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  • Noches de Aquelarre en el Euro

    Noches de Aquelarre en el Euro

    Redacción por Iván Gutiérrez

    Entrar al Euro siempre representa un trance porque implica pasar del escenario urbano cotidiano a uno de los pocos espacios contraculturales en el centro de Ensenada. Al internarse en este bar uno se encuentra de inmediato con una bola disco en el techo, luces verdosas disparando sobre la superficie del cuerpo, paredes vestidas con cuadros psicodélicos y figuras estrafalarias, espejos con calcas de creadores locales, maniquís arropados con lamentos, murales espaciales, muñecos de bebé colgados del techo y por supuesto, una piñata de Bob Esponja.

    “Gracias, esto fue navegante”, comparte de una de las vocalistas del grupo Palomazo Cósmico, banda local de estilo chamánico que esta noche da arranque al “Aquelarre”. Entre caras pintadas, una ofrenda con flores de cempasúchil e instrumentos acústicos, el cuarteto de vibras siderales canta sobre el devenir de la vida; el camino es el destino, recuerdan.

    LAS HERRAMIENTAS SONORAS DE LA AGRUPACIÓN INCLUYEN UN JEMBÉ, UN DERBAKE, UNA FLAUTA TRANSVERSAL, UN DIDGERIDOO, PERCUSIONES DE MANO, UNA ARMÓNICA, GUITARRAS Y UNA ARMONÍA DE VOCES QUE TE TRANSPORTAN A ESE LUGAR DE LIBERTAD QUE REPRESENTAN EL MAR Y LA ARENA.

    Nacido en diciembre de 2014, Palomazo Cósmico brota con Timna Baltdonano y Mar Leal en una playa con una guitarra, amistad y muchas ocurrencias repentinas, espontáneas y divertidas; posteriormente se incorporan Gabriela Bastidas (percusiones) y Carlos Argaez (instrumentos de viento). El género del conjunto es difícil de definir, pues incorporan voces bluseras, percusiones africanas, a rato rimas del barrio y letras con gigs a Pink Floyd y flores azules en el cielo. De igual manera los sonidos del grupo suelen fluir y cambiar con cada canción, mismas que siempre nacen de la improvisación y la intensidad de las emociones. Eso sí, la combinación de las voces de Mar y Timna son la pócima perfecta para cerrar el embrujo.

    Gabriela Bastidas, Tima Baltodano y Mar Leal. Foto: Josué Domínguez

    Esta noche los símbolos que conjuga el grupo hacen de la presentación un show que trasciende la música para crear una atmósfera mística de locura y lluvia. Al igual que las otras dos bandas que tocan esta noche, la aspiración de Palomazo Cósmico es viajar y conocer los diversos estados de la república mexicana, sueño que buscan alcanzar a través de su música plasmada en “Introspección para la transformación”, primer disco del grupo, y “El árbol de los deseos”, segunda entrega que ya está en el horno.

    “Introspección para la transformación”, primer disco del grupo

    El grupo concluye su presentación de esta noche con un ritual caótico, un elogio a la locura, un frenesí explosivo de poesía parida por Timna. Con máscara cubriendo el rostro, la identidad, el yo, la posesión de la artista es extraordinaria: el trance se expande y el manicomio abre sus puertas para invitarnos a pasar.

    ***

    Los músicos de Adeumazel terminan de montar sus instrumentos y se preparan para cabalgar por el jazz fusión experimental. La raza comparte historias, choca las chelas, rola un tabaco: cotorrea mientras al fondo suenan unas rolitas de King Crimson.

    El trío tijuanense inicia la fiesta con un ritmo de jazz fusión sabrosón, obligando a los mortales presentes a derramar la movilidad y ponerse a bailar en la frontera de lo real. El olor a salvia llena la estancia; las vibras negativas están prohibidas esta noche.

    Con Lisa Jay en la batería, Eunice Paz en el bajo y Adrián Campay en la guitarra, Adeumazel inicia su trayectoria musical en el 2010 tras la unión sentimental entre Eunice y Adrián: “Empezamos a tocar juntos y muchas ideas comenzar a fluir, mucha inspiración, mucho amor, me gusta decir que tuvimos un vómito de ideas, ¡salió un chingo en muy poco tiempo!”comenta en entrevista Adrián con harto ánimo. “Comenzamos a tocar los dos más un iPod, por eso le pusimos Ad (Adrián) eu (Eunice) Mazel (“más el” iPod), luego se integró Elizabeth y quedó perfecto el ´mazel´, la sincronía se dio”.

    Adrián Campay. Foto: Adrián Macías

    Con su sombrero adornado por una flor de cempasúchil, Adrián Campay alza el vuelo jammeando por las luces de su universo personal, deslizando magia por los ritmos del blues y jazz que los músicos de esta noche extraen del más allá.

    “DOS TERCERAS PARTES, DOS, DOS, DOS, EL INFINITO ESTÁ AQUÍ”, PRONUNCIA EL MÚSICO POR EL MICRÓFONO ANTES DE LA SIGUIENTE ROLA QUE EMPIEZA CON SUAVIDAD SEDUCTORA, RECORDANDO AL COMFORT Y MÚSICA PARA VOLAR.

    Teniendo entre sus influencias el jazz, el rock, el progresivo, el hip-hop, el trip-hop, la música psicodélica, el funk, la música de Adeumazel es perfecta para improvisar pensamientos explosivos cuyas direcciones y velocidades son igual de inciertas que las notas del jazz. Una pausa, cambio de ritmo, espera, detente, empieza ahora, no, mejor vete por allá, sube, ¡ahora, salta!

    Lisa Jay (batería) y Eunice Paz (bajo)

    “Confluyendo en lo sagrado con el tabaco, la siguiente rola se llama ´Frajos´”. Imposible seguirle el paso a los malboro y los camel que salen de la batería y las escalas que la bajista explora con la gracia del talento musical.

    “Nos gusta decir que somos un trío de género no-obligatorio, porque nunca nos quedamos en un solo género, hay varias rolas que abarcan muchos y es como un no-conformismo a un solo género”, comparte Adrián a este medio.

    Parece que la demencia es requisito para tocar esta noche; la invocación de paisajes sonoros surreales vuelve innecesario el consumo de drogas psicodélicas: “la danza de la guerra de una tribu africana le dio vida a esta canción”, comparte Adrián antes de dar inicio a la siguiente rola, parte del repertorio de un grupo que crea música con la intención de “tripear” a la bandita que los escucha:

    “NOS GUSTA ROMPER ESQUEMAS, PORQUE LA VIDA NO ES MONÓTONA COMO UNA CANCIÓN POP, ES MÁS BIEN UN CONSTANTE CAMBIO: YA QUE AGARRASTE LA ONDA Y TE METISTE EN EL GROOVE, LA VIDA TE SOPETEA Y CAMBIA EL GROOVE, ES LO QUE DECIMOS Y SENTIMOS CON NUESTRA MÚSICA; UN REFLEJO MÁS VERÍDICO DE LA REALIDAD”.

    Tras la publicación de su primer disco de nombre homónimo en el 2015, la banda emprendió una gira por la Ciudad de México, San Cristóbal de las Casas y Guatemala, recorriendo espacios en la capital del país como Capitán Gallo (“no comas LSD y vayas a ese lugar”) y el Museo de la Ciudad, así como El Paliacate y el Café Revolución en lo alto de la sierra chiapaneca. Hoy tocan sus delirios en el Eurobar de Ensenada.

    “Ya son las siete, siete de la tarde, son las siete de la tarde”. Figuras de agua, balance de la angustia, adiós al montón cuadraturas que la escuela de música te obliga a aprender antes de poder romperlas, triturarlas, remodelarlas en símbolos antes separados, dispersos, olvidados. Los solos de la guitarra de Adrián son energía pura: junto con la armonía de Eunice y Eliza el grupo crea esa sensación placentera que se respira cuando se goza una auténtica experiencia estética. Su música va esculpiendo las capas de una sinfonía de humo y aire; es el jazz llenando las venas de la aventura de estar vivo.

    TAMBORILEA LA BAJISTA SUS DEDOS AL LADO DE LAS CLAVIJAS DE SU INSTRUMENTO MIENTRAS EL GUITARRISTA ARMA UNA ESCALA PROGRESIVA QUE DE INMEDIATO ES ASALTADA POR LOS TAROLAZOS DE LA BATERÍA. EL SABOR DEL JAMM ATRAVIESA SENTIDOS; DESCRIBIR LA MÚSICA DE ADEUMAZEL SE VUELVA UN RETO PARA ESTAS LETRAS. SON FANTASMAS SONOROS: APENAS LOS ESCUCHA UNO HAN DESAPARECIDO Y REAPARECIDO EN OTRA PARTE.

    La baterista juega con sus explosivos como quien domina el arte de los truenos líquidos, derribando paredes de tierra que sólo la maestría técnica permite ejecutar: rompe el viento y acomoda veinte golpes donde solo deberían caber 3; el baile de sus baquetas es hipnotizante, impredecible.

    Con su primer disco de nombre sssss publicado en el ssss, el segundo disco de Adeumazel está por publicarse tras concluir la gira que inician esta noche con Melbeat, y al igual que el resto de músicos de esta velada, comparten el gusto por viajar: “Es genial poder usar la música como un medio para ir a recorrer lugares hermosos que nunca hemos conocido y compartir con la gente nuestras canciones, y luego con las Melbeat que tienen un chingo de trayectoria mejor”.

    La mano derecha de Eunice interpreta una obra de teatro sobre el bajo: se yergue, reposa, salta un par de escalones y pasa por la sesión de fotos sin dejar de moverse por las cuerdas donde habita. En este momento el Eurobar le pertenece al jazz experimental. Concluye la presentación del Adeumazel y las palmas hacen temblar el cuarto oscuro.

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    Lo que se aproxima se antoja espectacular: una interpretación conjunta entre Melbeat y Adeumazel, pero primero hay que acomodar esto por aquí y aquello por allá. Dueto musical conformado por Alma Vargas y Melodie Pichardo en el 2013 durante un viaje por la República Mexicana, la propuesta de Melbeat surge en el seno de las calles de México como un proyecto para subsistir y continuar el tripeo.

    “Tenía el sueño de viajar de mochilazo por la república mexicana”, cuenta Melodie al narrar cómo conoció a Alma, para posteriormente mudarse de Mexicali a Tijuana atraída por la diversidad cultural (y la aceptación de la diversidad sexual) de la ciudad fronteriza.

    “El primer viaje que hicimos juntas fue de 3 meses, en el 2013, llegamos hasta Oaxaca, y luego de regreso. Al principio hacíamos sólo Malabares en los semáforos, había veces que no nos alcanzaba ni para comer, fue entonces que decidimos intentar otra cosa y empezamos a tocar, dándole seguimiento a un proyecto que ya tenía Melodie”, comenta Alma, quien aprendió a tocar instrumentos de percusiones “sobre la marcha”.

    “Anduvimos tocando en las calles de Guadalajara, en restaurantes, tocábamos boleros, algunas canciones de Melodie, en el DF tocábamos en La Condesa”, comenta el duo femenino al recordar su primer viaje.

    Adrián Campay, Eunice Paz y Melodie Pichardo

    Inicia el concierto con una vibra traslucida perfecta para navegar por las curvas de la montaña. “La bóveda celesta, mi cuerpo se extinguió, célula inmortal, suave sonido detrás de mí, el tiempo al pasar se está transformando”. Dos percusiones se conjugan: Alma y Lisa sacan de sus instrumentos un fuego que baila.

    SIENDO CONGRUENTES CON LOS RESULTADOS DE ESCUCHAR JAZZ, BOSSA-NOVA, FOLK, REGGAE, ROCK CLÁSICO, GRUNGE, INDIE Y “DE TODO UN POCO”, LA SEGUNDA PIEZA DEL GRUPO ES UN TRAGO DE BLUES EMBRIAGANTE, MISMO QUE EN ESTA OCASIÓN HA DEJADO DE LADO EL ESTILO “ACUSTIC-BEAT” DE LA BANDA PARA CREAR UN SONIDO NUEVO CON EL APOYO DE ADEUMAZEL.

    Alma Vargas, percusiones en Melbeat. Foto: Josué Domínguez

    La siguiente rola es un clásico de la banda: “Esto se llama Horizonte y va dedicada para las Palomazo Cósmico”, dice Melodie, arrancando el viaje hacia una estación donde las cadenas revientan y el neo-folk regional exhibe su potencial. Algo de la vibra del duo tijuanense me recuerda al proyecto de Perota Chingo, allá por la Argentina.

    Arrancando esta noche su gira por la península bajacaliforniana en “la combi del chombi”, la bitácora viajera de Melbeat incluye recorridos por plazas, festivales, bares, foros, cafés etc de todo México, llegando en el camino a entidades como San Luis Potosí, Guerrero, Guadalajara, Chiapas, Ciudad de México, Michoacán y hasta Guatemala.

    Entre el repertorio del duo que hoy es familia podemos hallar “El viaje” (2014), primer disco de la banda, mientras que “Mi lugar en el espacio” (2016) es el nombre de la segunda compilación, mismo que incluye temas como “Más allá”, “Señales”, “Estelar” y “Horizonte”, canciones que han emanado de las experiencias de sus viajes.

    ESTO ES ESTELAR, CON ESTA ROLITA NOS DESPEDIMOS, ¡GRACIAS POR HABERLE CAÍDO!”. LA BOSSA NOVA IRRUMPE CON UN ARROJO DONDE FLUYEN COMETAS Y LAS ÚLTIMAS HOJAS DEL OTOÑO. LA PISTA LLENA, LOS PIES ALUMBRANDO LAS DIMENSIONES DONDE EL CALOR, LAS PASIONES Y LOS SONIDOS INFINITOS IMBUYEN AL PÚBLICO QUE CIERRA LOS OJOS Y SE DEJA CAER POR LA CASCADA DE MELBEAT, ¡QUÉ VOZ TIENE MELODIE! “…Y LA FELICIDAD NOS EVAPORA…”.

    Tras las ganas del público de seguir disfrutando las horas nocturnas con buena música, la bandita de Tijuana nos regala una última rola: “Dicen que los astros cuentan historias sobre las conexiones con el universo; nosotros somos un eslabón más del cosmos”. Con un jamm atronador concluye una velada llena de buena vibra, cotorreo chido y música regional de calidad. ¡Que sigan fluyendo los sonidos de la Baja California!

  • La potencia infracósmica de Boreal Magma

    La potencia infracósmica de Boreal Magma

    Redacción por Iván Gutiérrez
    Fotos por Paulina Lazcano

    A las 8:15 de la noche del sábado 11 de noviembre, como han hecho desde que iniciaron a tocar juntos hace 7 años, los músicos de Boreal Magma pasan al escenario listos para saturar de rock los oídos del auditorio en el Foro Experimental del Ceart Ensenada, concierto por el lanzamiento de su primer disco.

    Al fondo un video proyecta a un hombre “hecho de crema” que se devora a sí mismo a cucharadas, para luego exhibir escenas de procesiones oscuras, trayectos psicodélicos, paisajes astronómicos, pedazos de la película experimental Begotten, rituales satánicos y fuerzas cósmicas que llevan al Dharma. A la derecha del escenario reposa una ofrenda con velas y flores de cempasúchil: la música está por comenzar.

    Boreal Magma es un proyecto de “stoner-cosmic-heavy-psychodelic-rock” que nace en el 2009 tras el encuentro de los hermanos Romo con Mar Leal, quienes coincidieron en un proyecto de covers a bandas que tenían en común. A finales de 2010 el bajista Ravel se incorpora al grupo y con ello comienza la segunda etapa de la banda, con la composición de sus propias canciones para “recibir sus propios aplausos”.

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    Carlos Romo, guitarrista de Boreal Magma

    Con la formación de Oscar Romo en la batería, Carlos Romo en la guitarra, Mar Leal en la voz y Ravel Giménez a cargo del bajo, los integrantes nombran al proyecto “Boreal Magma” con la intención de conjugar dos fenómenos de naturaleza contradictoria: las auroras boreales y el magma del centro de la tierra, desarrollando un juego de conceptos opuestos al igual que lo hiciera en su momento la banda “Iron Butterfly”.

    Ya sintonizados y trabajando material propio, los músicos comienzan a realizar presentaciones en espacios underground y contraculturales, para posteriormente tocar en escenarios más grandes y en festivales de la región, recorriendo en el camino los municipios de Baja California.

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    En el amplificador del guitarrista una ilustración que replica el “desarrollo evolutivo” de los miembros de la banda. Vestida de negro, descalza y con los dedos de los pies pintados de sangre, Mar “Boreal” toma con seguridad el micrófono con el que dispara su letalidad. Inicia la presentación y con ello la ondulación de su melena de fuego que acompaña a sus potentes cuerdas vocales.

    “Esta canción habla de crear una barrera, un conjuro contra la gente que nos quiere hacer menos”, expresa la vocal para dar inicio a la segunda rola de nombre “Conjuro”, que advierte: “¡Piensa fuerte, no los dejes entrar!”.

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    Mar “Boreal”, vocalista del grupo ensenadense

    Descrita como “un análisis de la humanidad y del universo” por Carlos Romo, los fuertes sonidos sesenteros y setenteros de Boreal Magma buscan ser un reflejo de la realidad que se vive o se imagina: “Nosotros plasmamos nuestra visión del mundo con la música, por ejemplo ‘Fuego en el Cielo’ es una canción que habla sobre el fin del mundo, el tan gritado 2012. También tenemos reflejos de nuestras pesadillas, de lo que ocurre en la sociedad, de problemas personales que adaptamos a nuestras canciones”, comparte Mar, también integrante del Palomazo Cósmico.

    Con su primer disco ilustrado por Herbert Ruper, grabado en El Studio, mezclado y remasterizado en Diablo Studio con el apoyo de Eduardo Bañaga, el material que los boreales comparten esta noche es el resultado de 7 largos años de trabajo (entre los que ha habido varias épocas de inactividad), y refleja la evolución que ha tenido la banda, incluyendo 8 canciones originales —de un repertorio mucho más amplio— entre las que se encuentran “Danza con el diablo”, “Ying Yang” e “Instituciones del metal”.

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    Oscar Romo, batería de Boreal Magma

    El show continua y el también baterista de Shamán Bombay acribilla tarola y platillos con la pasión de un músico comprometido con expresar su virtud en cada nota. Con botas negras, el cabello largo y su guitarra SG, el estilo musical de Carlos Romo integra toda la herencia del rock clásico y la nueva ola de los 70´s, retomando con precisión influencias de bandas como Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Steve Millers Band, Magma, Mars Volta, Dio, Electric Wizard y Judas Priest, así como de las nuevas bandas de Stoner Rock.

    “Se oirá utópico, soñador, se oirá estúpido, pero juntos es como vamos a cambiar el mundo”, comparte Mar al iniciar con la rola de Unión Universal, pieza agresiva que trae a la mente los primeros tokines del grupo en casas de los compas por aquellos años de la preparatoria, cuando la escena metalera tenía mucha más presencia en la ciudad: “Tiene su trip tocar en tokines underground, porque estás en medio de todo el movimiento, cerca de la raza, mientras que en escenarios disfrutas de la cuestión estética: las luces, el sonido, pero quizás estás un poco más alejado de la gente”, comparte la vocalista en entrevista.

    ¿Qué le ha pasado a tu horizonte? ¡Veo un planeta esclavizado!”. Al recordar los años en que había tokines cada fin de semana pienso en la trascendencia de este evento y el apoyo del público que ha llenado el Foro Experimental: el mensaje es que el rock pesado local sigue vivo y está dispuesto a dar la batalla. Habiendo tocado en tantos escenarios y con la grabación de su primer disco, Boreal Magma es el ejemplo de que la música local “underground” puede pasar del barrio a nuevos públicos y escenarios.

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    Ravel Giménez, bajista en Boreal Magma

    Hay una transición mística, la guitarra prolonga un eco mientras los temblores de la batería bailan con las palabras astrales que recita Mar. Parado en posición de batalla, el músico Ravel Giménez mueve con destreza sus dedos por su blanco instrumento para engendrar los sonidos que te obligan a mover la cabeza en una aprobación de rudeza constante: el headbanging.

    “Muchas gracias a la raza que nos hemos topado en los tokines, a todos los músicos que nos han apoyado. Quisiéramos seguir tocando y jammeando toda la noche pero todo lo bueno tiene que acabar”, dice con su voz potente la cantante boreal, para comenzar a cerrar la noche con el clásico “Fuego en el Cielo”, primera rola parida por la banda que sintetiza la esencia de su música.

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    Al fondo los visuales exhiben una revuelta anarquista mientras una luz roja refleja el fuego de quienes hoy inician una nueva etapa en su carrera musical. Tras 7 años de tocar juntos, la banda que hoy llena de música el Foro Experimental ha tenido todo tipo de experiencias, de las que vale la pena recuperar una anécdota:

    “Una vez estábamos en una tocada en el sauzal, la banda estaba comenzando a evolucionar metiendo pedales con efectos, estábamos volados porque íbamos a conectar como 5 pedales. Pero verás, si no conectas bien los cables en los pedales, no suenan. Entonces ya habíamos anunciado que traíamos nuevo equipo y la chingada, pero por la “embriaguez del momento” no pudimos hacer que funcionaran los pedales y terminamos tocando así en limpio”.

    Termina el show, se aplaude con fuerza y varios asistentes se llevan nueva música a su hogar. Un nuevo camino se abre para los músicos boreales, para quienes la escena loca todavía tiene mucho potencial: “Está chido que se una la banda de Ensenada a una presentación de un grupo local, hace falta el apoyo de la localidad hacia las bandas, eso da mucha confianza para seguir haciendo lo nuestro”, comenta Oscar. “Ésta ha sido una de las mejores presentaciones que hemos tenido, tanto por la carga emocional de presentar nuestro primer disco como por la respuesta positiva de la gente, y eso nos anima a seguir haciendo más y mejor música”, agrega Mar con gran satisfacción.

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    Boreal Magma se estará presentando el próximo viernes 24 de Noviembre en el Bar Xibalba durante el “Cosmic Shit 2017”, un evento contracultural organizado por “Transente” donde también participarán Son del Puerto, Danza Inuari Dare, Ek Balam, Rey Ventura, Don Palabras Langas, Shebela y donde habrá lectura de poesía libre, lecturas dramatizadas, visuales a cargo de Indigente en Llamas y Diálogos con la muerte.

  • Asalto a la Plaza de las Artes: un concierto a la Jodorowsky

    Asalto a la Plaza de las Artes: un concierto a la Jodorowsky

    Fotos y redacción por Iván Gutiérrez

    Un concierto para entrar en contacto con las propuestas regionales y escuchar como presentación estelar a un músico cercano, humano, amigo: noche ideal para que la juventud reclame un espacio que por derecho es suyo.

    De los claroscuros que se erigen con la penumbra del alumbrado público surge la escultura de una doncella sin extremidades ni cabeza, sólo belleza. Al fondo un baterista tijuanense canta sobra estatuas o cifras, describiendo un escenario tétrico cuyas figuras nocturnas contrastan con la suavidad de un coro iluminado. Esta noche la “Plaza de las Artes” le pertenece a la juventud: la música alternativa regional será el coctel que acompañará una velada organizada como parte de las actividades del Festival de Octubre.

    “Somos Entre Desiertos, de Baja California, vamos a tocarles un par de rolitas esta noche”, comparte Rommel, vocalista de la agrupación fronteriza de nombre recién evocado. A petición del público inicia la canción de “Semáforo”, pieza que tiene lo mismo de repetitiva que de extraordinaria y que hace 3 meses fue teatralizada en un video que desborda esquizofrenia, drama y lucidez.

    Rommel Santellanes, vocalista de Entre Desiertos

    Las reflexiones internas se gestan con los homenajes al delirio del grupo desértico: “¿Qué es la música? ¿Un símbolo? ¿Un mensaje? ¿Un conjunto de almas reflejadas en el caos de lo errático?”. Pensando desde la ciencia social, nos encontramos con la aproximación a la música como expresión cultural, y si la cultura es identidad, ¿qué dice la música regional de nosotros, los reunidos hoy en este pedazo de mundo? ¿Qué somos? ¿Qué queremos ser?

    Una proyección de visuales curvados y derretidos iluminan una pared al lado del escenario, acompañando el trance de “Poco a poco”. En las vibraciones a la Tijuana pienso en nuestra generación, condenada por la incertidumbre, la crisis de valores del nihilismo malinterpretado y la voluntaria ignorancia de la historia: una generación cuya única certeza —inyectada por los medios— es que debemos vivir con intensidad cada momento (es decir, tomar las decisiones más estúpidas a cada oportunidad) porque, pues “sólo se vive una vez”.

    Teclados y batería de la agrupación tijuanense

    Un sismo orquestal hace temblar los escombros de los presentes/ausentes, reacomodando la dirección de lo que llamamos emoción. La siguiente canción es “Cristal”, cuya primera armonía es marea y salto: “Hoy creí… poder soñar… con la luna al cristal…”. ¿En qué punto del abanico de géneros musicales situar a Entre Desiertos? Difícil de aterrizar cuando su textura retoma elementos de jazz, música electrónica, indie-rock, sonidos de orquesta y la lírica semi-poética que le fascina a esa difusa tribu urbana denominada como “hipster”, tan popular en la región: “¡Y salgo, una ninfa me incita a viajar… hacia ti!”.

    “¡Cáiganle a bailar!”, exclama el vocal. Se acercan los valientes que prefieren soltar la tensión de la semana antes que preocuparse por el “qué dirán” de los que observan sentados (¿cansados?). “¡Morena mía suelta esas piernas!”, dice La Gota. “¡Que se escuche ese grito! ¡Oooooooh!”. Eso quiere el artista, sacudir la garganta, trastocar el estrés, que reine el sentimiento, la libertad y el caos por un momento eterno.

    Concluye la presentación de la banda tijuanense y entre el cambio de músicos se dan las conversaciones atípicas que resultan de colisionar marcos de referencia y significación diversos. “¿Quiénes eran?”, me pregunta un señor de edad avanzada. “Entre Desiertos, una banda tijuanense”, le respondo. “Órale, están chidos, algo locochones”, expresa el nuevo fan.

    Polo Vega y su proyecto Trillones

    Tras unos minutos de espera inicia Trillones, músico de Mexicali cuyos beats seguro espantarán a varios adultos porteños no acostumbrados a que les revienten los oídos de esta manera. “¿Qué opinas del tipo haciendo ruido?”, me pregunta una amiga bióloga. “Creo que asustará a más de uno”, le respondo. “Parece que dice ´mátalos, mátalos a todos, ¡a todos!´”, expresa con humor. “No me gusta, no me gusta”, dice de inmediato mostrando un pulgar hacia abajo.

    El escenario y el público siempre serán la otra mitad de todo concierto. La disposición de sillas, en esta ocasión, atenta contra el baile, retiene en los asientos a la gente que sólo puede dedicarse a imaginar cómo sería si se parecen a danzar esa música rara. Una niña rompe la pared, digna representación de la indiferencia al ridículo, y se posiciona frente al escenario, lista para navegar por las cumbres y paisajes estelares en los Trillones de galaxias que encierra este proyecto cachanilla; el instante resulta dialéctico por el conjunto de contrastes entre ambos actores de la escena.

    “¿Quieres?”, me pregunta una amiga socióloga, extendiendo un termo con “café”. Acepto un trago agradecido, mientras el músico de Mexicali sigue ondulando la realidad con beats procesados en la ruptura de la normalidad.

    “¿Qué hacen?”, le pregunto a un par de amigos estudiantes de biología, gustosos de exprimir el pensamiento y las certezas hasta sus últimas consecuencias. “Hablar del futuro”, me responden. Tampoco disfrutan mucho del número. Concluyo que sería música más apropiada para una fiesta en casa, con cerveza y otro tipo de sustancias no permitidas para la gente hipócrita.

    Veo decenas de gente sentada y una multitud parada: hay casa llena en Cearte. Unos se besan, otros más buscan, un anciano baila en su silla, y claro, algunos desechan y retoman vicios como hace el artista con los sonidos que no le sirven para transmitir su debraye interno. Varios beben “café” en sus termos para quitarse el frío y la moderación, otros miran atónitos el número musical que ha convertido la explanada de Cearte en un intento de rave. “Faltaron las tachas”, me comentará una amiga más tarde en “El Euro”.

    Visuales de KPA

    Presto atención y descubro que una colega del “Colectivo KPA” es la responsable de las proyecciones. “Son en vivo, no puedo hablar mucho ahorita. Los visuales de Meltí son los chidos”, comenta.

    “¿Qué te parece?”, le pregunto a un amigo comunicólogo sobre la música del trillón. “Está chido, pero me gusta más la de ‘Ora pinches vergas´ de Los Wookies”, responde el también bajista del grupo Envergadura.

    Cruce de miradas y relámpagos alumbran la experiencia mientras una pareja se balancea con las sacudidas de la música electrónica que “Polo Vega” crea desde el 2013. “Música hecha con máquinas frías para calentar el alma”, afirma el artista. “Se quedan con Meltí”, comenta al despedirse.

    Se reacomodan los músicos, la gente, los diálogos y las vibras. “Y a todo esto, ¿quién es Adan Jodorowsky? Sé que es hijo del director chileno, pero no sé qué pedo…”, comenta alguien en una conversación grupal.

    Un colega reportero de El Vigía me comparte que es “fan” del músico desde la secundaria. “Sí we, yo tenía el disco de ´El Ídolo, está bien loco ese we, una vez su jefe le dijo algo así como ´si quieres cogerte a tu mamá, por mí no hay pedo´, pero pues imagínate, ser hijo del pinche ´psicomago´ese. Su música está muy chida, tiene varias etapas”.

    Empieza la orquesta ambiental de Meltí, esparciendo atmósferas folclóricas entre los bosques pacientes, enredando tramas donde el tiempo cambia de color según la dirección que tome el viaje astral personal. Tres voces crean el salón de baile sideral donde los pies de la niña y su madre saltan montañas, valles y ríos.

    Si desaparecí, fui en busca de verdad…”. Con su rock atmosférico Meltí llena de cristales y reflejos la realidad, proyectados en el mapa de la conciencia dormida (lúcida) que elabora KPA: un auto en llamas, una persecución a mitad de la carretera (¿homenaje a Karma Police?), mientras un violín desgarra la dimensión urbana para transportarnos al otro lado de la duda. “Les falta presencia en el escenario”, comentará más tarde un camarada al estar dialogando sobre su presentación.

    Saludos, abrazos, sonrisas (falsas y honestas) se intercambian mientras transcurre el show del grupo ensenadense, como suele ocurrir en los eventos culturales de la ciudad, en los que todos nos encontramos y nos reconocemos de una u otra parte; maldición, bendición, dependerá de la madurez y la reputación.

    “Puedes oírme”, gritan los músicos, incinerando y recreando recuerdos, repitiendo ciclos, momentos que de tanto encierro explotan en un drama que nos atraviesa a todos y nos deja listos para la presentación estelar.

    Mientras esperamos el show de Adan Jodorowsky, multifacético cantante cuyos personajes mueren cuando se desgastan, observo el montaje a mi alrededor, cuyo rasgo principal son los jóvenes: perforaciones, tatuajes, jergas, peinados estrafalarios, cabellos coloridos, gafas pretenciosas, desempleo, sueños, angustias, dibujos, audífonos, ojeras, amor y desamor, “café” (y en alguno de los bolsillos poquita marihuana), diálogo político (escaso pero presente), todos parecidos en que son (o se creen) únicos. Es una exhibición del mosaico de identidades juveniles, diferenciadas y similares, pero eso sí, con la resistencia pasiva bien marcada en sus vestimentas.

    La música de fondo se desvanece, el show principal está por comenzar. Los pibes se acercan al escenario y comienzan a aplaudir, bailar y gritar a una sola voz con la llegada de “El Ídolo”, quien abre el show con una canción de su nuevo disco en la que denuncia que “Nada es más hermoso que vivir”, aclarando de una vez que éste show tendrá su nivel de intimidad al acariciar a los fans desde la primera pieza.  

    El Ídolo

    La mitad de las sillas han quedado vacías para llenar la pista de baile, mientras una avalancha de buena onda morada, azul y rosa se apodera de los seres marinos. “¿Saben hablar francés?”, pregunta el joven músico, para iniciar con J’aime tes genoux, oda a la belleza de las rodillas. La multitud de jóvenes baila, sonríe, vive, disfruta.

    El hombre de corbata, saco brillante, barba y look de gurú new age nos introduce a Charly, joven técnico responsable de que Adán Jodorowsky sea parte del Festival de Octubre: “¡Charly, Charly, Charly!”, grita el público fundiendo la vibra de ambos lados del concierto.

    Es el turno de lo que ya es un clásico para los seguidores del cantante: “Un dolor insoportable… me está comiendo el alma…”, inicia con música de cabaret la voz que canta sobre lo mal que está, sin saber dónde ni cuándo y qué. La banda saca el dolor al aire prendiendo cigarrillos, dándole tragos a su “café”, meneando el cuerpo y cantando eufóricos: “Podría darme cuchillazos aquí en el corazón, por lo menos sufriría por alguna razón… por la calle gritaría… ¡soy un huevón!”.

    Tras cantarle las mañanitas al guitarrista de la banda (una recepción bastante mexicana), Adán expresa que “ha llegado el momento acústico”, para iniciar con una canción de su nuevo disco de toques tristones. Los cuerpos se balancean con la balada nostálgica, susurro ideal para volver a aquellos recuerdos y tomar un poco de aire para despejar la pesadez del presente por unos minutos.

    Las chicas lindas bailan con el sabor de la música que llevan dentro y que Jodorowsky conecta con la brisa del puerto al cantar sobre “liberarse del sentimiento y sacar de ti lo más bello”. Los perfumes se mezclan en una bebida embriagante al iniciar “Amor sin fin”; una breve película de recuerdos de la vida universitaria encienden fibras de la nostalgia que evoca la memoria de pasear por la ciudad en bicicleta, sin más preocupación que estudiar, aprender, crecer: ser. El coro de la melodía une a todos en una sinergia que potencia la apertura del alma.

    El Ídolo canta uno de sus himnos, desnudando el alma con un espectáculo que salta de la parálisis al fluir explosivo de los cuerpos: “Y ahora, qué puedo hacer, si un astro, yo quiero ser…”. El músico hipnotiza al público con su baile sensual: el digno movimiento de su trasero será tema de conversación tras concluir el show.

    Trasero

    “Color café, como tu color café”, corean los labios que degustan el provenir de una canción ante la cual es imposible no sonreír. El loco abre un pasillo a la mitad del público y sale corriendo entre la multitud, mientras en el aire el olor a sonrisas pachecas libera los bloqueos mentales que permanecían sólidos como ladrillos: hoy se baila sí o sí.

    Los músicos enloquecen y el baterista saca el fenómeno natural que guarda en su interior. Tras la primera retirada del grupo y el tradicional grito por “otra” canción, regresa Adán para compartir “Déjame llorar”, pieza para externar las penas por aquel o aquella que nos hace falta: “si es un delito amar, un delincuente soy…”.

    La melancolía prosigue con una canción para los que nos sentimos solos y queremos ser otro, en una versión acústica que permite soltar y volar.

    “¿Puedo tocar una canción más? ¿Sí, una con mi guitarra, rápido?”, pregunta el niño Adán. La petición es aceptada y el cantante nos regala una última pieza: “Ya no estás más a mi lado corazón, y en el alma sólo tengo soledad…”. El homenaje a la vida termina con el músico nadando entre un mar de brazos entusiasmado por tocar a su ídolo. 

    La velada en la Plaza de las Artes llega a su fin con esa sensación que surge cuando se mezcla amor y tristeza, dejando a los jóvenes de Ensenada con el perfecto sabor de boca para seguir soportando la existencia un rato más. Por esta noche, el Festival de Octubre nos ha complacido; y eso no se consigue fácilmente cuando se trata del pueblo-citadino, cuyos habitantes suelen exigir mucho más de lo que dan.

  • Fluir con tristes ojos: crónica de un concierto melancólico

    Fluir con tristes ojos: crónica de un concierto melancólico

    Redacción por Iván Gutiérrez

    Viernes 18 de agosto del 2017, Ensenada, B.C..- Otra noche de ánimas en el Abels Bar, espacio pionero en darle espacios a los géneros “alternativos” de Ensenada. El acostumbrado retraso me ha quitado la oportunidad de escuchar a Hermann Haze, banda porteña de rock psicodélico que abrió el concierto melancólico de esta noche. Tras avanzar por el pasillo de guitarras que distingue a este venue descubro un coro de voces que diluyen “Micro-sueños” y ecos de cuerdas que recuerdan al flujo constante de los espirales de niebla que se tejen al dormir. Caminos, persecuciones, dramas que se deslizan con el canto del violín que se aleja con el sol y la muerte.

    “Pueden escuchar nuestro primer EP, cabeza de coyote, en las diferentes redes”, comenta Joel Jarcía, tecladista de Meltí, un proyecto ensenadense que mezcla géneros como el  jazz, el rock y el ambient para crear atmósferas que se desenvuelven por diferentes capas instrumentales. Conformado por los compositores César Beltrán (bajo y voz), Joel García (teclado, trompeta y voz), Karla Alcocer (violín, xilófono y voz) y Julio Beltrán (batería), el nombre de Meltí refiere a “coyote” en lengua kiliwa.

    Una trompeta acompaña la melodía de la chica que se balancea entre una banda sonora y el rock que renace en cada presentación. Debo confesar que la última vez que escuché a Meltí, durante el concierto de Entre Desiertos en este mismo lugar hace dos meses, no me gustó mucho su música. Sin embargo, a diferencia de aquella vez algo ha cambiado; quizás yo, quizás la ecualización, o quizás es que han estado ensayando. Lo cierto es que esta noche el mar sónico que sale de sus instrumentos me obliga a navegar por intrincados y desconocidos caminos.

    “Revancha”, nueva canción de los coyotes, ondula como un estanque hecho de tres frecuencias que desaparecieron en busca de la verdad escondida por un violín que salta escalones de cristal. “Están chidos, me gustan los coros, pero creo que sí les hace falta un vocal”, me comenta Alfredo (alias el Fofo), vocalista de Shamán Bombay; curiosamente, él es el vocalista en sus diferentes proyectos musicales.

    Las luces del Abels Bar revelan que la vida se escapa invisible, justo como el humo que exhalan los que esta noche aúllan mientras Meltí jammea en el desierto. La presentación del grupo termina, dejando al público imbuido en una serie de paisajes misteriosos.

    Integrantes de Meltí. Foto: Rosa Mora.

    Franz Ferdinand, Foo Fighters y The Strokes ponen el ambiente en el bar mientras se sucede el relevo de músicos sobre el escenario. Pido una cerveza indio, pago cincuenta pesos por ella, palpita mi pobreza; creo que está rebajada, me sabe mucho a agua, o quizás es que nada me sabe mucho estos días. “Mientras embriague”, escupe mi parte mediocre.

    Siempre es interesante conocer a los artistas fuera de la pantalla: uno reafirma entonces que también padecen de ansiedad, imperfección y hasta carisma. Humanos After All, que fuera del escenario también están improvisando, y que si acaso tienen un mérito es el de atreverse a compartir sus creaciones en vez de permanecer en la comodidad de las conversaciones y juicios de borrachos. 

    Uno de los guitarristas de Jardín juega a tocar los riffs de “The Pretender” mientras bromea con sus compañeros. ¿Recordará los viejos tiempos de tocar en el cuarto de ensayos? ¿La transición de tocar covers a sacar material propio?. “Una banda tarda en pegar 10 años”, me comentaba hace dos semanas el Fofo en el Bar Xibalba. Dialogábamos sobre la escena musical del puerto y el hecho de que el ensenadense por lo general abandone no sólo a las causas sociales, sino también a las bandas locales: el reino de la apatía se extiende a todas las áreas de la sociedad ensenadense. “La gente se harta de escuchar lo mismo y ya no apoya, dejan de asistir a las tocadas y ahí andan quejándose de que el cover está muy caro, pero bien que van y se compran sus chelas artesanales…”. Muy ensenadense el escenario pintado por mi camarada.

    Gabriel Martínez, vocalista de Jardín

    Regreso a Jardín. Parida en el seno de Tijuana en el 2013, la música de esta banda destaca por la nostalgia evanescente que emana al combinar géneros como el Dream Pop, el Jazz, el Indie-Rock y la psicodelia anclada con la música clásica. El grupo lo forman Gabriel Martínez (voz y guitarra), Alejandro Michel (guitarra y voz), Alejandro González (piano), Bryan Ruelas (batería), Marco Ibarra (sintetizador y secuencias) y Charlie Beraud (bajo), todos músicos unidos con la idea de cultivar un jardín.

    El grupo inicia su presentación con una melodía muy Jardín, es decir, inaugura pozos melancólicos cuya textura recuerda a los sintetizadores de Enjambre y la oleada de bandas mexicanas que se dedican a arraigar la desdicha en las nuevas generaciones. Entre la gente se pasean los integrantes de Meltí repartiendo stickers de “cabeza de coyote”; tomo uno y pienso que hacen bien al aprovechar todas las estrategias publicitarias para difundir su proyecto.

    “Amooooooor, respiroooo”, comienza el Monte de Venus con los asistentes ya en confianza para colocarse en primera fila. “Puedes dormir, y despertar, en calma…”, canta Gabriel Martínez mirando la distancia.

    “¿Sabes por qué pegan estas rolas?”, me pregunta Alfredo; le respondo que lo ignoro.

    “Porque son la fusión de las baladas que le gustaban a tu jefa (como Emmanuel, Camilo Sesto, Sandro de América o los Ángeles Negros) con la distorsión del rock y sintetizadores, es lo que algunos llaman ‘rockcito’. Piensa en El Brillas (León Larregui), ese vato agarró una balada de los años 20’s, la actualizó, ¡y exitazo! Por eso yo voy a pegar en unos años, ya que retomen mis rolas tristes…”.

    “Sueña, que se rompen tus cadenas, ven y busca una sirena…”. Las chicas han empezado a mover las caderas, comprobando la hipótesis de Alberto al deslizarse como las olas que se alejan con la calma y la tristeza del ayer de quien canta.

    “Un bello cielo… es lo que puedo dar”, canta el jardinero. Es tan cruel el querer, tan despiadado el sentir, tan frío el vivir. Ella baila sola y desenvuelta, no le importa que la vean, ya no controla su cuerpo ni su mente ni mucho menos su corazón; la han capturado las figuras de brisa que replican los anhelos del pasado.

    “Esta fue la primera rola que grabamos, y luego nos dieron ganas de hacer más…”, comparte el vocalista para iniciar con aplausos “La vida de mi vida”, provocando que la razón del dolor penetre hasta lo más hondo de las cenizas.

    “La siguiente canción… habla de fluir”. Para eso es la música, que en esta ocasión los tijuanenses lograron traducir en un video de danza contemporánea donde “todo escrito está”, siguiendo el paradigma de que el destino está decidido y sólo queda disfrutar el camino y las heridas a su paso.

    Termina la pieza y con ello el show de quienes buscaban una flor y encontraron un jardín; el público pide otra, quiere seguir sintiendo, viviendo, deprimiendo el sistema nervioso. “Todo es temporal”, nos recuerdan los músicos de Tijuana, ejecutando al momento su mensaje, terminando el sueño y ocultando de nuevo la emoción. “¡Hasta pronto, gracias!”, se despide Jardín.

    Arctic Monkeys y The Killers llenan la espera de la banda principal de esta noche: Ramona, joven agrupación que al igual que Jardín fusiona géneros como el rock psicodélico y el indie-pop junto con breves destellos de progresivo. Integrado por Jesús Guerrero (voz, guitarra y trompeta), Joel Dennis (guitarra principal), Edgar Moreno (bajo) y Omar Córdoba (batería y percusiones), Ramona inició su trayectoria en el 2012, y desde entonces ha compartido escenario con grupos del circuito alternativo mexicano, entre ellos Natalia Lafourcade, Hello Seahorse, Enjambre, Kinky, Plastilina Mosh y Ases Falsos.

    Angel Peralta, quien fundara Angel Peralta Project, un trio de Jazz progressivo de Tijuana

    Tras breves minutos de espera arranca la banda con la fundación de un sueño colectivo otorgado a los reunidos esta noche; los acompaña Ángel Peralta, un tecladista virtuoso de Tijuana cuyo proyecto personal se desintegró hace poco después de tres años de tocar jazz progresivo.

    “Esta rola se llama Cecilia”, comenta el vocalista de Ramona. Al momento un teclado teje la textura de una dimensión color rosa con morado, tonalidades tan propias de este tipo de grupos.

    “Esta siguiente rola va para todos los sentimentales”, comparte Jesús para iniciar con “Vete con él”. El despecho llena la cofradía reunida entorno a los artistas. “Yo sólo te vi pasar, como un pájaro azul…”. Resignación ante el ahogo de no poder tener el querer anhelado, tragos perfectos para las almas que gustan de vivir deprimidas.

    “Gracias por estar aquí, gracias a Jardín, a Meltí y a Herman Haze por armar esta noche”, comenta el joven vocalista. Con ritmo embriagante inicia una armonía de nubes que pasan sobre el mediodía. “Sólo quiero escuchar fluir agua del río…”, canta Jesús. Descubro entonces que el indie pop trasciende mi gusto personal, al menos por esta noche. “Antes tocaban más progresivo, pero de unos años para acá se fueron haciendo más pop”, me comentará al día siguiente mi pareja oriunda de Tijuana, quien los conoce desde hace tiempo.

    Jesús Guerrero, voz, guitarra y trompeta de Ramona

    “Tú te robaste mis ojos, te llevaste mi calma…”. Un túnel de espacios dimensionales se abre entre el bajo, los teclados y la batería que destroza el reloj. “El vino entibia…”, juega la voz al evocar una letra de Spinetta entre canción y canción.

    “Siento el dolor que tú causas en mí…”. Esta canción en particular tiene una seducción genial, pues te arrastra a sentirte vacío pero alegre al mismo tiempo. Ramona canta esta noche para quienes se rehúsan a aceptar los amargos finales. Se mecen los cuerpos absortos por la melodía melancólica del presente. “Tanto contigo y nada sin ti, es tu ausencia que me pone así”, sintetiza para la juventud el llanto tijuanense; todos bailan este vals con su propia herida dejándose llevar por las mieles del dolor, tan adictivas al recordarnos que seguimos vivos aunque a veces quisiéramos estar muertos.

    Toques de dream pop también se escabullen por el presente, al igual que rasgos de progresivo y decentes solos de guitarra. De jazz se ha llenado la estancia, en un bello ritmo creciente por el que, en mi insignificante opinión, debería de seguir experimentando la banda en el futuro.

    Al igual que con la banda pasada, el público clama otra.  Ramona acepta e invita a los músicos de Jardín a subir. “Mirar tu silueta por aquí o por allá. Donde estás, no te veo…”. Cantan los dos vocalistas y el guitarrista de Jardín en un festejo íntimo pero compartido. Se acaba la función, el show debe continuar. “El Brillas” comienza a tocar “Como tú (Magic Music Boc)”. Los y sobretodo las fans se acercan a los músicos para sacarse fotos; veo por última vez la escena y me retiro. He tenido suficiente música triste por un rato.  

  • Mi corazón lloró: crónica de una noche sin Juan Cirerol

    Mi corazón lloró: crónica de una noche sin Juan Cirerol

    Redacción por Iván Gutiérrez
    Foto de portada por Paulina Lazcano

    “El silencio de la razón mata los monstruos. El silencio deliberado los multiplica. Conocer y olvidar es el verdadero conocimiento”. Con esas frases se desenvuelve la conversación con Eduardo, amigo y colega escritor, con quien comparto letras al finalizar la pelea entre Mayweather vs McGregor.

    Juan Cirerol no se presentará esta noche, que porque se puso malilla desde temprano. La noticia ha dejado a cientos de almas desamparadas (“¿pero para qué? Para que me engañas de esa forma…”), desconcertadas por la necesidad de la música exacta para hundirse en la decadencia. Nada que reprocharle a un hombre cuya ausencia y valemadrismo sólo demuestra la autenticidad de su desenfreno.

    Pero no todo se ha ido al carajo, al menos eso pensamos quienes disfrutamos del rock progresivo. Shaman Bombay comienza un suave jameo en el que mezcla funk, hardrock y blues con toques de jazz, en una atmósfera marcada por la presencia de los compas que una vez a la semana se permiten salir por una cerveza y olvidarse por unas horas de su condición proletaria.

    Caguamas, bromas sobre la propia desgracia, narraciones y anécdotas de los últimos días se comparten mientras el pulcro desmadre de Shaman Bombay acaricia todas las historias que hoy salen a flote, se cruzan y hacen la orgía que llamamos presente.

    Formada en noviembre de 2015, la banda conformada por Alfredo Fragoso (voz y teclado), Bejamín Yañez (guitarra), Salvador Aldrete (bajo y coros) y Óscar Romo (batería), tocan esta noche piezas de su primer LP de nombre “Premoniciones”.

    Un grito de “el fofo” (vocalista de Shaman) en compañía de la ligera sacudida generalizada de cabezas obliga a pausar conversaciones sobre el apego, el sufrimiento, el nirvana y la filosofía del devenir; la música reina, domina, conquista los murales del Xibalba. Hoy no viene Cirerol, pero en Ensenada también tenemos algo de talento que ofrecer.

    Aparecen unos teclados muy Pink Floyd (¿Us and Them?), para luego jugar con una melodía de la infancia. ¿Qué quieres evocar, Shamán? Los cigarrillos se encienden con el estribillo progresivo del “Noctámbulo”, imbuido en las influencias del rock clásico, Spinetta, Camel, y toda la maldita bella creación de los argentinos del siglo pasado.

    La guitarra implosiva de Benjamín inaugura el momento preciso para abrir la mente y navegar por dimensiones intransitables con la palabra; sólo queda sentir el flujo de la música por las venas. Quien diga que la buena música murió el siglo pasado no se ha dado una vuelta por estos pasajes de caderas tatuadas y pisos que remiten a un escenario sacado de la serie “Twean Peaks”.

    Corren los tambores, ruge el dragón, el tiempo explota y se disuelve entre preguntas cuya respuesta está en guardar silencio y escuchar latir la realidad. Reinicia un grito de lo que se terminó desde que llegamos aquí: “en esta vida, la vaga eternidad…”.

    El teclado se viste de lamentos, los corazones esperan pacientes, atentos, porque saben que se aproxima la melancolía: el “Vía Crucis”. Se fuma mientras las amistades nos sostienen y nos dejan caer; es parte dé. “¡Frío, frío, ya no, ya no!”, grita fofo con fuerza irracional, en una convulsión del tormento que no cesa por la ausencia que se mezcla con la agonía del silencio, un desgarre “en cada rincón”, resignación que teje un alma artífice del miedo: “¡Frío!”.

    La transición previa al final la siento algo fuera del resto de la pieza, pero qué sé yo. La libreta se incendia con las cenizas encendidas que caen sobre las letras. La locura retoma su camino con una potencia agresiva, en una canción que desborda por un éxtasis delirante.

    Lo perfecto de los bares siempre será que la combinación  de alcohol y gente de todos los rincones de la ciudad inevitablemente desemboca en un choque de opiniones contrarias: “Ya me voy we, la neta no me pasó esa madre, está equalizado de la verga, no le entiendo a lo que canta ese wey, pero me huele a que trata de decadencia, muerte y putrefacción”, me comparte un viejo amigo al despedirse.

    “Todos estamos muertos aquí, a eso hemos venido, a morir juntos, a fingir que no estamos solos”, pienso. “¡Danza de buitres!”, canta en respuesta el vocalista shamánico. Para los músicos, el abismo está en la urbe: que no es escape la vida sin provocar un terremoto inverso en esta ciudad asesina, donde se “cobran verdades, se asesinan”. 37 periodistas asesinados en el sexenio de Peña Nieto, cifra que no se tiene que olvidar.

    Detrás de la mesa donde observo el show se encuentra “La chica vinil”, un mural pintado por una joven artista de la ciudad, estudiante de física pero apasionada por la pintura. Su creación plástica invita a un viaje psicodélico por un planeta-ciudad más cercano que la paz mundial.

    Ha terminado la presentación de los shamanes y al escenario sube un joven de nombre Daniel ¿Montiel, Mastiel, Maciel? Sombrero, guitarra acústica, norteño de Obregón, Sonora; ¿una mala broma del destino?

    El joven inicia su presentación (¿de folk?) cantándole una pieza a María, “para besarla ya sea de noche o de día”. Un lamento se desliza por mi pecho al ver el contraste entre la expectativa de sacar la desdicha cantando junto con Juan Cirerol, y el show de quien necesita mejorar sus versos.

    “No me corten las manos […] no tengo yo la paciencia para soportar tanta inconciencia”. Su voz me recuerda un poco a Saúl Fimbres. Escuchándolo un poco más pienso que tiene potencial, sin embargo, sí le vendría bien leer un poco más de poesía maldita para dar el salto lírico que le hace falta.

    Entre las letras del músico se reanudan las conversaciones amistosas, quienes tienen más quejas que halagos esta noche: “Por eso nos pasamos para arriba, es mucho ruido aquí y no se puede hablar”, me comenta uno de ellos. Una pregunta suelta la conciencia silencioso: ¿Se asiste a una tocada a escuchar la música o a conversar? 

    La siguiente rola suena mejor: “mordiendo la pared, sigo un camino de cruces negras, mordiendo la pared…”. ¿Será que en Sonora está de moda el folk, o es que en medio del desierto brota con más facilidad este género musical?

    “Este amor no da para siempre, buscando la muerte, sonriendo, ahogado por dentro…”. La guitarra acompaña la cerveza que sirve para olvidar y tapar el dolor. El amigo de sombrero canta de traición mientras nuevos romances nacen y otros viejos se deshacen, así hasta el infinito. “Muchas gracias carnales, con permiso, sigan pasándola chido”, finaliza el compañero. A cuatro borracheras por semana podría conseguir una voz como la de Cirerol en unos cuantos-muchos años.

    Me siento ausente, demasiado para darle seguimiento a la banda que sigue a continuación. Les pido una disculpa a los amigos de “Envergadura”, banda que esta noche viene a tocar para los diez cabrones que quedan en el lugar, y me retiro a seguir con mi desgracia en otra parte. Ya habrá otra ocasión para desglosar la vibra del guacarock local.

  • Entre Desiertos: lenguaje fugaz, disparo de luz, frontera experimental

    Entre Desiertos: lenguaje fugaz, disparo de luz, frontera experimental

    Redacción por Iván Gutiérrez

    Baila el ritmo de una guitarra acompañada por una voz que desliza la manifestación de la música juvenil de Tijuana. 5 sombras multicolor arriba del escenario, haciendo retumbar la tierra en el bar alternativo de la ciudad: el Abel’s Bar. Una melodía que corretea el tiempo como una “Llamarada fría”. Las luces bailan y el espíritu de la frontera vibra en el presente, recreando la atmósfera inhalada con sonidos que combinan la realidad para vomitarla en una sustancia bella, extrema, caótica.

    Con una propuesta que mezcla jazz, indie-rock progresivo, sonidos electro-orquestales y líricas poéticas para hacer  retumbar los recovecos del ser y el estar, Entre Desiertos es una de las bandas más novedosas en la escena mexicana contemporánea, agrupación que junto con Ramona, Jardín y otros proyectos juveniles emergentes están colocando a Tijuana a la vanguardia de la creación de callejones musicales.

    Nacida en el seno fronterizo de Tijuana, Entre Desiertos es un proyecto conformados por los músicos Jacinto García, Rommel Santellanes, Násmar Guzmán, Mauricio Ruiz y Javier Gómez, jóvenes hábiles para jugar con la música como lo hace un niño con la realidad.

    Reventar las convenciones, desorientar la seriedad del cuerpo, hacer vibrar cada extremidad es la especialidad de este grupo que gusta de retomar la palabra “experimentar” al momento de crear. De esta sinergia musical ha nacido un EP y un disco de nombre Quadrántida, así como diversos sencillos hoy dispersos por internet.

    Previo a la presentación de la banda en el Abel’s Bar el pasado jueves 29 de Junio, que contó con la participación de Melti Perra Galga,  la agrupación le concedió a 4vientos una entrevista para explorar sus experiencias, gustos musicales, procesos creativos y opiniones sobre las bondades y defectos de la frontera que los ha visto crecer.

    Iván: ¿Por qué Entre Desiertos, cuál es el origen del nombre?

    La historia detrás de ello es sencilla, de hecho ya tenemos que inventarnos otra (risas). Fuimos a una exposición de fotos de unas amigas, de ahí salió el nombre. Ya teníamos una presentación agendada y teníamos que sacar un nombre, y ese fue el que llegó.

    La neta fue complejo llegar al nombre, fue más complejo que hacer música, fue más complejo que juntarnos. Fuimos a esa exposición donde exhibían paisajes desérticos y cactus con material como radioactivo, muy chingonas. Ya el sentido desértico fue posterior, vino después (Rommel Santellanes).

     Un aullido atado en el vacío
    romperá en llama acariciante
    Son tus poros membranas al descenso
    y tu flora centrífuga boreal

    ¿Qué bandas están escuchando en estos momentos?

    Arto Lindsay, guitarrista, cantante y compositor experimental (Rommel Santellanes)

    Braxton Cook, jazzista moderno (Javier Gómez)

    King Gizzard & the Lizard Wizard, propuesta australiana de rock psicodélico (Jacinto García)

    Kamasi Washington, saxofonista de jazz y compositor (Násmar Guzmán)

    Miski, compositora y cantante japonesa (Mauricio Ruiz)

    ¿De dónde viene la inspiración de su música? ¿Cómo es el proceso de composición de las canciones?

    Como somos un grupo muy diverso, el proceso es muy variable. A mí en lo particular me inspiran las experiencias personales, la gente que conocemos, los músicos con los que tocamos, absorbo mucho de todo eso (Mauricio).

    Para mí el aspecto musical es más importante, la influencia de la música que estoy escuchando. Incluso no tiene que ser una banda, puede ser un concierto de jazz tranquilo (Javier).

    Para mí las influencias son tanto musicales como las experiencias propias. Por ejemplo los conflictos emocionales, el caos emocional, la incertidumbre de existir, las situaciones banales, el estar enamorado (Násmar).

    Una de las cosas que más me inspiran es tener una deadline, un límite de tiempo que me obliga a hacer algo, sea componer, grabar, escribir, ese límite me lleva a ello (Rommel Santellanes).

    Cazador, sácame
    Esplendor, muévete,
    que no ves, por favor
    mi querer, no hay piedad
    por hablar, quémame,
    cúrame, esta llamarada fría 

    ¿Cuál fue el mayor reto en el proceso de producción de su disco más reciente, Cuadrántidas?

    Tener una fecha límite, porque antes de eso todo era como “cuando lo terminemos”, en abstracto. El reto fue que ya sabíamos cuando íbamos a tocar el material y todavía no existía (Mauricio).
     

    ¿Qué otros proyectos de la región les llaman la atención? 

    Melti, Perra Galga, La Sociedad secreta del vacío, Maura Rosa, Pequeño Asteroide.
     

    ¿Próximas colaboraciones?

    Estamos grabando una canción con Jardín, tenemos una colaboración con Perra Galga, vamos a trabajar una con Ramona y estamos grabando una colaboración con una banda de la Ciudad de México que se llama De Guadalups. Tenemos otras en mente pero todavía no se gestiona nada.

    ¿Opinión sobre la escena musical regional y nacional?

    A nosotros, viviendo en la frontera, nos toca ver que hay mucho movimiento en el norte. En proporción a otras partes del país me parece que Tijuana está atravesando una temporada emergente, es como un punto de creación, hay mucho movimiento. Y no sólo Tijuana, si no la Baja en general, hay gente muy apasionada que está sacando muchos proyectos adelante. (Rommel).

    Camino y no hay semáforo
    Semáforo
    Semáforo
    Y no ha parado de llover
    Llover, llover, llover, llover, llover

    ¿Qué les gusta y no les gusta de Tijuana?

    Creo que la fuente creativa de la ciudad está muy chida, pero como que hacen falta más plataformas, digitales e impresas, para darle difusión a los proyectos (Rommel)

    Quizás más periodismo musical, medios, que se pueda exponer y difundir lo que haces con profesionalidad (Násmar)

    A mí no me gusta que luego sea demasiado gringa, o pretende ser más estadounidense que mexicana. El conflicto de identidad a lo mejor, como que te sientes más de allá que de aquí (Mauricio Ruiz)

    A mí últimamente me da culillo salir en la noche (Javier Gómez)

    Los tacos varios, la chela, la comida, la diversidad cultural (Jacinto García)

    Recientemente la banda estrenó una versión teatralde su canción “Semáforo”. Te dejamos ambas versiones a continuación: