-
Casa Yonki: produciendo folk-rock desde la independencia poblana
Redacción por Iván Gutiérrez
En nuestra última visita por Puebla tuvimos la oportunidad de conversar con Carlos Iván Carrillo, productor musical y fundador de Casa Yonki, estudio de grabación y plataforma dedicada a la difusión de la música independiente que se hace en Puebla, en México y en Latinoamérica. Conoce más de cerca su historia, su trabajo, los músicos que han grabado con ellos y su visión de la escena independiente poblana en esta entrevista de PerRAlternativx.
Platícanos cómo es que inicia Casa Yonki…
Empezamos en el 2018, con las labores naturales de un estudio musical. Estudié Producción Musical, por lo que al concluir la carrera decidí emprender con Casa Yonki. El primer disco que produjimos fue “Tormenta”, de Iván García y Los Yonkis. A partir de ahí han ido surgiendo más producciones con artistas de la ciudad de Puebla.
Hace dos años decidimos inaugurar nuestro canal de YouTube, con el objetivo de difundir la música de géneros cercanos al rock y a la canción que se hace en Puebla, y en México en general.
¿Por qué el nombre de “Casa Yonki”?
Tiene que ver en parte por la banda de Iván García y Los Yonkis, donde tu servidor es guitarrista, y también con la visión de generar una comunidad a partir del espacio, por eso lo de Casa; todos los artistas con los que trabajamos, aparte de ser grandes compositores, grandes músicos y artistas, también son grandes amigos.
La referencia Yonki en sí la tomamos de la novela Yonqui de Williams Burroughs, que va de los escritores del movimiento beat, el consumo de sustancias psicotrópicas y un estilo de vida punk.
Veo que muchos de los músicos que han grabado con ustedes están orientados al folk…
Esta comunidad que te digo que se ha ido generando alrededor de Casa Yonki tiene mucho aprecio por el folk, de la canción cercana al folk, al rock, al rock-pop y a la canción de autor. Yo como productor, es de lo que más he escuchado y de lo que más influencias tengo, este cúmulo de géneros que flotan alrededor del folk-rock, incluso de Estados Unidos (The Byrds, Crosby Stills Nash & Young) hasta el otro extremo latinoamericano (Victor Jara, Inti-Illimani, Manuel García, Álvaro Henríquez, Jorge González), todos estos géneros que se conectan entre sí.
Acá producimos mucho de esos géneros, si bien luego llegan chambas de grabaciones de otras ondas, compas raperos, metaleros, que también trabajamos. En el canal tenemos ya más de 40 artistas grabados, por mencionar a algunos, están el maestro Carlos Arellano, Gerardo Enciso, Cristian López (Argentina), el cantautor Chinoy (Chile).
También pueden encontrar charlas con artistas internacionales como Cristobal Briceño (Ases Falsos) o Diego Álvarez (guitarrista de Manuel García, chileno también). Realmente hay una paleta muy variada en el canal, que sí oscilan entre el folk y el rock, pero cada uno con su propuesta muy particular.
Platícanos de las sesiones en vivo…
Éstas llevan por nombre “Sesiones Colocadas”, vamos en la temporada tres, y tienen la intención de difundir la música de los artistas independientes que trabajan con nosotros. Si tenemos las herramientas para generar una comunidad, por qué no aprovecharlas, sobretodo porque de repente no hay espacios suficientes para los músicos independientes. Las Sesiones Colocadas tienen esta intención. Cuando estos compositores andan de rol por Puebla y creemos que su propuesta está chida y conecta con la onda del canal, los invitamos a grabar. Algunas ya se han vuelto clásicos, incluso me ha tocado dar el rol por los bares de Puebla y ver que afortunadamente se están escuchando dos que tres de las rolas que han iniciado en estas sesiones.
También tenemos otras sesiones en vivo, de cuatro rolas Full Band donde han participado, por ejemplo, Chinoy, Carlos Arellano, la banda de rock experimental Chaneques, grandes músicos todos.
En la parte de producción musical, ¿cuál ha sido el trabajo que más te ha costado producir?
Yo creo que todos tienen su reto. Lo que sí es que me cuesta mucho trabajo estar produciendo varios álbums al mismo tiempo, en paralelo, de diferentes artistas, eso es un reto, no mezclar y mantener la esencia de todos, incluso en mi trabajo con Iván García. Siempre hay que buscar las variantes para que no suene igual todo tu trabajo, creo que ese es uno de los mayores retos para todo productor.
¿Qué opinión tienes de la escena musical independiente en Puebla?
Creo que es muy nutrida, considero que tiene grandes músicos, grandes propuestas, y como en todos lados, es complicado poder unir y quedar bien con todos, pero creo que afortunadamente con los músicos con los que hemos trabajado aquí en Casa Yonki hemos generado una comunidad, una amistad, y me entusiasma ver que muchos proyectos poblanos salen del estado a tocar a otros lugares, eso habla de que estamos haciendo algo bien. Creo que hay mucho talento, y esto al margen de las instituciones, creo que es un mérito de los músicos poblanos totalmente, porque a pesar de las instituciones culturales, nosotros no dejamos de publicar y producir de manera independiente.
¿Por qué seguir ese camino independiente?
Yo creo que en realidad no tuvimos otra opción, fue el único camino que encontramos. Como te digo, las instituciones culturales, al menos de Puebla, no se distinguen por interesarse por estas propuestas. Yo creo que la mayoría de músicos que conozco han tomado este camino porque es el único que hay, es el que de alguna manera vas abriendo tú solo, generando espacios como Casa Yonki donde se crea comunidad y nos echamos la mano entre todos.
Lo veo como una manera autogestión, muy punk incluso. Y no diría al margen de las instituciones sino a pesar de ellos, porque hay veces que en vez de apoyarte pareciera que te quieren chingar, tal cual.
Si alguien fuera a entrar por primera vez a Casa Yonki, ¿qué dirías que se van a encontrar?
Tal cual, propuestas de diferentes compositores de varias latitudes. Explorando pueden encontrar algo que les guste seguro, porque hay mucho talento en la música independiente. Es un canal muy variado.
También tenemos en el canal estas charlas de nombre Aunque tú no lo sepas, junto a Alejandro Carrillo, de la Revista Sputnik, es un podcast de charlas con personajes de la cultura nacional e internacional, en las que aprendemos mucho de los entrevistados: hablamos de sus procesos creativos, sus experiencias, su trayectoria. Si algún músico las ve seguro que saca varios tips y varios aprendizajes de ello.
Qué planes hay en el camino de Casa Yonki
De entrada, sobrevivir, porque en el medio cultural eso siempre es algo complicado. Por suerte, sentimos que vamos en crecimiento, el proceso de ser un estudio de grabación cada vez es más caro y necesitas más herramientas, pero vamos creciendo y estamos listos para seguir trabajando con más artistas, con la visión de poner nuestro granito de arena para que Puebla sea un estado más musical y que cada vez haya más jóvenes que se interesen por componer, por hacer sus discos, sus canciones y vestirlas bien bonito.
Conoce más a fondo las producciones de Casa Yonki desde su canal de YouTube:
-
ERRR Nights con Abel Ibáñez, Amapola y Madame Récamier
Fotos y Redacción por Iván Gutiérrez
Miércoles 31 de mayo, Foro Indie Rocks. Es la primera vez que estoy en este foro, reconocido como un escenario importante en la escena musical independiente, pues en él se han presentado bandas y músicos de gran trascendencia.
En este caso, la alineación músical de la noche la forman Abel Ibáñez, Amapola y Madame Recamier, tres proyectos que han fusionado sus vibras sonoras para darle vida a la 2da edición de las ERRR Nights, una iniciativa de ERRR Magazine para compartir la música de proyectos independientes acústicos en el Foro Indie Rocks.
El show ha dado inicio con la alineación de Abel Ibáñez, compositor de indierock que tras residir varios años en Australia ha vuelto rápidamente a México para regalarnos un par de conciertos bajo su nuevo proyecto solista. A pesar de que éste se trata de su primer show en Ciudad de México con este proyecto, los coros y gritos de apoyo del público nos hablan de que se trata de un artista muy querido. “Dan vueltas los días, no para de bailar”, nos canta Abel mientras las parejas ondulan de un lado a otro.
Las canciones de Abel son de ese tipo de indie acústico que te lleva a soñar despierto. En lo personal me recuerda un poco a Siddhartha: una voz arrulladora con distorsiones ligeras para meterle esa energía rockera a los sueños.
Abel agradece a familia, amigos, sus músicos, bandas participantes y a Fragments and Forms, estudio a cargo de la parte visual del escenario. “Y eres tú, con tu risa”, nos complace Abel con una última canción, luego de que la clásica demanda por “otra” se escuchara con hartas ganas. Concluye su show y la lluvia de aplausos y gritos no se hace esperar.
La siguiente en subir al escenario es Amapola Malahierba, compositora chilena que le dedica su primera canción, Manzano, a su abuela, quien acaba de pasar a mejor vida, “a la vida eterna… la verdad yo no creía en eso…”, dice con una sonrisa nostálgica, “pero ahora sí lo quiero creer”.
La vibra de Amapola se siente como las hojas mecidas por el viento; me transmite que es una persona transparente, que siente mucho. Sus composiciones son del tipo que te atraviesan el pecho, te elevan y te dejan flotando entre las nubes. Toca con cuerdas de nylon, lo que le da esa esencia íntima y mística.
Es tanta la presencia que transmite la voz de malahierba que tras unos minutos de su canto las personas que platican terminan por guardar silencio para escucharla atentos.
“Las cosas importantes otra vez las perdí”, nos canta Amapola. La combinación entre la dulzura de su voz y la realidad de sus líricas me hace derramar unas cuantas-varias lágrimas, manifestando el sentimiento de gratitud que traía atorado en el pecho por estos días de andar caminando al lado de gente que amo.
Lo que hace Amapola es que su voz de jardinería siembra paz en quien la escucha, remueva esa barreras ridículas que siempre debemos poner para que este mundo no nos haga mierda; su música te abraza y te dice oye, todo está bien, yo también me he sentido así, como incapaz de que el tiempo se detenga.
La versatilidad en los ritmos de sus canciones también hacen que cada canción sea un deleite, que aderezadas con las letras reflexivas te dan la receta perfecta para profundizar en ti mismo: “Cómo saber si es paciencia… o pura demencia”.
Termina Amapola y sube a escena Madame Récamier, un grupo que tengo muchas ganas de escuchar por los comentarios favorables que me han dado de su música. Entre los instrumentos que interpretan están un piano, violín y guitarra. Inicia la primera pieza y la voz de Gina, vocalista de la agrupación, se me hace impresionante, la asocio a proyectos de música dream-pop-alternativa con una lead-singer potente.
Cierro los ojos y dejo que el viaje sideral haga lo suyo. Su música me transporta a sensaciones/visiones oníricas. Sin embargo, a la tercera canción el micrófono empieza a presentar fallas, un chirrido que no permite disfrutar la voz de Gina. Tras una canción instrumental y el intento vano de reparar el detalle del micrófono, el show concluya prematuramente, dejándonos a la mitad del trance Recamier. Una lástima, pues la música iba conectando chido. Pero bueno, a veces pasa, ya nos tocará escuchar su set completo en el futuro.
Salgo al patio a respirar un poco de noche y encuentro que afuera los amigos de ERRR han montado un stand con varios de sus ejemplares impresos. Tomo uno con fotos de edificios y paisajes urbanos/rurales que nos cuentan una historia poética muy surreal. Tras pasar un par de páginas decido que ya tengo souvenir de esta gran noche acústica. Quedo sorprendido con todo el trabajo editorial de este proyecto y me retiro emocionado por tanta nueva música que ha llegado hoy a mis oídos.
-
Iván García y Los Yonkis, componiendo la vida desde el underground poblano
Redacción por Iván Gutiérrez
Si uno deambula por el centro de Puebla y tiene la suerte de llegar a la cantina correcta, es probable que entre letras, callejones y mezcales se encuentra a Iván García, músico poblano que tras varios años de practicar el arte de crear canciones ha logrado perfeccionar la composición de relatos de folk, hermanando la poesía y la música en una decena de canciones que hablan de todo un poco: el amor, la muerte, los amigos, la ciudad, la música, el underground, la soledad. Prepárese un buen trago y adéntrese con nosotros por los recovecos de este gran compositor.
¿Si tuvieras que tomarte un último trago, éste sería de mezcal, whisky, ron, tequila o cerveza?
Difícil decisión… yo creo que me tomaría un Vodka Tonic.
Hacemos esta entrevista desde Baja California. Si tuvieras que presentarte con la banda de por acá, ¿cómo lo harías? ¿Quién es Iván García, qué hace, a qué se dedica?
Les diría que soy un cantautor con casi 15 años de trabajo. Me identifico como un cantautor alternativo, en el sentido de que he ahondado en muchos estilos del lado de la música alternativa, abarcando desde el rock clásico hasta psicobily, new-wave, post-punk. Tenemos tres discos en grabaciones que se han concentrado más en el folk, que es el género que más me gusta. Yo empecé haciendo rolas por Bob Dylan, ya después me entró lo más oscuro.
¿Cómo empezaste en el arte de hacer canciones?
Tenía una guitarra… y aprendí a tocar con cancioneros. A pesar de que estudié en el Conservatorio de Música de Puebla, cursé un año de guitarra, y nunca lo aprobé. Es una escuela muy ortodoxa, dirigido a entender la música académica, no hay nada de armonía moderna ni de composición. Estuve ahí, aprendí a solfear, y la guitarra la aprendí a tocar con los cancioneros que vendían en los puestos de periódicos. Entonces empecé a imitar armonías que veía que eran constantes en las canciones populares, y les empecé a poner letra.
También me adentré en la canción de autor, con Luis Eduardo Aute o Serrat, pero nunca me encantó este lado de la Trova, me caía muy gordo. Entonces conocí al cantautor Carlos Arellano, de aquí de Puebla, nos hicimos amigos por nuestro gusto común por Dylan, y empecé a experimentar más con este tipo de letras que hablaran más de la cotidianidad, de la calle, sin caer en lo urbano, que es más crónica. Más bien una cuestión intimista, inspirado por músicos como Tom Waits, Leonard Cohen.
¿Cómo surgió la idea del álbum de X?
Es un disco que festeja los diez años de la banda Iván García y Los Yonkis, pero llegó pandemia y se retrasó su lanzamiento. La idea nació porque amigos, colegas, me decían “me hubiera gustado componer esta rola o grabar una versión”, y dije bueno, para festejo vamos a hacer eso: que cada quien se aviente su versión. Es una selección en su mayoría poblana, pero también hay otros amigos foráneos como Gerardo Peña, Lázaro Cristobal, Paulo Piña y otros más.
Me parece fantástico que hayan reunido a diferentes intérpretes y bandas y que cada uno logré ponerle su sello característico a cada canción. ¿Tenías en mente eso?
Creo que este álbum habla de la versatilidad que tienen mis canciones. Hay composiciones que muchas suceden en mi cabeza, y a la hora de materializarla, no suenan como uno cree. Por eso es muy importante esta onda de la producción, que igual como artistas independientes muchas veces carecemos de recursos para lograrlo, tenemos que ingeniárnosla. En el caso de X, hay canciones que son más parecidas a lo que tenía en mi mente que lo que salió en algún momento, y otras que le dieron completamente la vuelta a la canción. Esa es la belleza de la canción, que puede ir para muchos lados.
Me parece que todas las grabaciones en ese álbum lograron ponerle ese toque de inspiración para querer cantar las canciones, ¿desde que escribiste estas rolas tenías ese efecto en mente, o fue algo que se dio, digamos, por sí solo?
Es parte de mi sello, mis canciones tienen una estructura popular, muy pop. Hace poco toqué en Ciudad de México, y me fue a visitar un querido amigo, Perasalolmo (Andy Mountains), y me dice “tú no haces rolas, haces himnos”. Y no lo digo exaltándome, es algo que me han dicho mucho, porque la gente los hace suyos, y hago coros para cantarse, que hace que los conciertos sean tan lúdicos.
La melodía de Panteón me parece genial, como que te adentra en esa sensación de melancolía desde los primeros segundos de la canción. La letra a su vez es increíble, tiene sus momentos de vida y muerte, ¿cómo y cuándo nace la canción de Panteón?
Hasta hace unos años antes componía solo con resaca, me daba una lucidez maravillosa, entre botellas, hambriento, sediento, ceniceros llenos. Panteón nace de esas vivencias, habla de un estilo de vida hedonista y destructivo.
La muerte es algo muy presente en tus canciones, me imagino por tu coincidencia con autores de literatura y filosofía existencial, ¿qué es lo que más te llama la atención de este tema?
Son los tópicos más comunes de la literatura. Toda la vida me ha gustado leer, y nunca lo he hecho por lampareo, es un gusto que tengo, y en la literatura esos son los tópicos que más he encontrado, el amor, la muerte… los aspectos sociales, aunque ese lado siempre me ha fallado. Esto no quiere decir que no tenga una postura política, pero siempre he pensado que es complicadísimo escribir canciones sociales, muy complicado no caer en lo panfletario.
A pesar de no meterte mucho en lo social, tienes esta canción de “La Resistencia”…
Es una canción inédita, nunca la he grabado, sólo existe en X. Los compas de Rockercoatl, mitad tlaxcaltecas y mitad poblanos, tienen una banda de metal en Nahuatl. El acordeonista toca conmigo y cuando escuchó esta canción me dijo, “oye, por qué no nos das esa rola…” y le dije va, claro, y quedó en este disco.
Tengo otra social que se llama “En algún lugar del Cielo”, en el Sal Paraíso, dedicada a los desaparecidos. Pero sí me cuesta mucho, admiro a gente que lo hace maravillosamente, como León Chávez Teixeiro, o por ahí Israel Belafonte me parece que tiene rolas muy chingonas que abordan problemáticas sociales.
Hablemos de Ciudad Soledad, esta contradicción urbana, ¿para quién fue compuesta esta canción, para quién es esta invitación?
Para mí es un tema muy común hablar de mi ciudad, porque estoy muy enamorado de ella. Entonces es una frase que digo mucho, porque mis amigos se enamoran de su tranquilidad, su gastronomía, su clima, y siempre me dicen “me gustaría vivir en Puebla”… y les digo “ven a vivir en Puebla”, es un cliché mío, invitarlos.
Esta canción sale a media pandemia, salía a ver a una amiga, me iba a en mi Moto cruzando la ciudad y era maravilloso, espeluznante y poético, no había nadie en el centro… era hermoso, y se me ocurrió esa frase.
¿La frase “por el amor de mi parvada he terminado enjaulado” es ficción o no ficción?
Todos hemos tenido ese lado oscuro… pasaron varias veces por diferentes situaciones, es parte de lo emocionante que es vivir, de romper las reglas… Nunca me imagino haber sido una persona muy en el “status quo”, siempre fui un tipo raro, como dice la rola, me he metido y me sigo metiendo en problemas, la vida contracultural.
Qué opinas del fenómeno contracultural en los tiempos posmodernos
Es muy complejo, nos daría para un debate. Ahorita con todo este rollo del reggaetón y los corridos tumbados, es complicado saber qué es la contracultura, porque si bien es cierto que estos géneros hablan de temas que eran tabú, como el sexo, la violencia, y que ellos los están sacando de donde estaban escondidos, también es verdad que es música de establishment, tú pasas por una construcción y los albañiles están oyendo a Peso Pluma, pero también los chavos fresas de Angelópolis lo escuchan, es la música que se oye en todos lados. Entonces no sé si eso sea contracultural, porque está establecido, está de moda, su nivel de masificación es devastador… pero en cuanto a temas puede que sí guiñen con lo contracultural. Es complicado, como te digo, un tema que hay que platicarlo con unos tragos.
¿Hubo un tema que fuera tu favorito de este álbum?
Hay varios, para mí todos tienen una aportación magnífica. Hay unos que me llegan ahorita de rápido, diría que Panteón la versión de Sinuhé, me parece propositiva, porque habla de esa otra parte de la canción, porque la rola habla de los excesos del lado festivo, cuando en realidad también hay una cruda moral, que es como esa parte que versionó Sinuhé. La de Grito, en versión Ska de Los Marginados, me parece sensacional, está chido porque están dando la canción a conocer. Obviamente todas las canciones me gustan, son mis hijos, pocas mamás dicen que sus hijos son feos; en mi caso igual, todas las veo hermosas.
¿Por qué la frase “si un día pretendes escribir, entre lobos tendrás que vivir”, en la canción de Ajedrez?
Creo poco en los escritores de escritorio, creo más en los escritores vivenciales. Alguna vez pensaba en un cuento de Vargas Llosa, “Los Cachorros”, que habla sobre la onda de los rebeldes sin causa, los 50s, y nunca se la creí. Creo que es importante eso, que las canciones tengan óxido, víscera, por lo menos hacerle como Solá, que se iba a las cantinas a escuchar de qué hablaba la gente. De eso trata ese verso, de que hay que vivir para escribir.
¿Qué viene para Iván García?
Estoy pasando por una situación de análisis… ya tengo escrito todo el próximo álbum, tengo ya los músicos… estoy en la parte de entender cómo lo vamos a producir, de qué manera le vamos a dar ese sonido que traigo en la cabeza. Es un disco complicado para estos nuevos estándares comerciales, pero me parece que, como te digo, siempre me ha gustado ser propositivo en este lado de hacer lo incorrecto: soy un necio y lo voy a publicar así como lo tengo en la cabeza.
Estoy en esa parte, donde ya estoy dando últimas pinceladas, de a diario lo toco, de a diario me gusta, es una lista muy larga donde tengo que hacer la selección. Espero que ahora que vea a todos mis carnales en el festival Resistencia, puedan ayudarme a elegir y a resolver un poco esto que tengo en la cabeza. Creo que siempre siempre hay que ayudarnos con los amigos, sobre todo gente con la que te sientes identificado tanto musicalmente.
Dos cosas que te gusten y que no te gusten de Puebla
Me encanta el centro, arquitectónicamente es bellísimo, he andado en muchos centros borracho de noche, y ninguno tan maravilloso como el de Puebla. Otra cosa que me gusta son los Tacos árabes, es mi comida favorita, es un taco delicioso y aparte es el papá de los tacos al pastor.
No me gusta todavía este apego tan grande que tiene el poblano a la religión, son ultra católicos, son de derecha, conservadores. Otra es… esto del público poblano, es complicado, no es como el público de otras ciudades que se parten la madre por su escena contracultural, aquí está muy segmentado y aparte no son tan apasionados. Sí hay banda, hay público acérrimo, pero, por ejemplo, en Ciudad de México hay una pasión por la música de otro tenor. Aquí en Puebla la hay, pero no a esas magnitudes, somos más parcos, tibios…
Si Iván García fuera una película, cuál crees que sería el género y de qué trataría la trama
Me gusta mucho el terror, pero por lo cursi y romántico que soy, me gustaría ser una película de Jim Jarmush, algo en blanco y negro, que tenga tragos, taxis, ciudad, y algo terrorífico por ahí, algo de novela negra.
-
Otro Caguamón Videoclip: cuando el amor viene en forma de cerveza
Por Redacción PerRA
¿Qué pasa cuando juntas a un músico apasionado con una caguama sensual y tóxica? ¡Tienes como resultado Otro Caguamón, el nuevo videoclip de Ay Gregorio!
Cada día se nos presentan cientos de propuestas musicales en las redes sociales, creadores que buscan transmitir emociones y melodías que conecten con nuestros propios sentires. Sin bien el talento abunda, son pocos los músicos independientes que logran atravesar la barrera de lo “común” para presentarnos su música de forma innovadora, creativa y fresca.
A nuestro parecer, éste el caso del nuevo videoclip del compositor de indie-folk Ay Gregorio, músico de Ensenada Baja California que en esta divertida sátira logra mezclar el humor de las comedias románticas con un toque de crudeza y melancolía muy interesante.
La historia de esta divertida historia inicia con una de esas solitarias noches de borrachera en el cuarto de Gregorio, quien parece estar pasando por una racha depresiva donde bañarse ha quedad fuera de sus hábitos.
Como en toda historia fantástica, la magia ocurre cuando una de los Caguamones en la habitación cobra vida, dando paso a una serie de citas románticas donde se muestra la etapa del enamoramiento inicial que todos experimentamos en las relaciones amorosas. Paseos por la playa, charlas de café, películas en el sofá, recorridos nocturnos por la ciudad de la mano de su caguamón.
Todo parece ir de maravilla con la nueva dueña de su corazón, hasta que Caguamón tiene un ataque de celos durante una cita en un restaurante. A partir de aquí el video nos muestra varios momentos dramáticos que nos hacen tanto llorar como sentir empatía con el Gregorio que vemos en pantalla.
No quisiéramos spoilearles el desenlace de esta bella historia caguamera, pero con mucho gusto los invitamos a que lloren, rían y se diviertan viendo el videoclip de Otro Caguamón, ¡sin duda una gran experiencia audiovisual para todos los que amamos enamorarnos y brindar con una buena cerveza!
No olvides seguir a Ay Gregorio! en sus redes sociales para que no te pierdas sus próximos lanzamientos:
https://open.spotify.com/artist/7JWYz76kcuMX1ZpdgQKGhs
https://www.tiktok.com/@ay.gregorio
-
Love of Lesbian, crónica de una Noche Reversible en Tijuana
Fotos por Mexicali Music Magazine
Redacción por Iván GutiérrezSábado 29 de abril. Esta noche centenas de bajacalifornianos nos hemos congregado cual Fanáticos de John Boy para recibir nuestro regalo del día del niño en el segundo piso del Black Box. En lo personal nunca pensé que esta banda de Indie-Pop llegaría hasta nuestra frontera, pero hoy, dispuestos a desafiar nuestra incredulidad, Love of Lesbian está listos para hacernos temblar de emoción.
Llegan las 9:50pm y arranca el concierto con la euforia de quien está por primera vez frente a alguien que ya conoce: “¡Ésta es nuestra primera vez en Tijuana! ¡Estamos muy emocionados y vemos que ustedes tan bien, les advertimos que van a llorar y van a gritar, pero prometemos tratarlos con cariño!”, nos dice con mucho amor Santi Balmes, vocalista de la agrupación.
Noches Reversibles inunda el recinto y los coros del público resuenan tan fuerte como bocinas y amplificadores. Los españoles tocan a continuación un tema de su nuevo álbum “Viaje Épico Hacia la Nada”, y luego se van por “Domingos Astromáticos”, un clásico muy nostálgico y en lo personal, una de mis favoritas. A los alrededores se percibe que la gente ha venido a este concierto a sentir, llorar, recordar, ondular y deslizarse como si fueran de viento.
Si bien todo fluye con mucha belleza, a ratos pareciera que a la voz de Santi le hace falta un poco más de volumen, quizás porque en varios pasajes canta en tonos graves y el resto de los instrumentos crean una capa sonora que sumerge sus líricas; por igual, el concierto se disfruta de maravilla porque pareciera que todos los asistentes nos sabemos la mayoría de las canciones de pi a pa.
Empieza “Manifiesto Delirista” y descubro en ella una nueva pieza del rompecabezas de amor lésbico que pasa a integrarse a mis coordenadas emocionales. Unas canciones más adelante da inicio “Incendios de Nieve” y el éxtasis es puro, al punto que en cierto momento Santi logra organizar al público para que una parte cante “incendios de nieve y calor” y la otra haga un “ooooh, oooh ooh ooh”, integrándonos de lleno como parte de la agrupación.
Otra gran canción empieza cuando los teclados característicos de “Los Toros en la Wii” se hacen presentes, una gran obra poética llena de referencias literarias y desveladas donde el cielo escucha carcajadas enormes. A mi parecer, una de las canciones que más distinguen a este grupo español, recomendada para quienes apenas están por internarse en estos universos infinitos/inestables.
“Todos los raros fuimos al concierto, del gran telepata de Dublín, media hora antes invadimos el metro, yo iba obligado y tú en éxtasis”, arranca la letra magnífica y metatextual de “El Club de fans de John Boy”, otro gran himno de la banda.
Al concluir El Club de Fans Santi dice, con mucha sinceridad, que en las últimas dos décadas han vivido grandes experiencias con Love of Lesbian, y que hoy miran con mucho cariño y nostalgia aquel año de 1999, cuando iba arrancando el éxito de la agrupación, invocando con esto la canción de nombre homónimo cuyo coro es imposible no cantarlo: “Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo, solo quiero ser espectador, relax entretainement. Me pregunto quien pensó el guion, debe estar bastante enfermo, fue el estreno de un gran director, le caerán mil premios”.
La armonía final de esta canción se acopla perfecto con un homenaje a manera de coro de “La Llorona” y “Por qué Te Vas”, sorpresa que nos hacen aplaudir con tanto ímpetu que casi se nos caen las manos.
Nos hacen pedir otra a gritos y tras unos minutos de descanso los españoles regresan al escenario para complacernos: “Esta canción nos hace regresar a aquella época donde se forjó el sonido de la banda, tocar este tema es regresar Allí Donde Solíamos Gritar”, y empieza otro gran clásico de la banda, con ese primer verso tan bello: “A que no sabes donde he vuelto hoy… donde solíamos gritar”.
Tras esta explosión de texturas nostálgicas la despedida definitiva arranca con un descenso energético. Inicia la suavidad de “Oniria Contra Insomnia”, perfecta canción para cerrar los ojos y ponerse a recordar los bellos momentos al lado de alguien especial. El sueño se puede manifestar una vez más esta noche: “y en el bar la bohemia fue la primera y tercera vez…”. Como los grandiosos músicos que son, Love of Lesbian nos han dejado enamorados en un solo repertorio.
-
Más Allá del Agua se encuentra Durango
Fotos y Redacción por Iván Gutiérrez
Esta crónica musical aborda una exploración efímera de la ciudad de Durango, una entrevista en el Belmont con Lázaro Cristobal, una cobertura narrativa de su concierto en el Teatro Victoria y la persecución del cuestionamiento que plantea a esta entidad como un destino triste donde los suicidos son constantes.
POR EL BOULEVARD FRANCISCO VILLA. “CUANDO ME VINE DE PUEBLA”
“De Durango salió Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, y también Pancho Villa; ahora que andes por acá lo vas a ver por toda la ciudad”. Así el conductor del taxi colectivo que va del aeropuerto a la capital de Durango. Los alacranes, el mezcal, la infraestructura colonial y los suicidios son algunos de los distintivos más populares de este lado de la república, un estado con aires del viejo oeste que mezcla lo mejor (¿y lo peor?) del centro y el norte del país.
El motivo que nos trae hasta acá lleva por nombre Lázaro Cristobal Comala, compositor que desmiente a Jaime López al cantar que No es cierto que nadie va a Durango. Quienes ya conocen a este músico duranguense saben que no requiere mucha introducción: sus letras son la total transparencia de su persona. Para quienes no lo conocen, les comento que se trata de un compositor de la estirpe de Johnny Cash, Bob Dylan, Nick Cave, Chavela Vargas y Tom Waits, asiduo lector de Bolaño, Pessoa, Borges y Castellanos.
La amargura de Lázaro Cristóbal
En junio 2022 Lázaro partió el año en dos cuando publicó su más reciente álbum “Belmont”, un disco doble de 20 canciones donde ha plasmado las emociones e historias que lo habitan en una desgarradora crónica musical sobre un momento fundamental de su vida. Ahora, tras cuatro años de no tocar en su ciudad natal (y afirmar que lo quieren más afuera que en su propia ciudad), está por presentar este disco en formato de banda completa en el Teatro Victoria, un lugar que se dice, es de los escenarios más importantes de Durango, sino el que más. Para documentarlo tenemos cámara y pluma listas.
Durango no es un estado que haga mucho ruido en el contexto nacional por atraer gran turismo. Al contrario, es más común escuchar a la gente preguntarse “¿Qué hay en Durango? ¿Dónde queda”. En el camino a este rancho me invaden algunas reflexiones al respecto, pues Lázaro ha construido toda una mitología personal de su estado a través personajes y espacios que menciona en sus canciones: la Catedral, el Casablanca Hotel, el Café Madrid, el Paseo del Viejo Oeste y, por supuesto, el Bar Belmont, por no decir que los contenidos visuales de sus obras —portadas, videoclips, live-sessions— también aportan a la creación de una visión lazaraina de esta entidad.
A partir de este campo semántico de tintes geográficos asoman algunas preguntas: ¿cuál es el aura y los detalles que distinguen a esta ciudad, y que forman parte de la inspiración de este compositor? ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? Y, sobre todo, ¿es este un estado tan triste, desolado y abandonado como afirma Lázaro en el subtexto de sus canciones, o será que más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor?
Este viaje es emocionante no sólo por responder éstas y otras preguntas en entrevista directa con Lázaro Cristobal, sino porque implica visitar el lugar donde se viven las historias que este músico nos comparte en sus canciones: uno se imagina que hay destinos y gente extraordinaria en este pueblo olvidado por Dios. Nosotros, claro, estamos listos para comprobarlo.
POR LA 20 DE NOVIEMBRE. “FAISANES”.
27 grados marca el termostato. “No se ha sentido el frío todavía, ha estado calientito”, dice el chofer. “Tacos de barbacoa, de asada, al pastor”, comenta ya entrada la plática de las recomendaciones culinarias.
Por la carretera que te lleva al centro de Durango se divisan parcelas amarillas que seguramente en primavera resplandecen de verdor. Al aproximarnos a la mancha urbana aparecen varias agencias automovilísticas, también muchos puestos de gorditas, y se siente una vibra que me recuerda a mi natal Ensenada, muy de esas ciudades que conservan ciertos gestos de pueblo, con sus plazas, sus walmart, hombres con sombreros en la terminal de autobuses, misceláneas y tiendas pequeñitas, hoteles viejos, canciones de José Alfredo Jiménez en la estación de La Lupe. El contraste me viene más bien de las colonias habitacionales hechas de calles angostas de un solo sentido. El cielo es sorprendente y las nubes parecen de pintura.
Caminando por las avenidas se siente el espíritu popular. La gente se ve sencilla. En el Mercado Gómez Palacios hay lo que uno busca en todo tianguis: alacranes dentro de botellas de mezcal, llaveros de objetos referentes a Durango y comedores mexicanos de precios accesibles. Me detengo en el “Comedor La Popis y los Iguales” (iguales son los hijos de La Popis) y pido un Caldo de Pollo, que sirven muy bien reportado con guarnición de arroz y abundantes tortillas de maíz: el platillo es increíble, sin mucha grasa, pero sí mucho sabor.
De vuelta a las calles sigo observando cada rincón de la ciudad. El aspecto de los edificios es totalmente colonial. Las tiendas de curious, librerías, taquerías y demás están integradas a los edificios de otra época, como en muchas ciudades del centro de México. Por la cantidad de rosticerías diría que también les fascinan los pollos. La palabra “fascinar” me recuerda a “Faisán”, que en plural es una canción del Belmont que retoma la melodía y un sample de Monomanía, tema grandioso de Nacho Vegas.
La tecnología hace lo suyo y esta canción empieza a reproducirse al retomar la calle 20 de noviembre, una de las principales de la ciudad. El match es perfecto, no solo por las escenas que nos canta Lázaro y que pueden imaginarse manifestándose en estas calles (“salimos del Juan, y fuimos al Belmont”), sino porque la misma melodía conecta bien con el bullicio urbano del centro. Los siguientes temas tendrán el mismo efecto de sincronía.
Avanzadas unas cuadras con los temas belmontianos de Manhattan, Cioran, Cristobal y Líbano, llega la potencia acústica de Te Dije Cilantro, a mi parecer uno de los mejores temas de todo el álbum, mismo que empieza mientras atravieso el parque frente a catedral (aquí debió nacer el verso de “y este blunt que armaste frente a catedral”), y en medio de los adornos navideños y las familias tomándose fotos empiezo a entender (o a creer entender) el rechazo de Lázaro a Dios y la iglesia, pues como la mayoría de los estados en el centro de la república, se respira un aire muy… como decirlo… muy “Guadalupano”, muy de los santos, muy de que las culturas alternativas no son tan bien recibidas por estas bellas familias católicas.
Pienso esto porque en el breve trayecto que llevo a pie se han presentado ya un aproximado de cinco iglesias gigantescas y muy bien iluminadas, concordando con lo que había encontrado en internet, sobre que Durango llega a ser un estado muy atractivo para el turismo religioso. Horas más tarde, al encontrarme con Lázaro en el Belmont para nuestra entrevista, comprenderé que este rechazo de “lo cristiano” posee un origen más bien familiar que citadino.
POR LAS PUERTAS DEL CASABLANCA HOTEL. “QUIÉN TE HA MANDADO A INTENTAR SER FELIZ”.
Unas cuadras más enfrente de Catedral se presenta el Casablanca Hotel, un hotel que se mira viejo, gastado, pero que transmite esa sensación de tener mucha historia detrás. De diseño Art-Deco (un diseño que prendió mucho en Durango por allá de los 50s), fundado por Don Eugenio Durán Vázquez, estas habitaciones alojaron en su momento a Lázaro Cristobal para la producción de su EP en vivo “Cinco años con Sed”.
Dentro del lugar, a unos pasos de la puerta, hay una foto del Hotel tomada en 1945; el edificio luce casi igual, solo la pintura ha perdido algo de brillo. En otra pared hay retratos de artistas que se han hospedado en el Casablanca: Aleks Syntek, Gonzalo Vega, Damián Alcaráz, Alfonso Aran (“para el Hotel Casablanca, tan bueno como la película”). Al fondo se oyen canciones navideñas de estilo Sinatra.
Leyendo un periódico del 2001 colgado en la pared del Hotel descubro que aquí fue donde se inventó el “Caldillo Duranguense” —uno de los platillos típicos de Durango—, por la cocinera María Rios, además de ser el primer lugar de primera categoría que tuvo el estado, después del desaparecido Hotel Richeliu.
Estoy a punto de irme del Hotel cuando la música de fondo se para y un detalle que me había pasado desapercibido se manifiesta: un señor de unos 60 años se ha sentado en un piano al lado de las escaleras y empieza a tocar una armonía por la que va improvisando, hasta llegar a la melodía de Blanca Navidad, misma que interpreta con maestría y mucho sentimiento. Lleva guardados un par de lentes oscuros en uno de los bolsillos de su camiseta y una cajetilla de cigarros Pall Mall azules en el otro.
Cuando me acerco a tomarle una foto al pianista éste voltea y sonríe, después regresa a tocar con total atención las teclas de su piano, mismo que lleva tres años haciendo suyo. “Antes del Señor Chavita estuvo el Señor Rocha, quien tocó durante 30 años esas teclas, hasta que falleció”, me comparte la recepcionista. Pienso que en realidad así pasa con los instrumentos y las canciones: van pasando de mano en mano, de corazón en corazón, viajando entre las almas del mundo.
El Señor Chavita empieza a tocar Quizás, quizás, quizás, mientras sigo leyendo la entrevista del periódico hecha a Panchito Durán Alba, nieto del fundador, quien comenta que el Hotel Casablanca también fue la sede de muchas noches bohemias. Empieza una versión melancólica de “Cuando calienta el sol” y decido que es momento de partir; ya mero toca encontrarse con Lázaro en el Belmont.
POR EL BAR BELMONT. “CIORÁN”
“Esta tristeza camina y va a un bar…”, canta Lázaro en Ciorán. Lo imagino caminando justo como hago en este momento por las calles de Durango, envuelto por una bruma espesa que hay dentro de su cabeza. Al llegar al Belmont, Lázaro está sentado con su soledad en una mesa junto a la pared. Lleva unas ojeras enormes y bebe una cerveza junto con su mezcal. “Me la paso drogado todo el día… en cierto punto de embriaguez… es la única forma de soportar todo esto”, me dirá más adelante. Viene todo de negro: camiseta, chamarra, pantalón y botas oscuras empolvadas.
Aquí también habita un Chavita (“de 7 a 10 Chavita es…), se trata del músico invidente que ha salido en varias de las canciones y videos de Cristóbal. Para la ocasión toca una canción de los Cadetes de Linares. El Belmont tiene ese aire nostálgico y bohemio que uno siempre busca en las cantinas: hay fotos de personajes viejos en las paredes, una barra donde borrachos comparten historias, y claro, muchas botellas de licor.
Me siento con Lázaro y pido un mezcal, para ir calentando motores. Empezamos a conversar de Roberto Bolaño, de su reciente presentación en Xalapa en el Serendipia Fest (donde también estuvieron bandas como Diles que no me maten), y de cierto documental biográfico que actualmente Carlos Sosa está preparando sobre su vida. Tras unos minutos de hablar de esto y aquello empezamos una entrevista que se prolongará por una hora y media. Pueden leerla completa AQUÍ, de momento les comparto un fragmento.
¡Préndanle fuego a Lázaro Cristobal! Diseccionando el Belmont, mezcal a mezcal
—¿Qué es para ti Dios?
—No sé… la mayor parte de mi vida como cristiano creí que era real, pero desde hace una década pienso que no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que, si no es intervencionista, no es nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe, pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él. Por eso mi Dios es el de Líbano, no es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.
—¿Qué piensas del suicidio?
—Es parte de… desde Canciones del Ancla lo traigo… lo he intentado algunas veces. Pero ahora tengo un hijo, si no lo tuviera seguramente ya no estaría vivo. Pero ahora no puedo. Admiro a la gente que se suicida con hijos; yo no puedo, no lo puedo dejar, aunque también he pensado que ahora es cuando, ya que mi hijo no tiene conciencia… quizás tendría alguna especie de memoria de su padre, pero… no, no puedo, ya lo hubiera hecho pero con mi hijo no, porque no soy irresponsable.—¿Cómo y cuándo descubriste el Bar Belmont?
—No tiene mucho, yo creo que fue en el 2017 o 2018, por mi hermano Toño, él venía al Belmont, no mucho, pero me empezó a invitar y me gustó. Es un ambiente muy tranquilo. No me gusta venir de noche, porque hay mucho ruido, mucho relajo, mucho borracho, a mí me gusta más ir por la mañana o la tarde, más calmado. Es muy distinto el Belmont de la mañana y el de la noche. Yo siento que la gente que llega al Belmont a esas horas lo hace para tristear, no tanto a convivir ni a divertirse. No hay diversión a esas horas, es gente solitaria, mucho señor solo, mucho wey bronqueado: se les ve en los ojos, que están lidiando con algo.—¿Por qué decidiste ponerle así al álbum?
—Lo que pasa es que en el Belmont se vive mucha camaradería, empatizas mucho con la gente que va. Pareciera que viene más que nada gente solitaria,viene va más gente sola que acompañada. Muchos llegan solos y se quedan bebiendo solos, otros llegan solos y ahí se encuentran. Ponle que el 80% de los que van se conocen, pero no es como que queden para verse, solo se encuentran. Y muchos de ellos son personas muy solitarias, entonces creo que por eso empatizas: se vuelve una especie de complicidad. En el Belmont me siento en casa.
—¿Dirías que Durango es un Estado triste?
—Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.
—En varias de tus canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso tienes una canción titulada Ciorán…
—Sí, es necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú… y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de suicidarse…”.
El hecho de yo escribir sobre clase de temas… no es ni siquiera por una cuestión pasajera, sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que hablan sobre lo que pasa en sus entidades con el narco… o una persona como Nacho Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo expulsan a la gente de sus casas.Entonces ya el pedo de No me da la gana ser feliz, no viene tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado en el que vive el Estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de infancia.
Este tema de No me da la gana ser feliz era una burla al lema de cierto alcalde, que decía “Durango Te Quiero Feliz”, siendo que es de los estados con más suicidios. Entonces esta canción ya no es un tema emo, es un tema social. Una de las razones por la que más me deprimí hace años fue cuando saqué Niños tristes de Durango, que salió cuando un amigo se suicidó: se quitó la vida, se hizo parte de la estadística.
[…]
—Estás por dar un concierto en la ciudad que te ha visto crecer. Sin embargo, en Belmont, tu último álbum, dices “me quieren más afuera que en mi propia ciudad”, ¿sigues pensando eso?
—Bueno, es el primer concierto que doy en Durango tras casi cuatro años. El último que di acá fue también en el Teatro Victoria, cuando presenté al álbum de Samuel, en marzo de 2019. Este concierto es muy importante para mí, además del tiempo, porque siempre es más difícil jalar gente en tu propia ciudad, al menos así ha sido para mí. Lo que pasa es que a mí me tocó… un tiempo muy difícil para empezar, no por falta de espacios, sino por ataques que tuve hacia mi persona.
Lázaro salió en un tiempo en que todo era punk y todo mundo escribía en inglés: toda la escena andaba en modo anglosajón. Y pues de repente un wey empieza a hacer canciones con guitarra y cantar en español… yo era el extraño, el raro. Además de eso era un tiempo en el que había mucha competencia, mucha mala vibra, y tocaba un género que no le gustaba a las bandas; a la gente le empezó a gustar, pero a las bandas no… entonces llegó un momento en el que llegué a recibir amenazas de muerte; de hecho la canción de Préndanle Fuego viene de eso.
—¿En qué sentido?
—A mitad del paseo Constitución (una calle peatonal) hay una placa que le dedicaron a un payaso de camiones, muy popular en la ciudad. Se llamaba Bogar, se subía a los camiones y contaba chistes. Se volvió noticia porque se metía sus drogas, y en una madrugada tuvo un pedo con uno de sus amigos, creo por pedos de droga, entonces le arrojó gasolina y le prendió fuego (ambos eran escupe-fuegos).
Entonces, en una de esas que los músicos de bandas locales me andaban tirando mierda en una publicación de Facebook, alguien comentó “deberían prenderle fuego, como a Bogar”; por el estado emocional y mental en el que yo estaba, me afectó mucho que me dijeran eso, y me llevó a querer cerrar mis redes y dejar ya todo el proyecto musical. Por suerte, en ese momento el manager de Nacho Vegas me contactó, dijo que había escuchado mis canciones y que quería que le abriera un concierto en Guadalajara. Y eso me salvó. Entonces “Préndale Fuego” viene de eso, de que no me querían en la escena musical de Durango, no tanto de la gente.
Todos los inicios de Lázaro fueron eso: mucha crítica, mucha mierda, y una persona como yo, sensible a ese pedo, pues te llega más. Siempre me he sentido como un exiliado, soy una persona a la que le cuesta mucho tocar aquí, porque de estar, estoy… aquí vivo y trabajo. Siento que este concierto va a ser para sanar. Lo que pasa es que cuando uno lidia con estas depresiones, angustias y ansiedades, es el estado natural el enfocarse en todo lo malo. El mejor ejemplo es que si hay diez personas, y ocho te quieren, pero dos te tiran mierda, tú te enfocas en esas dos, en lugar de escuchar a las que te quieren.
Y ese ha sido mi error en todos estos años en Durango, que siempre me he enfocado en esos que me tiran mierda, en vez de los que me quieren y les gusta mi música. Es una lucha con tu mente, porque tu mente se enfoca siempre en lo malo. No significa que nadie me quiera o me sienta perseguido, sino que es mi cabeza. Pero ahora, después de cuatro años de no tocar aquí, va a estar precioso, porque el Teatro Victorio es increíble, o sea, no es un bar donde la gente anda cotorreando, sino que ahí van al silencio y a escucharte. Va a estar muy chingón.
POR EL TEATRO VICTORIA. “TE DIJE CILANTRO”
8:05pm del jueves 8 de diciembre. Llego al teatro justo a la hora precisa. Como dijo Lázaro, el Teatro Victoria es sorprendente desde su entrada. Tiene esa arquitectura que dota a todo lo que ocurre en su interior con un aura de gloria y elegancia, muy adhoc al concierto de hoy. En ambos lados del escenario hay columnas dóricas gigantes y los barandales y butacas te transportan a la época de mediados de siglo.
Accedo al backstage justo cuando los músicos van entrando al escenario acompañados por el equipo que está grabando el documental de Lázaro. Tomo un vaso de whiskey que dejaron por ahí y me lo bebo de un trago mientras preparo mi cámara. La banda se abraza al centro del lugar, se dicen lo que se tienen que decir, se van a sus puestos y se abren las cortinas para que empiece la función.
Lázaro nos sorprende iniciando con Cuando te canses de mí, una obra maestra de Nacho Vegas, ídolo de ídolos para quienes amamos las tormentas musicales (del vínculo de Lázaro con este compositor español también hablamos en la entrevista en el Belmont). La versión de Lázaro es precisa y preciosa. Al lado de sí tiene tres vasos de whiskey, combustible para hígado y garganta.
Al concluir el primer tema Lázaro deja guitarra de lado y de inmediato arranca la experiencia Gin con Full Band, con ese sonido shoegaze y el coro poderoso que es inevitable no cantar. “¡Gracias por lo dado, por el gallo, el gin y este error de vivir sin ti!”. Termina y viene un “Gracias a todos por estar aquí, les voy a cantar unas canciones y pues nada, un abrazo”, dice Lázaro antes de arrancar el swing de Cuando te hagan mierda. El sonido del full band es impresionante, dotan a Lázaro de un fondo increíble que llevan su música a otro nivel. Si a eso le agregamos las notas altas inesperadas de Lázaro en ciertas partes de la canción tenemos como resultado una experiencia folk-rock fantástica.
Cristóbal nos dice entonces que admira mucho a las personas que hacen canciones con buenas letras, pues logran plasmar lo que la gente siente de una manera extraordinaria, y arranca La inundación de 1905, tema que cita a los grandes de la canción: desde Sixto Rodríguez a Nick Cave, pasando por Tom Waits, Roberto Carlos, Bob Dylan, Palito Ortega, Jorge Drexler y demás.
A esta canción le sigue un solo magnífico del guitarrista “Güero”, primo de Daniel, y de ahí arrancan Todas las Aguas, una dedicatoria a esa felicidad contradictoria que puede representar un amor terrible. Los gritos que hace la tecladista Gabi Garza en la parte del coro me hacen vibrar con intensidad.
“Vamos con una canción que nunca hemos tocado en Durango… me da miedo jaja, ahí les va, esto es Manhattan”, y empieza una dedicatoria furiosa hacia una ciudad que se ama y se odia: “estoy hecho, de todo lo que mi padre no pudo lograr, de todo lo que mi madre nos juró que estuvo mal, estoy hecho… de cristianos pendejos”.
Concluye el trago clásico sonorizado y Lázaro pasa a formato acústico. Como si estuviera aferrado a sorprendernos una y otra vez esta noche, el músico empieza a cantar un tema que mi generación entera conoce desde su infancia: “Por galaxias navegar, más allá del sol / En barco de plata, el sueño terminó / Y por fin ya comprendí / Quien soy y lo que hago aquí…”.
El homenaje tremendo a este tema de Toy Story hace entonces una transición que parece creada por Pixar, aterrizando en Te Dije Cilantro, con ese primer acorde que ya es tan clásico como la intro de Cuando te canses de mí. Se abre el paso a ese ritmo de vals con el que te dan ganas de llorar mientras Lázaro grita “este año me voy a matar”, haciendo un pequeño ajuste de lírica para sentir todo el dolor y dejar que caiga una o varias lágrimas, porque para eso es la música de Lázaro Cristóbal.
Acaba y se escucha el apregeo de Estar sobrio. Avanzados unos segundos Lázaro detiene la armonía y con una sonrisa (la primera que le he visto por estos días) dice “por aquí está mi mamá”, y retoma el tema con esa lírica donde canta sobre como “su psiquiatra engulle su quincena” y como éste cree vanamente que de aquí a abril le darán ganas de ser feliz, y bang, corta la rola de forma inesperada en un acorde y se va con el ritmo folk de No me da la ganas ser feliz, una canción inspirada en la cantidad terrible de suicidios que ocurren en Durango.
Me salgo del backstage y me lanzo a las escaleras para tomar fotos desde un ángulo superior justo cuando empieza La Sed (Nos volvimos laberintos), un himno para muchos seguidores del músico duranguense. Lázaro le imprime fuego a su interpretación y desde el público muchos nos subimos a la ola y empezamos a desgarrar la garganta en el coro que dice “y en mi vida esto ha ocurrido, nos volvimos laberintos. Porque te tengo, pero yo no a mí”. Lázaro se nota en trance, le dan algunos espamos a ratos, como si la emoción quisiera sobrepasarlo, pero la amarra, la domina; es justo lo que, en palabras de un amigo de Mexicali, este poeta maldito ha logrado en su nuevo álbum: domar y llevar a su máxima expresión las emociones de angustia y desdicha.
Minutos después, al interpretar Reynaldo Arenas, Lázaro se desgarra al gritar la parte final del tema: “Pienso lo mismo en ti, que en araaaaaar”. Al concluir el músico nos comenta: “Esta canción que sigue también viene en el nuevo álbum”, y empiezan los arpegios de Cuanto abismo nos ha unido, un relato huracanado cuyos versos son para fumarse un cigarro: “Hace 100 Gin & Tonis que no estás / haces bien en cogerte a alguien más / fue un ciclón y varios ciclos de terror / fue el mezcal que lo jodió para variar”.
Le sigue ese canto country sobre la historia de Un hombre llamado Sue, un homenaje a Johnny Cash, mismo que cuenta la historia de un sujeto al que su padre lo bautizó como Sue. El público se sabe la letra completa y cuando llega el momento del encuentro del padre con el hijo dicen a coro “¡Yo soy Sue, buenas tardes, vengo a matarte!”, y letra por letra van acompañando a Lázaro en este relato cómico.
“Me siento muy contento de estar aquí… No iba a tocar ésta, pero como aquí está mi mamá, ahí les va… no sé bien dónde está porque no veo nada, pero sé que ahí anda”, dice el duranguense para introducir el folk de Martha Huracán, una rola compuesta para su jefita. Se prenden las luces del lugar como para que Lázaro busque a su jefa, pero momentos después éste deja de tocar y dice “¿para qué las prendieron?”; la raza se ríe, da unas palabras de agradecimiento y retoma.
Llegada la segunda mitad de la canción mete un fragmento de “Quiero que sepas”, de los Cardenales de Nuevo León: “Quiero que sepas que yo reconozco que tuve la culpa al perder tus amores, quiero también escuchar de tus labios que si no hay cariño que no haya rencores” y de ahí se avienta sobre el último coro en el que parece que va a romperse, se encierra sobre su guitarra y saca lo mejor de sí. Aparece un estruendoso aplauso del público y empieza una versión lenta de Silo y Pararrayos, que de nuevo es acompañada por el público: “esto es igual que sufrir para después cantar”. Se siente un ambiente muy chido, como que los que estamos aquí sabemos a lo que venimos: a escuchar y cantar estas historias nihilistas, suicidas, existenciales y reales.
“Esta canción no es mía… me hubiera gustado escribirla, pero bueno ahí les va”, nos cuenta Lázaro antes de empezar a tocar Estertor, una composición increíble de Iván García, un lamento del vacío que se queda cuando llega el abandono: “Dejaste lo nuestro por la paz… y a mí atrincherado en un rincón. Dejaste un libro a la mitad y a la mitad el cadáver de una flor”.
Lázaro concluye el cover conectándolo con The Ballad of Bono Coronado, otro himno lazariano, una oda a esas ganas de desaparecer cuando los ansiolíticos no bastan y los domingos duran demasiado y apenas el licor ayuda un poco a paliar el dolor; eso y unas rolas del Lázaro, para ir acompañado la soledad. Previo al coro el músico sube la intensidad con que golpea su guitarra, como dando unos últimos latidos desde su corazón deshecho y de ahí todos a cantar lo que ya es un coro emblemático del músico: “¿Quién decide el derrumbe? ¿Quién decide quien puede dormir y quien no? Un domingo aburrido que huele a suicidio / Una oportunidad para no ser tú mismo”.
Recuerdo entonces lo que dijo una amiga que conocí anoche, sobre cómo tuvo depresión durante varios años y cada día pensaba en quitarse la vida. Luego de llevar tratamiento logró salir de ahí, y desde entonces ha procurado no volver.
Músicos entran de nuevo a escena y toman instrumentos. “Esta canción se la compuse a un wey que quiero mucho. Me hubiera gustado que estuviera aquí, pero de seguro andaría corriendo, gritando y eso”, comenta Lázaro para darle fuego al tema de Cristobal, escrito para su hijo. “Meteorito, tu padre no sabe bailar, es un niño que solo va a trabajar, es muy frío vivir en un Durango sin Dios”.
Tras un par de risas tímidas el duranguense dice “Esta canción que sigue se la compuse a la bandita de Durango”, a lo que la raza responde con aplausos, pero luego agrega “no, pero en mal plan jajaja”, y arranca el estruendo de Préndanle Fuego: “Me quieren más afuera / que en mi propia ciudad”.
Lo peor de mí, otro tema clásico que el compositor grabó con el músico michoacano Walter Esaú, empieza a tronar con la banda acompañando y se disfruta a lo grande cantar ese primer y último verso: “Cuando al fin todo esto acabe, y te dé por hablar mal de mí…”.
“A ver si me sale ésta”, comparte Lázaro antes de empezar a cantar en acústico el clásico de Elvis Presley Can’t Help Falling in Love, y de ahí a darle con todo al rocanrol de Faisanes (tributo a Monomanía de Nacho Vegas), lo que me lleva a pensar lo grandioso de que para este concierto Lázaro haya integrado composiciones de tantos de sus autores predilectos. Casi como si leyera mi pensamiento, Lázaro concluye Faisanes tocando en acústico el principio de Monomanía: “necesito andar… en movimiento…”.
El show está por concluir, pero no sin antes disfrutar de Mira si no es un Buen Día para Naufragar, ese tema en dueto con Pablo Perro que me trae a la mente imágenes de un videoclipo de un par de amantes sangrantes entre los árboles. El coro revienta con todo: ¡Y aaaaaahoraaa, siento que estoy a deshoras, y aaaaaahoraaaa, vivo para naufragar!”.
“¡Gracias a todos por venir!”, cierra Lázaro mientras los músicos se retiran y va de nuevo solo contra el mundo a cantarnos un último Adiós, que abras más ventanas. Mientras ocurre esto pienso en Lázaro tomándose un mezcal en la mesa del Belmont, en el tramo que nos aventamos caminando por la noche fría a tomar el taxi en la 20 de noviembre, en los terribles momentos de mi vida en que esta voz ha estado a mi lado, en Daniel sentado en la barra del Club Verde bebiéndose una cheve a solas para calmar la ansiedad (“y si aun sigo en pié / es porque abrigo un poder no mío, me hice un laberinto y una sed / que nunca sacié…”), en las risas con los compas en El Pirata Bar, en un cigarro a medianoche acompañando el parpadeo de las luces de la ciudad, en un abrazo y otro y otro más y en la gente que llega y la gente que se va y en que al final la vida es esto: una canción de despedida, una voz rota que nos comparte un último canto.
Lázaro se despide, pero la gente clama por otra. Detrás del escenario Lázaro dice a sus compas “sí pero es que no sé cuál”, le da un trago a su whisky y en el camino encuentra la respuesta: “esta canción se la compuse a un hermano”, dice Lázaro antes de iniciar He visto demasiadas casas vacías en mi vida, el canto más limpio de Belmont, también uno de los más crudos, o mejor dicho, la voz de un alma que “nunca de los nuncas fue feliz”.
POR EL PASEO CONSTITUCIÓN Y EL CAFÉ MADRID. “NO ME DA LA GANA SER FELIZ”.
El Centro de Durango es increíble. En sus museos hay pinturas de creadoras jóvenes con gran dominio conceptual y técnico; en sus calles encuentras librerías con joyitas a precios increíbles; en sus esquinas ves mujeres saxofonistas tocando improvisaciones. Pasan tantas cosas en lugares como éste los viernes por la tarde: una banda de música sube a un autobús hacia Zacatecas mientras un chico de 11 años le dice a su amigo “7 datos curiosos sobre Zacatecas: aquí matan gente”; un hombre que vende elotes pide un encendedor y luego le regala un vaso a quien se lo prestó; un guitarrista trata de parar un taxi para llevar una bocina a quien sabe dónde; un par de señores viejos platican en una banca sobre alguien que les hace falta; un señor repleto de collares y Tonayán lanza profecías; chicas con tatuajes en las piernas secretan algo al pasar frente a Catedral. ¡Es la vida manifestándose en su perpetuo caos!
Como bien me comentaron algunos de los nuevos amigos, el Café Madrid es un lugar muy curioso por el hecho de que no venden café, sino cerveza. El lugar tiene pinturas muy chidas en sus muros, un escenario bastante alto, rayones punks y un letrero parpadeante de Tecate. En el escenario un músico solista empieza a tocar temas clásicos de Los Beatles, The Who y de repente aparece The Man Who Sold The World en una versión impresionante por el parentesco de la voz que renace la canción del músico británico.
Pienso entonces en cómo Lázaro seguramente ha encontrado mucha inspiración en este bar, que ubicado en el centro del Paseo Constitución (una calle peatonal llena de vida y movimiento), permite sentir el pulso del centro de Durango. O quizás todo eso le viene en madres y solo le gusta venir a echarse un trago en soledad y pensar sus cosas: el suicidio, la muerte, su hijo, la música, la angustia, la nada.
Mientras bebo mi corona y escucho al intérprete en el escenario vuelvo a las reflexiones con las que inicié este viaje. Tras varios días de navegar por esta ciudad, de conocer a algunos de sus actores culturales, rincones gastronómicos, músicos, museos y demás, me voy con la impresión de que Durango es una ciudad tranquila, plana, en apariencia sencilla, pero en el fondo compleja, que contiene esa contradicción de ser un lugar donde a la vez se puede tener mucho movimiento y mucha calma. Su ubicación geográfica lo hace a la par una ciudad “asilada” pero también un estado interseccional, con varias entidades de la república alrededor; punto para Lázaro cuando dice “No es cierto que una ciudad se ha alejado de otra tanto…”.
La realidad es que mi experiencia como foráneo-turista hasta ahora, si bien efímera, ha sido muy grata. Siento como si se tratase de una ciudad que te recibe con los brazos abiertos, donde puedes caminar a las dos de la mañana por las calles del centro borrachísimo sin ningún problema, comer rico en cada esquina, echarte un par de mezcales a precios super accesibles y escuchar bandas independientes en varios bares locales. Cotorreando con la gente he escuchado todo tipo de historias; una que se me viene a la mente es la que me comentó Samuel Herrera anoche, sobre los rancheros haciendo disparos al aire en las quinceañeras y bautizos.
En la entidad parece haber una creciente escena musical, festivales de cine y pueblitos en los alrededores para visitar (por ejemplo, Nombre de Dios). Y bueno, también se dice por ahí que el crecimiento de la ciudad proviene del financiamiento del narco, que hay mucha raza loca que le pega al criko, que la cultura buchona está cada vez más presente, que el gobierno no apoya como debería a la cultura y al arte, que esto y aquello.
Como muchas ciudades con décadas detrás, Durango tiene la nostálgica integrada en varios lugares comunes como taxis, restaurantes, cantinas, parques y edificios viejos. También es verdad que es uno de los estados con mayor índice de suicidios. Tan solo en 2022 fueron más de 140, lo que equivaldría a por lo menos 10 suicidios por mes, la mayoría de jóvenes entre los 18 y 29 años. Según Lázaro, esto tiene que ver con una grave crisis de salud mental entre las juventudes, que desde temprana edad caen en vicios como el cristal.
Otros datos que rondan por el dicho popular es que el aislamiento no permite que entren tan fácilmente nuevas corrientes ideológicas, identidades y formas de ser, lo que mantiene una fuerte presencia de costumbres y estructuras conservadoras-tradicionales (por no decir cultos religiosos) que facilitan los abusos y represiones de todo tipo, abonando con ella a la crisis que atraviesan las juventudes. En fin, puede que las razones de tanto suicidio no las tengamos del todo claras, pero lo dicho por Lázaro en nuestra entrevista se sostiene: el entorno duranguense tiene a los suicidios como parte del ecosistema diario.
Traigo de vuelta las reflexiones con las que empecé esta crónica. ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? ¿Es este un estado tan triste, desolado y abandonado como Lázaro manifiesta, o más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor? La verdad es que me voy con más dudas que respuestas, pero igual me atrevo a dejar por escrito algunas ideas.
Lo que sí podemos notar es que Durango tiene varios aspectos que fácilmente le pueden dar la categoría de ser un estado triste, una entidad donde se llegan a manifestar con gran profundidad los estados depresivos que llevan al suicidio. Sin embargo, también pienso que los sentimientos de soledad, aislamiento, melancolía, vacío y angustia existencial, tan presentes en la música de Lázaro, van más allá de este lugar, y son más bien el resultado de la propia biografía del autor, sumado a un modus existencial que los compositores de folk desarrollan tras mirar tan frecuentemente en el abismo.
La influencia recíproca entre Lázaro y Durango es clara, es un escenario de aires western que los vinculan de inmediato con autores como Johnny Cash, un lugar donde el suicidio está igual de presente en las noticias diarias como en la vida del compositor.
Sin embargo, pienso que Lázaro pudo haber nacido en algún otro rincón de México y seguiría manteniendo la esencia melancólica de su música: de una u otra manera habría encontrado su Belmont, ese destino donde las soledades se reúnen para beber y matar el tiempo. O quizás no, quizás, de haber nacido en Mérida o en Los Cabos, el autor nunca se habría enfrentado por tanto tiempo al abismo, y ahora no tendríamos tan buenas canciones para hacernos compañía en el día a día.
A Daniel Azdar le tocó nacer y forjarse aquí, en el triste estado de Durango. Ahora, queriéndolo o no, su música es una excusa perfecta para que los foráneos visitemos su ciudad que, al menos vista desde fuera, nos ha resultado un lugar no tan triste, sino lleno de vida, movimiento, fraternidad. Entiendo que “el pedo no es quien viene, sino quienes vamos”, pero bueno, mi estimado Lázaro, aquí andamos, dando un último trago de mezcal en tu honor, para confirmar que No es cierto que nadie va a Durango.
Posdata: si usted quiere descubrir de primera mano cómo es este estado mexicano y formar su opinión al respecto, dese una vuelta cuando pueda por este bello destino mexicano; si no sabe por dónde empezar, pues empiece escuchando a Lázaro Cristobal.
Un agradecimiento especial a César Reséndiz, sin quien este trabajo no habría sido posible. Gracias por darnos la oportunidad de hacer periodismo musical de calidad. Y también gracias a ti si llegaste hasta aquí, en estos tiempos donde todo es tan efímero que somos pocos los que nos aferramos a la lectura.
