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  • Desde Chicali pa´ toda la raza

    Desde Chicali pa´ toda la raza

    Locución y redacción por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    Episodio dedicado al talento cachanilla, porque ya saben que somos amantes del increíble sonido que se crea en toda la Baja. Si les han gustado los episodios de Ensenada y de Tijuana, pues ahora vamos con Mexicali.

    JUAN CIREROL

    Vamos a iniciar con Juan Cirerol, un músico a quienes muchos ya lo conocen, pero nunca está de más poner sus rolitas a sonar por La Baja. Compositor cachanilla de corazón, Cirerol nos demostró a principios de la década pasada que todavía era posible crear composiciones folk auténticas y con gran carga norteña con solo una harmónica, una buena voz, una letra sincera y claro, una guitarra pa rasgarle chido a las penas y los vicios y las mujeres y lo demás que nos viene manejando esta vida intensa. Me acuerdo cuando vino en septiembre 2018 acá al Distrito Barra Pública, pinche conciertazo que se aventó, esa vez le hicimos una entrevista la colega Isabel y su servilleta, que por desgracia nunca se publicó, pero que en cualquier momento puede resurgir de las cenizas.

    MANIQUÍ LAZER

    Una banda de Lazer Punk/Post Lazer punk originaria de Mexicali, BC. En lo personal su sonido me recuerda mucho a bandas como Massive Attack o Dead Can Dance, con un sonido electrónico oscuro tan bien compuesto que te puedes imaginar toda una película con cada una de sus canciones. Vamos a escuchar “If we were bones”, si fuéramos huesos, una rola que explora la muerte desde la música (por cierto, nuestro especial de la muerte estuvo chido, escúchenlo en podcast).

    MAKABRA DISCO

    Banda de Instrumental Garage Rock/Dance Punk integrada por Marco García (Guitarra), Martin del Prado (Batería) y Drederick Romero (Bajo). De ellos vamos a escuchar “La incógnita de no sé”, una rolita instrumental muy chida para bailar o asentir la cabeza, pues trae un beat de bajo muy danzable y la batería también trae esa onda como acelerada, como caminando por la calle primera en una noche de fiesta, estando a punto de entrar en el punto de no retorno de la borrachera. Una rola muy progresiva, disfrútenla.

    LOS ADICTOS VIOLENTOS

    Una banda de Dirty Rock n´ Roll con sonidos stoners blues y garage, integrada por Iortix, Rober y Joel.

    De ellos vamos a escuchar Persecución, que por cierto tiene un video muy chingón en YouTube, así que si pueden búsquenlo, es una producción independiente, como muchas cosas hermosas que se hacen por acá por La Baja, y pues nada, buena música si es que traen ganas de asaltar farmacias.

    De ahí vamos con Revolver, una rolita con mucho rocanrol pa´ ponerle sabor a este sábado o martes o el día que sea que escuchen esto, por allá en el futuro cuando ya se haya terminado el COVID y todos podamos volver a morirnos de amor o de cualquier otra cosa más divertida.

    MONT ALBÁN

    Una bandita muy chida, de las que escuché esta semana para armar este episodio fueron de las que más me gustaron, recomendada por nuestra queridísima productora Laura Márquez, y pues nada, Mont Albán emerge en el año 2014 como una banda musical activa, posicionándose en la escena de música alternativa de Mexicali B.C. con una propuesta cautivadora, fuerte y sólida, de gran interés por el público de nuestra región.

    Mont Albán está integrada por Jorge Luis Escobar (Guitarra/Teclados), Alejandro Luna (Batería/Percusión), Ricardo Suffo (Bajo) y Moisés Fernández (Vocal/Guitarra). Su sonido me recordó algo a Porter, Juan Son, estas banditas de indie progresivon que nos han dado las primeras dos décadas de los dos miles. De ellos vamos a escuchar dos rolitas de una sesión en vivo que grabaron y publicaron el año pasado, que son Búsqueda y Animal.

    SAN RATA

    Una banda de sonidos rancios que salen desde lo más profundo de la cultura de la basura. Unos changos con vidas ordinarias en el calorón de Mexicali. ¿Qué más te puedo decir? Rock n roll del viejito, dicen ellos. De llos vamos a pasar una rolita acá de indie-punkillo pa aventarse un viajecito ahí por San Felipe o Rosarito o las playitas de La Baja, donde uno puede vivir un chingo de experiencias que luego se convierten en grandes anécdotas, porque si algo tiene La Baja son excelentes spots pa ir a cotorrear.

    ELLA TIENE DOS ANDROIDES

    Un proyecto de Android Pop compuesto que dos sujetos de Mexicali que hacen música y creen firmemente en el Nestea y en Scottie Pippen. Integrado por Polo Vega (Trillones) y Pedro Campos, Ella tiene dos androides empezó en octubre del 2008. Desde entonces han buscando tocar en distintas partes y han sido afortunados de poder viajar, tocar y hacer amigos en Mexicali, Tijuana, Ensenada, Rosaritos, Los Angeles (EU), Calexico (EU), Distrito Federal, Monterrey y Guadalajara.

    De ellos vamos a escuchar una rolita que se llama El mundo seguirá sin mí, una canción que me gustó desde el título, cuyo sonido tiene esa vibra de indie alternativo que mezcla acordes y letras depresivas con ritmos acelerados para hacer una sinergia de emociones convulsas. “Es muy cierto, todo esto ya está escrito”, cantan, y a veces parece que sí, a veces parece que únicamente navegamos por el mismo ciclo… Por suerte luego llega el Iván para traerles nuevas rolitas que acaba de escuchar para que se alivianen y se salgan un rato de la rutina y recuerden que allá afuera hay mucha música nueva y muchos lugares que visitar y muchas personas que conocer y muchas experiencias que vivir antes de que el mundo siga sin nosotros…

  • Rolas para bailar con la muerte

    Rolas para bailar con la muerte

    Locución y redacción por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    Para esta emisión de Halloween preparamos un set de música con referencia a la muerte… pues hoy es Noche de Espantos y además ya viene la celebración del Día de Muertos, una de las festividades más interesantes en nuestro país. Acompáñanos en selección musical en la que conatremos con música de músicos regionales tales como El Muertho de Tijuana, Los Munrocks, Shamán Bombay, Palomazo Cósmico y una bandita extra de allá del sur latino.

  • Pack de armonías “a La Tijuana”

    Pack de armonías “a La Tijuana”

    Locución y redacción por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    Independiente sesiones electroacústicas te comparte una hora de música de bandas de Tijuana, exhibiendo a esta ciudad como un espacio heterogéneo de mestizaje cultural con proyectos de noise, punk, shoegaze, jazz, indie, metal, dark wave, folk y demás. Como imaginarán no será posible incluir a todos los proyectos independientes de la Tía Juana, pero por igual nos aventamos una selección de buena cajeta musical. Ahí les va una breve descripción de los elegidos.

    RATIGAN

    Música electrónica, música de fiesta, música de Tijuana con referencias culturales a Game of Thrones, El Ratón Súper Detective, Rick & Morty, Pokemon, Naruto, Dragon Ball y Akira. La música de Ratigan suele ser catalogada como “electro-rock”, pero su estilo va más allá de este género al integrar elementos de la cultura pop y ciberpunk en una estética sonora y visual que significa una sola cosa: echar buen desmadre.

    Pueden saber más de esta música leyendo una entrevista que le hice al Ari hace dos años, cuando estuvo por acá en Ensenada tocando en el Bar Xibalba. La entrevista la encuentran aquí mero bajo el título de “Ratigan y los beats ciberpunks del electro-rock fronterizo”.

    PERRA GALGA

    Una banda de rock experimental con toques de shoegaze, punk y sonidos atmósferico-psicodélicos. Hace dos años tuve la oportunidad de trabajar una crónica de perfil con el fundador de esta a banda, Gabriel de la Mora. En ella recreo diferentes escenas del día a día de Gabriel, y exploro a fondo momentos de su biografía que han influido en su desarrollo como músico, incluyendo su paso por la escena del skate profesional. Pueden buscarla en Perro Crónica, Erizomedia.org y en PerRAlternativx bajo el nombre de “La calle me dijo ven: los senderos de un músico experimental de Tijuana”. 

    JARDÍN

    Una banda ya bastante posicionada, oriundos de Tijuana. Recuerdo que por allá del 2017 se iban levantando en la escena regional, me tocó verlos un par de veces en Abels Bar con Ramona, y creo que también estuvieron en la Plaza de las Artes. Pueden leer la crónica de su servidor titulada “Fluir con tristes ojos”, si quieren conocer algunas de las opiniones de su servido sobre su música (si bien quizás ahora ya los vea y escuche con otros ojos lol).

    PEQUEÑO ASTEROIDE

    Agrupación que incluye a Angel Peralta (teclados), Sebastian Farrugia (batería), Julian Plasencia (bajo), con Todd Clouser y Kalid Garcia, como invitados especiales, Pequeño Asteroide es un proyecto de funk rock post-bop que debutó en 2016. Desde entonces han grabado y compuesto dos sets de música independiente.

    Su música está muy chida para ir conduciendo por la ciudad en un estado alterado de conciencia relajado, como para sentirse dentro de un videojuego o en un ambiente futurista. Pero bueno, ya ustedes me dirán como se sienten al escuchar estas vibras cósmicas.

    ANGEL PERALTA PROJECT

    Un sonido de jazz-cósmico experimental, donde la música te lleva viajes astrales, pasajes de la ciudad en una vibra tranquila pero acelerada a la par, con un virtuosismo que solo la música progresiva puede transmitir.

    SOCIEDAD SECRETA DEL VACÍO

    Un proyecto de post-rock noise experimental que en lo personal me recuerda a Sonic Youth en su etapa más ruidosa. Pinche jamm poderoso, como para reventar y sacar toda la locura o el coraje o las frustraciones o lo que sea que traigan dentro.

    SAN PEDRO EL CORTEZ

    Una banda que ha sabido crear un sonido rockero-punk que me parece retrata perfectamente la vibra tijuanera, donde un día puedes estar cotorreando bien cabrón a toda madre en la revu y al otro hundido en una pinche depresión bien culera mirando la playa al lado de la frontera. De entre todo su repertorio, siento que Chilam Balam tiene esa potencia de éxtasis desde el primer riff hasta el jameo del saxofón que se avientan después de la mitad de la canción.

  • Pequeño fragmento sónico de Ensenada

    Pequeño fragmento sónico de Ensenada

    Locución y redacción por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    Independiente sesiones electroacústicas trae para tus oídos una selección de músicos y bandas que son originarias de la ciudad de Ensenada, de donde su servidor Iván Gutiérrez es oriundo. A continuación una breve descripción de los proyectos que decidimos incluir en esta emisión.

    SHAMAN BOMBAY

    Banda de rock-blues progresivo, su primer álbum es temático, relata diferentes situaciones del México contemporáneo, como son las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, los periodistas asesinados, la violencia que se vive todos los días a las calles.

    En Spotify y YouTube encuentran su primer álbum “Siluetas”, tiene piezas bastante extensas, como es el Último Blues, 14 minutos de un viaje al inframundo. Pueden leer una crónica sobre la presentación de su álbum aquí mero, bajo el nombre de “Relatos y Siluetas: crónica de una ofrenda con Shaman Bombay”, autoría de Jhosselin Figueroa y su servilleta.

    También pueden leer otro texto de su servidor llamado “Una Noche sin Juan Cirerol”, publicado originalmente por allá del 2017. Esa vez tocaron bien chingón, no llegó Juan Cirerol, pero sí tuvimos a Shamán.

    BOTÁNIKA ORQUESTA TIBURONERA

    Son de esas bandas con un montón de energía al tocar en vivo, de las mejores fiestas a las que he ido aquí en la ciudad han tenido música de botánika, porque si alguien sabe cómo poner a bailar a la raza, son ellos. Tienen ese sonido porteño que mezcla el ska con la cumbia y ritmos latinos, así como toques de rock y jazz. En Spotify encuentra su primer álbum “Botánika II”.

    TAKON MACHINE

    Reconocidos en el puerto por sus adaptaciones de todo tipo de clásicos, a los que les inyectan el sabor de la cumbia porteña. Pueden leer una crónica a cargo de la colega Jazmin Reyes en 4Vientos, bajo el título de “Cuando el Riviera tembló al ritmo de Takón Machine”, donde la banda presentó su primer álbum de larga duración llamado “Takon Machine”, mismo que pueden escuchar en Spotify.

    CUERVO PETRUSHKA

    Banda de stoner progressive rock. Me encanta la voz de Hansel, creo que tiene una fuerza muy cabrona, que con la guitarra del Benja y el bajo del Gato arman muy buena armonía. Por el momento pueden escucharlos en Soundcloud.

    REPTILIANOS

    Una banda con mucha trayectoria en Ensenada, su música es una muestra perfecta del punk que se hace en Ensenada. Esta rolita de Doble Dragón Jesucristo en particular me parece increíble, me gusta mucho la letra y el sonido que tiene. Los Reptilianos retoman mucho la cultura geek de los 90s para varios de sus temas, como pueden darse cuenta si escuchan su Expansion Pack, tienen bastante material en Spotify. Por si fuera poco, Maury y El Mora son también fundadores de Navajo Records, un centro musical que ha dado hogar a muchos proyectos musicales de Ensenada.

    BOREAL MAGMA

    Proyecto de stoner heavy rock progresivo, publicaron su primer albúm “Boreal Magma” en el 2017, un álbum que “los invita a recorrer los secretos y vivencias de la agrupación para conectar con las estrellas, y las hierbas del inframundo”. Pueden leer la reseña “La potencia infracósmica de Boreal Magma” a cargo de su servidor, misma que incluye una entrevista con Mar y los hermanos Romo en el momento de la presentación de su álbum.

    SMITH WILLS

    Vamos con una de las bandas más oscuras de la ciudad. Smith Wills es un proyecto post-punk que ha sabido como expresar ese canto depresivo, indiferente y agónico de las generaciones más jóvenes, a la par que hacen una crítica al sistema actual, donde la rutina acaba con el espíritu, el capitalismo consume los sueños y el trabajo es una forma de esclavitud contemporánea.

    De sonidos paranoides y esquizofrénicos, pueden leer una entrevista que tuve con la banda por allá del 2017, en una crónica titulada “Bizarre Bazaar: post punk, perversión y moda alternativa”, el Bizarre es un evento que organiza Marcela Pineda, donde varios jóvenes exponen sus prendas y obras independientes, échenle un ojo la crónica de seguro descubren algo interesante sobre cómo se mueve la escena underground ensenadense, que aunque no lo crean, está más viva que nunca (o estaba antes de la pandemia), al igual que la música del puerto.

    LOS MUNROCKS

    Una banda pasada de cabrona en el puerto, que mezcla stoner con psicodelia y noise para hacer obras cargadas de atmósferas y viajes astrales. Es de las más nuevas a comparación de otras agrupaciones que hemos mencionado aquí, llegaron con una fuerza increíble para sacudir los tokines por allá del 2017. Justo este año lanzaron “Bravado”, su primero álbum de larga duración.

    En mi opinión es de lo mejor que se ha hecho en el puerto en los últimos años. Escuchen su álbum completo y díganme si no. Pueden leer una entrevista que les hizo el compa Sebastián Franco publicada en Erizo bajo el título de “Una bofetada de cara al sol: una entrevista con el trío de los Munrocks”. 

  • Muestras del nuevo sonido michoacano

    Muestras del nuevo sonido michoacano

    Redacción y locución por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    Para esta emisión de Independiente sesiones electroacústicas traemos una selección musical pensada en las nuevas voces que están representando la música Independiente en Michoacán, reproduciendo para la ocasión música de Fracaso Hippie y Negro.

    También pueden leer una reseña de ambas de bandas a cargo de su servidor en los siguientes enlaces

  • El Inútil Corazón de Axel Catalán

    El Inútil Corazón de Axel Catalán

    Redacción y locución por Iván Gutiérrez
    Producción por Laura Márquez

    La pandemia nos ha orillado al confinamiento, a la soledad de la vida privada, a la visión del mundo sometida a la mediación de las aplicaciones. Por suerte el arte continúa ofreciendo alternativas para llenar de vínculo y emoción lo cotidiano —muy a pesar de permanecer la paradoja de su depreciación económica con relación al incremento de su consumo.

    La música, en este caso, nos permite seguir vibrando como si acabáramos de conocer en una fiesta a la persona que está por invadir nuestros sueños, acosarnos en noches de insomnio y generarnos la ansiedad exacta para estar pendientes a cada minuto de cualquier novedad en el teléfono.

    Sin duda, una de las emociones más intensas, humanas y bellas es el enamoramiento, esa posesión irracional de cuerpo, mente y espíritu por aquel otro ser místico que, idealizado y eximido de todos sus defectos, se convierte en tótem, símbolo que revienta al mundo con sentido y genera un optimismo ingenuo, una zona de caos reconfortante frente a las exigencias agobiantes del mundo absurdo.

    El tema del amor es quizás el más popular en la historia de las historias. Lo vemos y experimentos de múltiples formas, lo percibimos y vivimos desde diferentes ángulos, personas y roles. En algunas ocasiones somos quienes dirigen el palpitar del corazón ajeno hacia donde nuestros caprichos dictan y en otras somos nosotros quienes bailan al ritmo de la canción que fundimos con nuestra idea del otro, a quien deseamos entregar cariño, alegría y afecto incondicional por más daño que ello signifique para uno mismo.

    En el espectro amplio de las posibles narrativas románticas se encuentra aquella del despecho, de un amor angustiante que nos inclina al deseo de querer arrancarnos el corazón para ya no sufrir más y liberarnos de tanto dolor. Es aquí donde el “Inútil Corazón” de Axel Catalán juega sus cartas. Compositor moreliano, Axel forma parte de un grupo de músicos mexicanos que en recientes años ha comenzado a consolidar un bloque independiente que dignifica un género olvidado por las demandas espectaculares de los grandes medios, pero que posee gran fuerza lírica: el folk. Muchos son los temas que circulan por las letras de Axel desde un estilo romántico-desdichado-punk: las cantinas, las drogas, la miseria, las fiestas, el miedo, la vida de artista bohemio-precario, el rock ’n roll y, por supuesto, el amor y sus turbulencias.

    Acompáñanos en este arranque de temporada de Independiente con un episodio dedicado a este compositor.

    También puedes leer la reseña completa de “Inútil Corazón” de Axel Catalán en el siguiente enlace:

  • Negrø, o cómo una caguama siempre se puede dividir

    Negrø, o cómo una caguama siempre se puede dividir

    Fotos y redacción por Iván Gutiérrez

    El folk, ese género que no engaña, o que engaña demasiado bien, que canta desde la sinceridad que raspa o arrulla, que duele y mata lo mismo que llena de vida y euforia. O como bien dice un buen amigo, Cantando siento que no miento, aunque desgasto el corazón.

    Ahora bien, ¿qué pasa cuando juntamos este género con el bolero, la trova, la balada? Tenemos como resultado a uno de los compositores jóvenes más interesantes del momento. Basta escuchar un par de sus canciones para reconocer en este Amigo a un canto nuevo de tan viejo, una aventura sonora por las angustias, las delicias y las anécdotas de tal o cual experiencia transcurrida entre nuestro nacimiento y la ineludible muerte.

    Walter López, mejor conocido como Negro, es de esos músicos relajados y chidos con los que destapas una caguama para conversar de las buenas cosas que tiene la vida: música, viajes, mujeres, festivales. Al menos esa fue la versión que a mí me tocó entrevistar en El Pasado febrero durante su gira pre-Vive Latino, cuando pasó por Ensenada para darnos un show en el Bar Andaluz.

    Por esas fechas tendría unos dos meses de haber descubierto al músico de Morelia, Michoacán, justo en una época en la que mi Inútil Corazón andaba de necio, por lo que sus canciones cayeron como una cheve helada en pleno verano. No dejé pasar la oportunidad y ahora que estuvo por el puerto conversamos más a fondo sobre su camino musical, sus composiciones y su proyecto artístico. Y pues nada, aquí pueden Bajar Avión con el buen amigo Negro.

    Walter López, mejor conocido como Negro – Foto: Iván Gutiérrez

    Y si el pasado me vuelve a pasar…

    Comentaste en una entrevista previa que tu padre tiene una banda de black metal, ¿cómo llegaste desde ese género musical a tus propias composiciones? ¿Hubo algún tipo de influencia?

    Claro, influenció que estuviera en los ensayos que mi jefe tenía en la casa, desde morrillo ahí los veía tocar. Más adelante me metieron a una escuela primaria que tenía formación musical, el Conservatorio de Música de Morelia. Por ahí empecé, en clases de apreciación musical de la primaria. Me acuerdo que a los ocho años cantaba en el coro. Ya a los 14-15 años empecé a componer mis primeras canciones, pero creo que eso apenas era el inicio…

    ¿Dónde y cómo comenzaste a grabar tus temas?

    En la prepa… en Morelia quizás no había escena tan rica en bandas, y los sonidos que a mí me gustaban no los encontraba: iba a los tokines y no encontraba algo que me gustara. Había un montón de metal, siempre lo hubo, por eso mi papá tenía su banda de metal, pero a mí me gustaba otras cosas más alternativas, y no las encontrábamos. Éramos un grupo de cinco-seis amigos que nos juntamos a tocar eso que no escuchábamos por la ciudad, o lo intentamos, porque no éramos tan buenos músicos, pero lo intentamos. Teníamos una banda que se llama The Polyesters, con otro compa músico que se llama Axel Catalán, a quien conozco desde la secundaria.

    Entonces estábamos en el circuito de bandas que se movían en Morelia. Empezamos a grabar cosillas que en ese momento sonaban chido, pero ya ahorita digo que son horribles. Con las cosas que teníamos a la mano grabamos un EP. Luego tuvimos la chance de grabar en un estudio ya profesional con los weyes de Molotov, creo que esa fue la primera aproximación a un estudio que tuvimos, Tito nos escuchó en MySpace y nos invitó a grabar rolas que nunca salieron, pero ahí están.

    Deconstruyendo al compositor

    ¿A quién le compusiste “Flor”? ¿Cuál es la historia de esta canción tan terrible como bella? Tanto música como la letra hablan de ese instante de muerte que representan los amores que nos obsesionan…

    Se la compuse a una chica con la que estaba empezando a salir. Esa rola fue el “me traes cacheteando en la banqueta”, y entonces le regalé la rolita y esa morra ahora es mi novia, se la regalé de cumpleaños hace unos ayeres. Yo encontré en esa morra un bálsamo, pero no sabía cómo decírselo, y la forma fue a través de esta canción.

    Eres… flor venenosa… Eres… cosa peligrosa… A la tumba me vas a echar…  

    “Amigos” me parece una composición muy interesante, ¿de dónde viene la letra? ¿Crees que las amistades pueden sobrevivir a una deslealtad o una traición?

    Cuando salió “Amigos”, quería escribir de amor, pero no hacia la pareja; pensé en mis amigos y pensé en las cosas donde yo la había cagado un poco, y entonces describe varias situaciones con distintos amigos. Tardé un rato recordando en qué momentos había fallado como amigo, y así salió, en un momento en el que estaba escribiendo mucho, y también pensé mucho en cuando sales con alguien y descuidas a tus amigos, te clavas tanto con una persona y te enajenas y descuidas a tus amistades. Entonces la rola va por ahí, habla de ser un mal amigo, pero también un buen amigo. Para que una amistad sobreviva tiene que haber esos momentos, si pasan esas situaciones y se superan, creo que se fortalecen esos lazos.

    Pero sabes, me quito el taco de la boca y te lo doy a ti Una caguama siempre se puede dividir De un tiro con tu morra no te vas a morir pero sabes que yo estoy aquí Y sé que todo eso tú lo harías por mí

    ¿Cómo nació “Vampiro”? Una canción que a mi parecer es un híbrido de muchos géneros, entre folk, música sinfónica y/o clásica, rock alternativo… y una letra oscura

    “Vampiro” es la primera canción que escribí para Negro. Todo el rollo de Negro tiene que ver con que vivía en la Ciudad de México; fui con otra banda a perseguir el sueño que persiguen muchas bandas, y estaba trabajando y tenía mi banda de stoner y mi pareja, y de un momento a otro me quedé sin chamba, sin banda y terminé con mi pareja, y tuve que rentar un departamento como de emergencia, pero era un cuarto que no tenía ventanas, entonces Negro sale de ahí, de la oscuridad que había en ese cuarto.

    La rola la compuse como a partir de ese encierro, de sentirme desolado. Estaba ahí encerrado a las tres-cuatro de la tarde, completamente a oscuras, entonces llegó la música y luego la letra, e hice la analogía sobre lo que me estaba pasando, porque estaba leyendo sobre vampiros en ese tiempo. Esa fue la primera canción que compuse, y viene de eso, de estar encerrado, y de ahí mismo le di el nombre al proyecto.

    Es un fantasma vagabundo, camina entre vida y muerte… Está condenado a sufrir el hambre eterna… Un amor le robó el alma para siempre… y ahora busca poseer a otro cuerpo en lujuria…

    El coro de “El último recuerdo” es una bomba atómica… ¿cómo nacieron esos versos?

    Muchas de las canciones de esa temporada tienen que ver con la muerte y con la cosmovisión purépecha de la muerte; esta visión del más allá que se ve como un lugar mejor, que no causa tristeza.

    Esta canción habla de la espera, es como una despedida y estás esperando a que te alcance la suerte para volver a ver a esa persona especial, en referencia al más allá, después de la vida, y no sé, muchas de esas canciones y esa onda de la muerte, como que la tenía muy resuelta antes, pero ahorita ya no, me causa miedo, pero antes era más indiferente, y nació de esa tranquilidad, de que vamos a morir y nos vamos a encontrar en ese lado.

    Mucha de la música michoacana tiene que ver con eso, con toda esa celebración del Día de Muertos, por lo que para mí vino muy natural cuando la escribí. El coro no tiene que ver con una pareja, yo pienso más como despidiéndome de mi madre o de un ser querido.

    Ay, y espero que cuando muera seas mi último recuerdo… Cuando de mi último aliento estés tú junto a mí… Para que sepas que solo a ti te amé en esta perra vida… Y sepas que de todo mi amor la única dueña eres tú…

    “Dile a tus Ojos” también me parece una excelente pieza… parece un rezo, es una balada muy bella… ¿de dónde vino?

    “Dile a tus Ojos” es un cover de un gran compositor que se llama Guti Cárdenas, y la versión salió porque tengo un círculo de amigos que hacen cine, y les interesaba tener esa canción en un corto que se llama La Soledad de las Imágenes, y me costó mucho trabajo hacerla porque la versión original es hermosa. Pero me gustó el resultado, creo que no le falta nada. De ahí empecé a hacer más covers, hice una dinámica de hacer covers y deconstruirlos.

    Ojos perversos de tintes vagos… Ojos que hieren mirando así… Ojos que matan y que dan vida tengan clemencia, piedad de mí…

    Resulta curioso que en Spotify tienes casi todo tu material como sencillos, ¿no haz publicado un álbum completo?

    Todavía no, pero eso va a suceder ahora. Pasa que nunca quise grabar un disco, cuando empecé a hacer el proyecto ni siquiera me veía tocándolo en vivo, luego tuve chance de grabar una rola y la subí a Soundcloud y se fue dando.

    Antes no disfrutaba nada grabar, me parecía un proceso muy tedioso y se quedaron muchas canciones ahí sin grabar, pero cuando había chance lo grababa con lo que podía, tengo canciones que grabé con celular, o por ejemplo “Baja Avión” la grabé con un iPad, si prestas atención se escuchan los pájaros afuera de mi casa. De repente empezó a irle bien a las canciones, yo también me lo empecé a tomar más en serio, y este año vamos a sacar seis temas nuevos, con cuatro temas viejos que nunca salieron.

    En Spotify podemos encontrar Negro y Las Flores de Enero, ¿es el mismo proyecto?

    Sí, Negro y las Flores de Enero son músicos que tienen tres años tocando conmigo, claro que ha habido un par de cambios. Junté yo por primera vez a una banda para el festival Marvin de hace tres años, y cada que hay chance los llevo de gira o a shows donde se puede tocar con ellos. Existe la dualidad del proyecto, de que lo puedo hacer solo o con la banda.

    El sonido Negro

    Sueles mezclar géneros, boleros, baladas, folk… pero tú, ¿dentro de qué géneros piensas tu música? 

    Me gusta pensar que es como un conjunto versátil, como los músicos que tocan en las bodas, pero de música original. A mí me gusta eso, poder tener esa posibilidad de tocar un bolero, luego una pirekua, o un corrido, no limitar el proyecto a “somos algo”, porque escucho un montón de música y hay un abanico tan grande que sería tonto no explorarlo.

    ¿Has perdido amistades o relaciones afectivas importantes por la sinceridad de tus canciones?

    Sí, seguro. Justo la relación sentimental que tengo ahorita se mira afectada porque escribo cosas de antes, porque de pronto sí me gusta revivir recuerdos y desenterrar demonios; y a lo mejor a mucha gente cercano no le gusta.

    Tengo una canción que se llama “José”, que es el nombre mi tío, y habla del asesinato de su esposa, y a lo mejor no le hizo mucha gracia a mi familia cuando la escribí, pero tampoco nunca me he limitado: si creo que algo tiene que salir, sale y lo escribo.

    ¿Qué dirías que hace a una canción auténtica?

    Cuando hice este proyecto, me puse como reto intentar escribir como hablo con mis amigos, con mi familia, no hay cosas muy rebuscadas en las letras ni analogías muy complicadas, ni toco temas que no conozco, eso es muy importante para este proyecto, porque a lo mejor llegué a tener otros en los que escribía situaciones ficticias, y en este trato de escribir de cosas que conozco y a lo mejor son cosas más simples porque mi vida es más simple, a lo mejor…

    Negro durante su presentación en Ensenada – Foto: Iván Gutiérrez

    ¿Cómo crees que encontraste tu voz?

    En realidad, no sé si ya la encontré. Lo que sí diría es que encontré un oficio, el de escribir, que no es nuevo ni completamente auténtico, pero el ejercicio y la forma es muy mío; el oficio de hacer canciones. No me considero músico, pero sí hacedor de canciones. Aunque tuve una pequeña formación musical, nunca me guío por estructuras musicales, ni escribo o leo música, más bien viene de lo que creo que hace buena amalgama, y ya, tampoco soy un ejecutante muy virtuoso, entonces creo que el oficio que hago es hacer canciones.

    ¿Dónde te miras en cinco años?

    Curiosamente yo me puse cinco años de carrera, que dije me voy a retirar en cinco años, pero si no estoy en un escenario me gustaría hacer algo que tuviera que ver con la música, como producir, le estoy agarrando un cariño a grabar cosas, y si no, nada, solo estar tranquilo, la verdad es que, si no es en la música, donde encuentre tranquilidad, ahí quisiera estar.

    ¿A qué te dedicarías si no fuera a la música?

    Está muy trillada la respuesta, pero me hubiera gustado jugar futbol. Tengo algunos temas que hablan de futbol, pero si no fuera eso, me hubiera interesado mucho estudiar sociología, probablemente, o quien sabe, también pude haber sido carpintero.

  • “La calle me dijo ven”: senderos de un músico experimental de Tijuana

    “La calle me dijo ven”: senderos de un músico experimental de Tijuana

    Redacción y fotos por Iván Gutiérrez

    Gabriel de la Mora, joven originario de Tijuana, cuenta en esta crónica su paso por el skate profesional y como una lesión de ligamentos lo alejó de este deporte, pero lo acercó más a la música y a liderear ahora la banda Perra Galga, con la que disfruta la libertad de ideas y creatividad.

    Verano 2018, Sushi Bar de Down Town San Diego. Con la elegancia que brinda todo trabajo forzado, el joven de 33 años toma uno de los costales negros postrados en el suelo, lo hecha sobre sus hombros y lo lleva hacia la parte trasera del restaurante. El diseño al interior de este punto culinario refleja una imagen sobria y elegante. Al fondo una canción de reggae llama a la buena vibra, en un ritmo acompañado por el acomodo y limpieza de los empleados del lugar. Es aquí donde el músico tijuanense Gabriel de la Mora trabaja desde 2014, motivado principalmente por el dinero y la flexibilidad laboral que le brinda este empleo.

    De voz calmada y serena, ojeras amplias, pelo rizado y tez grisácea, el joven comparte que, contrario a la praxis de su trabajo, esta labor no le resulta una carga: “Uno tiene que comer y mantenerse; es un trabajo que no me esclaviza”.

    Detrás de la barra, la productividad crea su propia pieza musical. Se escucha el caer de la hoja metálica sobre el pescado, el afilar de los cuchillos, el acomodo de los ingredientes, el lavado de los cubiertos, el choque de vasos de cristal. Cada acción raspa, vibra, truena, tintinea y grita con un sonido particular que embona con la melodía que compone la orquesta de esta apertura.

    Con bote de agua y trapo mojado, Gabriel se acopla a la orquesta laboral, removiendo polvo y manchas de las mesas con las mismas manos que en otras noches le dan vida a la banda de rock experimental tijuanense, Perra Galga.

    ***

    Verano 2018 en la frontera de Tijuana, Baja California. Un camino en zigzag distingue el nuevo cruce peatonal hacia Estados Unidos. Por él transitan maletas, niños, drogas y rockeros. Unos van, otros vuelven. Si uno voltea hacia la izquierda puede ver de frente con la cruda realidad tercermundista: un delgado río donde se bañan los deportados.

    Las barras de metal, la vigilancia paranoica, la neurosis de los guardias fronterizos. Next, pase, ¿qué trae en la mochila? Adelante. En eso se sintetiza el cruce que separa los miles de sueños de las miles de pesadillas.

    Con amplio escándalo llega el tranvía a las afueras de “la línea”. El ruido que hace la máquina al detenerse y arrancar de nuevo en cada estación le da ese toque industrial al traslado de Gabriel a su trabajo.

    Para miles de tijuanenses, cruzar y moverse por “el otro lado” para trabajar o estudiar en San Diego es algo de toda la vida. Gabriel no es la excepción, pues desde que era pequeño su madre tramitó su ciudadanía norteamericana, permitiéndole acceder a la dinámica migratoria de la frontera más transitada del mundo. El joven hizo en Estados Unidos la secundaria y año y medio de preparatoria; al cumplir la mayoría de edad, consiguió trabajos de cajero, lavaplatos y mesero en San Diego.

    En los lentes oscuros de Gabriel se ve el pasillo del metro, así como los edificios y nubes que componen el paisaje urbano de San Diego. La escena refleja un aire depresivo y misterioso —como separado de sí— que siempre acompaña al joven músico: “Me considero una persona alegre, me siento bien casi siempre… cuando pienso en estar aquí, participando en este mundo”, dice el migrante que rara vez sonríe.

    ***

    Verano de 1994, en una colonia cerca del centro de Tijuana. Al escuchar el ruido de una tabla sobre el asfalto, el pequeño Gabriel de la Mora se asoma al patio trasero de su casa, en donde Silverio, su hermano mayor, intenta hacer un ollie en una patineta que lleva dos retratos de Michael Jackson, uno de infante y otro de adulto: Before & After. Guiado por la curiosidad, Gabriel le pide a Silverio la patineta. Como puede se sube en ella y da un impulso con el pie, iniciando así un camino que marcará los siguientes años de su vida.

    Las tablas que usaba Gabriel para el skate. – Foto: Ivan Gutiérrez

    No pasará mucho tiempo antes de que Gabriel tome un scooter de madera que tiene en casa, le quite el tubo con un serrucho y empiece a dominar un arte que eventualmente lo llevará a recorrer cientos de calles en metrópolis norteamericanas y mexicanas.

    Cuando patinas estás en la calle todo el tiempo: es tu cancha. Miras escenas con policías persiguiendo delincuentes, robos, casos de violencia, asaltos. Ves la vida de una forma supercruda, y se te queda ahí, en la cabeza. Con la patineta, la calle me dijo ven, y yo me entregué a ella”, comparte Gabriel al recordar sus inicios como Street skateboarder en las calles de Tijuana.

    Con la curiosidad que despierta patinar sobre construcciones urbanas en desarrollo, canales de drenaje y demás espacios de la ciudad, el joven tijuanense no tardó en verse fascinado por la cultura callejera. Rápidamente comenzó a mirar en las calles un hogar, y en la patineta una pasión que abrazó de forma obsesiva.

    La patineta es como la música. Si logras encontrar tu ritmo, tu voz, tu estilo, algo genuinamente tuyo, lo haces de una forma apasionada. No se trata de la combinación más loca o del ritmo más acelerado, ya que eso puede significar todo o nada según la persona y lo que busca. Hay demasiados algoritmos, y eso es lo bello de esto. Para mí, lo ideal era patinar con mucha frecuencia”.

    La dedicación de Gabriel era tanta que pronto desarrolló una práctica intensiva, guiada por la libertad y el trance que sentía cuando su tabla pasaba a formar una extensión de su cuerpo. Con la disciplina de patinar toda la semana y una voluntad por mejorar cada día, no pasó mucho tiempo antes de que tantas horas en las calles le abrieran nuevos horizontes.

    ***

    Verano de 2002, en el Centennial Skate Park, California. Un grupo de patinadores profesionales originarios de Brasil observan a la distancia cómo un joven se mueve con soltura por los diferentes obstáculos del parque de patinaje: brinca sobre un riel con movimiento, se desliza unos segundos por el tubo de metal y después salta poniendo por delante la parte trasera de la patineta, para luego volar en su tabla con un giro de 360 grados y aterrizar en ella como si esas acrobacias fuesen lo más fácil del mundo.

    Por aquella época, Gabriel de la Mora vivía en Los Ángeles, California, luego de salirse de casa por problemas derivados de su afición a la calle y la patineta. “Me la pasaba rodando, sin bañarme, sin cuidarme, lo único que hacía era fumar, andar de loco, de vago patinando”.

    El estilo del adolescente mexicano, de una soltura y fluidez admirables, cautivó a los patinadores brasileños, quienes poco tiempo después consiguieron un demo del joven prodigio. Entre estos profesionales de la tabla estaban Rodrigo Teixeira, Rodrigo Peterson y Danilo Cerezini, figuras icónicas arropadas por diferentes marcas prestigiosas de la escena skater de aquella época.

    Ese verano, el demo de Gabriel llegó a los ojos de Verne Laird, team manager de la empresa de patinetas Listen Skateboards. El salto del tijuanense fue inmediato: le pidieron nuevos demos que empezaron a circular por muchas otras marcas, hasta conseguir patrocinio de grandes empresas de ropa y skate que lo llevaron a viajar por Seattle, Washington, Nueva York, Acapulco, Puerto Vallarta y Ciudad de México. Del 2002 al 2010, Gabriel viajó por México y Estados Unidos haciendo lo que más le gustaba: patinar.

    “Lo bello de la patineta es lo mismo que la música: es un arte, es libertad. Pero en este sistema son pocos los que pueden vivir con libertad, porque las presiones sociales y económicas te van orillando a un futuro que tarde o temprano te despoja de tu tiempo y de tu vida para poder comer. Si eres sensato tomas decisiones sensatas, y pues en su momento tienes que abandonar cosas que no te darán de comer…”, comenta el joven, al recordar el año en que dejó de patinar tras 17 años de recorrer incontables kilómetros sobre su tabla.

    ***

    Verano de 2018, en el Parque 18 de marzo, Zona Centro de Tijuana. Con algunos árboles frondosos, gritos de la emoción infantil y juegos para dejar volar la imaginación, los efectos doppler tejidos en este espacio público, reflejan una textura serena que contrasta con el ritmo violento y acelerado de la ciudad.

    Con gafas oscuras, suéter blanco holgado, pantalón negro y Adidas del mismo color, Gabriel de la Mora observa la acera donde vivió gran parte de su vida como skater. Se mira a sí mismo en 1998, con 13 años, entrando al parque con su tabla bajo el brazo izquierdo mientras escucha el BBC Sessions de David Bowie. Se quita los audífonos, voltea a su alrededor y una sonrisa aflora en su rostro: tiene el parque para él solo.

    Gabriel de la Mora observa la acera donde vivió gran parte de su vida como skater. – Foto: Ivan Gutiérrez

    Era 2010 y Gabriel tenía 26 años. Un truco salió mal y el ligamento de su rodilla izquierda sufrió las consecuencias, obligándolo a permanecer en reposo cinco meses, plazo que se extendió a un año sin poder patinar. El accidente puso al joven a reflexionar sobre las posibilidades de su futuro: había entendido que lastimarse en el mundo del skateboarding podía representar el fin de su carrera.

    Tras volver a caminar, Gabriel consiguió un trabajo de lavaplatos en un restaurante importante de San Diego, y vio dividido su tiempo entre tocar, patinar y trabajar. “Tenía 26 años y ya estaba en mi primera banda; entonces tuve que tomar una decisión”.

    La desconexión del skate profesional fue absoluta: “A veces extraño esa sensación… Antes soñaba que patinaba, que hacía trucos en el parque 18 de marzo o en un parque del DF. Pero ya no es lo mismo, algo sucedió cuando dejé de patinar… que ya no es lo mismo”.

    ***

    Ocho de la noche del sábado 18 de agosto de 2018, al interior del departamento 35 de una colonia en el centro de Tijuana. Un espejo de dos por tres metros refracta la realidad. Frente a uno de los sillones el equipo de música reproduce a Clan of Xymox, agrupación neerlandesa de darkwave, muy hábil para crear capas musicales oscuras y esquizofrénicas.

    Sentado en uno de los sillones del lugar, Gabriel de la Mora pierde el tiempo mientras bebe una cerveza artesanal a la espera de que dé la hora para salir a los bares de Tijuana. Entre la luz tenue se observa un tatuaje del escudo nacional mexicano sobre el corazón del joven, entintado a los 20 años de forma impulsiva en un trueque con un tatuador de Aguascalientes.

    Del rostro de Gabriel emana una esencia que remite a Ian Curtis o Robert Smith, músicos que enfrentan la desolación, el vacío y la existencia con el arte. Pero hay contrastes. Por ejemplo, contrario al estereotipo que uno podría tener del rockero convencional, el hogar de Gabriel es sumamente limpio y ordenado.

    La guitarra de Gabriel. – Foto: Ivan Gutiérrez

    Si bien al momento de su accidente con la patineta Gabriel llevaba años tocando la guitarra de nuevo, en esta temporada fue cuando se “engranó” más con la música para evitar deprimirse ante la imposibilidad de patinar. Lo que ya no podía hacer con los pies, comenzó a hacerlo con las manos:

    “Como con la tabla, practicaba religiosamente, viendo videos, estudiando, haciendo ejercicios, tocando todo el día. Fue como una terapia. La tabla y la música comparten rítmica y armonía, en ambas se puede tener un sentido de romper las reglas, y con ambas me siento libre: siento que me extiendo más allá de mí mismo”.

    La primera vez que Gabriel tomó una guitarra fue en la casa de sus padres a los 6 años de edad. Su papá tenía una guitarra acústica, misma que su hermano mayor, Silverio, usaba para tocar rock n roll. Su padre —un aficionado a la música y coleccionista de vinilos al igual que su esposa— también gustaba de tocar la guitarra, sobre todo en las fiestas familiares, donde ya entrado en copas tocaba boleros mexicanos, así como canciones de los Beatles, rock en español de los 50 y 60, clásicas mexicanas y dos-tres hits en inglés.

    Un momento que Gabriel alberga en su memoria, recrea la escena de cuando “palomeaba” con su padre. Mientras su progenitor rascaba la guitarra, él la hacía de percusionista golpeando botes de café y ollas de cocina con plumas y lápices. Más adelante, y ya con más práctica en la guitarra, ambos tocaban canciones juntos: “Él tocaba sus rolas y yo me aventaba mis requintos. Creo que, por ahí ha de estar orgulloso de que estoy haciendo música”, comparte el músico, quien lleva un par de años sin hablar con su padre ni su hermano Silverio.

    ***

    Diez de la noche del sábado 18 de agosto 2018, Sucios Shop (ahora Manos Sucias), Zona Centro de Tijuana. Por todas partes se observan latas de pintura, stencils, camisetas, patinetas y muestras de arte urbano; en el aire, Rage Against the Machine, el humo y la fraternidad.

    En este taller de serigrafía se reúnen varios patinadores de la ciudad y fue en su segundo piso donde brotó el proyecto musical actual de Gabriel de la Mora: Perra Galga. Si bien, el joven músico nunca se ha identificado como “punk”, vivir gran parte de su juventud en las calles de Tijuana, entre la decadencia, la violencia y la crudeza de la ciudad, lo hizo educarse bajo la actitud que se asocia con esta subcultura.

    Sucio Shop. – Foto: Ivan Gutiérrez

    Esta herencia se refleja hoy en su forma de ver la vida, de entender a la sociedad y de crear: “Para mí el punk es cuestionar todo, es decir no, preguntarse si las cosas tienen que ser así, negarse a estar ocho horas, seis días a la semana, odiando mi jale y mi vida. No lo veo como rebeldía o anarquismo, lo entiendo más como una filosofía propia, que no necesariamente implica destruir cosas materiales, sino que se puede expresar de otra forma, rompiendo las normas sociales, laborales o musicales”.

    La siguiente parada en el paseo nocturno de Gabriel es el Mous Tache, reconocido bar contracultural que ha visto nacer a decenas de bandas locales independientes, entre ellas Perra Galga; esta noche toca una banda de punk rock sobre el escenario. “Tijuana es nuestra música”, comenta Gabriel. “Vivir en Tijuana es aceptar que uno viene de una familia disfuncional, entendiendo a esta sociedad como una gran familia. Aquí todos los días habrá un cotorreo chido, y aquí toda familia tiene un drogadicto. La música puede reflejar eso, ayudar a canalizar tanta descomposición y violencia”.

    La primera banda donde tocó Gabriel fue Valle Viejo, grupo de rock progresivo-agresivo con distorsiones de post-punk ochentero. Cuatro años después incursionó en Sulilk, un proyecto de funk-pop donde pudo experimentar con sonidos de Shoegaze y pedales que le permitieron crear sonidos más ambientales: capas y capas de música.

    La tercera banda del joven fue Perra Galga, formada en el verano de 2015 con Jorge Osuna, a quien ya conocía desde años atrás por el mundo del skate. El 8 de agosto de 2015 tuvieron su primera tocada en el Bar Zacazonapan en la zona norte de Tijuana, bautizando el proyecto como Perra Galga, en referencia a un poema de Amado Nervo.

    «¿Qué pasó con Perra? Que me enamoré, porque dije “aquí puedo aplicar todo lo que he aprendido de los dos polos opuestos: lo cochino, lo punk, lo ruidoso, y lo calmado, lo etérico, lo shoegaze”. Me di cuenta de que esto es lo que soy, esto es lo que quiero ser. Entendí que tu personalidad siempre va a darle el camino al carácter y esencia de tu jale. Toda la vida me había dejado ir por el instinto y el impulso, sin pensar, y ahí fue cuando me di cuenta de por qué escucho lo que escucho, por qué pienso como pienso. En Perra tengo la libertad para expresar lo que soy. Para mí lo mejor de todo esto es tocar en vivo: es una droga».

    ***

    Verano 2016 en el Bar Zacazonapan, zona norte de Tijuana. El lugar, tan oscuro y subterráneo como la música que esta noche impacta sus paredes llenas de íconos musicales, alberga un juego de luces led y destellos psicodélicos que iluminan los rostros de la banda Perra Galga.

    Agachado sobre su tablero de pedales, Gabriel de la Mora mueve los diferentes botones en sus máquinas de ruido para encontrar el punto destructivo exacto con el que iniciar el riff de “Siempre No”, canción que habla de cuando “te tuerce” la policía al comprar marihuana en la zona centro de Tijuana.

    Contrario al carácter violento, agresivo y caótico que expresa la música de Perra Galga, Gabriel es una persona serena, amistosa y tranquila, “un joven determinado y responsable”, o al menos así lo consideran Jorge Osuna y Alejandro Carrazco, baterista y bajista de Perra Galga:

    “Su manera de trabajar es muy engranada y disciplinada. No descansa: las 24 horas está sobre el proyecto. Y por lo mismo exige cierto ritmo de trabajo, que se respeten los días y horas de ensayo. Le gusta que la raza se ponga las pilas. Claro, también le gusta el desmadre”, comenta Jorge Osuna.

    Cinco guitarristas y cinco bajistas tuvieron que pasar por Perra Galga para encontrar la combinación perfecta buscada por Gabriel de la Mora y Jorge Osuna. En la actualidad, la banda ha alcanzado lo que Gabriel llama un “coctel de emociones”, tras la incorporación de Dalia Ezquivel (teclado) y los hermanos Aaron (guitarra) y Alejandro Carrazco (bajo).

    “Yo externo la parte violenta, pero se acopla, rebota y se expande con los demás. No existen miedos ni egos, está súper chingón. Con estos chicos es la primera vez que siento este flujo… hacemos química, y la esencia de cada uno es vital”, explica Gabriel.

    Con un sonido que busca romper las barreras musicales a través de la experimentación heredada de bandas como Radiohead y John Maus, la banda fronteriza sonoriza las crisis existenciales, el autosabotaje, la depresión y las experiencias callejeras de la vida cotidiana en Tijuana. En su historial se incluye la grabación de un EP, múltiples demos, colaboraciones y algunos videos, así como decenas de presentaciones en Baja California, Ciudad de México, Guadalajara, Pachuca, Aguascalientes y Estados Unidos.

    ***

    Doce de la noche del sábado 18 de agosto 2018, Cine Tonalá, zona centro de Tijuana. Con sus características ojeras, derivadas de su alergia y no tanto por una vida de vicios y desvelos, Gabriel limpia minuciosamente la barra donde se recarga, como suele hacer con cualquier superficie donde come. “Si me estoy matando, lo voy a disfrutar”, comenta al recibir una cerveza IPA de la mesera.

    Tras reflexionar sobre su destino, Gabriel de la Mora comparte de sí, como hace cuando está sobre el escenario: “Soy muy exigente, pero conmigo mismo. Siempre quiero más, nunca es suficiente… Creo que mi mayor miedo es no alcanzar la satisfacción, no cumplir con mis propias expectativas. Aunque tampoco sé si alcanzar la cima es lo que quiero, porque he estado a punto de tenerlo todo y me he tropezado solo: me auto saboteo, caigo y ruedo abajo. No conozco otra forma de hacer las cosas más que excesivamente, y eventualmente eso es malo, no me mido y entrego todo, toda mi pasión y persona. Quizá lo punk se vincula con mi tendencia al autosabotaje, que es la única forma que conozco: ser autodestructivo mientras le echo ganas a mis sueños. No sé… en un año espero seguir vivo, viajando, conociendo el mundo. Si estoy vivo ya es un triunfo; ojalá que sea con la música”.

    ***

    Once de la noche del domingo 22 de julio de 2018, terraza de la Plaza Pueblo Antiguo, Ensenada. Sobre el escenario Perra Galga interpreta “Se tenía que dar”, mientras abajo latas de espuma bañan a los jóvenes que hoy han asistido al Random Music Fest, un festival ideal para escuchar nuevas propuestas de la escena musical regional.

    Gabriel de la Mora con Perra Galga en Ensenada. – Foto: Humberto Rosales

    Hay una pausa de ecos siniestros y la canción avanza al clímax, mientras Gabriel de la Mora desliza sus dedos sobre una Fender stratocaster negra. Dando pasos ágiles se mueve por el escenario, acercándose al micrófono para pronunciar frases que se amplifican en capas sónicas que culminan en un violento grito; cierra los ojos mientras escurre el sudor por su rostro.

    Antes de subir al escenario, Gabriel ha sentido cómo su cuerpo se preparaba para el ritual de tocar en vivo, comenzando a fluir en él una sensación de ligereza. Ahora, llevando hasta el extremo las cuerdas de su guitarra con bendings que pronuncian chirridos explosivos, siente cómo su cuerpo y su persona levitan lejos, en algún otro lado; la experiencia es de un placer y comodidad inabarcables, como la textura de un sueño.

    Termina el estruendo y los aplausos y gritos del público transportan de golpe al joven a la realidad. Un pequeño mareo hace tambalear a Gabriel, y por un momento siente que va a tropezarse y derrumbarse de nuevo, pero antes de que ello ocurra se aferra con fuerza a su guitarra, respira y voltea a ver a la audiencia. Con determinación presiona uno de sus pedales, mira a los músicos de Perra Galga, y siguiendo el ritmo que marcan las baquetas de Jorge Osuna, inicia el siguiente viaje con destino a esa experiencia que algunos llaman libertad.


    Este trabajo fue elaborado en el “Taller de Nuevas Narrativas Periodísticas en Tijuana” a cargo de Federico Mastrogiovanni y Sergio Rodríguez-Blanco, organizado por TallerINN, Fundación Rosa Luxemburg e Ibero México-Tijuana, en colaboración con Programa Prende y perrocronico.com

  • No hay tokines pero sí hay Motorama

    No hay tokines pero sí hay Motorama

    Por lo general trato de escribir sobre canciones, bandas o álbumes que llevo rato escuchando. Al decir “por lo general” me refiero a las dos primeras entradas de esta columna, y por “rato” me refiero a por lo menos un mes bien clavado con esa rolita o ese capítulo de mi vida que se resumen en un buen álbum.

    Redacción por Iván Gutiérrez

    Bueno, éste no es el caso, porque la reseña de esta semana está dedicada a una canción que me asaltó hace apenas dos noches.

    Si bien, a Motorama los conozco desde hace por lo menos cuatro años, y hasta pude verlos en vivo el pasado 2019, cuando tocaron en el Marko Disko Club Social de Tijuana (buenísima presentación, por cierto, aunque no tocara la bajista original), “Sumersault” no había pasado por mis oídos.

    El descubrimiento llegó al escuchar todo el repertorio que tenía de esta banda en mi celular, ejercicio que realicé para escribir un texto de ficción en el que necesitaba la atmósfera de los rusos herederos de Ian Curtis. Mientras se reproducían las rolitas de siempre fui sorprendido por esta rola, perteneciente a un EP llamado Demo que solo incluye tres canciones.

    Pero bueno, a qué viene tanta descripción cagada, ¿por qué no se va de una vez a la rola? (¡Ya cómete la maldita naranja!). Bueno, es que este tipo de recomendaciones no se pueden soltar así nomás, porque esta reseña es precisamente como la rola de Motorama, una emoción que debe ser progresiva, donde la revelación tiene que deslumbrar. Es como desnudar a una mujer: se disfruta mejor cuando se inicia con sutileza para después dejar salir al animal.

    Quienes ya han escuchado a Motorama, sabrán identificar con facilidad el sonido del grupo. Originarios de la ciudad Rostov del Don, las rolitas de este cuarteto ruso formado en 2005 desfilan por el indie post-punk, con esas vibras que embonan perfecto con las intenciones de sentirse deprimido y alegre a la vez, como cuando uno va por la carretera presenciando el desvanecimiento del tiempo en menos de lo que alcanzamos a contemplarlo.

    Por lo general, sus canciones están compuestas por armonías de guitarras limpias (o ligeramente distorsionadas) con delay, sintetizadores suaves y la voz grave y representativa de su vocalista, ávido poeta que le canta a la belleza y las tragedias del amor y la naturaleza. Es precisamente por tales características que el descubrimiento de esta semana posee tal impacto. ¡Denle play y súbanle porque esto va a tronar!

    Una guitarra ligeramente distorsionada comienza a desfilar al fondo del bar. Conforme te acercas a paso lento por un callejón que da hacia el patio del escenario te llevas un cigarro a los labios y una voz post-punk anuncia el himno que va a revolucionar tus sentidos: “Somersault breaking, You’d kick it at all, She says”. El riff de la guitarra es inspirador, como si anunciara que esta noche te la vas a pasar a toda madre a pesar de tu día y vida de mierda, y que al menos hoy sí elegiste el lugar indicado para ser y estar.

    La batería se incorpora mientras volteas a tu alrededor y encuentras jóvenes agitando levemente el cuerpo, dejándose llevar por la tormenta que se desata conforme se acelera la potencia de la música. Te tomas tu cerveza y alguien te ofrece un toque de marihuana mientras el baterista comienza a sudar y golpear con fuerza sus platillos.

    La canción desciende al ritmo del inicio, de nuevo están solos guitarra y voz, los jóvenes dejan de agitarse y toman un respiro, encienden un tabaco mientras la batería regresa con el bombo avisando que se aproxima lo mejor, y ese maldito vocalista que no para de recordarte que se ha roto la voltereta y la haz cagado toda según ella.

    Tokin en Abels Bar. Foto por Iván Gutiérrez
    Tokin en Abels Bar. Foto por Iván Gutiérrez

    ¡Todos en el lugar enloquecen, desde el riff de la guitarra hasta las percusiones y la voz despiadada de quien grita! ¡Te absorbe el éxtasis y te hierve la sangre! ¡Estás viajando a mil kilómetros por hora, atravesando toda tu vida hasta llegar a ese preciso instante en que se desgarra tu garganta y tu cuerpo y todo se deshace porque sabes que al bailar slam puedes romperlo todo si te lo propones!

    La armonía baja nuevamente, esta vez a manera de despedida, abres los ojos y estás lleno de sudor, al igual que los otros desconocidos que te rodean y que te sonríen de vuelta. El cigarro está por terminarse, pero te alcanza para darle una última calada a esa exquisita dosificación de muerte que te recuerda que la vida no vale nada.

    “Sumersault” significa voltereta, que según Internet se puede definir como “Vuelta que se da en el aire o apoyando las manos en el suelo e impulsando las piernas en alto para caer y reincorporarse en la posición inicial”, pero me gusta más la segunda acepción: “Cambio brusco que sufre una cosa”.

    Foto por Christel Rodríguez

    Esta canción de Motorama es una obra maestra porque le hace justicia a su nombre. No sólo es un homenaje a la esencia del post-punk más puro, al grado de parecer una canción de Joy Division contemporánea, sino que toda su composición es una declaración del poder emotivo que puede alcanzar la música con solo dos acordes y una sola frase, siempre y cuando se juegue correctamente con los ires y venires del volumen y la potencia. Y bueno, qué decir de la interpretación vocal de Vladislav Parshin, una expresión que trae al presente el grito rebelde que recorrió todos los bares y tocadas durante el nacimiento del post-punk.

    Si escuchan Motorama desde hace tiempo, seguro con esta rolita van a revivir su amor por esta banda y experimentar una “Voltereta” sobre su percepción de la misma. Seguimos en cuarentena y por el momento esa experiencia de adrenalina que se vive en los tokines permanece inaccesible, pero canciones como ésta son perfectas para no olvidar la pasión con la que la música transforma nuestra realidad y nos hace pensar que todo es posible.

    Seguro a estas alturas ya estarán en la tercera o cuarta reproducción de “Sumersault”, porque en realidad es un tema bastante adictivo. No los culpo. Si no conocen a Motorama les diría que escuchen todo el álbum de Alps o mis favoritas del Calendar, que son “To The South”, “Rose in the Vase” o “Image”. La rolita de “Heavy Wave” también es una joya, como para introducirse en el mood indie-jovial y romántico que distingue a la agrupación.

    Si bien, la mayoría de su material tiene otro vibe a “Sumersault”, seguramente encontrarán temas que los harán sentir el tiempo como solo Motorama sabe hacerlo. ¡Disfrútenlos!

    P.D: ¿Conocen alguna rolita que les recuerde a “Sumersault”? ¡Compártanmela, pa seguir vibrando a la distancia!

    Foto de portada por Christel Rodríguez

  • Tecate Península: la alternativa de tu generación… ¿y la de tu papá?

    Tecate Península: la alternativa de tu generación… ¿y la de tu papá?

    Redacción y fotos por Iván Gutiérrez
    Foto de portada por Armando Ruiz

    El Tecate Península visto como un evento icónico de la escena musical alternativa actual, simbolizando un puente que conecta generaciones. A través de una narrativa periodística se proyecta el mosaico de propuestas musicales alternativas (legendarias y emergentes) en la escena del rock alternativo latino, así como una reflexión personal del cronista, quien comparte y mezcla sus experiencias personales con el concierto y su opinión de lo que considera que es la música alternativa.

    CONTENIDO

    10:20am, Pase de abordar
    1:30pm, Ed Maverick pa la intro
    2pm, El vicio y la fama
    2:30pm, Siluetas indie y una tormenta llamada Allison
    4:30pm, Entrevistas con los ídolos
    5:30pm, Los Cafres entre la confusión
    6:30pm, el túnel melancólico del avispero
    7:45pm, Munchies break
    8:30pm, la follación babasónica
    9:40pm, la palabra auténtica y decadente
    10:25pm, hacer el amor bailando
    11:30pm, ¿decadencia? Cinco para llevar, por favor
    1am, lenguaje universal para decir good bye

    10:20AM, PASE DE ABORDAR
    Ensenada, Baja California, sábado 26 de octubre, 2019. Seis camiones aguardan en el estacionamiento de Cearte. Mi amigo y yo no sabemos cuál nos toca. En lo que descubrimos cuál es nuestro transporte mordemos unos sandwiches mientras observamos al resto de los asistentes, listos para ir a la 3era edición del Tecate Península en el Parque Morelos de Tijuana. Los aquí reunidos bien podrían considerarse como parte de la “comunidad alternativa ensenadense”, esa raza heterogénea que va desde la banda indie-fresona-hipster hasta los rockeros que tienen como segundo hogar bares “alternativos” aficionados al “rock en español”, dígase Abels Bar o cualquier lugar con un poster de Gustavo Cerati o los Héroes del Silencio en la pared; esto es lógico si recordamos que parte de la música headliner que hoy vamos a escuchar es de los principios de los 90s, cuando muchos todavía no nacíamos.

    Terminamos los sándwiches, nos orientan a nuestro transporte y arrancamos. Tras un par de minutos aparece la escénica y la sábana marina desvaneciéndose en las líneas del horizonte; al otro extremo, las montañas secas nos cierran el paso. Mientras reviso el line-up que presenciaremos más tarde pienso en como este tipo de eventos nos llenan de emoción por la fractura que representa en la rutina, justo como pasa con las bodas: todo se llena de luces, comida y baile, das un parpadeo y regresas al trabajo con aire renovado para seguir con la productividad; un paliativo, al fin y al cabo, o quizás una tregua, un respiro para vaciar y llenar el alma con música antes de continuar trabajando bajo “el yugo” del capitalismo tardío.

    Éste es el 2do festival con una playlist tan amplia al que asisto. El primero fue el Music Wins (Buenos Aires, 2014) donde tocaron bandas como Tame Impala, Yann Tiersen, Beirut, Él Mató a un Policía Motorizado, Mogwai y otra decena de agrupaciones en más de 12 horas continuas de música. Me gustan mucho los conciertos. Creo que a mis 27 años me he adentrado en más de 50, quizás más, quizás menos. La frontera ha ayudado mucho, pues en Tijuana y San Diego he visto a bandas como Café Tacvba, Zoé, Cultura Profética, Motorama, Vetusta Morla, Enjambre, U2, Panteón Rococó, Alt-J, Cage the Elephant, Muse, Arctic Monkeys, Queens of the Stone Age, Vampire Weekend… Recuerdo una vez que unos amigos y yo nos comimos un baguette y fuimos a ver a Porter en el Blackbox; esa vez la música parió un nuevo estado de la materia. Al salir nos arrastró el golpe caótico de Tijuana en la avenida Revolución, “la prueba de que podemos sobrevivir al apocalipsis”, escribiría Heriberto Yépez al referirse a esta frontera marginal y violenta.

    Ahora se aproximan doce horas continuas de música alternativa (¿o alterlatina?), en un line-up conformado por bandas “icónicas” de dicha escena como son Café Tacvba, Enjambre, Allison, Babasónicos, los Auténticos Decadentes, Allison, Los Aterciopelados y Los Cafres, así como otros proyectos en vías de posicionamiento nacional como Costera, Ed Maverick y Gera MX. Podría decirse que vamos en camino hacia las entrañas de un bombardeo sonoro que sabe mezclar los géneros para hacer estallar nuestras cabezas.

    1:30PM, ED MAVERICK PA LA INTRO
    Las chicas terminan de maquillarse mientras el camión busca el estacionamiento, dando dos vueltas gigantes e innecesarias alrededor de la cuadra. En la parte trasera del bus unos morros de casi veinte años beben alcohol mientras manifiestan su desesperación por bajar ya del transporte, pues al parecer el show de Ed Maverick está por iniciar y no se lo quieren perder.

    Veinte minutos de caminata y llegamos a la entrada del parque; al fondo alcanzamos a escuchar la voz que ha seducido a la última generación de adolescentes. El calor es fuerte. Estos días Baja California ha sido víctima de los vientos de Santa Ana, esas ventiscas de polvo y fuego que han provocado decenas de incendios en los diferentes municipios de la entidad, dejando sin hogar a cientos. Ayer corrió el rumor de que el festival se cancelaría por las condiciones climáticas terribles.

    Frente a la entrada se alza una torre grande con escaleras de espiral. Partiendo de este punto se encuentran ambos escenarios en sus respectivas direcciones: a la izquierda el escenario Viva Aerobús, a la derecha el Tecate. Al centro de ambos una estructura colorida de Tecate Península, erigida como punto clave para la selfie instagramera. El terreno es de tierra y en las próximas horas sus partículas levitarán en repetidas ocasiones.

    El gancho de Maverick se ve que ha sido efectivo, pues muchos de los asistentes más jóvenes han llegado desde temprano para corear “Fuentes de Ortiz” con él. Hace unos meses pude ver su show en La Carreta de Ensenada, y mi veredicto sobre su música sigue siendo el mismo: un Juan Cirerol adaptado para los chavos, o en palabras de un buen amigo, “un Juan Cirerol deslactosado”, bajo en grasa para las new generations. Accedo a la valla de fotógrafos y alcanzo a sacar una captura desenfocada del chihuahuense de 18 años, antes de que los guardias indiquen que tenemos que retirarnos; al parecer sólo tenemos las tres primeras canciones para hacer disparos, y he llegado en la última de ellas; vaya desperdicio de rollo tomarle fotos a un músico que va calentando escena…


    Ed Maverick. Foto por Armando Ruiz.

    2PM, EL VICIO Y LA FAMA
    En el escenario Viva Aerobús toca Gera MX, también conocido como el Cachorro de la Mexamafia, compositor de San Luis Potosí que a sus 25 años ya cuenta con una discografía de 5 álbumes: El Precipicio (2013), No Veo, No Siento (2014), No Me Maten Antes de Hoy (2015), Los Niños Grandes No Juegan (2017) y El Vicio Y La Fama (2019). No soy mucho de rap, pero su música se oye auténtica, como que sus rimas todavía tienen más sentido callejero que comercial.

    Llego al área de prensa tras un rápido y desorientado escaneo del parque y sus diferentes áreas. Me sorprendo al ver a un viejo amigo, a quien conociera hace una década en los tokines metaleros de Ensenada: el buen Jesber, uno de esos guitarristas virtuosos y ágiles para crear armonías y escalas perfectas al estilo Yngwie Malmsteen. Parece que el compa por fin alcanzó su sueño de tener algo de fama y pertenecer a la escena nacional, pues ahora toca en la banda tijuanense Trevolts, teloneros del festival de esta tarde; en este momento lo maquillan para una entrevista en el stand de Spotify. Al igual que hace años sigue portando su chaqueta negra y su cabellera china: el calor de hoy no le hace nada. Parece ser que la única diferencia es que ha cambiado el género del metal por el del rock alternativo…

    “Quiero un aplauso para esa gente bonita que está trabajando hoy bajo el sol, sin ustedes esto no sería posible, ¡miles de gracias!”, grita Gera antes de seguir tirando barras sobre los desamores y la vida en la miseria. Por ahora calculo un aproximado de 1500 personas en todo el parque, pero se esperan más de 15,000 para las presentaciones estelares. Imagínate, ¡cuánto alcohol no vamos a bebernos entre todos!

    Gera MX. Foto por Armando Ruiz

    2:30PM, SILUETAS INDIE Y UNA TORMENTA LLAMADA ALLISON
    Empieza Costera y a la par la ingesta de cerveza. Una Tecate roja para combatir la marea cálida. La música de la banda originaria de Ciudad de México no es nada fuera de lo común, una propuesta de indie-rock alternativo “a la mexicana” con claras influencias de León Larregui, quien produjo su primer álbum, Aliados (2017). Me sorprenden al percibir que el estilo de su canción “Viajemos al Sol” tiene guiños a esa vibra alterlatina tipo Ahí Vamos (2006) de Gustavo Cerati.

    “¿Cómo están los aliados?”, pregunta Mau García, vocalista y principal compositor de la banda, haciendo referencia al nombre del primer álbum de larga duración de la banda, y también el término que el músico utiliza para nombrar a los “seres aliados en sus batallas”, quienes “lo cuidan” por donde se mueva.

    Mau García, vocalista de Costera. Foto por Armando Ruiz

    El escenario, los vasos de cerveza y varias estructuras del parque están revestidas por los colores institucionales del evento: verde aqua, azul marino, amarillo opaco y blanco, así como íconos de soles y estrellas felices, ballenas, cerros, liebres y figuras abstractas que sirven para deconstruir locuras en el imaginario de la mainstream culture del indie-alternativo. En una franja de los vasos se lee “Hechos con cebada, como tu cerveza”.

    Tras terminar la primera bebida nos dirigimos al escenario donde toca Kakkmaddafakka, una banda con fibras de indie surf-rock provenientes de Noruega. El resultado será uno de los descubrimientos más interesantes del festival: “Hello Tijuana, can everybody say yeaaaaaah!”, grita con furia y alegría el vocalista del grupo, siendo respaldado por el público.

    El sol quema la piel como el cigarro evapora los minutos. Muchos buscan el abrigo de la sombra con los árboles, si bien a muchos otros no les importa soportar los rayos dorados junto con los músicos noruegos: el concierto les da energía y gozo en medio del fuego asqueroso que arroja el astro despiadado a las tres de la tarde.
    Algunos de los espectadores comienzan a bailar con genuina libertad al ritmo de “Runaway Girl”, respaldados por el anonimato que les ofrecen sus lentes oscuros. El nivel de la fiesta comienza a subir. En la última rola el vocalista se quita la camiseta y dice con humor “Its important to be naked sometimes”. Las canciones de los noruegos cuentan historias de amor, de la fuga, de los recuerdos del barrio, de aquello que nos hace humanos. Ambos guitarristas hacen coros de voces, si bien el timbre del vocal principal le pone el sello de identidad juvenil a la música.

    Axel Vindenes, vocalista de Kakkmaddafakka. Foto por Armando Ruiz.

    Termina Kakkmaddafakka y tras un segundo de silencio truena una guitarra eléctrica en el escenario Tecate. Hay un éxtasis inexplicable en el aire. Por todos lados la gente comienza a correr hacia el inicio del show de Allison, una banda de power pop muy representativa de la escena alternativa de los dos miles. En menos de dos minutos la multitud millennial se ha trasladado para revivir los sonidos de su juventud. “Quiero ver sus palmas arriba”, ordena con notable autoridad Erick Canales, vocalista de la agrupación, y de inmediato se alzan las manos hacia el cielo.

    Nunca he sido fan de Allison. En su momento solo escuché “Frágil” y “Baby please” por MTV. Sin embargo, la potencia que transmite su música en este presente se gana mi respeto. La distorsión pesada de las guitarras, el doble pedal, los gritos furiosos en el rencor de una generación con muchas frustraciones.

    Erick Canales, vocalista y guitarrista de Allison. Foto por Armando Ruiz

    “Vamos a tocar una rola para que se acuerden dónde estaban hace 13 años”, comenta el ídolo antes de iniciar la melodía de “Aquí”. A estas alturas ya hay chicas arriba de los hombros de sus parejas para ver a los músicos desde las alturas, extasiadas por las canciones, el calor, el tacto a través del sonido.

    “Quiero verlos brincando al ritmo de esta rola”, invoca el mago en el escenario, antes de que cientos comiencen a saltar y entregarse al frenesí. Los músicos headbangean moviendo sus melenas como lo haría un metalero, crean una erupción en el escenario y también debajo, donde ha iniciado un slam que irradia el poder de la música, generando tal conexión con el público que Erik decide bajar del escenario con micrófono en mano y entregarse a sus seguidores.

    Erik Canales, vocalista y guitarrista de Allison. Foto por Iván Gutiérrez

    4:30PM, 1ER BREAK Y ENTREVISTAS CON LOS ÍDOLOS
    De vuelta al área de prensa a recargar pilas mientras toca Dorian, una banda de indie pop española de la que nunca había escuchado hablar (y a la que sinceramente no me interesa conocer). Frente a los medios transcurre una rueda de prensa con Coco Cecé (de las artistas que inauguraron las primeras horas del festival), mientras los de la estación de Exa conquistan a los colegas entregando paletas de hielo color naranja; tienen buen marketing los hijos de la chingada. Coco nos cuenta entonces como, siendo mujer en la industria musical, el mayor reto al que se ha enfrentado es a no dejarse intimidar por la gente oportunista, entiéndase managers que amenazan con cerrarle puertas si no “coopera” y les da algo más que su música.

    Cinco minutos y es el turno de preguntas para Allison, quienes recién terminaron de reventar el escenario tras una pausa de tres años fuera de los reflectores. “A la gente le gusta conectar con la nostalgia; teníamos años sin un show como éste. Somos una banda que inició muy joven… a los 21 años ya estábamos de gira por Latinoamérica… después de tantos años necesitábamos un tiempo de descanso para recuperar otras áreas de nuestra vida”, responde Erik.

    Coco Cecé. Foto por Armando Ruiz

    Otro de sus compañeros agrega: “Nos encanta tocar en lugares pequeños, pero también en espacios grandes como éste. Pronto viene un nuevo disco de Allison. Le agradecemos a la gente por apoyar a las bandas emergentes, a los medios por hacer posible que siga creciendo la escena y a los músicos independientes por seguir creando con mucha sinceridad”.

    Dan las cinco de la tarde y al fondo comienzan a tocar Los Aterciopelados, banda colombiana de la que me parece sólo he escuchado Bolero Falaz y Maligno (¿ups?). Decido esperar para la rueda de prensa con Enjambre, programada para las cinco de la tarde. Los efectos del sándwich matutino han disminuido, por lo que llega la hora de chingarse algo más poderoso: un buen baguette.

    ndrea Echeverri, vocalista de Los Aterciopelados. Foto por Armando Ruiz

    Se escucha un tributo a “He venido a pedirte perdón”, de Juan Gabriel, mientras los cinco músicos que conforman el “avispero” pasan al área de prensa. Las preguntas de los reporteros son en su mayoría bastante genéricas: “¿Cómo ha sido su experiencia al irse posicionando en la escena?”, “¿Qué les viene a la mente cuando escuchan Tijuana?” (pregunta que el chico Toño hará a cada banda entrevistada), “¿De dónde les viene la inspiración?”.

    Los músicos platican sobre un álbum en puerta que no logran definir en concepto, pues según dicen, “cada canción es diferente en lírica y con un mensaje de lo cotidiano […] A veces lo que falta es tiempo para sacar música, entre las giras y los ensayos…”. Me da la impresión de que las relaciones entre los músicos no se encuentran del todo bien.

    Enjambre. Foto por Iván Gutiérrez

    Termina la entrevista y la coordinadora pregunta “¿Nos podrían dar unas fotografías?”, a lo que Luis Humberto responde “Traigo como tres”, desatando risas entre los medios. Tras algunos disparos me acerco al buen Humberto para disipar una duda genérica que pensaba hace algunos minutos.
    —¿Por qué se llaman Enjambre?
    —Cuando iniciamos a tocar, el nombre de la mayoría de los integrantes incluía el apellido de Navejas, entonces era como un montón de abejas volando: un Enjambre en el garaje.

    5:30PM, LOS CAFRES… ENTRE LA CONFUSIÓN
    El último rayo de luz se esconde tras las ramas. El clima está por cambiar, el día por despedirse, la noche por llegar, la música por morir y volver a renacer. Jóvenes de look alternativo se toman fotos en la estructura en medio de ambos escenarios. Los observo y asoman las paradojas de la identidad posmoderna: ¿en nuestro afán por distinguirnos desde la trinchera alternativa, llegamos a ser otra moda más para el consumo infinito? ¿La ola contracultural que en su momento naciera de una “alternativa” musical se ha mezclado con el establishment, como ocurre con todo lo que toca el capitalismo? Así pareciera ser… pero la música es lo que nos mantiene vivos, lo que nos da forma y contenido, lo que nos ayuda a sentir… ¿cómo resistirse a ella? ¿Cómo no ser cómplice?

    Suben Los Cafres al escenario Viva Aerobús y en menos de cinco minutos estoy rodeado por metros de cuerpos y cannabis. “Me han tendido una emboscada”, pienso con buen humor. Alrededor se elevan las mordidas a decenas de emparedados junto con los arrullos de reggae que mecen al cuerpo como una marea, transmitiendo ese confort que sólo la playa puede crear; no ha terminado la primera canción cuando me pasan un sándwich ensamblado con Dead Head OG, al que le pego un buen mordisco.

    Guillermo Bonetto, vocalista de Los Cafres. Foto por Armando Ruiz

    Al principio la sensación de estar encerrado por la multitud es relajada y da buena vibra, pero de repente la náusea me invade y todo se siente como un laberinto opresivo. “¡Estoy rodeado por ovejas!”, pienso mientras la oscuridad se apodera de la atmósfera y todo se llena de jóvenes disfrazados con el mismo atuendo, la misma camiseta polo blanca que te entregan en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) cuando recién inicias tus estudios superiores y tienes que escuchar los discursos demagógicos de las autoridades, portando el vestuario por excelencia para no decir nada, para no exigir nada, para aplaudir sin dejar de guardar silencio como todo buen borrego cimarrón, porque solo en este tipo de espacios alternativos está permitido gritar. “¡Eres parte del rebaño!”, afirma la voz siniestra del rector mientras mi cabeza es suplantada por la de una oveja y luego aplastada por un puño.

    Regreso al concierto, pero los temblores no se disipan. El vacío que siento desde hace algunos días en el centro del estómago se hace más profundo. Sigo sin saber su origen, pero sospecho algunas causas existenciales; la aglomeración no ayuda a disipar la incertidumbre, sino que provoca mayor confusión.

    Salgo desorientado de la masa y decido pasear un rato por el parque tratando de evitar que persista el ataque de ansiedad. Los anuncios neón brillan en la penumbra invitándome a consumirlo todo: el mundo entero para mi consumo. En su mayoría los asistentes hablan un idioma que no entiendo. Algunos se ven como animales antropomorfos a lo BoJack Horseman. Una luz me llama. Es un puesto de cerveza. Me acerco y como puedo compro una, y ya más seguro de donde estoy me dirijo al costado izquierdo del escenario Tecate, donde fumo un cigarro mientras aprecio el carnaval exótico que desfila en esta frontera de la realidad.

    6:30PM, EL TÚNEL MELANCÓLICO DEL AVISPERO


    Enjambre arriba al escenario Tecate frente a un público que ha saturado el espacio desde hace media hora. Los músicos están listos para darnos (casi) lo mejor de su repertorio, iniciando con la historia de “Nueve años” que pasan volando, “y estos nueve volaron también…”. Siento como la música me absorbe a la par que la melancolía fluye por mis venas, una sensación que disipa todo lo demás; comienzo a cantar con la consciencia de que muero con el presente: “Seguramente de estos nueve años te vas a olvidar… Pero no te olvides que aquí estaré siempre cuando me llegues a odiar…. Voy a procurar los siguientes nueve años pasarla algo mal… Para prolongarlos antes que te lleve lejos de mí… tu andar”.

    El paso del tiempo… siempre tan irrefrenable. Volteo al pasado, más allá de una década, y miro cuando recién conocí a Enjambre, siendo un adolescente que pensaba que su romance duraría para siempre. Por aquellos años se abrían paso en mi discman y mi iPod bandas como The Strokes, Franz Ferdinand, Porter, Arctic Monkeys, Interpol, The Killers, Tame Impala… y fue en medio de todas ellas que apareció el Daltónico, un álbum ideal para dedicarse, todo un set de canciones auténticas que dejarían su huella en miles de aficionados a la nueva ola mexicana de música indie-alternativa. Claro que nunca compré el disco, ¿para qué hacerlo, si tenía Internet?

    Javier Mejía, guitarrista de Enjambre. Foto por Iván Gutiérrez

    El avispero prosigue con dos clásicos: “Enemigo” y después “Manía Cardiaca”. Las luces destellan oscilando entre vibras moradas, naranjas y lilas. La multitud canta y se mece al ritmo de esa balada rockera que en sus moléculas lleva tatuada la herencia de Los Ángeles Negros. “Corazón te vi ya no me engaaaaañas”, grita la raza con explícita identificación; algunos transmiten en vivo el concierto a través de Instagram, otros más envían pedazos de la canción a alguien.

    Pienso entonces que de no haber sido por programas legendarios para descargar música (Ares, Napster, Limewire, Megaupload y muchos otros) quizás el festival de hoy nunca hubiera existido. Hay que recordar que el Internet jugó un papel fundamental en la difusión y masificación de muchas de estas propuestas, al permitir que tanto bandas como aficionados dejaran de depender de los medios de comunicación masivos convencionales (MTV) para vincularse: artistas y audiencias tenían por fin un canal independiente para reconocerse sin la mediación de las grandes corporaciones. Claro que al principio las industrias de la música y el entretenimiento se opusieron, pues sus ganancias millonarias se veían mermadas, pero la revolución había iniciado y ni la caída de las torres gemelas ni las demandas de Britney Spears la iban a detener. La música había entrado a una nueva época sí o sí, tanto en la creación como en el consumo: la era digital.

    Humberto Navajes. Foto por Armando Ruiz

    Humberto hace lo suyo y se mueve con el porte galante que lo caracteriza: baila, nos seduce, nos hace sentir que, aunque todo ya pasó, valió la pena cada maldito momento, cada pena y sufrimiento. Inicia el recordatorio de que “Somos Ajenos” y la sangre empieza a hervir con el fuego perfecto que surge de una buena receta musical: “Mientras unos caen, otros se levantan. Mientras unos atraen, otros espantan. A todos nos va a devorar esta tierra ya herida, de nuestra visita tan corta es la única salida…”.

    Estalla de inmediato la “Dulce Soledad”. Los miles cantan a todo pulmón ese lamento que se ha convertido en un himno de los corazones desgarrados, el consuelo que trae la tristeza de los domingos. El trance se apodera de mi percepción y me siento fuera de todo: canto con profunda gloria el mismo poema que los demás a mi alrededor, en cuya pena me siento cómodo percibiéndome como un igual. A partir de este momento no recuerdo muchos detalles de la presentación. Sé que la viví como quise.

    “Alguien me ha dicho que el tiempo vuela cuando uno la pasa bien”


    Enjambre. Foto por Armando Ruiz.

    7:45PM, MUNCHIES “BREAK”
    Morat, banda de pop latino originaria de Colombia, lleva unos minutos compartiendo sus canciones en el escenario Viva Aerobús. En el área de medios es hora de la “cena”: una bolsa de papel café con una tortita de jamón, una manzana y unas papitas en su interior; también dan refrescos de la marca Pepsi. Hay que mantener los carbohidratos fluyendo para terminar el resto de la jornada, y estos bastardos lo saben muy bien.
    Sentados sobre pequeños bancos de colores —los mismos desde los que hemos entrevistado a los músicos— recibimos con alegría nuestra “bolsita de dulces” mientras dejamos cargando nuestros equipos de trabajo (pilas de cámaras réflex y estabilizadores, celulares, entre otros artefactos). Algunos reciben en automático su bolsita y mantienen toda su atención en la laptop tratando de mandar o publicar los archivos que acaban de producir.

    Así es esto: para la mayoría de los colegas la palabra descanso rara vez forma parte del vocabulario. Sería más apropiado describir la experiencia periodística del “descanso” con el término traducido al inglés, break, que en una de sus acepciones significa romper, quebrarse, porque eso es lo que recibimos tras el burnout que demanda el oficio, un oficio en el que te rompes el lomo, te partes la madre, te metes una chinga my friend, y la noticia tiene que seguir porque así lo demanda la audiencia, los anunciantes, la compañía, la fábrica de información. Aquí descansar es una utopía que llegará cuando estés en la tumba.

    8:30PM, LA FOLLACIÓN BABASÓNICA
    Babasónicos está en lo alto. Al fondo, oculto bajo las sombras, Jesús engendrado en Adrián «Dárgelos» Rodríguez empieza a cantar desde las profundidades con su coqueta y argentina voz. Se encienden las luces y vibran los colores rojizos mientras se inaugura la seducción con “Vampi”, que dice algo así: “cada dolor tiene un nombre, y yo quiero conocer el tuyo…”.

    Adrián «Dárgelos» Rodríguez, vocalista de Babasónicos. Foto por Iván Gutiérrez

    El concierto me transporta a mi adolescencia, cuando escuché por primera vez algunas de las canciones de estos pibes. Atravesaba una etapa rockero-metalera en mi formación musical, y por supuesto la etiqueta “marica” era la ideal para los babas. Tiempo después, ya en la universidad y habiendo dejado atrás muchos prejuicios, el reencuentro pareció darse por sí solo: sus letras y melodías expresaban todos aquellas tragedias y dramas alrededor de cualquier romance ridículo que se me atravesaba. Descubrí entonces que estos músicos argentinos eran especialistas en sacar a flote las pasiones en toda su amplitud.

    La psicodelia fluye desde el escenario. Las chicas bailan y brincan sobre la cama que destiende Dárgelos: “Algunas noches, soy fácil, uooo uooo ¡no acato límites!”. Esta propuesta de rock argentino es una invitación para dejar correr el corazón y entrar a la pista de baile en medio de una ciudad que eyacula sin límites.

    Foto por Armando Ruiz.

    Recibimos “El Colmo”, una leyenda que todos los seguidores de los Babas se han tatuado en el corazón: “quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa… quien soy…”. Y siguiendo el inicio de su disco en vivo, Desde Adentro, interpretan Irresponsables, transcribiendo esa historia de cómo “poco a poco… fuimos volviéndonos locos…”.

    En el centro del concierto hay una orgía simbólica, un paraíso de perfumes, fragancias, labios y aromas que se conectan gracias a la música. La música de Babasónicos tiene una gran carga erótica, parece decir “folla, folla como si no hubiera mañana, como si sólo existiéramos hoy, en este instante, en este momento, y después no más, ya nunca más…”. Es el #YOLO transformado en ninfomanía. “La pregunta es…”

    9:40PM, LA PALABRA AUTÉNTICA Y DECADENTE
    De regreso a la sala de medios, ahora para entrevistar a los Auténticos Decadentes. Al fondo suena la música de Neighborhood. La atmósfera en el área de medios es extraña, quizás porque no reconozco a ningún colega, o porque el cansancio comienza a ganar terreno. Ser reportero suele ser agotador. Aparte del extenuante ritmo de trabajo, en muchas ocasiones hay que aguantar situaciones degradantes para hacer tu chamba, como ahora, que por algún motivo el lugar huele ligeramente a heces; parece que alguien dejó la puerta de un baño tapado abierta…

    Entran los Auténticos al lugar. Recuerdo que la última vez que los vi en carne y hueso fue en el 2014, en el teatro de Buenos Aires, cuando celebraban sus 28 años. Ahora la mayoría viene de negro. Solo las rastas de Gastón “Francés” Bernardo van acompañadas de un pants de colores animados y una camiseta de la selección mexicana. Inicia el interrogatorio y los músicos responden tal y cual pregunta. Comparten que aquí en Tijuana fue su primera presentación fuera de Argentina, y agregan que recién visitaron a los amigos de Tijuana No. Hablan además de estar emocionados por tocar por primera vez en un festival tan grande en este punto de la frontera.

    Suelto una pregunta que tenía medianamente preparada: “¿Creen que, en estos momentos de tensión sociopolítica en toda Latinoamérica, la música puede ser un puente que conecte pueblos y traspase fronteras?”. Varios de los músicos muestran una actitud afirmativa, como que es una pregunta sobre la que tienen algo que decir. Gustavo Parisi, vocalista principal, toma la palabra:

    “Yo creo que sí. Los artistas vamos reflejando la actualidad, tratando de que las cosas vayan para mejor, mostrando un apoyo en las diferentes situaciones. Creo que podemos apoyar con nuestra música. Estamos por tocar en Chile dentro de poco, donde las cosas no están muy bien. Nosotros lo pasamos mágico con nuestro MTV Unplugged en Chile, que nuestro primer sencillo de corta difusión tiene un estribillo que dice Amor a los gritos, con Mon Laferte, y además en ritmo de cumbia. Me parece que el hecho de que esté sonando fuerte en Latinoamérica tiene mucho que ver con lo que decís, no directamente con los kilombos, sino con algo que nos une, que es la cumbia y el estar cantando amor a los cuatro vientos: esa es nuestra forma de transmitir amor y tranquilidad a todo Latinoamérica.

    “Por ahí la gente se siente más identificada con el arte y con los músicos que con los políticos… lamentablemente los más sacudidos siempre somos Latinoamérica, y bueno, esto es de México hasta Argentina, por eso estamos unidos siempre, esperando algo mejor algún día, pero cuando hay revueltas hay revueltas; no estamos de acuerdo con la violencia, pero también hay que expresarse. Chile viene de regímenes militares, por eso los estudiantes se ponen fuertes, y lo mismo debe pasar en la Argentina, y en cada país va sucediendo; si pasa en un país sucede en otro”.

    Foto por Iván Gutiérrez

    La siguiente pregunta, elaborada por el Toño, gira en torno a cómo han percibido durante tantas décadas la transformación de los géneros musicales:

    “Nosotros estamos muy contentos porque vemos que hay nuevos movimientos, por ejemplo, el trap, que viene de un movimiento urbano, ahora en Argentina está muy fuerte. Nosotros sabemos tocar con bandas mainstream y bandas emergentes, porque a música tiene que seguir. De los chicos que nos vienen a ver es una cosa hermosa. Creo que una gran diferencia entre épocas es que los pibes son recontra piolas. Nosotros en nuestra época, en los 80s, o era cumbia, o era rock, y así, y no convivían los diferentes géneros ni las diferentes bandas en los festivales. Eso es algo que cambió la gente joven, que se aquí en este concierto. Ahora se puede convivir en diferentes escenarios con diferentes generaciones. La música cambia todo el tiempo, los géneros que están establecidos son mezclas de sonidos que se escuchaban antes: todo se revoluciona y cambia, a la vez que permanece”.

    Los Auténticos se despiden, mientras sus últimos comentarios hacen eco en mis intentos por entender lo alternativo.

    10:25PM, HACER EL AMOR BAILANDO
    Estoy en medio de la gente esperando a que salga Café Tacvba. La idea es disfrutar el baile entre la multitud, con quien ya me he reconciliado. La hora se acerca, y con ello las personas comienzan a mecerse hacia el escenario como algas en el puerto, moviéndose lento, como de forma encubierta pero segura. Ya saben lo que se avecina, y como no van a saberlo, si miles de ellos llevan más de 28 años escuchando a esta banda de rock alternativo mexicano.

    Mientras espero vuelvo a reflexionar sobre el sentido que puede tener el término “alternativo” en la música de ahora. Desde un inicio es complicado definir qué es música alternativa, si bien la mayoría coincide en que, más allá del estilo musical (que puede ser muy variado), las propuestas musicales alternativas se diferencian por tener un matiz que se aleja de la música comercial, y es contraria a los estilos comunes y populares, apegándose más a lo underground y lo independiente.

    Si volteamos a ver los 80s y 90s, cuando mis padres todavía rebosaban juventud, aún hacía sentido hablar de propuestas alternativas como sinónimo de música anti-establishment. En aquellos años, cuando el muro de Berlín caía, la globalización y el Internet se expandían y la posmodernidad comenzaba a agudizar las contradicciones identitarias, el grito de bandas alterlatinas como Los Fabulosos Cadillacs, La Maldita Vecindad y Café Tacvba era tremendo, no sólo por atreverse a mezclar géneros antes irreconciliables —por ejemplo, rock con música autóctona latinoamericana y otros estilos como el reggae, el ska, el funk o el punk—, sino por ponerle una voz al derrumbe de estructuras e instituciones socioculturales consideradas intocables.

    Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba. Foto por Iván Gutiérrez

    Un susurro atraviesa el aire junto con el eco de un piano, listo para lanzar una ráfaga de versos: “Así estoy mejor, ese sin renombre. Sólo soy este hombre, que se espera a que empiece la función… para ser alguien más que yo… sin nada que perder… un día lo perdí todo y lo recuperé… Podría volver a hacerlo… Una y otra vez… Con tal de seguir siendo… Con tal de seguir siendo…”.

    Rubén empieza el ritual y siento una especie de reencuentro con música que viaja por mi ADN, sonidos que alguna vez fueron significativos para mi presente, un presente que ahora resurge y se apodera del ahora. La energía es de fiesta, de alegría que flota al adentrarse por las células: “Para poder llegar… para llegar a tus oídos…”. Café Tacvba siempre ha sabido cómo tumbar las barreras del ego y apoderarse de las almas para obligarlas a brincar, gritar, conectar, gozar: ser.

    En el escenario el chamán vuela, se instala en tu yo más profundo apoderándose de tus sentidos: “Para poder llegar… para llegar hasta tu tacto…”. El hombre-símbolo parece encarnar a un brujo mexicano; porta un vestido guinda que parece un kimono, demostrando nuevamente ser un especialista en combinar culturas.

    Las luces moradas, verdes y blancas hacen temblar el lugar mientras una melódica pone la sazón de las notas inconfundibles de “Labios Jaguar”: “yo tenía una novia… muy refinada… de buenos modales… y afrancesada”. El tiempo en el ritmo y lo híbrido de la canción resulta increíble, los géneros saltan del ska al jazz, pasando por el folclor, la cumbia y el rock-punk. La fiesta se desata en un sueño infinito que no tiene principio ni final.

    Café Tacvba es una banda histórica dentro del alterlatino, en el sentido de que se han distinguido por hacer híbridos musicales virtuosos, teniendo el talento para mezclar una guitarra acústica limpia que rasga como huapango con un bajeo tronador, para luego introducir un piano limpio en acordes que llegan hasta las memorias de la infancia. Y luego está Rubén, ese personaje que parece sacado de una caricatura animada, ese hombre águila que a pesar de todas las adversidades y heridas sigue sobrevolando hacia lo desconocido con una voz que transmite una mexicanidad inconfudible: “Pachucos, cholos y chundos, chichifos y malafachas, acá los chómpiras rifan, y bailan tíbiri tábara…”

    Quince mil personas están aquí y ahora cruzando sus historias e identidades a través de la música, poniéndole pausa al mundo y a sí mismos para dejar sólo espacio al sonido alternativo. A la rola de Jaime López le sigue un “culeeeero” a la clase política mexicana, junto con una crítica como la siguiente: “¡Que se jodan los empresarios y los políticos que les encanta chingarse todo, estamos hartos y por eso que chinguen a su madre!”.

    Foto por Armando Ruiz

    Truena la “Chica Banda”, el baile irresistible para todo mexicano sin importar raza, clase ni frontera. Mientras bailo una amiga se aproxima para compartir una declaración que parece una metáfora de cierta circunstancia socio-política en Baja California: “Es más fácil encontrar drogas que agua en el Tecate Península”.

    Llega el turno de esa canción corta venas que no a pocos transporta a otra época. “Eres… lo que más quiero en este mundo, eso eres…”, comienza el lamento expresado a mil voces. Todos nos ponemos de acuerdo con este sentimiento, y nos dejamos llevar por él, nos entregamos a la canción. Porque esa es la decisión: ¿qué tanto dejarse poseer? ¿qué tanto sentir? ¿qué tanto sufrir? ¿qué tanto gozar? ¿qué tanto recordar? Hoy hemos viajado hasta acá para traer al presente los días de otra vida, días fundidos en mensajes que, como nos demuestran los músicos en el escenario, siguen más vigentes que nunca.

    “¿Saben hacer el amor cantando?”, nos reta Rubén, antes de iniciar a tararear un canto al amor: “papa papa eou ueo…” A mi derecha uno de los chicos fresas del camión que venían a ver Ed Maverick baila como si acabara de nacer, y es que en realidad lo acaba de hacer. El amor, como la música, trasciende, atraviesa: recrea. “El amor… es bailar”.

    Foto por Armando Ruiz

    11:30PM, ¿DECADENCIA? CINCO PARA LLEVAR, POR FAVOR

    Escenario Viva Aerobus. Auténticos a escena. “Somos como somos, ¡decadentes!”, anuncian los argentinos antes de iniciar el temblor carnavalesco. La energía de esta banda sudamericana es de respeto, son de esos músicos que sobreviven el tiempo. Quien más parece reflejar este espíritu de euforia es Gastón “Francés” Bernardou, quien abraza a México adentro de sus ojos entrecerrados mientras baila, baila, baila.

    Gastón “Francés” Bernardou, percusionista de los Auténticos Decadentes. Foto por Armando Ruiz

    “Yo no soy tu prisionero y no tengo alma de robot”, cantamos con decadencia a las ilusiones que nos creamos. Es uno de esos momentos en que la cumbia se apodera de las caderas y las parejas comienzan a dar vueltas; por donde uno voltee se observa a los “padres de familia” (fans pertenecientes a la generación X) recordando sus buenos tiempos, cuando podían bailar y beber toda la noche sin que los músculos dolieran ni la cruda fuera el mismísimo infierno. “En ese entonces sí había buena música”, ha de pensar más de una estas almas alterlatinas y decadentes. O quizás no, quizás vinieron hoy porque también les gusta Enjambre y Allison.

    El siguiente éxito en el repertorio de los bonaerenses pone un ritmo que se entrega nuevamente a los encantos “femeninos”, aunque según se dice, el encanto era más varonil que otra cosa: “Vení Raquel, vení con los muchachos, Vení Raquel, te vas a divertir”. La canción me trae recuerdos de otro tiempo y otro país, y como toda escena del pasado viene cargada y embellecida por la nostalgia. Me pregunto a continuación por qué será tan placentero dejarse abrazar por el pasado, dejarse engañar por el cliché de que “antes todo fue mejor”. Semanas después encontraré la respuesta: por la certidumbre que ofrece aquello que ya pasó, un refugio de confort ante lo impredecible del futuro. Por eso seguimos escuchando la misma música, buscando la misma alternativa en ese sonido que ha persistido y sobrevivido por más 30 años.

    Gustavo Parisi, vocalista principal de los Auténticos Decadentes. Foto por Armando Ruiz

    La marea de gritos recorre al público cuando inician las inconfundibles guitarras de “Un osito de peluche de Taiwán”, arrullo que encierra en su letra esa fuerza de la música que evoluciona sin perder su base, siempre dispuesta a plasmar el amor en toda su contradicción. “Que te alejes por un tiempo y me dejes en paz…”.

    El tiempo y el espacio se parte en dos y del centro de la tierra aparece un músico de otro planeta, alguien que ya nos ha hipnotizado esta noche pero que no está dispuesto a irse sin antes combinar su voz con una de las bandas favoritas de La Argentina. Rubén Albarrán regresa a escena con una sonrisa gigante, listo para compartir la poesía de una canción que dice “a mí me volvió loco tu forma de ser, a mí me volvió loco tu forma de ser…”. La coalición entre Rubén y Gustavo “Cucho” representa la magia de la convergencia (precisamente un aspecto medular del rock alterlatino), el clímax que se puede crear cuando dos cometas de diferentes universos deciden colisionar y destruirse una a la otra en un acto tan bello como decadente.


    1AM, LENGUAJE UNIVERSAL PARA DECIR GOOD BYE
    El cuerpo no puede más, pero la voluntad y la música permiten mantenerse de pie. Por todas partes se ven ya los restos del festival: vasos vacíos tirados creando una nueva capa de polvo, morros en la tierra recargados contra los árboles, jóvenes mareadas tratando de seguir el baile, hombres cansados y casados esperando a que sus esposas quieran volver a casa, ¡todo un popurrí transgeneracional del agotamiento post-concierto!

    Tokyo Ska Paradise Orchestra. Foto por Armando Ruiz

    La locura japonesa de Tokyo Ska Paradise Orchestra se ha apoderado del escenario Tecate. El 99% de los asistentes no comprende lo que cantan, pero la música alternativa se habla igual en Tijuana como en Osaka, pues su creación es legión, fraternidad global-transplanetaria, fin y principio, excusa y destino, ayer y mañana. Así lo demuestran las decenas de orientales al interpretar sus canciones valiéndose de géneros tan diversos como el ska, el jazz, el reggae, y, por supuesto, el rock, en una potencia musical tan poderosa como auténtica.

    Foto por Iván Gutiérrez

    En el texto “En fin, ¿cuál es la música alternativa?”, un escritor de nombre Roberto Reyes menciona que “a la música comercial (dominante en el mundo de hoy) se opone la llamada «música alternativa», que no se trata de un género musical, sino más bien de una actitud al asumir la creación. Y esta actitud, inevitablemente, se refleja en la obra […] De ahí que en el universo de la «música alternativa» las piezas musicales se perciben auténticas. No importa que pertenezcan a géneros tan disímiles como el rap, la rumba, la trova o el rock. Siempre se distingue una actitud inequívocamente honesta por parte del creador”.

    Pienso entonces que la búsqueda que ha guiado mi curiosidad en esta odisea musical está lejos de ser respondida, y, por el contrario, ahora tengo más dudas que respuestas, y, sobre todo, tengo más música, más alternativas, más vías para seguir explorando este camino incierto y contradictorio que tanto a la Generación X como a la Generación Millennial nos ha tocado atravesar, esa vorágine posmoderna e indomable llamada Siglo XXI.

    Las notas perfectas de un piano viajan por miles de oídos y se adhieren a mi piel, a mi historia, y floto, me elevo, estoy flotando arriba de todo el Parque Morelos, al interior de cada sonido, alcoholizado por el dinamismo que la disciplina japonesa permite alcanzar cuando se funde con la diversidad musical. La aventura del ska-jazz rompe el cielo y me absorbe, me invade hasta que desaparezco en límites que no entiendo ni mi interesa entender. Todo es fin, todo es fiesta, todo es energía.

    De repente ya no estoy aquí.