largo de sus trece años de existencia, el proyecto originalmente instrumental que fundaron el bajista Isaac Rivera (también baterista en la agrupación Los Guanábana) y el guitarrista Juan Pablo Flores, sorteó infinidad de inconvenientes y dilaciones; sin embargo, tales circunstancias parecen haberse revertido con la integración de Salvador Gómez (percusión y sintetizador), Beto Drummer Duck (batería) y particularmente Gabriel Oveja Project (producción y voz), quien con la implementación de sus líricas controversiales, atronadoras y rabiosas ha transformado sustancialmente la faz del grupo.
“Llevábamos tiempo conceptualizando la idea de introducir una voz y evolucionar nuestro discurso y sonido” dice Rivera, quien agrega: “Ahí fue que se incorporó acertadamente Gabriel. Por otra parte, Beto y yo nos conocemos desde hace más de veinte años y siempre me gustó mucho su estilo poderoso de hard core y rock. Por último, Salvador ya había participado en los discos anteriores (Megaterium y Prehumano), pero hasta ahora se encuentra oficialmente con nosotros y se encarga de sondear lo orgánico y lo electrónico”.
Si bien, Profanity rescata composiciones surgidas en anteriores producciones como es el caso de “Jihad”, “H24 (unborn)” y “Crash (insectoid)”, estas no se ajustan solamente a reversiones fáciles y artificiales, ya que además de alcanzar sus respectivos cúlmenes sonoros sustentados en motivos de medio oriente y vehementes riffs de guitarra, igualmente se acompañan de letras que abordan la guerra, el aborto y el terrorismo.
No obstante, la pieza inaugural del álbum, “Krakatoa”, es la que consigue perfilar gran parte del objetivo actual de sus autores, al intercalar en proporciones equilibradas sus destrezas y mensajes. Al respecto, Flores dice: “Esa canción resume de alguna forma el álbum, porque contiene la fuerza y el groove que quisimos imprimirle. Además, la letra aborda temas como la violencia, las drogas, el consumismo o la política. La realidad de hoy en día”.

En contraste, se hallan aquellas piezas que principian de manera sosegada y escalan progresivamente en intensidad. Tal es el caso de “Mistake Hill”, “Cum & Bloom” o “Goodbye after death”, que mediante lentos arpegios, riffs contenidos o efectos de sintetizador evocan la pesada sapidez, intranquilidad y melancolía de numerosas bandas norteamericanas de la década noventera. Finalmente, para “Reincarnation in Mozambique”, los matices tribales y de ascendencia africana se encuentran con mayor claridad y firmeza, aunque estos realmente están diseminados variablemente a lo largo de la obra.
“Para este año tenemos muchos pendientes, entre ellos la presentación formal de Profanity y el lanzamiento del videoclip correspondiente al tema ‘White trash dog’, por lo que estaremos muy activos y de promoción”, concluye Flores.